Partida Rol por web

Miraste hacia arriba por inercia, aunque no te quedó muy claro el motivo. Quizá porque por el rabillo del ojo te había dado la sensación de que ya no solo brillaba el suelo, sino que había algo brillante en la pared, a unos metros más arriba.

Concretamente, había alguien que conocías sentado a horcajadas como una gárgola en un saliente abrupto de la pared. Estaba señalando hacia abajo y le humeaba el índice aunque en aquel momento lo retiró y volvió a apoyar la mano sobre la piedra.

—¿Y tú sabes lo insoportables que os ponéis cuando os da por hablar y hablar de lo malos malísimos que sois y lo mucho que os encanta serlo... ?—dijo sin pizca de jocosidad.

De hecho tenía un desacostumbrado ceño fruncido que expresaba bastante mal humor.

Nicolae miró hacia arriba hirviendo de rabia pero repentinamente la sorpresa le cubrió el rostro, como si acabase de ver al Archidemonio de la pasada Ruina.

—¡¿TÚ?!

Gabrielle se sentía mejor. Salió de su escondite.

—¿Cómo te atreves? —se encaró a él—. ¿Quién te crees que eres para jugar con las vidas de tanta gente? Tus actos no le son gratos al Hacedor. ¡Y tus crímenes no van a quedar impunes!

—¡Si no quieres que te triture la cabeza como a tu amiguita, no te aconsejo acercarte a mí!—siseó Nicolae con una ira que casi se podía respirar y el rostro aún algo humeante. Veías que, de hecho, lo tenía manchado de hollín—. No tengo miedo de una mocosa. Ni de tu estúpido Hacedor ausente.

No obstante, parecía tan furioso contigo como inquieto por la situación, casi... ¿nervioso? Miró hacia arriba.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?!—gritó como quien exige saber qué ocurre—. ¡Tú no... !

Se calló un instante y entornó los ojos con desconfianza.

—Un momento...

Como respuesta, Astucia levantó las manos en un gesto que pretendía ser una burla de las palmas que Nicolae acababa de hacer.

—Tengo una teoría—dijo—. Y no es que ella sea "patética" sin magia... es que tú le tienes pánico. Por eso no quieres que la use.

Y en efecto dió una palmada, pero sólo una. Y viste el glifo del suelo chisporrotear, titilar, y esfumarse dejando una breve silueta en humillo. El espíritu te miró mientras ahora era a él  a quien se le dibujaba en la cara una sonrisa lupina de oreja a oreja.

Gabrielle puede guisárselo y comérselo ella misma, o puede pedirle a Astucia que se encargue él. O simplemente que la ayude. Esto último se traduce en utilizar la habilidad especial de Vínculo Espiritual.

Gabrielle blandió el báculo y lo golpeó contra el suelo, para convocar un glifo de parálisis bajo los pies de Nicolae. Sin esperar un segundo avanzó hacia a él a grandes zancadas.

—Vamos a enseñarle lo que somos capaces de hacer —le pidió a Astucia.

Nicolae gruñó y apretó los dientes en un claro esfuerzo por moverse de allí pero el glifo había actuado más rápido, estallando a sus pies y recubriéndole el cuerpo de una luminiscencia blancuzca. El tobillo te protestó cuando echaste a andar a grandes zancadas pero decidiste mandarle callar: Primero los puntos sobre las íes. La magulladuras, después.

Astucia no te contestó pero se limitó a saltar del saliente en el que estaba como quien se tira para zambullirse en un lago. El espíritu bajó volando a velocidad de vértigo al ras de la pared hasta que decidió encoge las piernas e impulsarse con los pies sobre ella. Al hacerlo, salió disparado hacia ti.

En cuanto chocó contigo (si es que se le podía llamar "chocar" porque no notaste nada sólido) te invadió una oleada de vigor y energía que casi parecía tener pulso propio. El familiar halo luminoso te recubrió como el reconfortante brillo de una luciérnaga que apartaba a su paso la oscuridad de la caverna.

«Te he echado de menos.»

Gabrielle recorrió la oscuridad gruta envuelta en aquel halo de luz brillante, como una estrella fugaz que surcara el cielo de noche para cumplir un deseo. Dejó que aquella luminosidad envolviera a Nicolae. No había sombra tan oscura que la luz no pudiera disipar.

Nicolae soltó un grito de auténtica molestia, como si le hubieses lanzado un panal lleno de avispas a la cabeza. Casi podías notar que el aire hirviese sin desprender calor, que despedazase sin estar afilado. Notabas cómo dos cosas totalmente opuestas se negaban entre sí.

La voz del hombre se distorsionó adquiriendo un extraño tinte reverberante. Te recordó al mismo tono siniestro y "doble" que tenía la de Schaudaron aunque antes de que pudieses reparar en el fenómeno, el aire rieló alrededor del erudito como si del agua de un estanque perturbada por una piedra al caer se tratase y en el siguiente parpadeo, lo que había delante de ti era un esqueleto polvoriento que se desmoronó en el suelo.

Luego nada.

Repentinamente, perdiste la luminosidad y Astucia "salió" por delante de ti dando vueltas sobre sus propios talones y haciendo molinos con los brazos mientras dejaba un rastro de pequeñas llamitas. No te quedó muy claro si lo estaba haciendo a propósito o realmente estaba TAN desorientado. El caso es que al final logró frenarse y se agarró la cabeza con las manos como si tratase de evitar que ésta siguiera girando.

—Tengo que practicar más esta parte... —meditó en voz alta, parpadeando cómicamente y poniéndose bizco.

En medio de la gruta casi llamaba más la atención que tu farolillo, era como una hoguera encendida. El espíritu frunció el ceño y miró a su alrededor como si estuviese siguiendo la traza de algo invisible o como si algo no le gustase.

Repentinamente perdió todo el aire de seriedad y se volvió hacia ti.

—Perdona, ¿puedes repetir eso último?—dijo. Y sonrió con picardía—. Creo que no lo he escuchado bien...

Gabrielle sentía tal alivio que los ojos se le arrasaron de lágrimas. Corrió al encuentro de Astucia y se abrazó a él, refugiándose en su pecho.

—Te he echado muchísimo de menos.

Rompió a llorar. La presencia del espíritu hacía que se sintiese mejor, pero eran lágrimas de alivio, y necesitaba desahogarse. No sabía cómo le iba a explicar a Astucia que se podía llorar de alivio, pero esa era otra historia. Sorbió por la nariz.

—Creo que... eres el primer espíritu que se manifiesta así en el plano material. Al menos el primer espíritu documentado en los libros que hay en el Círculo de Ferelden —se rascó la cabeza. Dentro de unas horas tendría un dolor de cabeza infernal—. Lynn y Belgar estaban por aquí, hace un momento. ¿Crees que es sensato...?

Pudiste sentir que de algún modo fuiste capaz de transmitirle que estabas feliz. Tal vez tu vínculo con el espíritu se estuviese haciendo más fuerte.

Astucia sonrió, te devolvió el abrazo y te dió unas palmaditas en la espalda, de nuevo tenías la sensación de estar abrazando un rayo de sol. Tardó unos instantes en contestarte e intuiste que era porque estaba pensando en cómo decirte algo.

—Es que no estamos en el mundo material—contestó finalmente. Y no te sonó a que estuviese bromeando—. Y a la vez, tampoco estamos en el Velo. Estamos...

Miró de nuevo en derredor. Parecía como si el propio lugar no le gustase, como si lo hiciera sentir incómodo.

—Esto no está bien. NO debería de ocurrir—torció el gesto—. Estamos en los dos sitios a la vez. ¿Quién ha hecho esto?

Te miró.

—¿Cómo has venido a parar aquí?

Gabby se agarró los codos con las manos. Después de abrazar a un rayo de sol en miniatura, le dio frío. Se acercó a su amiga y comprobó como estaba. Mientras canalizaba su energía curativa hacia Lynn, le contó a Astucia lo que sabía.

—... espero que él sea realmente el origen de todo esto, pero creía que esto se acabaría cuando acabáramos con él. Vamos a tener que reparar esto, ¿no? Pero yo no sé ni por dónde empezar.

Para tu alivio, Lynn estaba viva.

Había aterrizado boca arriba, tenía una brecha en la cabeza y la sangre le mojaba el pelo y un lado de la cara pero se movía. Eso sí, tenía cerrados los ojos con fuerza en un crispado gesto de sufrimiento, de vez en cuando soltaba un quejido y se acercaba erráticamente una mano al rostro, como si intentara llevársela allá donde le dolía pero tuviese el sentido de la coordinación tan desbaratado que no fuese capaz. Cuando la tocaste para curarla, de hecho te pareció de que trataba de murmurar algo pero no lo consiguió.

Astucia no la había visto  hasta que te habías acercado y, en cuanto lo hizo, voló rápidamente a dos escasos palmos del suelo para seguirte. Se quedó flotando a un lado. Por cómo miraba sin decir nada pensabas que la sensación de ver a un humano herido, de ver lo que era "sufrir" resultaba algo tan desconocido y sobrecogedor como triste para él. Estaba claro que no le gustaba.

—Los espíritus no podemos destruir cosas que no sean malvadas, sólo tenemos el poder de crear. Es por eso que no podemos atravesar el Velo y manifestarnos en vuestro mundo, no podemos romper el manto—dijo a los pocos segundos—. En este lugar está tan destrozado que no existe. Los dos mundos se han mezclado... Y eso NO es bueno.

Flotó suavemente hasta que posó un pie en el suelo, al otro lado de Lynn, luego directamente se sentó con las piernas cruzadas.

—Los demonios sí pueden romperlo. Eso de antes era un demonio, uno de la... —te dio la sensación de que inspiraba aire, casi como si pudiese "olerlo". Aunque de algún modo en realidad sabías que el término correcto era "sentirlo"— ...gula. No hemos acabado con él, se ha escapado. Eso que acabas de destruir era una posesión, un disfraz. Era falso.

Te miró.

—¿Qué es lo que sabes de los demonios de la gula?

—Eso me temía. Era demasiado fácil —Gabby se detuvo un momento y se masajeó las sienes—. Sé que su aspecto real no está documentado. Y que en un anfitrión viviente se convierten en caníbales y en vampiros, mientras que en uno muerto alimentan de seres vivos. Sé que tienen el poder de absorber la energía vital y el mana y....

Lanzó un suspiro.

—Buf, no recuerdo gran cosa. Sé que lo estudié. Pero ahora mismo no puedo recordarlo.

—Bueno, recuerdas lo importante.

Astucia sonrió de lado, luego puso una cara algo rara, como si se estuviese decidiendo entre hacer algo o no, o si debía hacer algo o no. Finalmente soltó un gruñido bajo y puso la mano encima de la que estabas empleando para curar a Lynn.

—Y si absorben mana, será mejor que lo guardes—dijo. En ese momento notaste la misma sensación que recordabas haber sentido en el Velo al crear aquel escudo que te había defendido contra Pereza, la sensación de estar canalizando una energía que no era tuya—. No sé si quedará alguien vivo aquí dentro o todo serán cuerpos animados...

Lynn emitió un gruñido de protesta y esta vez fue capaz de llevarse la mano a la cabeza, aunque se la tuviste que apartar para que te dejara terminar tu tarea.

—Es la primera vez que veo que pasa esto y no me gusta. Hay que hacer algo rápido, el Velo y el mundo mortal no deben mezclarse—añadió Astucia—. Hay que encontrar a ese demonio para que esto no vaya a peor y...

—¿Gabby?

Lynn al fin pudo mascullar tu nombre y viste que intentaba parpadear aunque aún estaba aturdida. Astucia apartó rápidamente la mano y miró en ambas direcciones. En ese momento pareció fijarse en en tu farolillo. Te miró y formó un gesto de silencio con el dedo en los labios antes de hacer algo bastante... bueno, ¿astuto? O gracioso, según se viese.

Tu espíritu se convirtió en un fugaz rayo luminoso que saltó rápidamente al interior del farolillo. Confundiéndose a la perfección como si fuese la llama.

—¿Qué ha ocurr... ? ¡Ay!—gimió la clériga abriendo con esfuerzo un ojo pero volviéndolo a cerrar al instante al sentir lo que debió ser una punzada de dolor. Cuando se le pasó, volvió a abrirlo, intentó enfocar la vista en ti y musitó como si hablar alto le provocase dolor de cabeza:—. Hacedor... ¿Por qué... siempre me toca a mí recibir?

Os pegásteis una galopada curiosa de casi cinco minutos más, el agua empezó a perder el manchado rojizo mientras lo hacíais hasta que de nuevo volvió a tornarse normal y corriente. Un poco más tarde divisásteis la entrada de una gruta más adelante, era una cavidad excavada en la falda de un monte tupido de helechos y árboles. El río salía de ella.

A simple vista parecía una cueva normal y corriente de no ser porque acabábais de ver salir de ella una despavorida bandada de murciélagos francamente grande.

-Fantástico.-Digo al llegar.-Sangre, alimañas voladoras... ¿Falta algo?

Con mi alfanjón en la mano, me preparo para seguir adelante y entrar en la cueva cuando me doy cuenta de algo.

-¿Tienes una antorcha o algo asi?-Pregunto a Sion.

- Tengo alguna en la mochila, menos da una piedra pero tampoco hará maravillas en semejante oscuridad, espero que no sea muy profunda. De todas formas siempre podremos orientarnos siguiendo el cauce, al menos para salir. Otra cosa sería que dentro se bifurcase, ¿cómo puede vivir alguien allí?

Solo espero que no entremos y hagamos el ridículo, que al parecer Ferelden y la magia se han compinchado contra nosotros. -