—Se ve que el hambre de conocimiento es tan válida como la física... —Nicolae se estremeció y se llevó las dos manos a la cabeza al percatarse de la nutrida colección de cadáveres que os rodeaba—. Hacedor misericordioso, ¡Lo siento! Siento haber causado todo este lío... Yo sólo quería...
—Demostrar que era inocente. Y ver si podía ayudarnos desentrañando lo que fuera que estuviese pasando aquí, por eso vino—intervino Janus saliendo de detrás de la estalagmita para acercarse—. No fue culpa suya, señor. Esto ha ocurrido por nuestra propia ignorancia, fué la estúpida superstición de la gente la que le obligó a venir a este lugar.
Janus sonrió casi con gesto de disculpa.
—Soy el posadero—admitió—. Los verdaderos héroes son estos muchachos.
El erudito suspiró con amargura y trató de ponerse en pie, las rodillas le temblaron pero al parecer sólo estaba desorientado, no herido.
—No sé cómo pagaros esto... pero lo haré de algún modo—masculló—. Hablas de que este lugar ha quedado atrapado en el flujo del tiempo, muchacha, y no sé si te entiendo. Pero creo que es mejor así. Hay cosas que es mejor no saber.
Os miró.
—Aunque lo que sí que me gustaría saber son los nombres de quienes me han salvado a mí y a toda esa gente.
—Yo me llamo Gabrielle, maga colegiada del Círculo de Magos de Ferelden. Este es Alexei, Belgar, Lynn y por supuesto nuestro fiel mabari, Kando. Creo que hablo en el nombre de todos cuando digo que estamos encantados de ayudar.
—Anda, mírala, como sólo se pone título ella—Lynn le tiró de un carrillo a Gabrielle y sonrió con pillería, luego le pasó el brazo sobre los hombros.
-Ciertamente.-Respondo.-Todo cuanto pueda hacerse para hacer más segura la vida a los demás y acabar con los demonios es digno del esfuerzo que acarrea.
-Con un poco de suerte dentro de poco me admitirán en la guardia gris.-Pienso con ilusión.
Decidisteis salir de una vez por todas de aquella maldita cueva. Al haber desaparecido el Demonio de la Gula, era como si la afluencia de ghouls se hubiera volatilizaod con él... aunque comenzaban a pasar cosas raras: parecía como si el lugar cada vez fuese más "doble". Como si estuviéseis viendo una imagen superpuesta sobre otra.
Curiosamente, en cuanto Nicolae se dió cuenta de ello, sacó un carboncillo y un trocito de papel del bolsillo y se puso a escribir algo en él.
—¿Por qué... por qué os estáis volviendo transparentes?—tartamudeó Janus una vez estuvisteis de nuevo en el exterior.
—¿Cómo que transparentes?—Lynn puso los ojos como platos, ¡eran ellos quienes se estaban volviendo transparentes! Y los alrededores se desdibujaban como si el mundo fuese una acuarela que estuviese absorbiendo demasiada agua—. ¿G... Gabby? Esto no será malo, ¿no?
Nicolae sin embargo parecía ininmutable con los extraños acontecimentos que ocurrían a vuestro alrededor. Aunque tampoco es que fuese muy raro; era un erudito que había consagrado sus estudios a todo tipo de fenómenos sobrenaturales. Terminó de hacer lo que sea que estuviese haciendo con el trocito de papel, lo dobló y se agachó para dárselo a Gabrielle, cerrándole la mano.
—Gracias, otra vez—dijo. Y esbozó una sonrisa muy tenue que parecía estar fuera de lugar en un rostro tan serio. De hecho, ganaba bastante con ella—. Nunca es tarde si la dicha es buena, dicen. Espero habéroslo podido pagar para entonces.
Antes de aclarar el significado de aquella extraña frase, dió la impresión de que vuestros alrededores se convirtiesen en un torbellino de colores, ¿significaba eso que las cosas estaban volviendo a la normalidad? ¿Habíais vuelto a separar el Mundo Material del Velo poniendo fin a aquella extraña paradoja temporal o por el contrario se había liado una buena? La sensació de ingravidez os provocó vértigo y por un momento llegásteis incluso a perder la orientación de dónde estaban los demás puesto que el frenético ciclón de clores dio paso a uno solo.
Negro.
Sentiste que aterrizabas de espaldas sobre algo duro y tu armdura hizo crujir la madera. Habías tenido que cerrar los ojos debido al mareante remolino y ahora no tenías muy claro si era buena idea abrirlos. No obstante, el silencio más absoluto a tu alrededor te hizo sentir la suficiente curiosidad como para hacerlo.
Estabas de nuevo en la posada.
O esa impresión te daba porque parecía que por aquella posada no hubiese pasado un alma en años. Había un dedo de polvo cubriéndolo todo, veías telarañas en el techo e incluso alguna que otra planta invadiendo la habitación en cuyo suelo acababas de aparecer.
Y por supuesto, estabas solo.
Sentiste como si de pronto te quedases sin suelo y cayeras sobre algo mullido... pero tampoco mucho. Aterrizaste de espaldas y botaste ligeramente, levantando una nube de polvo. Habías tenido que cerrar los ojos debido al mareante remolino y ahora no tenías muy claro si era buena idea abrirlos o no pero se te había metido en la nariz provocándote un ataque de tos. No obstante, el silencio más absoluto a tu alrededor te hizo sentir la suficiente curiosidad como para mirar.
Estabas de nuevo en la posada.
O esa impresión te daba porque parecía que por aquella posada no hubiese pasado un alma en años. Había un dedo de polvo tapizando cada centímetro cuadrado, incluso en la cama en la que habías caído, que era poco más que un colchón mohoso. Veías telarañas en el techo, e incluso alguna que otra planta invasiva en tu habitación. ¡Hasta podías ver el cielo por una gujero en el techo! Debía ser muy de madrugada puesto que atisbabas estrellas pero el cielo empezaba a clarear.
Y por supuesto, estabas sola.
—Au —fue lo único que alcanzó a decir.
Gabrielle se levantó. ¿Estaba la posada... abandonada? ¿Había estado siempre abandonada o habían ido a parar a otra línea temporal a saber cómo? Decidió que tenía una manera muy sencilla de saber si había algo raro: tratar de contactar con el Señor Keefles a través de su vínculo de empatía. Y hablando de vínculos...
«¿Astucia, estás ahí? ¿Qué ha pasado?»
Recordó el papel. ¿Aún estaba en su mano? Tal vez le daría alguna pista.
Todavía tenías el trocito de papel en la mano, tan sólido y real como tu misma. Al desdoblarlo viste que Nicolae había trazado un plano muy sencillo de lo que podías identificar fácilmente como la posada. En la parte correspondiente a lo que sería el establo, había marcado un grueso punto negro.
El siguiente paso de tu investigación fué tratar de sentir al Señor Keefles y... notaste que tu Familiar andaba por los alrededores, seguramente durmiendo en la carreta de Balaena todavía. ¡La carreta! ¡Habías vuelto a tu línea temporal y al Mundo Material!
No obstante, el último paso resultó un poco más inquietante: Astucia no te contestó. De hecho, no sentías esa conciencia en el borde de tu mente. Y entonces...
—¿G... Gabrielle?
La voz sonó a tus espaldas y mientras te dabas la vuelta constataste una cosa: Si habías podido ver el papel era porque la habitación estaba más iluminada de lo que debería corresponder para aquellas horas tan tempranas...
... y la razón estaba justo detrás de ti. Sentada en el suelo, brillando como si fuese una almenara tan llamativa en contraste con el entorno, mirándose las manos y luego los alrededores con una mezcla de pasmo y consternación.
—Creo que tenemos... —Astucia tragó saliva—. Tengo un problema...
Gabby abrió mucho la boca, y por un momento no supo qué contestar. Levantó el dedo índice.
—Un... momento. No te muevas.
Echó a correr hacia la salida, mirando en todas direcciones para comprobar que ahí no había nadie más. Salió al exterior y miró en dirección al establo, rogando al Hacedor que la ayuda de Nicolae le ayudara a solucionar el problemón que tenía ahora.
El exterior estaba tal y como lo recordabas salvo porque parecía haber pasado años en desuso. No era una ruina, pero simplemente había empezado a ser invadido por la maleza y estaba lleno de polvo por todas partes. Vuestra carreta también estaba donde la habíais dejado.
Sólo faltaba una cosa: La tumba de Janus.
En ese momento algo te tiró de la manga, o más bien intentó comérsela. Cuando te giraste con el corazón a punto de salírsete por la boca viste que era uno de los caballos de Balaena (el macho) el cual recordabas haber dejado atado en el travesaño de la entrada. Travesaño que ahora estaba tirado de un lado aunque por lo visto, en vez de escapar, el animal había decidido quedarse pastando por allí. La yegua seguía atada pues su parte del travesaño se mantenía.
A Gabby se le calló el alma a los pies. ¿A qué se refería Nicolae? ¿A que Janus no estaría muerto al volver? ¿Cómo iba a saberlo él? No... debía ser algo más.
—Cariño, perdona, pero estoy en un aprieto —le dijo al caballo, palméandole en el cuello.
Trotó hasta llegar al punto que señalaba el plano y, al no encontrar nada, cavó con las manos en ese punto por pura desesperación.