Partida Rol por web

El camino de vueltra transcurrió más silencioso de lo que a cualquiera os habría gustado. Érais menos y no podíais evitar pensar en ello, y en que ni si quiera sabíais qué había sido de los demás.

Cuando las casitas de Nordale aparecieron en el horizonte, Ayla se echó la capucha sobre la cabeza. No es como si nadie la fuera a reconocer pero era obvio que no le gustaba acercarse a los pueblos. Descubristeis que los habitantes ya se habían puesto a la tarea de restaurar la capilla puesto que estaba cubierta de andamios aquí y allí. En general parecía todo lo normal que podía lucir un pueblo tras una Ruina.

—Supongo que Balaena, Nolan y Tal'Vashoth estarán en el mercado—suspiró Lynn—. Y allí también podríamos encontrar algunas cosas que necesitemos. ¿Nos dividimos y nos reunimos en la taberna o tenéis alguna preferencia?

—Me parece bien —asintió Gabrielle—. Yo iré al mercado a avisar a Nolan y a Balaena. Esperadme en la taberna si no queréis venir.

Alexeino había dicho absolutamente nada durante el viaje de vuelta. Las palabras de Gabby habían sido suficientes para convencerlo de volver, pero no era capaz de quitarse ese sentimiento de culpa de encima. Como si llevara una pesada roca encadenada a su cuello.

—Te acompaño.

Lo último que le apetecía al joven guerrero en esos momentos era sentarse en una taberna a esperar. Además, si Gabrielle decidía tomar un pequeño desvío para hablar con Medwin no iba a dejarla sola.

—¡Yo también!—se apresuró a decir Asthan que seguramente se sentía menos centro de todas las miradas entre vosotros que esperando en una taberna humana.

—Tengo que... decirle algo a Balaena—carraspeó Lynn—. ¿Vienes, Ayla?

La apóstata la miró de reojo aunque algo debió entender en la mirada de la clériga que suspiró con resignación. Aunque curiosamente se acercó en lugar de rechazar la propuesta.

Os abristeis paso hasta el mercado, que no es que fuese precisamente el más grande del mundo pero al menos tenía lo básico: comida y útiles para el camino sobre todo. Y la carreta de Balaena que parecía estar teniendo bastante éxito puesto que no muchos llegaban a Nordale sólo para armar a la milicia.

Podría decirse que divisasteis antes la silueta gigante y gris de Tal'vashoth que permanecía en una de las esquinas del carromato con los brazos cruzados, mirando fijamente a Kando que por alguna razón estaba delante de él sentándose y agazapándose a intervalos irregulares mientras movía la cola frenéticamente. Aunque en cuanto os detectó corrió enseguida a ladrar a vuestro alrededor.

Balaena se encontraba sentada en una banqueta puliendo la superficie de un escudo redondo aunque al levantar la cabeza lo dejó a toda velocidad sobre una mesa y se os acercó.

—¡Dulce Andraste, estáis de vuelta!—exclamó—. Me estábais empezando a preocupar. ¿Cómo os ha ido? ¿Qué ha... ?

Al darse cuenta de que tenía una cara de más, miró a Ayla.

—¿Y quién es ella?

La apóstata se limitó a bajarse aún más la capucha y mirar en otra dirección con incomodidad.

—No nos ha ido muy bien. Se nos adelantaron, de modo que hemos vuelto con las manos vacías —admitió Gabrielle y, hundiendo los hombros, añadió:—. Y con menos compañeros de los que partimos.

Hizo un gesto en dirección a la maga encapuchada.

—Ella es Ayla —dijo simplemente. Balaena sabía perfectamente quién era—. Vamos a reaprovisionarnos y partir de inmediato. Oye... ¿has visto algún Buscador por aquí? Es pronto para que mi carta haya llegado pero por si acaso. ¿Y has visto a un joven de ojos azules y pelo castaño, herrero? Le estoy buscando.

—Ah—fué lo único que atinó a decir Balaena mirando a Ayla.

«Bueno, si ahora va con ellos después de tanto perseguirla será por algo... »

Carraspeó.

—No, estoy segura de que no he visto a ningún buscador. Son bastante llamativos—respondió—. Y la única herrera que hay por aquí soy yo, que sepa, porque me desbordan a peticiones. Aunque sí que se pasó un chico por aquí preguntando por ti. Pero no coincide con esa descripción. De hecho era semielfo.

—Dijo que era un amigo—la voz pétrea de Tal'vashoth se inmiscuyó en la conversación cuando el gigante gris se acercó por detrás de Balaena—. Y que esperaría en el tablón de la plaza a que volvieses.

Lynn miró a Gabrielle con una ceja arqueada en inconfundible ademán interrogante.

—¡Debe ser Fritz, un compañero de la Torre de Hechiceros! —dijo Gabrielle, volviendo a sonreír después de tantos hechos tan aciagos. Quizá Wynne estaría con él. Ella sabría qué hacer y, por fin, no caería sobre ella toda la responsabilidad de hacer lo correcto —. Tengo que ir a verle. ¿Nos acompañas, Tal'vashoth?

Su sonrisa se borró.

—Tengo que contarte algo por el camino. Sobre Trasus y Sarkee.

Tal'Vashoth se encogió de hombros y asintió.

—(Qunari) Na'thek.

Culeta para qunariparlantes:

Na'thek: Como desees.

Lynn se rascó la cabeza.

—Que raro. Me pregunto qué lo habrá hecho seguirte hasta tan lejos—comentó—. Frizt es sólo un aprendiz; tiene que venir con alguien del Círculo, fijo.

—Maravilloso... —murmuró Ayla cambiando de pierna el peso del cuerpo con visible inquietud.
 

—Con Wynne, si tenemos suerte —dijo Gabrielle—. Vamos. De...jadme hablar en mi, en todo caso.

Por el camino, le pondría al tanto a Tal'vashoth de lo que había pasado con Trasus y Sarkee.

Wynne. Cuando Alexei oyó el nombre de la compañera de la heroína de Ferelden, un rayo de luz se hizo en su apesadumbrada mente. El joven sólo la había visto una vez, cuando la heroína y sus compañeros los salvaron en Refugio, pero teniendo en cuenta la admiración que el joven guerrero sentía por todos ellos, la posibilidad de ver a la maga era algo que realmente le reconfortaba. Además, tras todo lo ocurrido en el Templo del Mythal, el joven no se sentía a la altura de la misión en la que estaban inmersos. Teniendo a Wynne a su lado quizás las cosas pudieran cambiar.

—Vayamos a ver a tu amigo Gabby—dijo Alexei con un tono menos apagado—. Con suerte vendrá con buenas noticias.

Estaba claro que a Ayla no le apetecía nada ir a ver a alguien del Círculo. Pese a que se había echado la capucha, podíais vislumbrar que tenía el rostro tenso. Pero por otra parte... tampoco podía simplemente salir corriendo.

Y aquello la estaba poniendo cada vez más nerviosa aunque no abrió la boca.

Avanzásteis entre el gentío hasta el tablón pero para vuestro desconcierto, no encontrásteis a nadie allí. Salvo cuando os disteis la vuelta, que os topásteis con un chico que rebotó contra Tal'vashoth y se cayó de culo al suelo.

—¡Perdón! ¡Perdón!—jadeó en un remolino de brazos y piernas tratando de ponerse en pie—. ¡No le estoy atacando! ¡No le vi! ¡No me mate!

—Será porque es tan pequeño que se confunde entre la gente...