Partida Rol por web

Gabrielle también sintió como el calor le subía a las mejillas cuando Ayla especuló sobre los motivos que tenía Fritz para querer hablar con ella en privado. Pero no tendría sentido que Fritz acabara de recordar el comentarle algo así.

—Claro. Te acompaño, Fritz —dijo invitándole a acompañarla y dedicándole una sonrisa comprensiva. 

Fritz y Gabby se alejaron una distancia prudencial del resto. En ese momento, la maga del Círculo enarcó una ceja y se dirigió al aprendiz.

—Bueno, aquí me tienes. ¿De qué quieres hablar conmigo?

—No es hablar. Es decirte... eh... —Fritz carraspeó—. Ven conmigo.

Te agarró por una manga con ambas manos y tiró sin brusquedad pero con insistencia. Decidiste seguirlo fuera de la capilla y, por el camino, bien porque el silencio le resultaba incómodo o bien porque simplemente quería contártelo empezó a hablar.

—A-Antes estuve buscándote, ya sabes. Le pregunté a mucha gente, a la mayoría le sonabas, claro, porque eres de aquí y eso. Y luego estaba la chica. Aquella herrera y el qunari enorme que me dijeron que eran tus compañeros, por eso fui de nuevo al tab... —volvió a carraspear—. Perdón, me voy por las ramas. Q-Quiero decir que le pregunté a mucha gente y entre esa gente algunas me contaron anécdotas pero creo que hay alguien a quien deberías ver. E-Es decir, la suya me pareció relevante...

Os abristeis paso entre la gente. El semielfo parecía una ramita tratando de apartar piedras y a veces rebotaba contra alguien estando a punto de caerse. Resultaba un poco cómico en el buen sentido.

—¡Seño-AH!—empezó a llamar levantando una mano pero en ese instante tropezó con un tablón de madera y a punto estuvisteis de iros de bruces los dos. De hecho avanzasteis como cuatro o cinco zancadas haciendo molinos pero el equilibrio volvió a vosotros—. ¡Soy yo! El aprendiz del Círculo, ¿me recuerda? Le hablé de Gabrielle y de que...

Te fijaste en ese momento en el que salísteis del gentío "gracias" al tablón de madera de que había muchos más. No estabas del todo segura puesto que la ausencia de edificios hacía difícil orientarse pero te pareció que os encontrábais en una zona cercana a la que más o menos debía haber estado tu casa alguna vez. Por ahora sólo había dos plataformas rectangulares que eran los cimientos de las primeras dos casas que habían comenzado a reconstruirse, una de ellas tenía ya una pared completada pero aún quedaba mucho trabajo por hacer.

Había gente trabajando por levantar lo que quedaba, tanto hombres como mujeres. Aunque Fritz parecía dirigirse a una persona que, lejos de andar con troncos, parecía haberse enfrascado en la tarea de replantar el pimpollo de uno de los árboles frutales que la Ruina se había encargado de aniquilar.

Te pareció que suspiraba.

—Sí, jovencito, me acuerdo de ti—dijo levantándose y sacudiéndose la tierra de las manos—. Y te agradezco que trates de animarme pero, de verdad, necesito pensar en cómo hacer llegar esa carta cuanto antes. El Círculo está muy lejos y este pueblo está casi incomunicado. Es casi imposible llegar aquí a menos que...

Cuando termino de darse la vuelta y te vió, se le cayó la hazada de la mano.

—¿Ve?—insistió el aprendiz poniéndose en jarras—. ¡No hace falta la carta! Le dije que estaba seguro cien por cien de que había venido aquí.

Se hizo un silencio sepulcral en el que todo lo demás dejó de existir y el propio mundo se detuvo. Tras lo que pareció una eternidad, tu madre se llevó las manos temblorosas al rostro y tan sólo atinó a musitar con un hilillo de voz estrangulada:

—¿G... Gabby?

El corazón le dio un vuelco en el pecho. Como una imagen especular de su madre, Gabrielle se llevó las manos a la boca mientras se le agolpaban las lágrimas en los ojos.

—¡Mamá! —chilló con un nudo en la garganta.

La maga se arrojó en los brazos de su madre. Estaba inmersa en una búsqueda que podría sacudir los cimientos de la fe en Thedas, contra oponentes que le superaban en poder e ingenio. Pero en ese momento, en el regazo de Lara, se sintió segura.

—¿Estás bien? —fue todo lo que alcanzó a preguntar y se sorbió los mocos entrecortadamente antes de seguir:—. ¿Papá está bien?

—¡Mi niña, mi cielo, mi tesoro!—sollozó tu madre estrechándote entre sus brazos—. ¡Gracias al Hacedor! ¡Estás bien!

Nadie se dió realmente cuenta pero Fritz se quedó atrás rascándose la nuca un poco sin saber qué hacer así que optó por mantener el silencio en un discreto segundo plano, mirando en otra dirección para daros algo de privacidad.

Lara te tomó el rostro entre las manos para mirarte bien. Y te apartó cabello y lágrimas por igual del rostro.

—Escuché que en el Círculo había ocurrido algo horrible con unos monstruos o unos demonios o... ¡Estaba muerta de miedo!—confesó con voz temblorosa—. Tu padre y yo huímos a tiempo hacia Amarantine. Intenté ponerme en contacto contigo un millón de veces pero no había forma, la Ruina ha incomunicado medio Ferelden. Hasta hace poco que no pudimos reemprender el camino de vuelta, llegamos ayer. Él ha salido hace un rato con los cazadores a buscar algo de comida.

»Pero... ¿cómo has logrado llegar aquí? ¡El Círculo está lejísimos y los caminos tienen que ser tierra sin ley! ¿V-Viniste a buscarnos?

Gabrielle se marchó con Fritz y durante un instante se hizo el silencio.

—Bueno, ¿ya nos hemos dicho todo lo que nos teníamos que decir? ¿Podemos irnos ya?—carraspeó entonces Ayla—. Me pone nerviosa deambular por el pueblo, podrían... a-arder cosas. Prefiero esperar en la entrada.

—Estoy en una misión oficial del Círculo —dijo, recuperando la compostura—. Pero cuando nuestros viajes nos llevaron cerca de aquí, me pasé a ver si estabais bien. Pregunté a la gente, pero nadie me supo decir nada sobre vosotros, hay tanta gente nueva en el pueblo... Sólo me consoló el hecho de no veros en la lista de fallecidos del tablón. Pero saber que estáis bien, y poderos daros un abrazo ¡eso es mucho mejor!

Gabrielle volvió a abrazar a su madre, rezándole al Hacedor para que no le preguntara por Dereck. No sabía que iba a decirle.

—He oído hablar que hay una banda de ladrones en el pueblo. Sé que acabáis de llegar pero ¿sabéis algo? —le preguntó a su madre, antes de titubear—. Alguien me dijo que Medwin, el hijo del herrero, estaba al mando. Me cuesta creerlo, pero quien me lo dijo no tenía razones para mentirme.

Tu madre te devolvió el abrazo y te diste cuenta del tonto detalle de que olía a una agradable mezcla ente tierra batida y menta. Definitivamente había estado dedicándose a recuperar los árboles frutales y plantas medicinales de la huerta que alguna vez tuvisteis.

—¿Medwin? No creo, cariño. Siempre ha sido un buen chico—se separó suavemente para responder—. Es cierto que varios vecinos me han dicho que ande atenta porque ha habido algún que otro ratero de poca monta robando algo pero supongo que en cuanto la milicia se organice, se terminará el problema.

»Debe ser gente de la que está de paso por el pueblo; si cualquier vecino estuviesen haciendo algo así habría salido a la luz enseguida, aquí se conoce todo el mundo.

Por supuesto, el destino no tardó en empeñarse una vez más en fastidiarte y en ese instante Lara hizo la pregunta obvia que toda madre preocupada haría.

—¡Una misión del Círculo! ¿Has venido sola?—te alisó las arrugas de las mangas de la túnica con las manos sólo como las madres saben hacer (y por inercia, también te peinó)—. ¿Y t-tú hermano? ¿Está bien? Hacedor, dime que no le pasó nada cuando la Torre se os llenó de monstruos.

—Él está bien —dijo componiendo una sonrisa tranquilizadora—. Tuve ocasión de verle en persona, y está bien. Lo último que sé es que le han destinado a Risco Rojo. Prometí escribirle, pero he estado realmente ocupada estos días. 

»Intentaré echar un vistazo al asunto de los rateros antes de irme —afirmó—. Mucho me temo que mis obligaciones me reclaman en otra parte y no podré quedarme mucho tiempo. Espero poder ver a papá.

Lara suspiró con verdadero alivio al saber que sus dos hijos estaban bien.

—No sé qué clase de misión será esa pero por favor, cariño, ten cuidado—dijo estrechándote una vez más—. Con cómo está todo después de la Ruína, las precauciones nunca sobran. Y... y estás tú sola. ¿Cómo pueden enviar...?

Suspiró.

—Lo siento, sé que eres una maga hecha y derecha pero ya temí haberte perdido una vez. No quiero volver a pasar por lo mismo.

—No tardaremos en irnos Ayla—le respondió Alexei—. Pero antes hay una cosa que me gustaría decirle a Wynne.

El guerrero de los rubios cabellos se rascó la cabeza como solía hacer cuando no sabía muy bien cómo empezar.

—Yo… eh… vivía en Refugio cuando la Heroóina, usted y sus compañeros viajaron hasta allí y se encontraron con el culto de las cenizas. Bueno, vivir, vivir... nosotros éramos prisioneros y esclavos de los cultistas.

Consciente de que no parecía llegar a ningún lugar el joven guerrero decidió ser más directo.

—Sólo quería agradecer lo que hicieron por nosotros. Nos salvaron.

Sin saber muy bien qué más decir, Alexei esbozó una sonrisa a modo de disculpa.

Antes de que pudieras responder, un insistente ladrido llegó a tus oídos y algo se abrió camino entre la gente de los alrededores, o mejor dicho, entre las rodillas de la gente de los alrededores.

Más pronto que tarde viste aparecer a Kando ladrando alegremente al localizarte. El animal se puso a dar saltos a tu alrededor sin terminar de decidirse entre echarte las patas o tirarte al suelo y llenarte de lametones. Por suerte para ti.

Tu madre, lejos de asustarse porque un mabari espontáneo fuera a comerse a su hija, lo miró con las cejas enarcadas en un gesto medio de sorpresa medio interrogante.

—¡Perdón! ¡Perdón!—venía diciendo una voz detrás del mabari—. ¡Perdón! ¡Lo siento! ¡Ups!

Lynn salió haciendo un molino de entre un grupo de personas y a punto estuvo de irse de bruces (de hecho hasta se le enrolló la trenza en el cuello) refunfuñó algo ininteligible y se la quitó con toda la dignidad que pudo.

—Hacedor... ¡Kando! No corras tanto—protestó. Entonces vió lo que estaba haciendo el perro—. Oh, Gabby. Aquí estás.

Alternó la mirada entre la mujer que para ella era desconocida y tú, asumiendo quizá que era alguien que conocías del pueblo o quizá sin atreverse a asumir nada. Carraspeó con expresión de disculpa.

—Eh... ¿Interrumpo algo?

Wynne sonrió en una mueca que se te antojó de lo más cálida.

—De nada, muchachito. Pero no hace falta que me des las gracias, hicimos lo que debía hacerse—respondió—. Me alegro de haber podido ayudar a cambiar las cosas a mejor. Ojalá hubiésemos llegado antes.

Gabby se agachó, riendo, para corresponder al entusiasmo de Kando con una buena ración de caricias. Y bajando así punto de gravedad para que no le derribara con tanta facilidad. 

Entendió la mirada interrogante de su madre: en Ferelden que un mabari se vinculara con una persona era cosa de nobles y héroes, síntoma de que esa persona estaba destinada a hacer grandes cosas. Pero Gabrielle no creía que se hubiera vinculado a ella realmente, o no se habría podido separar de él tan fácilmente. El mabari había elegido a Sion, y él... en fin. Había muerto o peor, como muchos de los miembros de su malograda compañía.

Sonrió al ver aparecer a Lynn, y se puso de pie alisándose la túnica nevarrana.

—Lynn, esta es mi madre. Mamá, esta es Lynn.

No hacían falta muchas presentaciones más. En sus cartas, Gabrielle había hablado mucho de la Hermana de la Capilla.

—Como ves, no estoy sola —aclaró—. Además de Lynn, viajamos con una segunda Maga del Círculo, un guerrero de Refugio, un elfo Dalishano ¡y hasta un Tal'v... err... mercenario Qunari!

Kando ladró.

—Sí, Kando, contigo también —dijo sonriendo a su madre—.No había visto Ferelden un grupo tan variopinto como el mío desde el de la Heroína.

Lynn abrió la boca con sorpresa y trató de sonreir a la vez con lo que le salió una mueca tan rara como cómica. Al final estuvo a punto de emocionarse.

—¿Es tu... ? ¿Entonces eso quiere decir qué... ?—preguntó con la voz temblorosa de alegría—. ¡Hacedor, Gabby, me alegro tanto!

Corrió a donde estabas aunque en el último segundo pareció no tener muy claro que quería hacer realmente de modo que le dió por abrazar a tu madre.

—¡Gracias por estar viva, señora!