Partida Rol por web

Allure había soltado a Lynn en cuanto esta había comenzado a adquirir una extraña tonalidad azul y ahora se rascaba la barbilla inocentemente mientras la clériga respiraba tomando enormes bocanadas de aire.

—S... Si alguien lo sabe cuando salgamos de aquí tiene que explicarme de dónde ha salido esa... —se estremeció—... y por qué no ha intentado sacarnos las tripas como el resto de demonios.

Tragó saliva.

—Nos podemos... ir ya entonces, ¿no? No quiero tentar a la suerte.

Ignorando por completo la cercanía de demonos de Primera Encarnación y ese tipo de cosas supuestamente inquietantes, Allure parecía más pendiente de querer hacer sus propios experimentos pues se convirtió en humo y se metió en la gema que Lynn tenía en la mano. La clériga parpadeó y terminó por encogerse de hombros y guardarla otra vez. De momento parecía que la parte de poder seguir entrando en ella funcionaba.

Astucia asintió y levantó lgeramente el bastón.

—Esss... la primera vez que hago esto así que puede que no aparezcais todos en la misma sala del templo—carraspeó diplomáticamente—. Pero apareceréis dentro del templo. Os prometo que nadie lo hará despeñándose montaña abajo...

»Oh, y cubríos los ojos. Ya sabeis, esto tiene la costumbre de brillar una barbaridad.

Damos por sentado que os despedis de Coraje y de Neith antes de iros, por no añadir más ceremonia que con ellos decisiones clave no hay. Han esperado a que fuerais a marcharos para despedirse y ya.

Hicísteis lo propio y aun con esas notásteis que todo se iluminaba a vuestro alrededor. Solo que al menos no os quedásteis cegatos.

Lo siguiente que sentiste fué la sensación de caer de culo sobre un suelo de losa durísimo que hizo que se te escapase un gruñido. El eco que provocó el conjunto rebotó por todas partes haciendo parecer que en realidad hubieras montado un escándalo cuando realmente no era así.

Y al abrir los ojos ya no estabas en la Ciudadela Negra. Ni en el Velo.

Aquello parecía otra vez el mundo real. La sala contigüa a la estancia que albergaba la Urna de las Cenizas donde habíais encontrado a Adrath hacía lo que se te antojaba un millón de años pese a que realmente hubieran sido horas. Jamás te habías sentido tan agradecido de estar en cualquier sitio de Thedas.

—Hacedor... —gimió alguien en tono lastimero a varios metros de ti. Cuando miraste viste que Lynn estaba chafada panza abajo en el suelo y se frotaba la coronilla con ambas manos—. ¿Por qué siempre caigo de cabeza?

En ese preciso instante sentiste un resplandor azulado a tus espaldas y al girarte viste como lo que parecía un puntito de luz de dicho color aparecía suspendido en el aire y comenzaba a trazar una espiral... creciendo cada vez más y más hasta que con un fogonazo que no sonó dió paso a una figura luminiscente.

El Guardian apareció espada en mano, esta vez te percataste de que aquellos chispazos verduzcos de la primera vez que parecían sacudirlo como dolorosas descargas habían desaparecido. Todo él era de la misma tonalidad y ya no parecía que se doliese de nada.

Y en cuanto os localizó se os quedó mirando.

Hicísteis lo propio y aun con esas notásteis que todo se iluminaba a vuestro alrededor. Solo que al menos no os quedásteis cegatos.

Lo siguiente que sentiste fue la sensación de... de nada en absoluto.

Al abrir los ojos seguías en el Velo.

Aunque tus compañeros sí habían desaparecido. Sólo quedaba Astucia junto a ti y ahora tenía la versión espada de Glandivalis en la mano, cosa que te hizo sospechar que lo de taparse los ojos en realidad era una excusa para que nadie le viera coger realmente el bastón. Debía necesitar contacto fisico para usarlo o algo así.

—Antes de irte quería darte las gracias por... bueno, todo—suspiró—. Supongo que es obvio pero no puedo quitarme la sensación de que no lo he hecho las suficientes veces. ¡Sin ti literalmente no sabría ni de dónde he salido!

Carraspeó con incomodidad. Las palabras de nuevo le resultaban torpes para expresar bien lo que realmente quería.

—Lo siento. No es que te lo haya compensado con muchas alegrías—sonrió ligeramente—. Pero lo intentaré a partir de ahora.

De pronto pareció recordar algo.

—¡Oh! Y tranquila; no me he olvidado del Círculo—dijo—. Puedo localizar la torre en un abrir y cerrar de ojos. Con tantísimos magos en un solo lugar es fácilisimo. La traeré de vuelta a su lugar original y cerraré el desgarrón que provocó Adrath con Glandivalis. Estará bien, ya lo verás, seguro que los templarios han sabido defender a los magos de visitantes curiosos no deseados.

Gabrielle le dio a Astucia el abrazo.

—Tú me has permitido ver a Andraste en persona —dijo—, desde tan cerca que casi podía tocarla. He visto fragmentos importantísimos de nuestra historia, con mis propios ojos, mientras que eruditos que dedican la vida a ello solo pueden leerlos en los libros de historia. Sé tantas verdades como para instigar contra mi sola una Marcha Exaltada. He visto las puertas abiertas de la Ciudad Negra y he vivido para contarlo. He salvado Thedas de la destrucción segura ¿y dices que no me has dado ninguna alegría? Es solo que... no he tenido tiempo de asimilarlo. Todo ha pasado muy deprisa.

A Astucia se le iluminó un poco más la sonrisa y te lo devolvió. Era un abrazo estrecho y agradecido que de nuevo se sentía como abrazar un cálido rayo de sol.

Aunque de pronto arqueó las cejas en un cómico gesto a medio camino entre la confusión y la sorpresa y se separó ligeramente.

—Espera, ¿que has visto qué?

—Que he visto a Andraste —respondió Gabrielle—, en el vórtice, cuando estaba restaurando los recuerdos de Malicia.

Gabrielle sonrió y volvió a abrazar a Astucia.

—Bueno, ¿nos vamos? Imagino que los demás nos estarán esperando al otro lado del Velo.

Astucia parpadeó. Dos veces. Luego se rascó la cabeza.

—Creo que luego vas a tener que hablarme de eso—dijo—. Se me vienen algunas... imagenes borrosas a la cabeza desde que Malicia regresó conmigo, pero aún nada claro.

Cuando lo volviste a abrazar, dejó aquello a un lado y sonrió.

—"Vas", damisela—respondió apelando a vuestra broma interna que ya hacía tanto tiempo que no hacía—. Yo tengo que ir a poner tu Círculo de nuevo en su sitio. Que ya deben haber tenido bastante del Velo. Y... creo que luego me gustaría intentar algo.

Hizo una pausa como si no estuviera seguro, aunque terminó por coger mucho aire.

—Vale, al grano: Quiero intentar encontrar a... la otra dueña del bastón—soltó de golpe—. Y antes de que lo preguntes: No. No tengo la más remota idea de cómo encontrarla. Aunque con Glandivalis sé que puedo. Le debo una disculpa... y llevo mil años de retraso.

Dejó ir el aire que había ido con un suspiro. Aunque entonces miró de reojo a ambos lados teatralmente, como si sopechara que alguien os estuviera espiando o algo por el estilo. De hecho hasta se acercó una mano al rostro para susurrarte al oído secretamente.

—Igual me lleva unos días. Intenta que nadie lance una Exaltada Marcha contra ti mientras no estoy, ¿sí?

No aguantó más y soltó una risita con su propia chorrada.

Astucia agarró la espada del revés, con la empuñadura hacia arriba y la alzó ligeramente. Viste como el cristal del pomo brillaba y cerraste los ojos para evitar deslumbrarte.

Lo siguiente que sentiste fué la sensación de que el suelo se volviera más... ¿liso? abriste los ojos y al mirar viste que se trataba de losa.

Ya no estabas en la Ciudadela Negra. Ni en el Velo.

Al mirar a tu alrededor viste que estabas de vuelta en la sala que albergaba la Urna de las Cenizas. Y que el pasillo que había abierto Adrath a la antecámara tras ella continuaba sin cerrar. De hecho te preguntaste cómo es que la Urna en cuestión había vuelto a su altar escaleras arriba puesto que después de que Allure hubiera evitado que se estrellara contra el suelo, recordabas perfectamente que la habíais dejado de pie sobre éste y pegada a las escaleras, no la habíais vuelto a subir por ellas.

Otra cosa que viste fué a Ayla de espaldas, la maga caminaba lentamente mirando hacia arriba y hacia los lados pero marcha atrás en un gesto típico de alguien que está ubicándose.

—Somos cuatro y tengo que ser yo precisamente la que... ¡¡AHH!!

Estaba diciendo aquello mientras se giraba aunque al encontrarte delante repentinamente, el chillido a parte de salir unas cuantas octavas más alto de lo normal, provocó un eco en toda la sala que se largó rebotando por los pasillos del templo.

—¡Hacedor! ¡No me mata el fin del mundo y vais a lograrlo vosotros!—masculló tapándose la boca con ambas manos en algo que no sabías si era un intento de disminuir el volúmen o de evitar que el corazón se le saliera por ahí—. Hace tres segundos no estabas aquí. ¿De dónde sales?

—Del Velo —dijo Gabby encogiéndose de hombros—. ¿Dónde están los demás?

—Claro—suspiró Ayla con lo evidente de la respuesta—. No lo sé, acabo de aparecer aquí sola, pero tu espíritu dijo que podíamos hacerlo en diferentes...

Se escuchó un batacazo proveniente de la habitación contigua a la que conducía el pasillo tras la urna. Ayla miró, te volvió a mirar y se encogió de hombros.

—Salas.

Giró sobre sus talones y corrió escaleras arriba para adentrarse en el pasillo. Decidiste seguirla hasta llegar de nuevo a la habitación en la que una vez se había encontrado un trozo de Glandivalis. Conforme llegabas detectaste una tenue luminiscencia azul surgir de la susodicha, aunque al llegar supiste enseguida el motivo.

Al veros aparecer, giró la cabeza hacia vosotras.

Ya puedes marcar a Alexei en tus posts.

—¡He... hemos vuelto!—fue lo primero que alcanzó a decir.

Entonces vio que estaba sólo con Lynn. Parecía que era imposible que volvieran todos junto de un lugar a otro. La verdad es que empezaba a ser una costumbre estar de un lugar a otro buscando al resto de sus compañeros. Alexei se levantó y ayudó a Lynn a hacer lo mismo.

—Imagino que para que no se te olvide lo dura que lo tienes—respondió a Lynn bromeando, después miró con solemnidad—. Está hecho. Glandivalis reposa en las manos adecuadas.

El sonido de unos pasos anunciaron la llegada de Gabrielle y Ayla.

—¿Estáis bien? —dijo, sintiendo una terrible sensación de deja vu.

¿Cuántas veces lo había preguntado en las últimas horas? ¿Cuántas veces se habían reencontrado después de separarse?

—¡Guardián! ¡Lo hemos conseguido! —dijo sonriente y satisfecha al verle mejor aspecto.

Lynn, aún frotándose la cabeza con una mano, se acercó a Gabrielle para darle un pequeño abrazo. Ayla se olió lo que venía después y se apartó dando un paso lateral.

—Chichones aparte, sí—sonrió ligeramente—. Tenéis que enseñarme la técnica que usáis para no aterrizar siempre de cabeza.

El Guardián asintió.

—Lo sé. Lo he sentido, todo el Velo lo ha hecho—respondió tanto a Alexei como a Gabrielle. Aquella entidad no parecía saber sonreir, sin embargo, notábais calidez en su serena voz—. Aunque Thedas no vaya a saber nunca lo que os debe, nosotros siempre recordaremos lo que habéis hecho hoy.

Agarró la espada por la empuñadura con ambas manos en vertical y os dedicó una leve inclinación de cabeza en ademán respetuoso.

—Lamento que no todos hayáis regresado... pero tenéis mi eterna gratitud por rescatar el bastón de nuestra Sagrada Profetisa y por aseguraros de que no vaya a volver a caer en malas manos—añadió—. Si queréis salir de aquí puedo crearos un portal al otro lado del acantilado. Sin el puente no hay otro modo de cruzar.

Alexei frunció el ceño cuando el Guardián mencionó a los que se habían quedado atrás. Pero ya no había nada que hacer, y por suerte de alguna manera habían podido despedirse de ellos.

—Se agradecería—respondió el rubio—. No me encuentro con fuerzas para escalar acantiados, la verdad. Y todavía nos queda el camino hasta Refugio.