Partida Rol por web

En cuanto Aurel llegó al fallado de vuelta corrió hacia la puerta, casi a trompicones. No pudo evitar mirar hacia los lados, por donde habían desaparecido los misteriosos niños nuevos. Las lágrimas en el rostro, mezcladas con la oscuridad casi total, hicieron que tropezase con varios muebles por el camino. Corría como aquella noche fatídica había corrido... dejando a alguien atrás, igual que aquella misma noche. Era un cobarde y un miedica. ¡Si pudiera ayudar a Mircea! Pero no podía. Tenía demasiado miedo.

Un sepulcral silencio es toda la respuesta que obtienes a tu pregunta. Nadie contesta, excepto los cada vez más potentes truenos y las gotas de lluvia que golpean el hospicio con furia.

Estás completamente sola en mitad de la galería, que ahora se te antoja inmensa, llena de sombras y oscuridad, iluminada por los rayos, que durante brevísimos espacios de tiempo crean aún más inquietantes sombras a tu alrededor.

Finalmente, empiezas a escuchar golpes que vienen de arriba, del desván, muebles y objetos que son empujados y caen contra el suelo.

Aquél terrible sonido había avivado las llamas del terror en los corazones de los niños, en contraste con la llama de la vela que temblorosamente sostenía Gabi entre manos, cuya esencia iba agotándose poco a poco... faltando cada vez menos para que se apagase, amenazando con sumir al grupo en una absoluta oscuridad.

Echaron a correr en cuanto consiguieron las mantas limpias, cruzando la siniestra capilla, desde la cual les observaban con horribles miradas aquellas estatuillas y cuadros de hombres santos.

Cuando alcanzaron la salida continuaron corriendo por el pasillo, que se iluminaba de repente por los rayos del exterior, a través de las ventanas que mostraban un jardín encharcado por la furia de la lluvia. La esquina estaba cada vez más cerca, ya casi podían tocarla con la palma de sus manos, en cuanto la doblasen, todo sería tan sencillo como subir las escaleras hasta la galería. Pero cuando doblaron la esquina, el terror les estaba esperando...

Al fondo, a través de los cristales de las dos puertas del comedor, pudieron ver algo moverse, y antes siquiera de que tuviesen tiempo para pensar qué podía ser aquello, las puertas se abrieron de golpe, y aquella cosa echó a correr hacia ellos, de frente...

Corría a cuatro patas, como un mono grande, y lo cierto es que lo parecía, con el cuerpo recubierto por aquél pelo negro y espeso... pero no era un mono... su cara no era la de un mono... era la de algo peor. Llevaba una especie de saco cubriéndole la cabeza, y a través de agujeros podían verse sus brillantes y desiguales ojos, así como una boca de dimensiones enormes, que mostraba unos dientes gigantescos, como bloques de cemento... parecía sonreír constantemente mientras ingentes cantidades de babas se le escapaban salpicando el suelo y su propio cuerpo.

Si no se decidían pronto, aquella cosa les cogería en cuestión de segundos.

Todavia algo exhausto de la carrera, Gabi llega junto a sus amigos al pasillo donde se encuentran las escaleras para subir a la primera planta y por tanto  tambien a su habitación, lugar sagrado para ellos, como si nadie malo puediera entrar alli, es lo que todos los niños denominan como "casa" en juegos como el pilla-pilla.

Al final de ese mismo pasillo está la puerta para acceder al comedor, el cual deberian atravesar para ir a la cocina ir dejar las sabanas manchadas. Sin embargo, tambien es el lugar de donde procedian esos ruidos tan extraños que pudieron oir cuando estaban en la capilla... De repente, la puerta se abre bruscamente y un ser diabolico corre hacia ellos...

Gabi, aunque aterrado por dicha visión, no pierde la compostura y obliga a todos sus amigüitos a ir subir por las escaleras, quedandose el último...

- Vamos!!! Vamos!!! Subid!!!! No le mireis!!!!, dice temblandole la voz, con pavor...

Cosmin abre los ojos como platos... ¡no podía ser posible!

-¡¡¡ES EL MONSTRUO DEL ARMARIO!!! ¡¡¡CORREEEEEEEED!!! ¡¡¡VIORICAAAAAAA!!! ¡¡¡SOCORROOOOOOO!!!

El peor terror de Cosmin se estaba materializando en aquel momento... aquel tenía que ser el monstruo del armario, no podía ser otra cosa y lo único que podía hacer era correr hacia la cama y esconderse bajo las sábanas protectoras mágicas.

Me quede petrificado al ver a aquel monstruo, el grito de Cosmin hizo que me diera cuenta que tenía que salir corriendo cuanto antes, ¿¿¿El.. el.. el.. monstruo… del armario??? Puse la música tan fuerte como pude, abrace a Willy y comencé a correr junto a Cosmin y el resto, sin mirar atrás. ¡GABI, NO SEAS TONTO, CORREEEEE!

Al ver que los demás niños echan a correr y Gabi se queda el último, Helga le da un tirón de la mano arrastrándolo tras ella - Vamos Gabi! corre! CORRE! - la niña nunca había estado tan asustada y tiró de Gabi con fuerzas que no sabía ni de donde le salían, intentando que echase a correr tras ella y los demás niños.

Cada golpe retumba en mi pequeño cuerpo y me hace temblar más aún. ¡Esto es una pesadilla! Tiene que parar, tiene que parar, mamá ven a buscarme, papá, papá... ¿Y las hermanas? ¿No oyen todo esto? ¡Que venga aunque me castiguen, me da igual! ¡Por favor, que vengan! O igual tengo que ir a buscarlas. Pero no quiero bajar de la cama. Ay, qué hago, qué hago...

Aunque me dé muchísimo miedo, poso un pie en el suelo y luego el otro. Me abrazo para no temblar. Tengo que ir a buscar a las hermanas, y allá que voy, saliendo al pasillo y andando todo lo rápido que puedo... y todo lo lento que necesito para no chocarme con nada en la oscuridad. ¿Dónde se han metido estos idiotas? Ojalá estuvieran aqui...

Cosmin tiene tanto miedo al monstruo del armario que recuerda una frase que le dijjeron una vez.

Con el miedo te crecen alas en los pies.

A Cosmin le da por reflexionar sobre esta frase...

Pero si te crecen alas en los pies entonces volarás, pero si son pequeñitas no, y si son pequeñitas a lo mejor te estorban y corres menos... pero... ¡yo tengo mucho miedo! ¡Así que tengo alas! Y seguro que ahora iré "volando".

Cosmin comienza a notar como su velocidad aumenta increiblemente y ve dos pequeñas alitas a los lados de sus pies.

Mientras Helga, asustada, echa a correr hacia las escaleras va pensando en su abuelo – Qué haría güelito si estuviera aquí… fijo que se iría a uno de esos lugares donde viajaba siempre… un lugar donde no hubiera monstruos… y… y donde no tuviese miedo… y donde todos serían mis amigos, porque eran amigos de güelito y si les digo que soy su nieta también serán amigos míos… 

Sin dudarlo ni un segundo más, Helga se pone la capucha mágica de su chaqueta pensando en su abuelo y esperando a viajar a esos mundos fantásticos que siempre le contaba. Esperaría un rato en ese mundo sin monstruos y después de un rato largo cuando el monstruo ya no estuviese, volvería a su habitación, a su cama, con los demás niños como si nada de aquello hubiera sucedido.

Razzi permaneció inmóvil, paralizado por el terror, nada más girar la esquina y encontrarse de frente con el terrible engendro. Sus músculos no podían moverse, no le permitían reaccionar, y tan sólo notaba esa incapacidad para apretar la cola y retener el pis. Por suerte, ya había dejado todo en las sábanas, y no volvió a mearse. Sus amigos fueron pasando al lado suyo, raudos, escaleras arriba, presas del miedo, y tan sólo Gabi tuvo el arrojo para encararse con el horrendo monstruo. En ese momento, algo se revolvió bajo su camisa y una vocecilla surgió del mismo lugar.

-¡Aaaay, os lo había dicho, ya es demasiado tarde! -El señor Popescu salió de debajo de la camisa con un brinco, y echó a correr escaleras arriba detrás de todos los niños. Como una bofetada en la cara, Razzi reaccionó de forma alarmante, al sentirse desprotegido sin la compañía del ratoncillo de peluche. Como alma que lleva el diablo, echó a correr escaleras arriba detrás del señor Popescu.

-¡Ey espérame espérame! ¡No me dejes aquí, señor Popescu!