Partida Rol por web

Con el maletín del anciano a salvo, detalle que no se me ha escapado y que ya resolveremos más adelante cuando esta pelea termine, el tipo de la gabardina se echa atrás y dispara un virote perdido, que sale demasiado alto y no hace nada. Sin embargo, ha tenido la gentileza de apartarse, dejándome espacio sin tener que pisar al forjado decapitado, y avanzo con un paso lanzando una estocada hacia la forjada enemiga, contra la que el paladín no parece del todo capaz de actuar por sí mismo. A lo lejos, voces de gente resuenan gritando unas cosas u otras, y el elfo parece decidido a no actuar. Bueno, no todo el mundo puede sentirse tentado a las buenas acciones. La punta toca la carne metálica, pero habría que ver cuánto daño ha causado...

Mi vida, un regalo de los Dioses, por un momento pareció escaparse de mí. Sabía que un golpe mas equivaldría a perder mi vida, sin embargo no debía permitir a esta forjada salir impune y tomando una posición defensiva decido atacar... nuevamente.
El cubrirme mientras ataco entorpece mis movimientos y me impide acabar con mi enemigo.

-¡Waargh! Car...nosos... -gruñó la forjada derrumbándose cuan grande era. La lluvia caía sobre su cuerpo herido repiqueteando rítmicamente. De su pecho surgió una minúscula bola de metal y engranajes con dos alas finas y parpadeantes que echó a volar con la destreza y la velocidad de un colibrí. En un abrir y cerrar de ojos desapareció en la oscuridad, más allá de los tejadillos cercanos.

El elfo miró a un lado y a otro, esperando que la guardia llegara en cualquier momento para detener a los asesinos del warforged. Uno de ellos llevaba un maletín, seguramente fueran unos asaltadores o bandidos. Debería de tener cuidado de con quién se topaba en aquella ciudad.

Echandose la capa sobre la cabeza, para evitar mojarse mucho por la lluvia, el elfo se preparó para partir, cuidandose bien de a quién dejaba a sus espaldas.

Notando blando más allá del filo de mi arma, un chorro del líquido que mueve a los forjados, y que se desparrama por el suelo en un charco bajo el cuerpo decapitado de aquel que se presentó hace unos largos minutos como Hammer, salta del cuerpo de la forjada homicida. Y entonces, con unas últimas palabras, cae al suelo, y una figura escapa de ella. Negando con la cabeza, y sin tener en absoluto claro qué puedo significar, lanzo un par de miradas a diestra y siniestra, a esas figuras en los niveles superiores, y sobre todo al elfo que parece despreocupado por el asunto.

Y luego, sin que nadie se acerque a preguntar, envaino en un movimiento mi rapier y me agacho junto a los tres cuerpos del callejón. El anciano está muerto desde la caida, y por el martillo no hay mucho que se pueda hacer, pero intento lo posible porque la forjada no se pierda en el olvido, aunque no sean los mios los mejores conocimientos para ello. No porque no me congratule quitar la vida de almas pensantes que no se lo merezcan, pues una asesina matacarnosos es un peligro para la sociedad, sino precisamente porque debe pagar por sus pecados, y no solamente con un par de espadazos y la muerte en un callejón.

-Si hay alguien que pueda ayudar, tenemos una asesina que llevar a la justicia, y no podrá hacerse nada si está muerta.

La túnica del anciano, vista de cerca, recordaba a la de los sabios y estudiosos de las universidades. El maletín encajaba con la descripción: de cuero recio e impermeable, con hebillas de metal. En conjunto, muy usado.

La forjada no exhibía signos vitales, pero era difícil saber si vivían esas cosas o no.

La lluvia continuaba, implacable.

De mi herida en el pecho, brota un liquido rojo iluminado por las antorchas en la noche. Su vida estuvo en peligro, pero ya no, la asesina yacía en sus pies aparentemente sin vida. No tengo ningún conocimiento sobre estas criaturas, no podría detener la hemorragia aunque quisiera. La Llama se encargará a partir de ahora y aunque no pueda ser juzgada en el mundo de los mortales; lo será en el otro...Me dispongo a ejecutar unas bendiciones a los cuerpos con mis manos, luego mirando hacia el callejón pongo los dedos en mis labios para efectuar un silbido seguido de un llamado. Silver, ven amigo. Necesito ir a una posada a tratar mi herida, por favor, ¿alguien sabe de alguna cerca de aquí?. Cuando llegue la guardia digan donde estoy, pero ahora mismo necesito guarecerme en algún lugar. Con gran esfuerzo me subo en el lomo de Silver, apoyando mi pecho contra su cuello.

Seguía cargando la ballesta mientras vio cómo el forjado caía, y lo de la bola. Su reacción fue correr, pero fue demasiado rápido como para que pudiera hacer nada. Y no, no tenía ni idea de qué era aquello, pero podía hacer conjeturas, y todas ellas le olían a problemas. resignado, destensó la ballesta de mano, guardando el virote, desmontando y guardándola bajo su gabardina.

-Seguro. Tras la posada del pombo, la del cartel del cerdo, tercera puerta a la izquierda. No hacen preguntas -explicó- La justicia viene ya en camino, con todo este jaleo: se encargarán ellos.

Volvió a acercarse al viejo, mirándolo como había mirado en su momento el maletín. Necesitaría tiempo, o un conocido, para ver si podía abrir aquello. ¿Morgrave? Cada vez que había un problema, el profesor responsable solía ser un Morgrave... pero los asesinatos con hacha eran un nivel bastante más alto que un simple 2problema".

-Podemos largarnos ya o esperarles. Las dos tienen un buen riesgo -explicó. Tal y como lo veía, les gustase o no estaban todos juntos en esto, y podían resultar buenos chivos expiatorios- ¿Nadie más está preocupado por la bola? No me sorprendería que fuera a decirle a quien mandó a la forjada que esta ha fracasado... y quizá hasta por causa de quienes ha fracasado.

Con paso lento, pero decidido, Marrath se acercó a los asesinos de la forjada. La pobre, aun se movía, pero no sabía si debía de quedarle mucho o estaba a punto de morir. La idea de aquel hombre con sombrero, no parecio agradar a Marrath, claro que tampoco acabó de disgustarle.

- Yo puedo curarle - dijo - Pero ¿Por qué querrias matar a alguien y después curarle? ¿No sería mejor dejar que siguiera el curso de las circunstancias y no intervenir?

Ese grupo de personas parecian muy tranquilos de que la guardia viniera. ¿Habia sido en defensa propia entonces?

Lo que necesitaba, más gente. Al menos esta no parecía hostil ni venía a rematar el trabajo.

-Con el debido respeto, padre, si quiere curarla tendríamos que atarla bien, no creo que quiera dejar de cortar cabezas si la curamos -respondió al recién llegado, cuya propuesta le había parecido algo extraña.

No estaban del todo tranquilos (no él), pero no al nivel de un asesino. Más bien al nivel de cualquier persona que no quería jaleos.

Me cuesta mucho mantener lucida mi mente. La perdida de sangre me esta afectando, la adrenalina del momento se iba y solo quedaba dolor y cansancio. Disculpe, noble elfo le pediré que trate a esta forjada pero que no la deje ir. Ha asesinado a dos personas y merece su justo castigo. Yo por mi parte me retirare, y si la guardia necesita corroborar mi historia ellos podrán encontrarme en la posada que gentilmente el caballero me ha indicado. Mi nombre es Phillip Corazón de León. Intento discernir mi camino y con gran esfuerzo, guió a Silver hacia la posada.

Situado sobre la forjada moribunda, o quizá fallecida, aunque creo que no le he podido causar tanto daño con ese último impacto mío, le lanzo una mirada al herido aspirante a paladín y al tipo de la gabardina. Y luego le lanzo otra mirada larga al elfo, que parece que por fin ha decidido acercarse.

-No quería matarla sino exclusivamente cortar su frenesí asesino. Según parece, acabó con el profesor, y trató de hacer lo mismo con nosotros por carnosos. Con su congénere lo consiguió. -Señalo con el pulgar el cuerpo de Hammer, descabezado por un brutal hachazo. -Así, lo que hay que hacer es evitar que muera, y que la interroguen y la judguen. Probablemente la guardia, si está de camino. ¿Puedes echarnos una mano con eso? Mientras tanto, yo me quedo. 

Que viene a ser exactamente lo mismo que dice el tal Phillip y su apellido rimbombante. No soy quién para decirle qué hacer, ni aun tras este encuentro extrañamente fortuito.

-Pero si te alejas, no sé qué dirá la guardia... -Murmuro en voz alta, hablando en parte para mí.

Cortándole el camino a Phillip, esto es, llegándole de frente, un destacamento de la guardia hizo aparición en el puente desierto. Se trataba de un enano y dos humanos, uno de ellos mujer, vestidos con la armadura de cuero tachonado verdinegra de la ciudad de Sharn. Venían armados y preparados para la bulla, si es que hubiera. Sobre el hombro del más bajito lucía una pelota de luz que habrían conjurado para tener algo con lo que ver en los callejones sin iluminación propia. Levantando una mano, el enano les indicó que se detuvieran.

- Mmmmm - El elfo se mesó la barbilla - ¿Le asesinó, dicen? - Ignorando los comentarios sobre la forjada, la cual no le interesaba lo más mínimo, se inclinó sobre el anciano, haciendo un exámen médico del mismo. Si aquella warforged había acabado con la vida de ese pobre infeliz, debería de tener sus razones.

Dado la manera de vestir que tenia, parecia un profesor, un erudito quizás. ¿Le habria mandado alguien? ¿Le interesaba algo de él? Desde luego, eso si parecia algo importante, mucho más, claro está, que la vida de la forjada.

- Antes de curar a nadie, y gastar mi poder mágico, que lo tengo - hizo una pausa, tenia una pose algo chulesca - Vamos a ver cuanto me interesa a mi esto. No se trabaja gratis, ustedes lo saben. ¿Qué hay en ese maletin? ¿Por qué asesinaria a un anciano una forjada?

-¡Alto en nombre de la guardia! A ver, ¿qué está pasando aquí? Ya podéis arrojar las armas al suelo y explicar a qué viene esta violencia. ¿Qué ha pasado con esos tres cuerpos, el orgánico y los forjados? -preguntó el enano, muy serio, con las barbas y el pelo empapados por la lluvia.

Pensándolo detenidamente, Marrath recordó algo sobre aquella bola alada. Se trataba de un mensajero definitivo, un artefacto que algunos forjados podían llevar consigo para que, a su derrota, informase a sus amos sobre el motivo y el causante. Había sido útil durante la Última Guerra para asegurarse de que los exploradores forjados fuesen útiles incluso en misiones suicidas. Hoy en día podía seguir usándose... pero, ¿por quién?

Enfundada la espada, me pongo en pie y la desato con lentitud ante la petición del enano que se identifica -junto con el tropel que tiene detrás- como miembro de la guardia. Agachándome con la misma parsimonia, dejo mi rapier a mis pies. Completada la petición, y sin siquiera intentar llevar las manos a mi espalda por mi trasto que en absoluto parece un arma, sonrío sin enseñar los dientes y levanto lentamente las manos. Si algo he aprendido a lo largo de mis viajes es que a los guardias les encanta, adoran, que alguien en una escena del crimen corra de ellos.

-Una terrible tragedia -digo con una voz de aflicción- y un intento de asesinato múltiple fallido. El erudito cayó de esa torre -señalo con el índice de la mano izquierda hacia arriba, ya que tengo las manos levantadas- y la forjado que mantiene su cabeza cayó detrás, persiguiéndolo y amenazando a quienes nos habíamos acercado a ver qué ocurría. Por desgracia, con el otro forjado consiguió su objetivo, decapitándolo. Sin embargo, es posible que aún haya tiempo de salvarla y enjuiciarla por su crimen, y el elfo -apunto esta vez, con un gesto de la mano derecha, al autodenominado poseedor de "poder mágico" capaz de sanar- dijo algo de que él podría estabilizarla si se le permite. Tal vez, incluso, podría ayudar al otro pobre sufridor del combate, Phillip Corazón de León.

Luego guardo silencio, manteniendo mi sonrisa y dejando que la lluvia empape mi sombrero y mi espada en el suelo. Hablar con los jóvenes mortales siempre ha sido un gusto para mí, desde que se me enseñase cómo se hacía.

Parecía duro el destino para el novicio paladín. Cuando me disponía a partir a un refugio donde mi cuerpo y mente descansaría, soy encerrado por un tropel con las obvias intenciones de no dejarme pasar. Este asalto con pitidos y gritos hizo que Silver se altere, por lo que paso suavemente mi mano sobre su cabello para intentar calmarlo.
Sin bajar de mi montura, empiezo a sacarme mis armas. La fiel Justicia todavía permanecía caliente con el calor de la ''sangre'' de la forjada. Luego de entregar mis armas, busco en mi bolsillo una estrella de bronce que me identifica. Esta insignia se la entrego al Teniente o a quien sea que este agarrando mis armas. Disculpe teniente, si se toma un tiempo para observar esa insignia se percatara que es del capitán protector de Galethspyre. Yo soy Phillip Corazón de León capitán protector e inspector de mi pueblo. Con gusto lo acompañare al cuartel a esclarecer lo sucedido, sin embargo no creo poder llegar a pie. Mi herida todavía sangra y mis fuerzas están menguando. He estado hablando mucho y me empieza a costar respirar.