Partida Rol por web

- Si quieres irte, eres libre de hacerlo con tu amigo Voki - Le respondió la sacerdotisa malhumorada, teniendo que interrumpir la letanía - No voy dejar que las bendición de Hareth sea en vano abandonándolos ahora aquí a su suerte. - Luego volvió a mirar hacia la mujer inconsciente y por último hacia su compañero

- Tranquilo , no os abandonaremos, al menos yo y creo que la valiente Alhyon tampoco - Pronunció despacio las palabras, aunque sabía que no le entendería esperaba que su lenguaje corporal si transmitiese al enorme guerrero sus intenciones.

Udokal se mantuvo tranquilo después de hablar con la mujer de hierro. Sus palabras habían conseguido que confiara en ella, y el ver a Keloa sin heridas había sido la prueba definitiva de que aquellos humanos traían buenas intenciones y les habían salvado la vida. La mujer bajita se había acercado y había comenzado a canturrear en un idioma extraño, pero se mantuvo quieto sin interrumpirla.
Mientras tanto los otros parecían discutir por algo, aunque no sabía porqué, parecía que uno de los motivos era el fuego que habían encendido para calentarse. El hombre de hierro lo apagó y después se acercó a la mujer rubia con una manta, parecía que era para Keloa.

Así estará caliente, no podrá sobrevivir sin fuego y sin ropa.

La sacerdotisa parecía indicarle con gestos que se tranquilizara, que ellos cuidarían de Keloa. Dejó que se acercara y posó la hoja de su hacha suavemente en el suelo para después soltar el mango y dejar el arma caída en la nieve a su lado para mostrarle que no tenía intenciones de atacar a alguien que les había salvado la vida.

Bien la actitud relajada del enorme bárbaro, la sacerdotisa tras su enfado con Phey, vuelve a calmarse para a continuación, comenzar de nuevo la letania.

Como en la anterior ocasión, cuando curo las heridas de la mujer salvaje, sus manos y brazos fueron rodeados por un cálido aura de color rosa, hasta que al tocar el cuerpo del Bárbaro, ese aura fue pasando de una al otrp, envolviendo por completo el cuerpo del segunda.

Udokal un ligero cosquilleo recorrió todo tu cuerpo, así como una extraña sensación de paz. Pero tras esto, llegó el cansancio y sueño... como si hubieses pasado tres días seguidos en vela, vigilando... a duras penas conseguías mantener los parpados abiertos, si bien, tus heridas habían desaparecido por completo.

Si tanto detesta ir con nosotros... ir conmigo, ¿por qué no se largó hace tiempo? Le hubiera pagado por los días que nos acompañó y no tendría que estar ahora tragándose su odio y su rabia, echándome contínuamente en cara todo lo que hago mal. La conclusión a la que Aeryn había llegado al ver tanto la mirada como la hostilidad en el gesto de Voki, era que jamás llegaría a entenderse con él. Ella, la dama Alhyon acostumbrada a que todos cayeran rendidos a sus pies, a que todo el mundo hiciera lo que a ella le daba la gana, era incapaz de que un harapiento explorador hiciera caso a sus órdenes sin acabar discutiendo.

Miró a la pareja que acababan de salvar, al sacerdote apagando la hoguera antes de traerle las mantas, a Hanne curando al bárbaro con su poder, y después miró a Voki con dureza. Muy en el fondo sabía que él tenía razón, que allí estaban demasiado expuestos, pero no podía dar su brazo a torcer, por lo menos no del todo.

- ¿Y qué crees que deberíamos hacer? ¿Dejarlos aquí tirados como perros? Eso nunca... ya te he dicho que no los hemos salvado para abandonarlos ahora. -Se acercó a la mujer desnuda para cubrirla delicadamente con las mantas. Cuando terminó, se dirigió de nuevo al explorador con un tono de voz un poco más suave, más camelador.- Podríamos hacer unas parihuelas y engancharlas a los caballos, así podríamos transportarlos tranquilamente y buscar un refugio mejor. ¿Qué te parece? ?O también piensas que es una de tantas ideas locas que se me ocurren?

Alegre torció la boca y negó con la cabeza.

—No, tu idea no es loca… sólo es estúpida —inmediatamente se arrepintió de haberlo dicho, pero ya no había vuelta atrás—. ¿Tienes idea cuánto nos llevará hacer dos parihuelas para estas montañas con patas? Además eso nos obligaría a movernos más lento y a dejar un rastro más fácil de seguir. Los ataremos sobre las grupas de los caballos.

Le dio la espalda a Aeryn y se dirigió hacia el gigante pelirrojo, que parecía a punto de quedarse dormido, cómo su mujer.

—Phey, ayúdame a levantar al mamut.

Se detuvo un momento y se volvió hacia Aeryn.

—Ya que tanto te gusta —señaló al O’Shar—, éste irá contigo.

Siguió caminando hacia el bárbaro, con cierta inquietud. Aún atontado, podía ser peligroso.

La sacerdotisa había comenzado a emanar la misma áurea rosa alrededor de sus brazos. Al acercarse y tocar el cuerpo del bárbaro este comenzó a sentir un gran bienestar en todo su cuerpo. Milagrosamente sus heridas estaban desapareciendo y le invadió una dulce sensación de paz.

Que sensación más agradable, creo que podría dormirme aquí mismo.

El bárbaro intentó mantenerse consciente pero sus párpados eran cada vez más pesados. De repente dejó de ver a los humanos a su alrededor y calló estrepitosamente sobre la nieve.

Dejó escapar un largo suspiro tras la contestación de Hanne. No iba a dejar que la muy testaruda doblegara su temple. Después de todo... ¿no había sido entrenado para conservar la calma en el campo de batalla? Una sacerdotisa no debería ser peor que una guerra.

Tres caballos, seis jinetes. No demos mayor castigo a nuestras monturas de el que ya han recibido. Por peso, y como sugirió Voki, el O'shar irá con la Alhyon. La compañera, conmigo. Nuestros caballos pesados resistirán mejor que un jamelgo flaco.

Eso dejaba a Hanne con la ingrata compañía del guía. Phey enarcó una ceja. Tenía curiosidad por ver la cara de ella transformada por la idea de sujetarse a Alegre Voki para no caer del caballo, pero seguía dándole la espalda, terminando sus oraciones sobre Udokal.

Se dirigió al caballo de la Sacerdotisa. ¿Vivirían lo suficiente para ver a ese animal desfallecer? Revisó las alforjas y quitó peso para que la montura no muriese de agotamiento. Cargó otra tienda en Brisa y se disculpó poniéndole la palma en el pescuezo.

Aeryn, necesitamos que traduzcas. Pregúntale Udokal si sabe de algún refugio seguro a media jornada de viaje de nuestra posición.

Media jornada de viaje a pie, es un cuarto de jornada a caballo. Tal vez un tercio, con los caballos así de cargados.

La sacerdotisa hace un gesto de resignación al ver que nadie va a seguir sus instrucciones. La idea de Aeryn parece bastante buena, pero no lo reconocerá en voz alta, es demasiado testaruda para eso.

Realiza una última inspección a los cuerpos de los bárbaros para comprobar como están. Luego, vuelve a ocultar su rostro en el interior de la capucha y se sube a su montura, con algo mas de elegancia que de costumbre. Una vez allí, espera para ver el espectáculo de como alzan al enorme bárbaro

—Ayúdame a arrastrarlo, hacia ese árbol —le dijo Alegre a Phey, al tiempo que cogía al O’Shar por un brazo y señalaba con la cabeza hacia la line de árboles.

A pesar del enorme peso del guerrero, la capa de nieve facilitó un tanto el llevarlo a la rastra. Una vez ubicado al pie del árbol, Alegre fue a uno de los caballos y lo acercó a donde estaba el gigantón. Extrajo una soga de las alforjas del animal y la ató por debajo de los brazos del O’shar. Arrojó un extremo hacia arriba, para que cayera sobre una rama relativamente baja y quedase pendiendo del lado opuesto. Ató el extremo al pomo de la silla del caballo y le hizo una señal a Aeryn.

—Trae acá a la yegua.

Se ubicó frente al otro caballo y lo guió de las riendas, para que tirara de la soga y alzara al O’shar. Cuando la yegua de Aeryn estuvo debajo del gigante, que pendulaba de la soga, Alegre hizo retroceder despacio al caballo y les indicó a Phey y a Aeryn que acomodaran al gigantón sobre el lomo de la yegua, a medida que iba descendiendo.

Después de arrastrar a Udokal bajo las instrucciones de Voki, Phey empezó a tomar conciencia de cuánto peso estaban hablando.

Uffff... Me temo que nuestros caballos no sobrevivirán al peso de los Oshar y a nuestras armaduras a la vez. Adiós a lo de escapar rápido de aquí. Dejémosles tirados sobre las monturas y Aeryn y yo caminaremos tirando de las riendas.

Y a ese ritmo, Voki no tendría motivos para compartir el caballo de la Sacerdotisa. Era el colmo, Hanne les mete en esta situación, y al final es ella la única que va a ir comodamente montada durante las próximas horas.

El temple... piensa en tu temple, Phey...

Eso significará que les podrán dar alcance, significará un nuevo enfrentamiento y más muertes. ¿Las vidas de dos Oshar valen más que la de una docena de orcos, una Alhyon y tres Osth?

Voki, ¿puedes preparar un ramillete de matorrales? Los ataré a mi yegua y al arrastrarlo barrerá la nieve y ocultará mejor nuestras huellas. ¿O estoy diciendo una estupidez?

Aeryn observó todo el proceso de izar al guerrero Oshar con el ceño fruncido. No estaba muy segura de que Deah fuera capaz de soportar tanto peso y le preocupaba que la yegua sufriera algún percance por el camino. Ante las palabras del sacerdote no pudo evitar una gélida sonrisa.

- Por lo visto aquí el único que no tiene ideas estúpidas es nuestro querido explorador. -Miró alternativamente a uno y otro hombre.- Aunque ahora y sólo para llevarme la contraria, dirá que tu idea es una maravilla. Y encima ahora deberemos ir andando... pero claro, mi idea sí que era estúpida... hacer unas parihuelas y llevarlos a rastras, eso haría que fueramos más lentos... por supuesto, y ahora que tenemos que ir andando iremos volando.

Se quedó por unos segundos mirando a Voki con rencor.

- Ahora hay que subir a la mujer.

—Ya dejad de decir tonterías —interrumpió Alegre, a Aeryn y a Phey—. El que va a ir andando será el que me haga perder la paciencia. La giganta va en el caballo de Phey con la sacerdotisa. Aeryn y Phey en el caballo de Hanne y yo voy en la yegua de Aeryn con el gigante. Basta de parlotear, y ayudarme a atar a la cosa esta —hizo un ademán en dirección al O'shar—. Si las armaduras pesan tanto, pues os las sacáis y repartís las piezas entre los caballos. Que no las lleváis pegadas a la piel, ¿no?

Phey no sabría decir si Aeryn se había enfadado ahora con él o si solo trataba de blandir un argumento para atacar a Voki. En cualquiera de los dos casos, no había añadido unos comentarios muy amables.

En serio... estos gigantes pesan demasiado. Aeryn, tú porque no has cargado con Udokal, pero pesa una barbaridad. Ponerlos encima del caballo o remolcarlos por el suelo... quitarnos la armadura y distribuir las piezas... ¿Es que el caballo civil va a poder con dos personas, su parte de provisiones y dos mitades de dos armaduras? Estos caballos nos tienen que durar hasta Zhurant.

Hagamos como lo hagamos, el peso es el que es. En lugar de tratar de alejarnos lo más deprisa posible a costa de matar nuestras monturas, renunciemos a eso. Busquemos un lugar aquí cerca y tratemos de engañar a los rastreadores orcos.

O hagamos dos viajes. Seguro que Voki puede adelantarse con los caballos y los Oshar. Nosotros podemos quedarnos aquí parapetados y esperar a que vuelva. O seguirle a pie, las huellas de los caballos se notan bien mientras no empiece a nevar.

Alegre suspiró con gesto de cansancio y se pasó una mano por la cara. Levantó una mano y señaló a uno de los lobos muertos.

—¿Ves esos lobos? Los Pieles Verdes los usan cómo sabuesos. Si se te ocurre una manera de engañarles, soy todo oídos. Yo no he escuchado de ninguna, en todos mis años como explorador, pero nadie puede decir que no esté dispuesto a aprender.

Se acercó al sacerdote y le miró a los ojos.

—Pero, aunque no contaran con los lobos, cualquier explorador que no fuese un completo imbécil encontraría nuestro rastro en la nieve. ¿Dos viajes dices? ¿Y dónde esperas que deje a los gigantes, mientras regreso a por vosotros? ¿Quieres que los lleve todo el camino hasta la mina y luego vuelva a ver si seguís vivos? —sacudió la cabeza—. Nadie se va a quedar aquí y no voy a volver por nadie. Vamos a alejarnos de aquí y a cruzar el río. Los caballos aguantarán, si no tienen que galopar y si no, ya veremos. Hacer esta tontería ha sido vuestra idea, no mía.

Dicho esto, se dio media vuelta y comenzó a repetir el proceso de izado con la mujer O’shar.

El cruzado ayudó también en el segundo levantamiento. Hacía tanto frío que la sangre de Keloa se granizó antes de poder manchar nada.

Lo siento, Brisa.

Le debía esa disculpa, por todo el sufrimiento que estaba a punto de inflingirle. Pero Voki era el guía, Phey no tenía más remedio que seguir los consejos del que suponían el mejor explorador disponible.

Se empezó a quitar la armadura. Es otro peso que iría en las alforjas de la yegua de Phey. El hijo de Ihvist confiaba más en una fuerte montura de su orden que en lo que pudiera dar de sí el caballo de Hanne coronado por dos brillantes cotas.

Aeryn miró como acomodaban a los dos bárbaros en los caballos. Las órdenes de Voki no le hicieron ninguna gracia, por un lado la despojaba de su yegua y por otro pretendía que se quitara la armadura allí, con aquel frío... Estaba loco si creía que iba a ceder a eso.

- Ni en sueños pienses que voy a desprenderme de mi armadura. Si sufriéramos un ataque repentino estaría completamente desprotegida, además... la armadura me ayuda a no pasar frío. Ya bastante hago con dejarte que montes a Deah sin ir yo también sobre ella.

Su tono de voz daba a entender a las claras que no admitiría ningún tipo de discusión.