Partida Rol por web

EL intento de Dareios sirvió de muy poco, Unai se perdió en la oscuridad de aquel bosque en las cercanías a Midea en apenas instantes. La luz de sus antorchas apenas llega a iluminar bien unos diez metros a su alrededor, y quizá otros diez en penumbra; muy pocos para saber hacia donde había corrido el cazador si intentaban seguirle el paso. Aunque al menos era suficiente para divisar a aquello que había atacado a los cazadores si osaba a acercase a sus posiciones.

Dejando atrás a Unai, y bajo las indicaciones a gestos de Spyridon, el grupo se mantuvo en silencio y alerta, vigilando sobre todo las alturas, listos para disparar flechas a lo primero que se lanzase sobre ellos. La noche estaba en sumo silencio, demasiado raro para un bosque, señal de que algún depredador había estado allí y quizá como temían, merodeaba los alrededores a ellos.

Mas, así como todo ello se había desencadenado poniendoles sumamente alerta ante un repentino combate, todo se había desvanecido. EL grupo hubo esperado en silencio por largo tiempo, considerando que la criatura podría estar acechándolos. Pero, pasados algo mas de cinco minutos, nada sucedió, e incluso el bosque parecía ir regresandolo a la normalidad poco a poco con sus inconfundibles sonidos nocturnos.

Talios no había terminado de proponer una formación cuando el cazador corrió despavorido, por lo que le volvió a sugerir la formación al general. Sin embargo sabía que estaban en una situación de estress, tal vez ni siquiera le escuche por semejante situación, por lo que se acercó al general para poder vigilarle en caso de un ataque impresivo.

Al saber que la bestia posiblemente se encontraba en los cielos, pidio que se cortara leña del bosque para que todos portasen fuego, si algo de las alturas fuese a atacar el fuego seguro le ha de ahuyentar. Luego pidiese al arquero revisara los cielos y al espartano hiciera uso de sus instintos.

No debemos dejar que la bestia nos tome desprevenidos, primero nuestro acero probará su carne.

Talios intentó re animar las voces mudas de aquellos hombres, aquel escenario parecia que comía el espíritu de quienes le vivían.
 

Akintos estaba preparado, siguiendo cada una de las indicaciones de Spyridon. Llevaba la antorcha junto con su escudo y estaba flanqueado a la derecha por su general y por la izquierda por Ischyros.

Ellos esperaban una enorme y peligrosa bestia, pero el bosque solamente les devolvía silencio ¿estaban realmente solos?

Solamente podía oir claramente las respiraciones pesadas de sus compañeros, el suave sonido de las armas balanceándose.

No debemos dejar que la bestia nos tome desprevenidos, primero nuestro acero probará su carne.

Las palabras de Talios vinieron de algún lugar fuera de sus vista, aún con su enorme tamaño, ahora mismo el gigante era difícil de discernir.

- Debemos salir a buscarla... quizá esté lejos o tema un grupo de soldados organizados - comentó como respuesta, exhaló otra vez manteniendo la posición ordenada hasta que le dijesen lo contrario.

Era claro que pretendía que el grupo se moviese para encontrar lo que buscaban.

Además de notar la inutilidad de su intento para hacer entrar en razón a Unai, Daerios se dio cuenta de lo imprudente de su reacción. El joven guerrero había llamado demasiado la atención en su impulsiva conducta y por ello hizo lo posible por evitar un comportamiento similar. Seguido al episodio histérico del cazador, un aleteo puso a todo el grupo en alerta. Un silencio sepulcral se hizo en el lugar, como si algo terrible fuese a pasar de un momento a otro. Pero en cuestión de minutos la atmósfera pareció regresar a la normalidad de la noche. 

Los ánimos de Talios alentó el coraje de Daerios aunque no eliminaba completamente la inquietud de su interior. -Podríamos revisar esos cuerpos. Puede que nos digan más que la última víctima.- Dijo esta vez en un controlado susurro para no repetir el descuido de hace n momento. Quizás alguna pista les estuviese esperando entre los destrozados cuerpos de la víctimas. 

El cazador había salido corriendo y sinceramente llegados a este punto no lo necesitaban más, que se fuera era quizás lo mejor que podía hacer. Estamos en el comedor de la bestia, nos hemos presentado con una manzana, envenada, en la boca. Sin embargo la bestia no parece estar por aquí. Tengo una especie de sexto sentido que me avisa cuando hay una batalla inminente, gracias a los dioses espero no morir durmiendo.

Parece que están jugando otra vez a decir una cosa cada uno, esta vez el gigante va ganando, ordenando varias cosas a la vez. doy un paso hacia él, chocándole con mi hombro su costado y le guiño un ojo.

- Gigante no te tenses, deja que el general piense- El espartano es muy disciplinado, aunque su caracter fuera del combate pudiera parecer lo contrario. La figura del general es alguien a quien Ébalo respeta y admira, siempre ha oído cosas de él y quiere verlo en acción.

Spyridon no veía la situación nada clara. El enemigo podría estar arriba... o no.

Todas las ideas eran buenas.

- Talios, tienes razón con que tomemos algo de leña, pero no nos alejemos de este claro, solo coged los que esté por los alrededores. - Dareios, correcto, revisemos los cuerpos para hacernos una idea de a qué nos enfrentamos. Hay que mirar número y tamaño de mordiscos, si hay, por aber si es una bestia grande o muchas pequeñas.

- Akintos, es cierto que hemos de perseguirla, pero antes vamos a obtener toda la información que podamos y luego quiero que se queme el lugar hasta no dejar más que cenizas. Si la bestia pierde su lugar predilecto es posible que se vuelva más agresiva y salga de su escondite.

- Y arcos, flechas y aceros preparados para lo peor, cubriendo a los que recojan leña o examinen las heridas.

Spyridon estaba en guardia con todos sus sentidos alerta.

Después de buscar y buscar en la noche, siguiendo el rastro de muerte y carnicería que dejó la matanza de los cazadores, llegamos a un claro donde encontramos tres cuerpos más, destrozados como si de animales para faenar se tratase. En ese momento, un aleteo por encima de nosotros nos pone en alerta y el cazador huye rápidamente, sin escuchar palabra alguna que intente calmarle. El pánico ha sido más fuerte que la razón.

Spyridon da la orden de quedarnos en silencio, prestos para defendernos en un posible ataque inminente. Los segundos pasan interminables mientras mantengo mis manos sobre el pomo de mis dos armas, preparadas para desenfundar sus filos y luchar contra aquel terror que estamos persiguiendo.

Pero nada apareció y el silencio pasó de ser asfixiante a solo incómodo. Nada estaba con nosotros y pudimos notar que estábamos perdiendo nuestro tiempo ahí parados.

Comenzaron a aparecer las primeras ideas y el General dio órdenes de cosas que podrían darnos más información. Miré los cuerpos y pensé, por lo que comuniqué a Spyridon mis impresiones:

 - "General, estos hombres deben haber sido espantados por la bestia pero, por la disposición de las manchas y cuerpos, probablemente los separó antes de matarlos. Probablemente usó el miedo para que huyeran en grupos pequeños para matarles con más seguridad. Quizás no es un enemigo tonto y sabe que no tiene oportunidad contra todos nosotros. Quizás deberíamos separarnos en grupos más pequeños y tentadores, alejarnos pero a un radio inmediato y ser nosotros mismos la carnada. Todos acá hemos demostrado ser buenos guerreros y perfectamente podremos aguantar un poco antes de que lleguen a socorrernos. Quizás en tríos tengamos más oportunidades."

Separarnos en dos pares y un trío nos daría un número perfecto para atraelo pero nos pondría en peligro si la bestia es muy letal. Un cuarteto y un trío es más protección, pero quizás sea disuasivo para el enemigo. No es una decisión fácil de tomar, pero creo que así tendremos más oportunidades de "encontrarle" que como estamos ahora.

Pasaron otros diez minutos mientras el grupo pasaba de la extenuante guardia ante una repentina emboscada, a la noción de que lo mas seguro era que la bestia se hubiese marchado, y así, tras ello, el grupo, empezó a soltar ideas tras lo cual, Spyridon dio las órdenes a seguir. Bajo iniciativa de Talios, habrían de cortar leña para tener mas luz y portar fuego todos, de hecho el general quería que incluso quemasen todo el lugar a fin de hostigar a la criatura desconocida. Revisar y analizar los cuerpos era la siguiente tarea, la cual había sido propuesta por Dareios. Finalmente la propuesta de Akintos había tenido que esperar dado que había cosas mas importantes de momento y que no había con claridad un lugar hacia donde ir. Ischyros, tenía una ultima propuesta, aunque está tendría que esperar pues ya había otras cosas en proceso.

Las acciones de aquel sanador no fueron del agrado de los presentes, sobre todo en los héroes presentes quienes no tardaron en pronunciarse, algunos de forma desesperada y otros un tanto amenazantes. Lo cierto es que fueron aquellas palabras las que instigaron a otros pobladores a forzar a aquel sanador a hacer algo; con el tiempo muchos pensarían si no habría sido mejor solo persuadirlo pues el ponerlo en amenaza podría haber condicionado sus capacidades.

La atención al herido duró mas de treinta minutos y en general, la ayuda de Hypatia fue desechada en gran medida, sobre todo por que el sanador tenía un aprendiz con quien estaba bien acoplado, aunque se notaba cierta molestia en que Hypatia le ayudase. Pasado aquel tiempo, en el que el herido sufrió con gran intensidad ante las maniobras arriesgadas del sanador por cocer sus órganos y reanimarle constantemente, el cazador murió sin más. Había perdido tanta sangre que para cuando intentaron salvarle en aquellos momentos, las arriesgadas maniobras solo hicieron la sangre perdida en ellas le condenara. La conclusión del sanador fue esa, había muerto desangrado.

Afuera, en las calles cercanas a la posada se propagaban rumores de un fuego que se veía a lo lejos por sobre el bosque, un tramo de este se estaba incendiando.

Mientras espero a ver si Spyridon considera buena mi idea, me acerco a los cuerpos y comienzo a revisarlos. Quiero ver si consigo identificar qué fue lo que los mató, si armas o garras y dientes, u alguna otra cosa que deje una marca. Quiero ver qué tan profundas son las heridas, como para calcular cuanta fuerza tenía el agresor y si hay algo más que me llame la atención en ellos.

Luego veo que todos comienzan a tomar leños y encenderlos a modo de antorchas, pero creo que son suficientes y necesito ambas manos para luchar eficientemente, por lo que me quedo vigilando y expectante a ver si consigo detectar a la criatura. No sé si está por acá acechándonos o simplemente se ha ido, pero no quiero bajar mis defensas y, si nos está mirando, quiero saberlo.

Luego de que el general diera las órdenes, Akintos obedeció, flanqueando a Ischyros mientras revisaba la cuerpos. Se irguió en toda sus estatura, vigilando los distintos rincones del bosque, el movimiento de las ramas y el susurro del follaje.

La antocha la sostenía a un lado, para facilitarle a los que investigaban los restos de las víctimas así como ofreciendo una fuente de fuego para quienes estaban buscando encender ramas.

Clavó la vista en la oscuridad e intentó separar en en su mente el murmullo de sus compañeros de lo que podría estar acechándoles.

Daerios sonrió satisfecho de haber podido contribuir y enseguida asintió a las palabras de Spyridon. -Enseguida me pongo con ello.- Respondió para acercarse a los cuerpos despedazados para recabar toda la información que le pudiesen proporcionar para seguir adelante con aquella partida de caza. 

Se trataba de conocer todo lo posible sobre aquella bestias y también intentar averiguar el camino que pudieron tomar tras el ataque. Sin perder vista de su entorno, el joven guerrero se puso manos a la obra.

Spyridon observaba en silencio como cada cual se ocupaba de su cometido. Necesitaban información, pero él no era capaz de obtenerla.

Ante la idea de Ischyros negó con la cabeza.

- Primero hemos de identificar a la bestia, si es que somos capaces. Solo conociendo al enemigo podemos establecer una estrategia en común. Quizás esté al acecho esperando separarnos y atacarnos de uno en uno. No sabiendo a qué nos enfrentamos es demasiado peligroso enfrentarnos individualmente a la bestia.

Estaban perdiendo demasiado tiempo. Si no se encontraba nada más Spyridon pensaba abandonar la búsqueda y asumir el riesgo de encontrar a la bestia en un futuro.

Después de las órdenes del general, el gigante se acercó a observar los cuerpos, la antorcha proporciona una amplia visibilidad, después de  observar con detenimiento los cadáveres, se retira a buscar leña para antorchas; tratando de recordar a alguna bestia que deje una huella similar.

Sin embargo, poca era la luz y su mente se encontraba concentrada en la tarea de reflexionar; por lo que falló al realizar su propia idea.

Finalmente convencimos al médico para que interviniera e intentara salvar la vida del cazador. Éste desechó la ayuda de Hypatia, dado que traía su propio ayudante. La joven micénica no se lo tomo especialmente bien, por todo el trabajo que había hecho anteriormente, aún así permaneció junto al cazador ayudando:-Esperaremos fuera.-le dije a Hypatia, tres personas que sabían lo que hacían eran suficientes para atender al cazador el resto no hacíamos otra cosa que molestar. 

Les indiqué al resto con un gesto de cabeza para que fuésemos saliendo de la habitación. 

Pasado una media hora desde que salimos de la habitación sale el médico indicándonos que el cazador había fallecido a consecuencia del gran número de hemorragias provocadas del ataque de la criatura. Todo quedó en silencio. Todo el esfuerzo realizado había acabado en nada y con la muerte del cazador. Me quedé algo pesadumbrado mientras veía salir al médico de la posada, junto a su ayudante. 

El sanador al fin había entrado en razones, el su ayudante e Hypatia habían intentado salvar la vida del cazador, pero finalmente el Hades había hablado exigiendo la vida que se escapaba del cuerpo moribundo. Todo eso me fue contado, apenas había estado en la posada tras exigir al médico la atención al herido. No tardó mucho tiempo en salir Anatolius y contarme lo ocurrido, mientras tanto en el bosque poco a poco se veía el brillo del inicio de un fuego. Eso y las palabras nerviosas de la gente, me hizo replantearme si había hecho bien quedándome en la posada.

- Espero que eso no ponga en peligro a nuestros compañeros.

Nada han podido hacer para salvar al pobre cazador de sus heridas. Lo único para lo que ha servido su insistencia al médico ha sido para causarle más dolor al pobre hombre. Se queda junto a él cuando todos ya se han marchado y le sostiene la mano. Ya va perdiendo el poco calor que le quedaba.

-Perdóname... te he hecho sufrir.

Si no hubiese insistido tanto, el cazador habría muerto sin dolor. Se pregunta si de verdad está hecha para asistir a los heridos. ¿Podrá ayudar a sus compañeros, a su familia, si están heridos? En ese momento no se ve capaz de ayudar a nadie más.

A pesar de los deseos de algunos, no fue posible encender aquellos cuerpos y quemar el lugar pues aparentemente había llovido recientemente en la zona y todos los palos que encontraron estaban húmedos o considerablemente mojados. Aunque aquello trasponía sus planes actuales, la realidad es que bien era algo que se podía postergar si consideraban el centrarse en la bestia; la cual lamentablemente había desaparecido sin dejar rastro. La noche iba avanzando y las antorchas pronto se extinguirían, el grupo tenía que decidir que hacer. El quedarse allí esperando era una mala opción, sobre todo si había sospecha de que la bestia les había visto antes, además de que no sabrían cuando haría aparición y esperar a quedarse sin luz era muy mala idea; el ir a buscarla era quizá mejor pero también se corría el riesgo de quedarse sin luz; el regresar era la opción que casi con seguridad no gustaba a nadie, pero era la única que les garantizaba no tener que luchar en la oscuridad o acabar perdidos en aquel bosque durante la noche, aunque bien estaba el problema de perder todo rastro, aunque era poco probable dada la magnitud de los acontecimientos.

Por lo pronto lo único seguro era que no había nada en la zona, el bosque se encontraba en normalidad y lo único extraño eran ellos mismos.