-No hay duda de que sabemos menos de lo que deberiamos. Algo oscuro ocurre en este planeta y debemos averigarlo y poner otra vez este planeta al servicio del emperador.

La sangre del herético me salpica, mientras muere delante mía, prometiendo perdición para todo el planeta. Lo observo expirar sin mayor sorpresa. En el pasado han ocurrido estas cosas, y el Caos no va a dejar de utilizar algo que funciona perfectamente: el engaño y la manipulación. Pero no por eso duele menos cuando te arrancan el velo de la ignorancia. Nunca hubo tal flota Tau, nunca hubo tal comida y agua, y la única incógnita es saber si el Gobernador coaccionó a la población para rebelarse y conseguir así su ansiado baño de sangre, o si es una víctima ignorante más.

Pero el daño ya está hecho, no solo del impío ritual que se había realizado a nuestra costa, sino también torciendo las voluntades de los ciudadanos del Imperio en favor del Caos. Solo quedan dos vías posibles para los prisioneros. Entregarlos a la Inquisición, la cual los torturará hasta que mueran, pronto si son afortunados. O ahorrarles el sufrimiento y darles fin allí mismo. La opción más piadosa era clara, y las ejecuciones que estaba a punto de realizar poco importaban ya comparadas con el baño de sangre que habíamos provocado.

Empuño una vez más mi pistola bolter y comienzo a ejecutar a los prisioneros de un disparo en la cabeza cada uno, sin siquiera consultar con mis compañeros de escuadra. El siguiente paso era cristalino a mis ojos: La fortaleza del Gobernador. Se haya vendido o no a los poderes del Caos, necesitamos la información contenida en el Administratum para trazar el nuevo plan de contingencia.

- En el nombre del Emperador. - pronuncié, mientras apretaba el gatillo.

El bibliotecario es testigo de cómo el cabecilla del grupo se rebana la garganta sin poder hacer nada para remediarlo. Ha perdido una oportunidad magnífica para un interrogatorio, pero según las palabras del muchacho aún podría quedar alguno que sepa algo.

Justo en ese momento, Skiff empieza a ejecutar prisioneros. Azariah suspira de resignación.

Me has sido útil, y has sido sincero -le dice al niño-. Tienes mi permiso para irte. Corre lo más lejos que tus piernas te permitan, y nunca jamás vuelvas a alzar tu mano contra el Emperador.

Tras eso, y sin esperar reacción alguna del muchacho, el bibliotecario se acerca al comandante de la Guardia de la Muerte y le detiene levemente el brazo.

Hermano Skiff, no conviene malgastar munición de esta manera tan arbitraria -comenta como si la matanza no fuera con él; luego baja la voz-. He obtenido información interesante. Los que llevan los colgantes son los instigadores, el resto no son más que peones engañados. Quizá convendría mantener a alguno con vida para un interrogatorio en condiciones.
 

No estoy de acuerdo en ejecutar estos prisioneros. ¡No son más que marionetas hambrientas por Sigmar!

Con un gran enfado y aún más pesar me giro y abandono la escena.

No estoy dispuesto a ver como un Marine ejecuta ciudadanos a sangre fría.
No estoy seguro de que mi lugar este aquí… bajo el mando de Skif.

-Hermano Skiff, debeis preparar el asalto a la fortaleza. Yo ejecutare la sentencia, sin sangre, limpiamente. Quebrare los espinazos de estos pobres infelices. Son marionetas del caos, ajentes del caos sin quererlo realmente, pero agentes de todos modos. Dejad wue yo me encargue de hacer lo que debe hacerse y de forma limpia rapida.

Dargus observa cómo el Skif ejecuta a los prisioneros sin orden previa, como el lobo espacial se ofrece a partir los espinazos de los mismos de forma limpia.- Lo siento líder de escuadrón, pero Asenoc tiene razón, estamos haciéndole el juego al Caos. Debemos de ir con pies de plomo o provocaremos un alzamiento generalizado, una sublevación total. La fuerza es tremendamente importante para mantener el control pero no lo es todo. Detén esta matanza, da la sensación de que el odio te esta consumiendo.

Dargus esta peocupado, no ve cohesion en el grupo, todo lo contrario. Las viejas rencillas priman a la hermandad, el instinto a la meditacion. No entiende como se puede discutir de forma tan abierta con el líder de la escuadra, no hace mas que socavar su autoridad y la confianza depositada en él.

Continúo con las ejecuciones hasta que Azariah se acerca a mi para dedicarme unas breves palabras, momento en el que paro mi carnicería personal. Cinco rebeldes yacen en el suelo sin vida a esas alturas, mientras mis hermanos de escuadra me piden que pare. ¡Ah Azariah! Ojalá el resto fueran como tú, ojala entendieran que ya no hay salvación en vida para estas pobres almas. Me vuelvo hacia Dargus y Asenoc, aunque este ultimo se esté marchando ya, con rostro inexpresivo, lleno de angustia contenida.

- Dargus, Asenoc. Entiendo vuestra preocupación, pero este es un acto de piedad, el futuro solo les depara dolor a estos hombres. Esté Azariah en lo cierto o no acerca de los cabecillas, todos deberán ser llevados ante la Inquisición por su posible exposición a agentes del Caos, y el sufrimiento que conocerán en sus salas de interrogatorio hará que deseen haber muerto aquí y ahora, sin dolor, sin más carencia, volviendo con gozo a la luz del Emperador en la otra vida. - guardo la pistola de nuevo y doy unos pasos hacia mis hermanos, de forma que los prisioneros no nos escuchen - Sin embargo, Azariah tiene razón, puede haber otros cabecillas entre ellos. Desnudemoslos y registremoslos. No quiero más cuchillos ocultos. Lo siento... por ellos, pues la Inquisición los querrá vivos, y ya no habrá más momentos para devolverles la paz. Reserva pues tus fuerzas para lo que está por venir, Huss. La gloria o la muerte nos esperan ahí fuera...

-Entonces, ha llegado el momento de acudir a la fortaleza a ver si sabemos de una buena vez que es lo que ocurre de verdad en este sitio. Supongo que la autentica lucha la tendremos ahora. Si la fortaleza es hostil, deberiamos esperarnos francotiradores me parece a mi. No podemos dar un paso en falso en esa direccion. Habria que acercarse con sigilo.

A lo mejor el capitan Bromard podria indicarnos alguna alcantarilla o similar para acrcarnos al maximo antes de ser detectados.

- Me parece una decisión acertada. No me extrañaría que los dirigentes de este planeta hubieran sido seducidos por las malas lenguas de los Poderes Ruinosos, y habiendo así condenado a toda esta pobre población civil. Su débil voluntad les ha hecho quebrarse ante una presencia superior y sentenciarse a la muerte que les estamos proporcionando.

Las réplicas de otros marines me han servido para dejar atrás los rencores a los otros capítulos y empezar a concentrarme en la misión. De ahora en adelante, tengo pensado acatar cualquier orden de nuestro capitán Holmström hasta el final, y lo miro asintiendo conforme a sus actos. Sus argumentos eran sólidos, estos hombres... ya están muertos.

Desenfundo mi espada sierra mientras arranco el espíritu máquina que vibra enfurecido por la malignidad que perturba las mentes de los rebeldes que hemos capturado. Uno a uno, los obligo a postrarse ante mí y proporcionarles una rápida muerte, mientras susurro unas palabras.

- Que aceptar vuestro castigo os redima lo suficiente como para terminar en los brazos del Emperador. Lastima que no os dierais cuenta de que ibais por el mal camino antes.

Uno a uno, los prisioneros son desnudados y examinados con detenimiento, tanto por el Bibliotecario como por el Apotecario. No se detectan marcas del Caos, ni deformidades remarcables. Tan sólo una profunda desnutrición, y una voluntad quebrada por la desesperación. Alguno de los hombres de Akhutai propone entregárselos a la Guardia de la ciudad colmena para que los retengan hasta que la Inquisición mande un grupo de investigación y que decidan ellos su suerte y a quienes deben ejecutar y a cuales les han de perdonar la vida... Aunque con seguridad todos ellos serán salvajemente torturados y después ejecutados.

Si dais este encuentro por terminado y queréis hablar con Bromard o ir directamente a La Fortaleza de Granito, que me lo diga Skif, que para algo es el líder.

Los rebeldes, tras ser examinados, son atados y entregados a la Guardia de La Comunidad, en espera de una delegación de la Inquisición que acuda a interrogarlos y a hacer las oportunas indagaciones sobre el terreno. Las tropas de marines se reagrupan y se dirigen a la plataforma de aterrizaje. Una vez allí, los hombres se dirigen ordenadamente a los Thunderhawk, mientras Tibias y Felross hablan con Bromard. Akhutai, que os ha acompañado durante el trayecto hasta aquí, parece de mejor humor.

-No se como darles las gracias, loado sea el Emperador. No pretendo importunarles con una pregunta que se que no es de su competencia... Pero nuestra situación es desesperada desde que Lord Ebongrave fue apresado. No han venido más cargueros con provisiones y nuestras reservas se acabaron hace tiempo, aparte de que tenemos todos los almacenes saturados y los hombres no pueden trabajar. ¿Se tienen noticias del nuevo gobernador o de la inocencia de Lord Ebongrave?

Capitan Bromard no se si su incompetencia es a proposito o si realmente no se merece esos galones.- Dice el marine con tono severo desde detras de su casco.- Porqué no informo de toda la situacion por la que estaba atravesando el sector y concretamente la colmena. No se escude en que no preguntamos, su deber es darnos toda la informacion posible. ¿Temia que nos fueramos de inmediato a la fortaleza y le dejaramos aqui con los focos rebeldes? Ahora es posible que el asalto a la fortaleza sea mucho mas complicado. ¿Hay algo mas que nos quiera decir del estado global del planeta o de algo en particular? Mechanicum? Administratum? Arbites?.- Dice el marine mientras se acerca cada vez mas al Capitan.- Jefe, creo que la prioridad ahora es mas evidente.

Dargus parece muy molesto con el Capitan por no haber informado de todo lo que debia informar, en estos momentos piensa que solo ha tratado de salvar su trasero. Y evidentemente, aunque trata de controlarse, se le nota.

-¿Qué no informé? ¡He enviado mil informes! ¡Todo inútil! Desde que Lord Ebongrave fue detenido como sospechoso de traición el Administratus ha sido sellado. ¡Y de eso hace ya cinco años! ¡Cinco años! ¡Cinco años en que he intentado en mil ocasiones hablar con alguien! He viajado a La Fortaleza de Granito varias veces, pero es inútil. El acceso está sellado. No tengo manera de comunicarme con nadie. Cuando llegaron supuse que finalmente mis mensajes habían sido escuchados por alguien. Discúlpenme si di erróneamente por supuesto que sus superiores les habían informado de nuestra situación. -El Capitán Bromard parece bastante alterado por los comentarios de Dargus.

-En este navío tenemos plantas purificadoras de agua, pero no las suficientes para toda la población. Tenemos cultivos hidropónicos... pero no los suficientes. ¿Acaso cree que esta situación es agradable para mi? ¡Ya informé a la Fortaleza de Granito de que se habían recibido quejas de cultos al Caos! ¿Y qué obtuve a cambio? ¡Silencio administrativo! ¡Ni un eco a mis palabras!

Bromard parece recuperar la calma antes de proseguir. -En La Fortaleza no pasa nada. En un par de ocasiones he estado allí para quejarme del olvido al que hemos sido relegados. Pero La Corona está sellada, sólo pude pasear por la ciudad y comprobar que están igual o peor que nosotros. Ni Arbitres ni Administratum... Nada. Estamos solos. Tan sólo los Mechanicus permanecen entre nosotros, atendiendo nuestras necesidades, y pasando penurias como los demás.

El enfado y la incredulidad en el interior de Raziel han ido creciendo cada vez más desde que llegaran a este planeta. Primero fue la infantil forma de caer en la emboscada enemiga, después el verse utilizados de una forma tan fácil por sus heréticos archienemigos, la desunión aun existente entre algunos miembros del kill-team, sin olvidar el brutal y despiadado comportamiento mostrado por algunos de sus hermanos hacia los prisioneros rebeldes. Es cierto que la pena por dejar embaucarse por los poderes ruinosos y alzarse contra los hijos del bendito Emperador es y debe ser la muerte, pero no puede dejar de pensar que la mayoría de ellos han sido engañados y utilizados de una forma no demasiado diferente de lo que ellos mismos han sido engañados. Pero las palabras del capitán Bromard ya han sido demasiado. ¿Cómo puede ser que toda la población de un sistema haya sido abandonada a su suerte de esta manera? ¿Y cómo es posible que nadie en la administración haya escuchado lo que este hombre trataba de advertir?

Ahora la ira ruge en el interior de Raziel, pero la contiene y aparta a un lado para dirigirse al capitán y a sus hermanos.– Capitán, os ruego que disculpéis al hermano Dargus, sin duda ha actuado así por el desconocimiento que teníamos de toda esa información y ver que el caos ha infectado parte de esta comunidad.- Después de decirle esas palabras al capitán, se gira hacia sus compañeros y hacia el líder del kill-team.- Hermano Skiff, parece que el mecanicum sigue con nosotros, pero creo que no sería mala idea enviar algunas tropas a asegurar el templo y comprobar que su lealtad sigue estando con el Emperador. Lo que sin duda es evidente.- Dice haciendo una pausa.- Es que ha llegado el momento de hacer una visita a la fortaleza de granito y ver que tiene que contarnos el gobernador.

Lamento esta situacion Capitan.- Dargus baja su tono inquisittivo.- Pero ese detalle habria sido vital; hemos de acudir a La Corona a ver que ocurre y el porqué de todo este desajuste. Ademas pido permiso para ponernos en contacto con la flota para que envien una señal de emergencia planetaria y se envie la ayuda que se necesite.- Miro a Skiff buscando una mirada de confirmacion.- Creo que el hermano Raziel tiene mucha razon, veamos que ocurre con el mechanicum, reabastezcamos la municion gastada y hagamosle una cordial visita al gobernador Lord Ebongrave.

-¿Lord Ebongrave? -Bromard pone cara de asombro. -Pero si Lord Ebongrave fue detenido bajo la acusación de conspirar con los enemigos del Imperio... Hace cinco años que un Inquisidor y su séquito se lo llevaron, aunque nadie dijo donde. Fue al poco de ocurrir eso cuando, en ausencia de un Gobernador, el Administratum decidió sellar la Corona. Lo que no justifica en modo alguno su silencio, ni este aislamiento al que nos vemos sometidos.