Partida Rol por web

.-Es totalmente comprensible que el mundo quiera vivir en paz.-dije a modo de respuesta ante el último comentario de Loen. La amenaza de la sombra era algo que siempre estaba, en mayor o menor medida, pero era una constante.

.-Esta vez me pido el primer turno.-dije antes de que Felgog dijera nada, esperaba que no se ofendiera pero durante su guardia nos atacaron los bandidos y menos mal que supimos responder a tiempo si no nuestra empresa habría acabado muy temprano. 

-Yo no llegue a estar en la Batalla, pero diría que Beorn tuvo un importante papel, por lo que se cantó en los salones de Thranduil. Así que yo le estoy agradecido, puesto que es un amigo de los seres que viven, y su pueblo tiene el honor de tenerle como señor. -Dijo el elfo con agradecimiento. Sabia que Beorn era un gran señor y que se entendía bien con las bestias del campo, así como el entendía a los arboles. Tenía curiosidad por conocer a tan especial humano, y le alegraba que fueran a interceder por ellos y presentarles. 

Yo te acompañaré, compañero, en la guardia. Hoy me gustaría ver las estrellas en la noche, y relajarme en la vista de las estrellas de Varda. 

–Magnífico, señor Loen. Estoy deseando conocer al señor Beorn –dijo con los ojos entrecerrados, tras lo cual echaba una calada más a la pipa.

–Me parece bien, Lurick. Lo cierto es que me noto bastante cansado. Si es necesario, yo puedo hacer la última. 

Una vez terminada la agradable velada Felggo preparó su saco y se durmió bien forrado. Aún sentía algo de inquietud por las nuevas sobre la sombra, pero el estar rodeado de beórnidas le aportaba sosiego, así que antes de lo esperado se sumió en un profundo sueño.

La compañía afortunada pasó una noche amena con los beórnidas. Se contaron historias unos a otros y cuando se estimó oportuno, se retiraron a dormir. Lurick y Anaryenel se encargaron de la primera guardia pero después no fue necesario despertar a ningún miembro más de la compañía pues los beórnidas tomaron el relevo.

Y de esta forma la compañía pudo descansar. No tardó en llegar la mañana siguiente. La noche se les había hecho corta a todos pues habían estado muy cómodos. Con las luces del nuevo día la compañía afortunada debía continuar su camino. Los beórnidas también debían continuar el suyo, pero iban en dirección opuesta, continuando su vigilancia cerca de la frontera de sus tierras.

Me levanto pronto para preparar un desayuno digno con tostadas de pan duro, aceite, ajo y tomates secos. 

Preparo también unas infusiones de granos tostados q ligeramente amargos que siempre levantaban el ánimo.

-Como ya han dicho algunos de mis compañeros, será un honor acompañar a Beorn en nuestro viaje de retorno por el camino viejo - aprovecho para hablar con los Beornidas centinelas -¿vos también nos acompañaréis maese Loen?

Luego del desayuno, recojo todo y me preparo para partir

Cuando termina el turno de guardia que les correspondía, Anaryenel se tumbó en el suelo, pero apenas cerró los ojos. El cansancio era diferente en los primeros nacidos, y deseaba contemplar las estrellas de nuevo, ya que tendrían que volver al bosque. Cuando Patukkas se levantó a hacer los desayunosAnaryenel hizo lo propio, preparando, tazas, platos, según la hobbit lo iba necesitando. 

-Estamos muy agradecidos de vuestra generosidad, y agradecemos compartir mesa con vosotros, y nos sentiremos, como dice mi amiga, igual de honrados si nuestros caminos vuelven a cruzarse con otros motivos. 

El joven Hojarasca despertó con una gran sonrisa. La noche había transcurrido sin problemas y pudo dormir como en casa. Desayunó rápidamente y agradeció la preparación a Pat. Mientras preparaba el petate sacó de la mochila el material de escritura, y durante el tiempo que tuvo antes de que el resto terminara de prepararse para partir Felggo se dedicó a redactar lo ocurrido durante el viaje hasta ahora, poniendo un poco de su cosecha para darle mas dramatismo y grandiosidad a la historia.

–Ahhh, precioso día, ¿eh? Señor Loen, ¿Cuánto queda para llegar a los salones del señor Beorn?

esta noche no habíamos tenido ningún problema con bandidos, ni ninguna otra criatura de la sombra, por lo que había conseguid descansar y luego seguir nuestro caminos, "Ha sido un placer conoceros, espero que nos volvamos a encontrar en el futuro y podamos luchar contra nuestro enemigo en común"

- No - dijo Loen agachándose para hablar con Patukkas - Nosotros guardamos esta zona. Irán otros. Si Beorn acepta, estaréis bien acompañados - comenta con cierta tranquilidad. 

Loen mira a Felggo. 

- Si no os detenéis demasiado, llegaréis mañana antes del mediodía. - pasó su mirada a Anaryenel - El placer ha sido mío. Ha sido una buena cena - comentó. 

Luego se despidió de Beli también - Siempre combatiremos la sombra. Combatimos en el mismo lado - dijo algo satisfecho. 

Luego se despidió de Lurick y la Compañía Afortunada emprendió su camino de nuevo hacia la casa de Beorn. 

Realizando la guardia me mantuve en silencio escuchando la información que compartían los beórnidas con el resto así que teníamos una visión actualizada de la zona. A la mañana siguiente y tras empaquetar las cosas en el caballo realizo un saludo a Loen, golpeando el pecho con el puño izquierdo e inclinándome levemente a modo de respeto y despedida. 

Monto sobre el caballo para poder continuar la marcha.

El agradecido hobbit se despidió animosamente de los beórnidas y continuó el viaje con sus compañeros. Pensaba erróneamente que ya estaban más cerca de la morada del gran oso, pero le reconfortaba pensar que ahora se encontraban en una zona vigilada por esos fieros guerreros.

-Ou -es mi respuesta ahogada a la negativa de Loen.

Parecía que todavía nos quedaba un tramo de jornada y media hasta la casa de Beorn.

-Vamos Trencitas -digo acaricienado el morro del poni de carga al partir -sólo un poco más y podrás descansar en un establo.

Cuando se despidieron de los amables beornidas, Anaryenel estaba mucho más confiado y tranquilo, el camino era claro y la distancia corta, habían comido, bebido y cantado con aliados y hombres de bien, así que se inclinó ante ellos, y les dio las gracias: -Que las luces de la noche no dejen que la Sombra invada vuestros corazones, amigos. 

Luego, con sus compañeros ya en el camino, Anaryenel canturreaba y recitaba viejas historias del bosque, y comentaba a Patukkas y Felggo las diferentes plantas que se encontraban. Tan cerca del bosque, su conocimiento se veía aumentado por sentirse casi en casa. Así que estaba a la par, atento y despistado en el camino

tras la charlo con los beornidas, no quedaba otra cosa que ir a la casa de beorn para poder entregar el mensaje, ya quedaba poco, por lo que probablemente hoy llegariamos a casa de beorn.

La etapa final del viaje transcurrió dentro de la normalidad. Las praderas eran las que pintaban el paisaje y el ánimo de la Compañía Afortunada estaba en lo alto. El sol brillaba y cuando decidieron para para dormir lo hicieron sobre la mullida hierba por lo que descansaron con cierta placidez.

A la mañana siguiente emprendieron de nuevo el camino. Apenas quedaban unas horas para llegar a la casa de Beorn cuando Felggo se paró en seco y comenzó a olisquear. Algo pasaba pero todavía no era vivisble a los ojos. La Compañía Afortunada se paró en seco y se puso en guardia.

A los pocos segundos todos pudieron ver lo que venía. Una manada de nueve huargos y un huargo alfa corría hacia ellos con claras intenciones de atacar.

–¡Huargos! ¡Una decena de ellos! A las armas, amigos.

El nervioso hobbit preparó el arco, tembloroso, al tiempo que trataba de hallar una buena forma de afrontar el encuentro sin mucho éxito.

Felggo disparó, tratando de impactar al que parecía el líder de los huargos, pero no tuvo mucha suerte. Tras unos flechazos, se colgó el arco a la espalda, embrazó el escudo y desenvainó su aguijón, esperando la embestida de las bestias.

–¿Cómo... hacemos?

El elfo del bosque volvió de su ensimismamiento cuando Felggo habló de un ataque. ¿Huargos? 

-Donde el huargo aulla, el orco ronda, dicen las sabidurías populares. Acabemos con ellos cuanto antes, compañeros. Disparemos al alfa

Mientras hablaba, cargaba el arco con una velocidad endiablada, pero más veloces eran los propios movimientos de los huargos, por lo que se escabulleron de varios de sus disparos, pero al menos uno había alcanzado su objetivo

no sabía como habían llegado, pero había en nuestro camino había unos huargos, suponia que era una manada que se había adentrado, "Espero que seas como tu digas, estoy deseando matar a unos cuantos orcos" le digo al elfo mientras me pongo en guardia, solo lazando mi lanza, aunque por el tiro casi podía simplemente haber dejado la lanza en su sitio

El día en que nos despedimos de los beórnidas transcurrió con total normalidad, una jornada tranquila que nos ayudó a no cansarnos y cenamos tranquilamente, montando nuestras guardias pero fue una noche tranquila al fin y al cabo.

El día siguiente empezó igual que el anterior pero se torció en cuanto en el horizonte aparecieron unas sombras de un tamaño considerable y a medida que iban avanzando las sombras se tornaron en huargos:-No esperaba que nos alcanzaran tan cerca de los dominios de Beorn.-dije mientras descolgaba el arco y sacaba tres flechas, poniéndolas entre mis dedos. 

Disparé la primera que falló por poco antes de impactar cerca del primer huargo, cargué la segunda, deslizandola entre mis dedos y disparé. Esta falló estrepitosamente quedando lejos del segundo huargo al que apuntaba. Entonces escuché de Anaryenel de apuntar al alfa, tenía razón y lo había hecho en el pasado, al abatir al huargo alfa el resto se dispersarían, o al menos la mayoría. Coloqué la tercer y última flecha en posición, apunté y disparé, la flecha voló rauda y letal hacia el huargo alfa. 

Casi oliendo los fuegos de la casa de Beorn, no podía yo esperar un ataque de tipo alguno.

Por esto, quizás, andaba distraida escuchando las historias y las enseñanzas de Anaryenel. 

Cuando Felggo se puso alerta me sorprendí pero no dudé. Los sentidos de Felggo y su instinto nos había librado de muchas en el pasado y no dudaba de que seguiría haciéndolo en el futuro. 

Para cuando apareció el peligro a nuestra vista ya empuñaba el arco de las quebradas y había tensado una flecha en el mismo. Mis compañeros habían hecho lo propio.

Disparo el arco lo más rápido que se, soltando saeta tras saeta con la esperanza de derribar al mayor número de huargos antes de que lleguen a nosotros.

Por suerte, todas las saetas parecen impactar en el enemigo que se aproxima. No por nada eran la compañía afortunada...