Partida Rol por web

Tras unos días de descanso y preparativos, al final ya estáis listos para partir hacia esa enorme montaña, de la que habéis oído, puede resultar muy peligrosa. Como forma de evitar posibles problemas, no llevaréis porteadores, vosotros mismos y Harrer seréis los encargados de llevarlo todo. 

Habéis dejado parte de vuestras pertenencias en una caja de seguridad del hotel, y tras un desayuno muy temprano, os ponéis en marcha. Tras un par de horas de conducción, tenéis que dejar el coche y seguir a pie. El coche será llevado hasta el hotel por un trabajador del hotel que os ha acompañado.

Al principio el paseo es estimulante y agradable, pero a medida que pasan las horas, comenzáis a comprender la enorme dificultad del reto que tenéis ante vosotros, y el cansancio acecha como una pesada sombra cada vez más cercana. A medio día hacéis un alto para descansar, y comer. Durante la tarde la precordillera del Karacorum, os pone las cosas aun más difíciles. Y en más de una ocasión necesitáis parar para recuperar aliento y fuerzas.

Vuestro guía, tras estos días esta casi totalmente recuperado. Os sorprende lo simpático y alegre que esta, ya no es solo, haber recuperado la libertad, es que ahora esta en su elemento. Se mueve con facilidad, y no parece afectarle el cansancio, de la misma forma que a vosotros. Aunque en más de una ocasión, la sonrisa casi permanente, desaparece por un rato de su rostro, cuando mira a la aun, lejana montaña. 

-Ese maldito profesor Hummels, quería matarme. Logré escapar, pero me ha destrozado la vida. Pensé que moriría en aquella prisión inglesa.-Pero pronto vuelve su sonrisa y continua la marcha, ayudando mucho al resto, y buscando en todo momento el mejor camino para continuar.

El primer día os resulta bastante duro, a pesar de que Harrer dice que vais con mucha calma para aclimataros a la zona y a la marcha.

Tras la primera noche en las dos tiendas y un desayuno muy temprano, os encamináis ya hacia las primeras laderas de la inmensa mole que es el Nanga Parbat, con muchas dudas de hasta donde podréis llegar. Y teniendo ya todos muy claro para este momento, que sin vuestro guía, esto habría sido casi imposible. 

Le véis de vez en cuando consultar varios planos y mapas, para tratar de buscar la mejor travesía posible, y los menores desniveles, preocupado por facilitaros el camino todo lo posible.

Dejé poca cosa en el hotel, dado que no llevaba de por sí muchas cosas encima. Cuando tuvimos todo el equipo comprado, partimos hacia el valle desde donde comenzaríamos la ascensión. Los paisajes eran preciosos, salvajes e indómitos. Harrier nos guiaba por senderos y trochas que conocía y que eran el mejor camino para ascender. Los pulmones me iban a estallar y creí que me iba a entrar la dichosa tos, pero de momento me respetaba. La ascensión se me estaba haciendo muy difícil, dado que yo ni era deportista ni estaba acostumbrado a hacer grandes esfuerzos físicos. Cuando llegó el atardecer y paramos para montar las tiendas y pasar la noche, recé por haber sobrevivido a este horroroso día. No sabía si el día siguiente sería mejor, pero como fuera peor, no me creía capaz de llegar al templo.

Pete dejó algunas pertenencias en el hotel, las que creyó oportunas... pero igual no había dejado las suficientes e iba cargado al límite de sus posibilidades... pero aquel terreno, iba a ser más difícil de lo que él creía.

Pete empezó la subida siguiendo de cerca a Harrer, y se creyó que le iba a poder seguir el ritmo, ya que éste iba mucho más cargado que él... pero se equivocó. Paso tras paso, iba avanzando, pero poco a poco Upham se fue quedando atrás. Apenas habían ascendido un poco y ya tenía la sensación de que le faltaba el aire... parecía que se ahogaba.

Todo apuntaba a la falta de ejercicio y la carga que llevaba.

En el ascenso, hubo un momento que Pete se acercó a Moore, parecía que iba igual de cansado que Pete pero en el último tramo éste se quedó atrás. Iba a retrasar a todo el grupo.

Ya estaba el atardecer, y los demás le sacaban un trecho... en frente suyo, según seguía avanzando pudo ver como iban montando campamento si él. En poco llegaría a tiempo para aportar la parte que llevaba el de la tienda y tirarse a descansar. Había sido un día demasiado duro para Pete... y esperaba que los restantes no fuesen parecidos.

Mientras estábamos en la precordillera, veía a Harrer disfrutar de aquel entorno, pero el resto estábamos realmente cansados. El profesor Marcus, Pete, y ahora yo... estábamos acusando el cansancio de una manera desmedida. Por mi parte, recordaba las travesías selváticas en Centroamérica, y desde luego prefería el calor asfixiante de la humedad de los arbustos al tenebroso y gélido ascenso de este territorio. Estaba claro que anímicamente tanto combate nos había afectado.

Creo que hemos de descansar.... -dije al grupo, pero también dirigiéndonos a nuestro guía-. Aunque esto sea una "carrera" contrarreloj, lo más lógico es dedicar una jornada al descanso.

El madurito no pudo menos que sonreír por lo bajo en un par de ocasiones cuando vio que la mitad del grupo aguantaba tan mal el primer día de caminata y subida. ¡Madre mía, el primer día! Y apenas habían comenzado a escalar, era solo una pequeña cuesta lo que estaban haciendo.

Pero no era cosa de risas. Así que animó a Harrer a ayudar con los trastos de los demás, mientras él mismo hacía lo propio. Eso si, no puedo evitar soltarle una "amable" palmada en la espalda al profe inglés. 

-Vamos, que no estás tan mayor. Un poco de aire limpio de estas montañas te transformará en un león. 

En fin. Tampoco había que lanzar cohetes, que él mismo sintió el recuerdo de su enfermedad y temió que le afectase. No fue así, y su cuerpo reaccionaba como si tuviese veinte años menos.

-¡Adelante, amigos! Las nieves eternas nos aguardan -bromeó. Pensó que deberían relajar la marcha, tardaría más pero llegarían todos. De otra forma, puede que ninguno lo lograse. 

-Montaremos el campamento y descansaremos, Faith. Preparo un café y unas tostadas con miel, ya veréis, os vais a sentir con nuevas fuerzas. 

A medida que pasaban las horas del segundo día de marcha, cada vez resultaba más evidente que la mayoría no estaban acostumbrados a este tipo de largas caminatas. Los pies en carne viva, las cintas de la mochila y equipo, clavadas en los hombros. Más de una vez os visteis obligados a deteneros. Y antes de la hora de comer, estaba claro que no podríais llegar mucho más lejos de momento. Querer forzar más aquello era demasiado peligroso, alguien podría incluso sufrir un infarto.

Tras ver que tan solo Steve avanzaba con facilidad, y que el resto se encontraban casi exhaustos, decidió que tenían que hacer unas curas y descansar. De nada serviría tratar de forzar más la situación.

-Creo que lo mejor será que todos descansemos un buen rato. Habrá que mirar esos píes, que posiblemente no estén aun acostumbrados a las botas nuevas, ni a las largas marchas. Así que descansaremos unas horas, comeremos algo y curaremos las heridas. Me parece que habrá que reventar más de una ampolla en esos pies suyos. He comprado una buena pomada, que hará más fácil su curación. Descansen un rato, que iré preparando algo de comer. -

Y mientras el resto os acomodabais, fue preparando algo de comer. Tras poner algo al fuego, algún tipo de sopa o caldo caliente, se acerco hasta Steve y le dijo. -Usted parece mucho más acostumbrado a esto que el resto, de hecho, se le ve muy bien. Le importaría retroceder un poco con estos prismáticos, y tratar de ver si alguien nos sigue. No me gustaría ponerles las cosas demasiado fáciles a esos nazis, si es que están tras nuestros pasos. Y es posible que así sea. –

Tras descansar y comer algo caliente, retomáis la marcha, más despacio hasta al atardecer, donde volvéis ha montar un campamento para alimentaros, y cuidar vuestras heridas. (Seguro que los píes están un poco tocados). De nuevo tenéis que montar las dos tiendas, preparar la cena y curar las heridas del viaje. Pero algunos también aprovecháis cuando aun hay luz suficiente, para tratar de ver si hay alguien tras vuestros pasos.

La ascensión iba a ser un infierno para mi. Me tenía que haber quedado en el hotel esperando al resto, así no sufriría tanto. Poco a poco iba cogiéndole el truco y me fui aclimatando. Eso sí, los pies los tenía en carne viva y me dolían horrores. Cogí un palo que había en el suelo más o menos recto y lo usé como bastón para facilitarme la ascensión. Cuando llegó nuevamente el atardecer, hicimos campamento, cosa que agradecí sobremanera.

-"No sé si llegaré con vida al templo, por dios. Está claro que no estoy hecho para los rigores de montaña. Tengo los pies destrozados y me duele todo el cuerpo." Les dije a los demás.

-Gracias, Harrer. No se vaya a creer, que no me está resultando un paseo. -tomó aire, empezaba a quemar en los pulmones. - Usted se ha recuperado pronto, afortunadamente.

Asintió. De acuerdo, lo comprobé esta mañana, pero veo bien no dejar de hacerlo con cierta regularidad -no tenía motivos para sospechar de Harrer, ¿no?

Con los prismáticos en la mano, descendió un trecho, se encendió un cigarrillo y, al pasar cerca de Marcus, de nuevo le dio ánimos- Vamos, no sea quejica, le contará esta aventura a sus nietos algún día. Si no se lo come el yeti, claro. Tiene pinta de que será el primero, jajaja.

Localizó un buen otero y se dispuso a observar el lejano horizonte que dejaron atrás horas antes.

- Jajaja - se rie Piero - que buenos recuerdos me trae estas caminatas en serio, Vamos chicos que no hemos andado nada aún. Nos falta bastante tramo y esta super fresco. - 

Mientras mira a los demas - Vamos profesor que si esta hecho solo le falta practica. - 

Retomamos la marcha. El Nanga Parbat no iba a ser coser y cantar, como solía decirse. Los pies estaban llenos de sabañones y alguna que otra ampolla, pero el descanso nos vino bien a todos. El escalador Harrer iba el primero, como en la vanguardia de una larga marcha hasta un lugar inhabitado. Cuando estuvimos en un lugar algo más plano menos truculento (si es que eso era posible en aquellas alturas), traté de hablar un poco con el alpinista, sin detener la marcha.

¿Qué nos puede contar de ese templo? Sabemos que asesinaron a los monjes -le comenté-, pero buscaban un artefacto secreto... ¿tienes idea de qué puede ser? Por cierto, ¿usted conoció al profesor Hummels en persona, tengo entendido? -no dejaba de mirar la nieve y la roca a cada paso que daba, para no tratar de resbalar-.

Harrer se queda pensativo y contesta:-Lo que estaban buscando no lo se, pero se llevaron un montón de antiguos libros y manuscritos. El profesor era un hombre callado, muy centrado en lograr sus objetivos y hacerlo cuanto antes. El sabía de la existencia del templo, y quería llegar a el cuanto antes. Cuando llegamos, como ya les conté, los soldados que iban con el mataron a los monjes del templo, y yo solo pude escapar al reaccionar muy rápido ante el primer disparo. Tiene que ser un hombre cruel, además de obsesionado con su búsqueda, de lo que sea.-

Y de nuevo, un gesto de preocupación en la cara del alpinista, al recordar aquellos funestos acontecimientos que apunto estuvieron de acabar con su vida, pero que desde luego se la habían amargado. Ya que el largo presidio a manos de los ingleses, era debido a esa expedición. 

Tras un breve descanso, retomamos la marcha un poco más… antes del atardecer. Había que aprovechar el máximo ya que alguno del grupo no estábamos en las forma física que requería esta escalada… y eso que era el principio.

Poco a poco fuimos subiendo algo más y Pete iba el último, sin hablar… guardando el aliento para la caminata. Podía sentir como le ardían las plantas de los pies y había veces que notaba un pequeño pinchazo en el talón… seguro que ya habría criado alguna ampolla.

Tras un par de días bastante malos, sobre todo el segundo, los intrépidos aventureros comienzan a adaptarse a la montaña, al equipo y a las botas. Estas largas caminatas por un terreno muy irregular y que cada vez presenta una mayor pendiente, no es el mejor de los lugares para dejar una vida de relativo sedentarismo como es el caso de alguno de los aventureros.

Pero gracias a los cuidados de Harrer, su pomada ayuda a cicatrizar rápido las heridas de los pies, y a su elección de las rutas más cómodas, lográis haceros todos bastante bien las caminatas de los siguientes días. De forma que al acercaros a las zonas más peligrosas y con mayor pendiente del Nanga Parbat, todos tenéis una cierta soltura, y lo hacéis sin demasiados problemas.

Habéis estado pendientes de que nadie fuese tras vuestros pasos, especialmente Steve y Harrer, al principio, luego ya también el resto. Y hasta el momento no habéis visto a nadie en la distancia, aunque eso tampoco es una garantía de que no haya nadie tras vuestro rastro.

El alpinista, que hasta parece que ha engordado algo, está feliz, como pez en el agua. Tras su largo cautiverio, esto es el cielo para él. Es una persona muy activa que siempre está haciendo alguna cosa, os cuida a todos y siempre está pendiente de que estéis bien, y que vuestros pies estén mejor. Además, parece un buen cocinero que os prepara el rancho, del que tal vez por el gran apetito que os han despertado las largas marchas, no dejáis nada.

Tras comprobar que ir con prisas no era una opción, ya que algunos no podríais seguir el ritmo, ha estudiado con frecuencia el mapa, para a costa de un viaje algo más largo, que este sea más fácil y os permita prepararos para el ascenso final. Que si bien, no se trata de hacer cima, si que es a una altitud considerable.

Cuando ya lleváis varios días de marcha, y el terreno comienza a volverse duro de verdad, una mañana tras el desayuno os dice.-Llegamos a la parte más difícil del viaje, he dado un rodeo evitando las zonas más difíciles, pero creo que ya estamos cerca. Habrá un día muy duro de grandes pendientes. Lo mejor será que nos atemos con las cuerdas, por si alguien tropieza y cae. Ya que ahora los descuidos podrían ser mortales.

Luego estudia otro rato el mapa y os lanzáis al ascenso que os debería llevar hasta el templo.