Partida Rol por web

Este último tramo es duro de verdad, si hubierais comenzado en una zona así, puede que hasta hubieseis muerto. Gracias al guía y a vuestra adaptación, ahora es algo que entra dentro de vuestras posibilidades. Pero no es tan fácil como os gustaría. Con ciertos temores y miradas hacia la inmensa mole en la que ya estáis y que continua hacia arriba hasta casi llegar al cielo. Emprendéis el ascenso de este tramo final hasta donde debería estar el templo que buscáis.

Vuestro turno.

Después de pincharme varias veces las ampollas cada día y al ungüento de Harrer, los pies se me habían llenado de durezas. Pero tenía algo bueno, podía andar más o menos bien, sin dolor. Poco a poco me iba habituando a la altitud y a los largos paseos. Harrer nos cuidaba bien, no parecía mal tipo y eso que era austriaco. Las vistas eran espectaculares, de esas que solo ves en las postales. Todos los días me paraba un rato para admirar el paisaje y respirar el aire fresco y puro de la montaña. ¿Le vendría bien a mis pulmones? No tosía, así que definitivamente sí.

El último ascenso. Hoy tocaba atarnos y afrontar el último tramo del viaje, el más difícil. Me puse entre los del medio y me pasé la cuerda por la cintura, atada con un mosquetón. Si alguno caía, el resto podríamos ayudarle; simple física. Comí bastante bien, para coger fuerzas y miré con decisión la cima de la montaña, como desafiándola.

- Que divertido es todo esto Harrer, en serio que tu trabajo debio ser muy bueno - mientras mira la imponente mole que les queda pendiente - Bueno hay que atarnos, yo ire de último para ver que nadie se nos venga abajo jajaja, no se preocupen que yo los cuido aquí -

Antes de empezar a escalar, busco algún momento que Harrr este distraido o que estemos solo y les comeno a mis compañeros

- Tenemos que pensar que vamos a hacer con él, yo diría dejarlo libre, pero no se como lo tomen los ingleses, podríamos decir que se escapo entre las montañas - 

Cuando empieza la última escalada voy atras avanzando lo mas segudo posible, colocando bien las botas y los bastones para evitar problemas por si alguno de ellos cae estar bien sujeto para aguantarlo.  

Me até la cuerda a la cintura, con los fijadores de seguridad reglamentarios, y el ascenso se tornaba difícil, la parte más complicada del mismo, por boca del alpinista. Harrer se estaba esmerando en cuidar del equipo, señal de que había agradecido, por un lado su liberación, y por otro colocarle en su "ambiente ideal". Sin embargo eso no nos evitaba los peligros que pudiera haber delante y arriba (la montaña) y los nazis (detrás de nosotros). Notaba además cómo al profesor Marcus le venía bastante bien aquel ascenso, pues parecía estar recuperándose, a base de caminatas verticales, de las fatídicas heridas de combate, lo cual me alegraba.

De momento no podemos dejarlo libre. Toca el ascenso y después... el descenso. Estoy a favor de ello, no obstante: se lo está ganando -apunté mirando a Harrer mientras estudiaba su mapa-. Cuando lo liberemos, mejor sea en una ciudad para que pueda ocultarse, no en pleno campo o monte... o volverán a cazarle.

Este lugar es una maravilla, pensaba Steve, embelesado con las vistas, con ese cielo que casi podías tocar, con los colores más vivos que hubiese "sentido" nunca en la piel. Una gozada. 

Llevaba su sombrero, cargando la mochila, a buen ritmo. Sus pulmones se lo estaban agradeciendo y, como su forma física en general era buena, podía seguir bien la marcha e incluso ayudar a los compañeros.

-No estoy seguro si...quizá nos siguen. -informó una noche junto a la hoguera durante la cena- Vi un reflejo en la lejanía. Pudo ser cualquier cosa. Desde entonces, nada. No nos confiemos.

Y ya casi estaban llegando al templo. Puede que no fuese una bonita escena la que se iban a encontrar. Malditos nazis. Envenenaban todo cuanto encontraban.

-Yo diría que él mismo se las arreglará para desaparecer. Solo tenemos que hacer la vista gorda -sugirió en relación a Harrer. Steve estaba convencido de que el alpinista ya estaría pensando en la opción de largarse cuando regresasen.

- Harrer, si lo que dice Steve es cierto nos estan siguiente. Propongo dos opciones O armar algun tipo de avalancha para que no nos sigan y se vengan abajo - con una sonrisa en la cara - o plantear una emboscada en algun lugar que tu crear y esperarlos. No debemos llegar con ellos al templo, tal vez eso es lo que necesitan para lo que sea que estén haciendo. 

Upham seguía como podía al grupo. No estaba hecho para esto, él era más de estar en salones de juego, relacionarse con gente importante, tirar de contactos para hacerse el importante... y no el estar escalando una montaña en no sabes dónde y con unos nazis persiguiéndoles y queriéndoles matar.

Toda esta tensión y el exceso de actividad física le llevaban a un estado de cansancio físico y mental que el pobre Upham pagaba con un estado de cansancio generalizado.

No fue si no la comida y los cuidados de Harrer lo que le levantaban la moral. Quién le diría a él que el austriaco hubiese sido la pieza más importante de la expedición.

- Gracias - le dijo a Harrer mientras aceptaba un poco de crema para sus pies hechos polvo y se la huntaba.

Ya les había indicado que lo peor estaba a punto de llegar, pero Pete no se creyó que tanto... Cuando se halló cerca de la inminente escalada, pudo ver lo escarpada que era esa parte de la montaña y las putas que las iba a pasar en un futuro muy próximo.

Entre todo esto, Steve hizo unas insinuaciones que no le gustaron nada la joven Upham. Creían que les estaban siguiendo. La montaña parecía escarpada y con poca cobertura, a si que se dispuso a apelar por la situación.

- ¿Qué te dice que nos busquen Steve? Yo veo bastante tundra, no parece que haya muchos sitios en los que ocultarse sin ser detectado... o sin llamar la atención lo suficiente ¿no?

A Harrer los comentarios acerca de liberarle tras la expedición, le alegraron y mejoraron aun más su buen humor. Estaba claro que no tenía ningún interés en regresar a aquella cárcel de la que le habíais sacado. Tan solo los comentarios de que alguien podía estar tras vuestros pasos ensombreció su semblante.-Yo no he visto a nadie, pero nunca se puede estar seguro de que esos malditos nazis no nos estén siguiendo.-Y tras pensar un rato, viendo el lugar en el que os encontrabais, añadió:-Ahora estamos en la zona más peligrosa, concentrémonos en llegar hasta el templo, y supongo que allí alguien se tendrá que quedar a vigilar, no sea que nos estén siguiendo. Pero en estos momentos, lo importante es llegar y no caer en este tramo.-

-No digo que nos sigan -negó, mientras fumaba al calor del fuego de la hoguera- Vi un reflejo. Un charco, una reverberación de la luz. Un metal. No lo se. -dio otra calada.

-Podrían ser ellos o, simplemente, nada. Que no bajemos la guardia, vamos. 

Escuchó a Harrer. Coincidía con él. -Yo me puedo quedar. Si se acercan -mostró sus dos puños y la sonrisa socarrona- , enviaré a esos malnacidos al infierno de vuelta.

- Alguien tiene que revisar atras y otro revisar el templo, pero como dice, primero llegemos luego ya vemos que hacemos.

Vamos chicos - 

Tras un difícil y agotador ascenso, llagáis a una pequeña meseta donde se encuentra el templo. Aunque habéis estado vigilando por si os seguían, no habéis visto nada raro hasta el momento. Aun así, decidís que alguien se quede a vigilar desde una posición tan ventajosa, desde la que sería fácil descubrir a alguien a gran distancia. Steve que ha resultado ser un buen observador, se queda a la entrada del templo con los prismáticos.

El resto tras recuperar el aliento, tras el gran esfuerzo realizado entráis en el desolado templo. La nieve ha cubierto toda su superficie y yacen esparcidos en el suelo gran número de cuerpos congelados, que no presentan síntomas del paso del tiempo.

Tras pensar un rato y recorrer el patio principal, llega hasta un lugar y quita la nieve hasta llegar a las losas del suelo. Tras varios intentos logra dar con una losa que puede mover, y bajo ella saca un montón de pergaminos.-Me ha costado dar con la losa, pero al final lo he hecho. Esto es lo que vi esconder a aquel monje, cuando los alemanes comenzaron a disparar.-

Y os da varios rollos de viejos pergaminos.

En uno de estos pergaminos, se narra sobre un norteño que llegaba de las Tierras Salvajes y adoraba a extraños dioses. Es parecido a un diario, perteneciente a uno de los monjes que lo ayudó durante su estancia y fue su guía espiritual. También describe cómo conoció su cultura y que era miembro del clan Yngling, descendiente de Ragnar Lodbrok. Hay información sobre cómo se ganó el derecho a viajar hasta el último destino conocido de la semilla del «Árbol de la Vida», y cómo se llevó el secreto a su hogar para abrir los corazones de sus familiares y amigos a la verdad de un único Dios. Hay un dibujo que parece el Yggdrasil y va acompañado de una palabra: «Tønsberg» (Tønsberg es considerada la ciudad más antigua de Noruega, fundada en el S. XII y la primera en albergar una iglesia católica).

También hay textos en toscano medieval y latín, sobre la naturaleza y las matemáticas aplicadas a ella; cada uno de estos libros posee un extraño dibujo en forma de espiral. Este dibujo representa la evolución de la vida en la naturaleza y una secuencia matemática, la cual se aproxima mucho al «número áureo» que representa la perfección en la naturaleza.

El autor de todos ellos es Leonardo de Pisa, alias «Fibonacci», que los escribió en un periodo relativamente corto. Parece que estuvo algunos meses viviendo entre los monjes, por lo que puede leerse en las anotaciones en latín de su diario, donde se habla sobre su búsqueda de la geometría perfecta, cuya solución se halla en las hojas del «Árbol de la Vida». Según él, las tropas de Alejandro Magno llegaron hasta la India buscando el secreto de ese místico árbol y una cura para su enfermedad: «la fiebre del Nilo». Fibonacci siguió los pasos de dicho ejército y llegó hasta la montaña, pero no encontró el árbol. Buscando entre los pergaminos guardados en el templo, encontró el testimonio de un soldado del ejército de Alejandro Magno originario de Arcadia, ciudad de la antigua Grecia. Según su testimonio escrito, lo sanaron con las hojas de un árbol, cuya figura no encontraba entre los muros del templo. Se habían llevado «La Semilla» a otro lugar sagrado, poco antes de su llegada.

Según los textos del matemático italiano, este cree que podría tratarse de una ciudad del Reino de Canaan: la tierra prometida. Leonardo de Pisa se despide de los monjes en una carta, agradeciéndoles su hospitalidad y compartiendo un mapa con la ruta que realiza para regresar a la Toscana; por si algún día uno de los monjes decide visitar Europa. Un tiempo después escribió su libro más famoso «Liber Abaci» -libro de cálculo- y cuyo original se encuentra en la Biblioteca Apostólica del Vaticano, y por el que se responsabiliza de introducir la numeración indoarabiga -la numeración actual en Europa. El Profesor Moore sabe que la copia original nunca ha sido vista por ningún erudito, ya que se encuentra en la sección de libros prohibidos por la Santa Sede. El Vaticano tiene el único libro sin censurar, que recoge sus investigaciones y viajes. Parece que Leonardo de Pisa descubrió el secreto de la naturaleza de las cosas, y quizás el de la vida eterna.

Es esos momentos Steve llega indicando al resto que una columna de alemanes está subiendo hacia el templo, usando el mismo camino que habéis seguido. Tardarán un buen rato en llegar, pero no es conveniente que estéis allí cuando lleguen.

Harrer os lleva por otra ruta, algo más complicada, que esta situada en la otra cara de la montaña, y abandonáis el templo. Con los pergaminos, había muchos otros lugares que poder registrar, y algunos monolitos y gravados, pero dada la presencia de los alemanes, Harrer os ha insistido en la necesidad de salir de allí.

Vuestro turno.

-Chicos, hay que largarse. Los malditos boches vienen de visita -Avisé a mis compis, fui corriendo hacia el interior del templo. Menos mal que ya teníamos la mosca tras la oreja.

-Coged todos los pergaminos, no podemos enfrentarnos con garantías. Acabarían por bloquearnos aquí. ¡Vamos!
Una nueva huida. De bajada, los alemanes pisándonos los talones, pero con el éxito en nuestras mochilas. ¡Un vikingo aquí! Grandes viajeros y aventureros, desde luego.

-¿Y si buscamos esa ciudad del reino de Canaán? En los mapas de ese matemático, en la ruta a Europa, puede que esté señalada.

Harrer encontró en un periquete los pergaminos y estuvimos echándoles un ojo. ¡La historia que relataban era fascinante! Todo tenía mucho sentido para mi, dado que muchas de esas historias las había estudiado e investigado. La repentina aparición de los nazis hizo que nos diéramos prisa en recoger y marcharnos del lugar, que bien hubiera merecido una buena investigación de un par de días. Bueno, siempre podría volver en un futuro, sabiendo más o menos donde estaba.

-"Siento disentir, caballeros, pero hemos dado nuestra palabra al ejército inglés de que devolveríamos a este hombre tras nuestras pesquisas. No sé ustedes, pero yo suelo cumplir mi palabra. Si ustedes no la van a cumplir, me temo que tendré que tratarles como a esos hombres que nos persiguen... hombres sin honor. Además, necesitamos de la ayuda de mi gente para poder volver a Europa o donde demonios vayamos después; que yo propondría ir a Canaán. Tenemos que coger un avión y ellos nos lo proporcionarán. Estoy seguro que a Harrer, después de ayudarnos en esta misión, no volverán a encerrarle en una sucia y lóbrega celda, si no en una habitación vigilada." Les dije seriamente.

Empecé el descenso con mucho cuidado, aunque era más difícil bajar que subir. Con pequeñas caídas estuve lidiando continuamente según descendíamos.

Miré con cierta incredulidad a nuestro profe. Estos ingleses...Que no volverán a encerrarle...ingenuo. -Quizás te sientas feliz, Marcus, en una habitación vigilada, mordisqueando tus libros. Pero no un alma libre como es el alpinista.

Pensé en otra opción -Es una lástima que nuestro amigo Harrer "haya muerto" en la refriega con los alemanes en el templo. Deberemos comunicarles tan lamentable noticia a tus paisanos. Era un buen hombre.

Había escuchado fascinada, por boca de mis compañeros, el contenido de aquellos legajos. El caso es que en mi vida me había limitado a encontrar tesoros, pero poco atendía a todas aquellas cuestiones tan interesantes para otros, como el profesor Marcus. Admiraba al profesor y su interés por ello, pero no estaba de acuerdo con devolver a Harris a los ingleses.

Ahora que tenemos nuevas pistas por donde avanzar y hacer pesquisas, creo que la menor preocupación es devolver al alpinista con los ingleses, profesor -le respondí-. Nos siguen los nazis -había visto ya a Steve regresar y comentar las nuevas noticias-, y eso debe ser razón suficiente como para que no digan nada a posteriori...

Los pergaminos también hablan de Noruega... y ese nombre extraño... ehm..., ¿tal vez los vikingos? Hablo de memoria... ¿Acaso... conocían los vikingos propiedades curativas de ese "Árbol de la vida"? No tengo ni idea, compañeros, pero ya os digo que viajar al Vaticano e internarnos en sus archivos no será EN ABSOLUTO -remarqué- tarea fácil para el más experto ladrón, y no digamos para un grupo de cinco... o seis -miré a Harris-. Creo que podríamos viajar a Noruega y buscar al descendiente de ese tal Ragnar Lodbrok... al menos lo veo más fácil -propuse-.