Partida Rol por web

- Saludos, señora- saludó Volgar con una pequeña inclinación de cabeza- mi nombre es Volgar Um, me gustaría hablar con Gondo. Me han dicho que podría encontrarlo aquí.

Las últimas gotas repiqueteaban contra el suelo al caer de los tejados y fundirse en los pequeños charcos que salpicaban las calles estrechas y grises.

Saludos. Añadió. La casa le traía recuerdos. Destartalada, sucia y compartida entre varias familias, robándose unos a otros el espacio. Cuando la puerta se abrió, salió parte del calor, de ese tan característico de gente hacinada. El olor era muy parecido en todos lados; en todas las ciudades. 

La mujer mostró primero sorpresa y luego reconocimiento.

-¡Ah! El curandero...- dijo cayendo en la cuenta de a quién buscaban -Ese viejo está en las últimas... está en la habitación del fondo-

La mujer abrió más la puerta haciendo un esfuerzo para que la madera hinchada se deslizara  haciendo que la tierra dentro dejara paso a un surco en ella. La niña que había abierto reapareció mirando con ojos curiosos a la extraña pareja.

La visión que tenían frente a ustedes no les era para nada extraña: niños, mujeres, hombres y ancianos, todos hacinados en habitaciones demasiado pequeñas para demasiada gente. Como bien sabía Derian, así era en todo Dormenia, ¿cuántas noches había pasado en lugares así? Hasta Volgar había vivido mucho eso mismo...

Caminaron entre la gente que los miraba con sorpresa y temor en partes iguales. La espada imponía respeto con solo su presencia: o era un noble, o era un espadachín, ambas cosas de temer.

El olor era intenso, acrecentado por la humedad del día y de los días pasados. Cuando llegaron a una cortina deshilachada pudieron escuchar una respiración agitada y una tos bronca. Una ráfaga de viento que entró por la puerta abierta a sus espaldas hizo que la cortina se corriera y sus ojos se encontraron fugazmente con un jergón y un anciano sobre éste.

- Gondo- susurró Volgar entrecerrando la cortina tras de sí y haciendo gestos a la mujer para que los dejasen a solas. El anciano sabía que su edad, en estos casos, jugaba a su favor. Le daba cierto aire de respetabilidad.

El anciano respiraba pesadamente y se veía que posiblemente le quedara poco tiempo.

- Gondo, hermano- llamó- cómo te encuentras.

- Gondo- repitió.

El viejo pareció como despertarse ligeramente y observó al anciano y al caballero. La extrañeza se reflejó en su mirada.

- No nos conoces, Gondo- sonrió Volgar- tu mente no te engaña. Venimos de parte del panadero, investigamos el caso de las extrañas muertes de los muchachos.

Volgar trató de utilizar sus mejores dotes para mostrarse familiar y cercano. También creyó que para eso era mejor saltarse su episodio en la Corrección, dificilmente le ayudaría a granjearse el afecto de nadie.

- Necesitamos hacerte unas sencillas preguntas, si te encuentras con fuerzas, claro está.

El anciano, de barba blanca y rala y apenas cabellos en su cabeza, levantó la mirada. Tosió y se incorporó un poco.

-Buenos días- dijo con una voz ronca -Sí, mi nombre es Gondo, ¿ustedes?- preguntó más sorprendido que asustado, por más que ambos percibieron las miradas hacia la espada de Derian.

-Escuché algo al respecto...- respondió interrumpiéndose con una tos grave -¿Qué necesitan de mí? Como verán no estoy en mi mejor momento- e intentó esbozar una leve sonrisa.
 

- Lo sabemos- asintió comprensivo- trataremos de ser concisos para dejarte descansar. Mi nombre es Volgar Um y este es Derian. Por lo que sabemos hasta ahora, el culpable debe tener forzosamente conocimientos de medicina- trató de buscar rasgos de sorpresa o nerviosismo en el viejo- todo el mundo sabe que la medicina no es una disciplina que dominen los habitantes comunes de una aldea.

Volgar se recolocó sobre la silla, tratando de buscar una postura más cómoda mientras observaba la reacción del viejo a sus palabras. No veía el momento de regresar a la posada y tumbarse en el jergón a descansar sus doloridos huesos. La humedad le estaba matando.

- Lo que queremos- pidió- es una lista de todas las personas que creas que podrían tener ese tipo de conocimientos en la aldea.

Derian observó al anciano tendido, esperando su respuesta. Empezaba a tener una acuciante necesidad de salir de ahí. Descansó la mano en la empuñadura de su espada, preguntándose si llegaría a ver tantos años como los que habían visto esos dos hombres. Probablemente no, pero desde luego iban a atrapar al asesino y a ganarse esa recompensa. Cuánto costaría viajar a Harrasia?

El viejo se intentó incorporar un poco para poder verlos más cómodamente, parecía sorprendido ante las suposiciones.

-¿Por qué creen que debería conocer de medicina?- preguntó -Que yo sepa, yo soy el único curandero de la ciudad... aunque también podría saber Karisfen, ya que es el Corrector-

Era de sobra conocido que los Correctores muchas veces conocían cómo curar... y torturar con sus conocimientos.

Luego de terminar de hablar, tosió varias veces, y les señaló una jarra que estaba apenas fuera de su alcance.

Volgar esperaba la respuesta así que respiró tranquilo y se movió con soltura para alcanzar al viejo la jarra que descansaba en la cómoda, para que mitigara su ataque de tos.

- Los restos de los cuerpos, por lo que nos han dicho, ha recibido un... tratamiento digamos que sólo alguien con conocimientos anatómicos podría realizar. Cortes precisos y bueno, ese tipo de cosas, tampoco hace falta ser demasiado escabrosos. En cualquier caso- se encogió de hombros, haciendo que sus ropas susurraran- es algo que sabemos de oídas. Por supuesto, nosotros no hemos visto los cuerpos. Es la única pista que tenemos, con el tiempo veremos si vamos en la dirección correcta.

También podría ser alguien con conocimientos de medicina, pero que no la practique... Alguna persona con acceso a una biblioteca con manuales de medicina, algo así. Quizás sus prejuicios hablaban por él, pero estaba harto de ver a poderosos salirse con la suya. Desde el principio todo este asunto le olía a miembro de la nobleza aburrido, con demasiado tiempo y demasiado dinero... y con pocos problemas. 

Gondo tomó directamente de la jarra mientras escuchaba las palabras de los visitantes. Cuando terminó de darle un buen sorbo, volvió a dirigirles su atención.

El olor a humedad parecía más fuerte, al tiempo que una brisa hacía entrarlo por la ventana.

-Se me ocurren sólo dos personas que podrían acceder a un conocimiento como ese... aunque el mío no ha sido recibido a través de libros- explicó el viejo con la voz más suavizada gracias al agua, que parecía tener alguna sustancia más, que Volgar supuso que podía ser limón... y algo más.

-No sí si el noble Trilbanson tiene acceso a libros de ese tipo... es más, nunca he visto libros sobre medicina y curación- dijo sinceramente el hombre -Lamento no poder ayudarlos más...-

- Trilbanson, bien, ¿y el otro?- inquirió Volgar- habéis dicho dos personas.

El anciano se intuía la respuesta pero no estaba de más asegurar.

-Karisfen...- respondió simplemente, aunque no sin algún dejo de temor... ¿o era la tos que emergía?.

Tosió y tomó otro largo sorbo de la jarra.

Volgar bajó la mirada, pensativo. Desde que había conocido al Corrector se le había pasado esa idea por la cabeza, y no le abandonaba. No obstante, acusar a un Corrector son palabras mayores. Había que tener muchas pruebas y muy claras, y aún así.

Tal vez era mejor idea largarse de aquel pueblo y dedicarse a otra cosa. No tenía claro todavía qué podía aportarle aclarar aquel misterio pero sí tenía claro que podía suponer buscarse problemas con la Corrección.

Pero su instinto seguía diciéndole que, detrás de toda aquella parafernalia cruel y ritualista, había algo, algo diferente, interesante... y poderoso.

- Entiendo- dijo, al fin.

Volgar echó una mirada a Derian y a Tinda que permanecían tras él, compartiendo sus pensamientos en silencio. Se levantó despacio, como cansado y colocó la mano sobre el brazo de Gondo.

- Gracias, Gondo. Descansa ahora, has sido de mucha ayuda. Vamos.

Salieron los tres, envolviéndose en sus capas. Corría una brisa húmeda, sucia, de alguna manera. Parecía calarse hasta los huesos. Miró a los otros, los dos iban sumidos en sus propias reflexiones. La prudencia no se lo aconsejaba, pero habló. Este asunto empieza a tornarse espinoso. Una familia noble, nada menos que los Tribalson, y por otro lado un corrector. Nos jugamos más que perder unos días. Bastante más. Quiero atrapar a quien haya hecho esto. Empieza, de alguna manera, a ser algo... umm... personal. No seguiré con vosotros si no pienso que llegaremos al final de esto. Y la suma que daría el panadero no paga estos riesgos. ¿Seguiréis? Y si es así, ¿por qué?

- Bueno- Volgar meditó su respuesta- llevo varios años detrás de este misterio aunque esta es la primera vez que he podido llegar hasta aquí para investigarlo en persona. Mi instinto me dice que no se trata de un mero perturbado o un simple asesino sin escrúpulos, no. Debe haber algo más, algo poderoso.

El anciano se detuvo, el cielo seguía cubierto pero parecía que algún rayo de sol peleaba por atravesar las densas nubes grises que cubrían sus cabezas. Miró a sus compañeros y sonrió.

- Yo ya soy viejo y tengo poco que perder. Sólo me queda mi curiosidad y la sensación de poder descubrir algo realmente importante, diferente. Eso es lo que me ha traído aquí y lo que hará que siga adelante.

Tinda se había mantenido en silencio en todo momento. Se sentía apabullada por momentos, pero también era necesario continuar. Tenía que hacerlo. Se mordió el labio inferior, como cuando pensaba, aunque sabía que no tenía elección.

-Yo continuaré y tengo mis motivos- dijo la mujer saliendo de su mutismo de una manera parca, y parecía que no daría más explicaciones, parecía pensativa.

Bien. Miró a sus compañeros. Me alegra no seguir solo con esto. Respetaba los motivos de Volgar, y la mirada de Tinda era más que determinada. ¿Deberíamos ir a hablar con la familia noble? Preferiría mantener la posibilidad de ir contra un corrector como la última de las vías. El sol, que salía tímido a ratos, le recordaba al anciano de la casa, mortecino. ¿Alguna otra idea?