Partida Rol por web

–Hala– susurró Ylva al ver a tanta gente junta–. Mira cuantos han venido.

Y no solo habían venido, sino que parecía que estaban tratando asuntos muy importantes. La arquera era ajena a todos aquellos asuntos y solo conocía la naturaleza de la misión muy por encima, pero abrió las orejas tanto como los ojos. Tenía ganas de acercarse a Strumni para decirle que su compra llegaría enseguida, pero intuía que estaban en medio de una conversación importante y se quedó unos pasos más atrás.  

Dewa soltó un pequeño gruñido al recibirnos el toque de atención de Runi. El sonido que produjo fue por el dolor recibido y en otro momento o mejor dicho, si ese codazo no se lo hubiese propinado Runi, algo hubiera dicho. Un ligero calor se apoderó de su corazón al ver que estaban todos otra vez unidos. Cierto es que aún no había labrado ninguna amistad pero el viaje era largo y además, siempre le alegraba ver caras conocidas como en este caso. Los enanos eran seres extraños, todos con rostros parecidos ¿Como lograban diferenciarse? Olían igual, y solo las vestimentas, heridas y peinados eran diferentes. Para ella no sería sencillo y esperaba no meter la pata con los nombres o incluso ofendiendo a alguno de ellos. Comenzó a mirar de izquierda a derecha buscando alguna mujer enana, en caso de que hubiese alguna ¿Llevarían también barba? Solo una palabra aparecía en su mente, iguales. Son todos iguales

Tras su conversación con Gallan, solo quedaba volver con los demás. Nada más llegar al lugar donde se encontraban la princesa y los demás. Lo que vio allí la sorprendió. Un grupo de enanos había ido al encuentro de los skaldi. Nunca había visto a tantos juntos y estos no parecía que fuesen de acampada. 

Se acercó hasta ellos y se dispuso a escuchar. Aunque quizá no quisiesen que una extraña escuchase la conversación. Pero, al fin y al cabo, ella también formaba parte de esa comitiva diplomática. 

Obviamente no se lo iba a decir, y menos en público, pero la princesa estaba llevando muy bien el tema diplomático por el momento. No se había dejado amedrentar por la situación, y hacia las preguntas correctas y tomaba decisiones sensatas.

-Si esto sigue así el viaje va a ser más fácil y rápido de lo que esperaba. Lo cual sería toda una sorpresa, pues hasta el momento nunca había tenido una misión para el Rey que fuese así.- Con esos pensamientos deslizandose por su cabeza, el viejo skaldi escuchó la misión que explicaba la presencia del grupo de enanos en aquel lugar.

El que hubiese una incursión de rátidos no era nada bueno para ellos, pues si los enanos tenían que desplegar fuerzas contra aquellos seres no les iban a poder prestar la ayuda que necesitaban contra los orcos. Pero de momento no podían hacer nada más salvo escuchar y estar atentos.

Afortunadamente su guía enano preguntó por las noticias sobre el camino, pues si había algo peligroso para necesitar un grupo enano tan armado es que no iba a ser fácil. Ni mucho menos comodo.

Al ver a la capitana acercarse se irguió todo lo posible para tratar de evitar sentirse intimidada ante la poderosa guerrera y le hizo una breve inclinación en deferencia por su rango en aquella comitiva enana. —Saludos, capitana. Lamentamos oir eso y todavía más no poder ofreceros nuestra ayuda para el problema con esas deleznables criaturas... pero conocéis de sobra nuestra misión y desviarnos en dirección contraria es algo que por el momento se aleja de nuestras posibilidades. Aun así agradecemos mucho cualquier información que nos podáis dar sobre el camino, no me cabe duda de que será de gran utilidad para el grupo y facilitará el trabajo de Strumni.— le lanzó una mirada fugaz al enano al ver que también estaba por aquí y contuvo las ganas de enarcar una ceja. Esa volariana de nuevo...

—Os escuchamos entonces, capitana. ¿Qué ocurre en el camino al sur?

Gunnar, siempre cerca del costado derecho de la princesa, contempló a la capitana enana desde arriba. Sin embargo, no podía si no sentir un gran respeto y hasta admiración, de guerrero a guerrero, por aquella mujer, que comandaba una tropa de enanos veteranos y aguerridos... Pero aquellas noticias eran alarmantes, por lo que el gesto de Gunnar se volvió más sombrío, si aquello era posible. Y es que un destacamento que se marchara de Krar Umgar, era un destacamento menos en la lucha contra los orcos que asediaban todo Skald. Obviamente los enanos tenían su propia agenda e intereses, pero a Gunnar le preocupaba más el futuro de su nación.

El guerrero se mantuvo en silencio, pues tanto su guía enano como la princesa habían hecho las preguntas pertinentes. Gunnar siempre había sentido respeto por la princesa pues a pesar de su corta edad, la chica había demostrado su valía, pero en este viaje definitivamente se estaba luciendo.

Cualquier conversación que el muchacho pudiera haber mantenido murió tan pronto vislumbró entre la multitud al numeroso grupo de enanos allí reunidos. Ajeno a cuanto allí se trataba, desconocedor de la trascendencia de lo que se hablaba, guardó el silencio que de un sirviente se esperaba que guardara. Pero como simple espectador Glyrhel disponía de libertades que los protagonistas, en el desempeño de su labor, veían ampliamente encorsetadas.

Así pues como un curioso pajarillo que nada debe al hombre pero al que todo en él le interesa, su mirada revoloteó de un rostro a otro en busca del néctar de la novedad que tan dulce es para la mente inquieta. Tan solo desvió su atención de tan interesante escena para dirigir sus ojos brillantes, un codazo cómplice y una sonrisa satisfecha, hacia su gran amiga Ylva.

Agga se apoyó en su enorme martillo, mientras su grupo de enanos esperaba un poco apartado, para explicar lo que había venido a comunicar a la princesa y los suyos. Parecía preocupada, y eso en alguien tan curtido en el campo de batalla nunca es una buena señal.

—Todo empezó, según parece, hace dos días —explicó la capitana—. Mi grupo había salido de Krar Umgar bastante antes, así que si la fortaleza de mi rey ha recibido alguna noticia, a nosotros ya no nos llegó. Pero a nuestro paso por las tierras que rodean Kaz-Umzur, la atalaya donde tenéis previsto reuniros con mi gente, un explorador de la guarnición del capitán Snorri nos encontró en los caminos subterráneos y nos puso sobre aviso.

Señaló al sur con un brazo corto y fuerte.

—Parece ser que desde hace dos días han estado ocurriendo cosas... raras. Los bosques están inquietos, y muchas criaturas no se comportan como acostumbran. Incluso en el subsuelo se pueden notar vibraciones extrañas, sonidos inquietantes... Parece como si alguna magia extraña estuviera extendiéndose por la región. Algunos de los miembros de la guarnición de la atalaya incluso defienden que han visto... cadáveres rondando por la zona.

Aquél comentario no dejó a nadie indiferente. La nigromancia que levantaba a los muertos de las tumbas no era cosa de broma, ni siquiera para aquellos no versados en las artes mágicas. Mormnir, uno de los guerreros enanos, bufó incómodo. Agga continuó, sin que su expresión de preocupación se relajara.

—Sin perder tiempo, el capitán Snorri envió mensaje para poner sobre aviso al Rey Grummdar y a los demás señores enanos. Uno de nuestros magos, Durdi, está ya en camino para investigar. Pero aparte de eso no sabemos mucho más, salvo que es probable que no sea seguro transitar por la zona. Nosotros debemos continuar con nuestro camino hacia los Montes Blancos, pero Skermnir nos cogía de paso y no queríamos dejar pasar la oportunidad de preveniros, princesa.

De todos los presentes, Runi era el único que había tenido la desgracia de toparse alguna vez con muertos vivientes. Y sabía bien que eran un peligro a tener muy en cuenta. Daba igual que fueran seres descerebrados que cadáveres maliciosos, si los muertos se levantaban de sus tumbas, la magia negra estaba siempre detrás. Y nunca con buenas intenciones.

A Strumni le resonó inmediatamente el nombre de Durdi. Sabía que era un mago enano que solía errar de una fortaleza a otra, y los señores y capitanes enanos solían llamarlo si había algún misterio mágico que investigar. No lo conocía mucho, pues sólo lo había visto en persona un par de veces y no habían hablado, pero tenía fama de ser serio y competente.

En cuanto a Snorri, era el capitán de la guarnición de Kaz-Umzur. Un veterano guerrero enano diestro y pragmático, que al igual que Strumni, valoraba positivamente una alianza con los skaldi.

Ylva devolvió la sonrisa y un pequeño pellizco a Glyrhel justo antes de que el asunto se tornase... interesante. Tan interesante que su sonrisa se conviritó en una "o" de sorpresa.

Si hubiese tenido unos cuantos años menos o unos cuantos años más, el corazón se habría encogido de puro miedo. Pero la chica estaba en esa edad en la que los miedos infantiles habían desaparecido y los miedos de la madurez aún no habían empezado a asomar. Esa edad en la que los jóvenes se creen prácticamente inmortales. Ylva se daba cuenta del enorme peligro y sabía que no era ningún juego, pero la posibilidad de morir no rondaba por su cabeza.

“Los bosques están inquietos” aquella frase resonaba en su cabeza sin parar. Tenía una cadencia que le hacía estremecerse de emoción. Parecía que el viaje podía complicarse. Con naturalidad se desató una cinta que llevaba el la muñeca y se recogió el pelo en una coleta. Lo último que quería es que un mechón de pelo se enredase en la cuerda del arco en el momento de disparar. Aquellos que la conocían un poco más sabían que era la señal que indicaba que estaba preparada.

Ingelyn tragó saliva al escuchar la palabra 'cadáveres' y el agarre de su mano en la capa se afianzó con fuerza. Orcos, trasgos, rátidos... cualquiera de esas cosas hubieran sido de esperar para la princesa, pero todo lo relacionado con la nigromancia le venía muy muy grande.

—Insepultos... —aquellos que estaban a su lado, y eso incluía a Agga, pudieron notar como aunque se esforzó por evitarlo un titubeo se mostró en su voz y aunque se mordió el labio inferior con nerviosismo fue un gesto que trató de deshacer con celeridad. La cabeza de la joven comenzó a bullir otra vez de posibilidades pero aquí aceptó bastante rápido que no era quién para tomar una decisión al respecto sola.

—Agradezco de corazón que os hayáis desviado para informarnos de tan inquietantes noticias, capitana Agga... nos ayudará a prevenirnos en la medida de lo posible de lo que pueda llegar a ocurrir. —ahora miró al grupo de guerreros enanos, alzando un poco el mentón antes de volver a hablar de nuevo—. Gestos como éste son los que sirven de muestra a todo el pueblo skald de que absolutamente nadie debería dudar del honor y la fiereza de los enanos umgari. Gracias a todos, de corazón. Espero que la próxima vez que nos encontremos sea en mejores condiciones y podamos comer y beber juntos en celebración.

Sus palabras a la comitiva enana eran sinceras, pues realmente tenía miedo de que aquello saliese mal y cosas así la hacían sentirse respaldada no sólo por los suyos. Pero si algo sirvió para terminar de arrancar por el momento las pocas briznas de temor que la atenazaban fue ver de reojo el gesto de Ylva con su pelo: si su amiga se consideraba preparada para lo que estuviera por venir... ¿cómo iba a ser ella menos?

Sus ojos ahora buscaron a Runi con el ceño fruncido y una mirada de determinación. —Runi, eres en quien más confío para estos asuntos. ¿Qué podemos hacer con la información que nos han dado? ¿Podemos prevenirnos contra esas posibles amenazas de algún modo? —concretamente se refería a la de los posibles no-muertos que pudieran encontrarse

El asunto tratado que desde su desconocimiento destilaba inocencia y novedad, quedó en un instante manchado por un océano de perentoria gravedad. La mirada vibrante del muchacho, que aun permanecía fija en su amiga después de que esta le devolviera el gesto de complicidad, se tornó algo sombría. Había algo que, si bien no había olvidado, no le había concedido la importancia debida. Hasta entonces no había sido más que una curiosa anécdota sobre los desvaríos de una generosa y extraña vieja. Pero después de aquello...

- ¿Te acuerdas de lo de los colores?- le susurró al oído a Ylva.

No esperó respuesta y tironeándole de la manga le indicó que bajara la vista antes de continuar hablándole al oído.

- No sé qué son, Ylva- confesó preocupado.- Pero quien me las dio habló de un viento que soplaba, un viendo del...- intentó hacer memoria, recordar hacia dónde había señalado cuando lo había dicho.- De allí, creo. ¿Suroeste?- señaló emulando el gesto de la anciana.- Dijo que algo estaba a punto de pasar y que las necesitaríamos.

Con cuidado ocultó entre sus manos la mercancía que quería mostrar a su amiga, tres viales de cristal idénticos en los que variaba únicamente el color del líquido translúcido contenido: uno rojo, uno verde y uno amarillo.

Tan pronto Ylva hizo ademán de haberlos visto, los devolvió a la seguridad de sus bolsillos.

Tan solo aquellos que conocían bien a Runi habría podido captar la preocupación en la mirada del viejo skaldi ante la mención de no muertos, aunque duró muy poco. Por fortuna, o por desgracia, esas personas no estaban allí o habían ya fallecido. Aún así si los enanos estaban en lo cierto no era cuestión de ir con media tintas, y más cuando la princesa le preguntó directamente.

-Hrmmm. Desde luego no es nada bueno, ni hay que tomarse a la ligera una advertencia como ésta. Soy bastante consciente de que los soldados del Rey Grummdar no son de los que gritan lobo a menos que le estén viendo las fauces de cerca al animal.- Se quedó mirando a los enanos con el respeto que merecían.

-Obviamente no podemos volver, ni retrasar nuestra misión. Pero no recomiendo hacer el camino que tenemos por delante nosotros solos.-Se volvió a la capitana enana.- Capitana Agga, ¿Sería posible que sus hombres nos acompañasen hasta nuestro destino? Nuestra escolta, aunque sobradamente capaz, no está preparada para enfrentarnos a un enemigo como ese por sí sola. Apreciaríamos mucho contar con su escolta.-

Las noticias que traían los enanos eras perturbadoras. Había peligros que podrían hacerse frente con las armas normales, pero un ejército de muertos solo podía enfrentarse matando a aquel que los controlase. O eso había oído. Nunca había tenido la mala suerte de enfrentarse a los muertos, salvo a los fantasmas interiores que cada uno poseía. A pesar de lo perturbador de la situación, se mantuvo en su posición y tranquila, al menos, externamente.

Escuchó las peticiones de los Skaldi, aunque no creía que los enanos accediesen a acompañarles hasta el punto de reunión, pero lo que si era cierto es que con los que formaban aquel variopinto grupo no podrían sortear los peligros que parecían acechar en el bosque.

Se mantuvo alerta y expectante.

Ylva casi se quedó sin respiración al oír lo que decía Glyrhel. Aquello parecía el inicio de una gran historia, como las que se contaban en las hogueras sobre pobres huérfanos que se acababan convirtiendo en grandes reyes. Y, aunque ya no tenían edad para aquel tipo de cuentos, no podía negar las similitudes. Afortunadamente no estaban en medio de todo el jaleo, y podían tener cierta intimidad. 

–Ahora hay mucha gente, guárdalas– aconsejó entre susurros sin atreverse a mirar del todo aquellos preciosos líquidos para no llamar la atención. ¿Qué sería lo mejor? ¿Enseñárselo a Runi? Ylva estaba casi segura de que si se las enseñaba al anciano este se las quitaría a Glyrhel. Y eso no era justo. Se las habían dado a él. Claro que ella apoyaría a su amigo, pero su voz en el grupo sería como la de un estornudo en medio de una tormenta–. Luego...

La frase quedó en el aire, pero quedó claro lo que quería decir. Luego pensarían en algo o harían algo. Por un segundo, los enanos casi habían perdido interés. Casi.

Si un contingente enano había causado que el gesto de Gunnar se tornase serio, el hecho de que dicho contingente mencionase o implicase la existencia de insepultos, draugar como los llamaban los más viejos, hizo que su semblante se tornase sombrío y su actitud taciturna. Aquello eran noticias graves, quizás mucho más que la amenaza orca en los bordes de Skald, pues los orcos podían ser erradicados en batalla, pero... ¿cómo se combatía un ejército infatigable y, peor aún, que no podía morir? Noticias graves en efecto.

Lamentablemente, Gunnar era un guerrero, no un sabio, así que la mayor ayuda que podría dar, y claramente la daría, sería su espada. Runi estaba mucho más capacitado para ofrecer consejo que él, por lo que el guerrero se mantuvo en silencio mientras el viejo mago hablaba. Sin embargo, su petición no le pareció acertada, pues los enanos ya habían declarado que tenían un objetivo en los Montes Blancos de Skald. A pesar de esto, no refutaría al viejo sabio en público, pero Gunnar sabía, o por lo menos pensaba, que sería necesario reclutar un contingente de los soldados de Skermnir.

Agga se pasó una mano por el pelo y resopló. Estaba claro que había esperado una petición como esa, y también que la idea no le parecía del todo descabellada. Era una enana, y si la propuesta le hubiera parecido fuera de lugar, se hubiera negado en redondo. Pero tampoco podía distraer fuerzas de su propio pelotón así como así...

Se volvió hacia sus guerreros y los recorrió con la mirada durante un momento. Después miró a Runi y a la princesa.

—Tenemos nuestra propia misión, y no podemos demorarnos —dijo—. Pero tampoco quiero ignorar vuestra petición. Puedo prestaros como mucho a dos de mis guerreros, os acompañarán hasta Kaz-Umzur y en cuanto estéis allí, su misión estará cumplida y volverán para unirse a nosotros.

Se dirigió a dos de los guerreros enanos más corpulentos, a los que ya conocían.

—Mormnir, Gungnar... os ha tocado. Acompañaréis a la princesa y su grupo y os aseguraréis de que llegan a salvo hasta la atalaya. Después os reuniréis con nosotros en los Montes Blancos.

Los dos enanos dieron un paso al frente y se inclinaron para saludar a su capitana, aunque Mormnir no parecía muy feliz con aquella misión. Agga asintió.

—Y ahora debemos continuar nuestro camino. Os deseo suerte, princesa Ingelyn.

Se inclinó brevemente e hizo una seña a su pelotón para que se pusieran en marcha.

Que los bosques fuesen extraños no le gustaba, eran su hogar. Siempre una zona plácida y tranquila en la que las bestias convivían en armonía. Cierto es que la muerte estaba presente ya que todo el mundo tiene que alimentarse. Un escalofrío recorrió su espalda al conocer los peligros que los deparaban en su viaje. La vida era lo más hermoso del mundo, conocer y quizás ver a personas que no estaban vivas pero caminaban era terrible. Si el contingente enano marchaba junto a ellos no habría problema, las cicatrices de sus fuertes cuerpos eran una garantía de que sabían pelear. Dewa quería hablar pero no le salían las palabras. Se ganaría la confianza de todos, incluido Runi. Cuanto más cerca del bosque estuviesen de más ayuda sería la druida - ¿Vendrán con nosotros?- Preguntó a Runi recurriéndose a los enanos. Trató de ocultar su miedo en el rostro pero la preocupación y sus ojos no engañaban a nadie