Partida Rol por web

Comenzaba a estar algo abrumado por todo lo que tenían frente a ellos, sin embargo no era momento de quejarse o entrar en pánico. Respiró con profundidad y se giró de medio lado hacia sus compañeros para hablarles.

—Creo que debemos ir al combate más cercano y observarlo desde la distancia para descartar que Ingelyn esté allí —dijo eso mientras señalaba el pasillo de la derecha—. Intentad esconder la luz todo lo posible y esperemos que no haya demasiados enemigos.

Tras decir eso volvió a agarrar su ballesta para confirmar que se encontraba allí y se preparó para tener que usarla. Hubiera deseado que el rescate de la princesa fuera mucho más sencillo pero no daba la sensación de que lo fuera a ser. Por ese mismo motivo se concentró en que sus sentidos estuvieran completamente activos y listos para cuando tuviera que necesitarlos. Apagó su antorcha y se dispuso a avanzar, con la luz que les proporcionaba el mago con su vara debería ser suficiente.

- ¿Qué fue eso? - Tressa se tensó ante ese rugido. Las cosas se estaban poniendo feas, ahora parecía que se estaba librando una batalla contra alguna criatura extraña debajo de ellos, cruzaba los dedos para que la princesa no estuviera participando en ella.

Seguir el camino de la derecha seguía sin hacerle mucha ilusión pero el enano tenia razón, no quedaba de otra que ir por ahí. Con suerte la princesa no se encontraría en medio de esa pelea y no haría falta ni intervenir, aunque eso significaría que tendrían que continuar explorando los túneles que tan poco le gustaban.

Ignorando la imagen de los ojos brillantes que le venia a la cabeza y con la espada en la mano ya se sentía preparada para avanzar.

Strumni y Tressa no lo dudaron. Si había un combate cerca, tenían que averiguar de quién se trataba y si suponía una amenaza. Ballesta y espada en ristre, enfilaron el camino del pasadizo de la derecha y franquearon el arco de piedra sin dudar. Gunnar y Runi les siguieron de cerca.

Al llegar allí, descubrieron que se trataba de otra sala amplia y alargada, pero además se sorprendieron al ver a alguien conocido. ¡Astrid estaba combatiendo contra un montón de goblins, que la rodeaban y la atacaban con sus armas cortas y roñosas! La guerrera skaldi tenía aspecto de estar herida y agotada, y aunque era una buena luchadora, tantos adversarios acabarían seguramente por desbordarla pronto.

El desafío de aquel trol hizo que el ceño de Gunnar se frunciese. Tal parecía que el camino hacia la princesa se iba llenando de más y más peligros a cada segundo que pasaba. Sin embargo, la misión seguía siendo la misma a pesar de los obstáculos, la determinación de Gunnar no se había visto reducida en lo más mínimo.

El sonido del metal entrechocar tan cerca de ellos causó que Gunnar desenfundase su acerco con celeridad, pues seguramente tendrían que defenderse o prestar ayuda a alguien. Gunnar tenía la esperanza de que ese alguien fuera la princesa.

Tan cauto y sigiloso como lo podía ser alguien de su envergadura, Gunnar siguió los pasos de Strumni y Tressa, que iban a la vanguardia de la comitiva. Al cruzar el arco y entrar a la siguiente habitación, Gunnar abrió un poco la boca al ver a Astrid manteniendo a raya a varios goblins que intentaban acertarle con sus herrumbosos aceros. Sin pensarlo mucho, Gunnar cargó contra el más cercano al tiempo que profería un sonoro desafío, intentando que algunos de los odiosos enanos verdes se centrasen en él y no en la guerrera, pues parecía ya bastante maltrecha.

La solución se exlicaba por sí misma. Era encesario ir al ruido del combate por si era la princesa, el resto tendría que esperar. Y nada más llegar las sensaciones de alivio y preocupación se amontonaron en el viejo skaldi.
Alivio por ver que no era la princesa, y preocupación por ver a tantos goblins atacando a Astrid. Y una preocupación aún mayor al no ver por ningún lado al trol que escucharon lanzar el desafio.
Obviamente no iban a dejar a la guerrera a su suerte, pero tendrían que usar la cabeza y...Gunnar se lanzó a la carga rugiendo.

-O también podemos cargar como si no hubiera un mañana.-

A Runi no le hacia gracia meterse en el combate, y menos aún gastar magia contra aquellos seres. Magía que seguramente iban a necesitar más adelante. Pero no podía dejar que Gunnar y Astrid pelearan solos.

-Tened cuidado, parece que aún falta un bruto grande por aparecer.-

Dicho eso conjuró rápidamente y lanzó un proyectil azul que impactó contra uno de los goblins.

Tras del rugido que habían escuchado, mientras andaban Tressa pensaba en todo lo que podrían encontrarse al final del túnel, conforme se acercaban los sonidos de la batalla se iban haciendo más fuertes y la tensión que sentía iba en aumento. Se preparó para enfrentarse a lo que fuera que estuviera sucediendo allí, pero en ningún momento pensó en la posibilidad de una guerrera bastante malherida luchando contra un puñado de goblins.

Vio a la chica en graves problemas y poco después a Gunnar lanzarse de cabeza a la batalla, no hacia falta ser un genio para saber que debían ayudarla.

Dirigiéndose a la batalla, Tressa cargó con su espada contra el primer goblin que se cruzó en su camino.

Strumni no se complicó la vida. Sin pensarlo dos veces, alzó la ballesta y apuntó a uno de los goblins que estaban a los flancos de la guerrera skaldi. Era mejor eso que arriesgarse a que una de esas alimañas se moviera y el proyectil impactase a Astrid.

La saeta silbó por el aire y se clavó en el pecho de uno de los goblins, que cayó fulminado al suelo de piedra.

Mientras Strumni y Runi atacaban a distancia, Gunnar y Tressa se lanzaban al combate. Astrid luchaba por su vida, cada vez más agotada, pero aún con ahínco. Alzó su hacha y la descargó sobre una de aquellas bestias inmundas.

—¡Aaaargh!

La hoja del hacha se clavó en el cráneo del desafortunado goblin, y la sangre negra manó de la horrible herida. El goblin cayó muerto inmediatamente.

Los goblins, al ver que les atacaban por otro frente, vacilaron un momento. Pero después, con aquellos gritos agudos tan desagradables que solían lanzar cuando combatían, siguieron desafiando a sus oponentes.

Algunos de los goblins se movieron hacia el grupo, pero otros continuaron atacando a Astrid. La mayoría de sus acometidas fallaron, bloqueadas por la guerrera. Sin embargo, uno de ellos logró evadir su defensa aprovechando que estaba casi abrumada por la superioridad numérica de sus adversarios, y clavó su hoja herrumbrosa en el costado de la guerrera. Astrid lanzó un grito y estuvo a punto de derrumbarse, pero resistió.

Tressa recibió también el ataque de uno de ellos, pero consiguió alzar el escudo para protegerse justo a tiempo.

Strumni corrió tan rápido como pudo para encontrar una posición de tiro mejor, puesto que delante de él todo se había embrollado demasiado. Fue hacia la esquina de la estancia, y una vez allí, disparó contra el goblin que tenía más a tiro. Sin embargo, en aquella ocasión el disparó erró el blanco. El enano maldijo mientras volvía a cargar la ballesta.

Runi creyó que la situación estaba más o menos controlada, a pesar de que había más goblins que ellos. Pues los skaldi eran muy buenos guerreros, y los enanos también. No obstante, aunque había preferido mantenerse aparte y guardar magia, vio como la joven guerrera rodeada por aquellos bichos verdes recibía otro golpe.

-Maldición, no podemos permitir perder a nadie.-

Así que una vez más conjuró su usual rayo de hielo y lo dirigió contra una de los asaltantes de Astrid congelándole la mitad del cuerpo.

-Venga. Huid como las ratas cobardes que sois. -

En el momento en el que escuchó el agudo aullido de dolor de la guerrera, Gunnar supo que tenía que ayudarla como fuese. Sabía que dejaría expuesto a Strumni y quizás a Runi, pero al menos ellos estaban ilesos, mientras la vida de Astrid se escapaba por sus heridas.

Pasando por un lado del goblin que estaba enzarzado con Tressa, Gunnar avanzó hasta situarse detrás de uno de los goblins que acosaban a Astrid, y sin mucho pensarlo le lanzó un tajo al pequeño y malévolo ser con la esperanza de salvar a la guerrera de una muerte segura.

Entre las voces agudas e irritantes de los goblins y el sonido de las armas en mitad de la batalla Tressa escuchó el grito de la guerrera, se veía que estaba en un gran apuro, necesitaba ayuda pero antes de poder ir hacia ella tenia que acabar con el goblin que le cortaba el paso.

Tras bloquear el ataque Tressa bajó el escudo para dar paso a su espada y lanzar un ataque contra el goblin de en frente, cuando antes acabara con él antes podría dirigirse hacia los que estaban peleando con la chica, solo esperaba que los goblins no la hirieran más de lo que ya estaba.

Mientras los demás luchaban, Astrid notaba cómo sus fuerzas empezaban a fallar. La vista se le nublaba mientras perdía sangre por la herida que aquél despreciable ser le había provocado, pero la guerrera se negó a rendirse. Había visto por el rabillo del ojo que los refuerzos habían llegado en el momento justo, y eso le infundió nuevos ánimos.

Volvió a alzar el hacha para descargarla sobre uno de los goblins que aún estaban cerca de ella y atacó. Estuvo a punto de fallar, pero alcanzó al enemigo en el cuello y la herida fue fatal. El ser verde cayó, pataleando y llevándose las manos a la garganta mientras se desangraba como un cerdo.

La confusión en la estancia enana fue mitigándose a medida que los goblins iban cayendo, pero aún quedaban más de la mitad. Runi y Gunnar habían despachado a dos de ellos, pero el ataque tras defensa de Tressa no fue lo suficientemente preciso como para que el goblin que peleaba con ella no pudiera esquivarlo.

El goblin que quedaba junto a Astrid atacó a la guerrera, pero ella logró defenderse por los pelos con su escudo. Mientras tanto, el pielverde al que Strumni había tratado de disparar corrió hacia el enano y este no pudo defenderse a tiempo de su ataque. La herida no fue grave, pero bastó para que el montaraz apretase los dientes y tuviera que echar mano de su arma de mano para combatir.

Otro de los goblins se lanzó a por Runi, tratando de ensartarlo con su arma oxidada, pero el viejo mago alzó el cayado justo a tiempo para defenderse de la acometida. De los dos que faltaban, uno embistió a Gunnar, y el capitán skaldi se defendió sin dificultad. El otro era el que peleaba con Tressa, pero su ataque tampoco fue efectivo.

Los golpes, los gritos y los gruñidos seguían resonando en la sala, pero era evidente que el espíritu de lucha de los goblins mermaba. Si el grupo seguía combatiendo con ahínco, seguro que aquellos asquerosos seres verdes no tardarían en salir huyendo.

Strumni ignoró el dolor del corte que aquél odioso goblin le había hecho y contraatacó con su hacha de mano. Apuntó al débil cuello del pielverde, y la hoja del hacha alcanzó el objetivo causando un torrente de sangre negruzca. El goblin cayó fulminado en el acto, prácticamente decapitado.

Runi se sorprendió de ver que los goblins no huían después de haber caído la mitad de los suyos en un momento, y sobretodo de que uno de los se acercase hasta él y tratase de golpearle. Afortunadamente Savartlfoy estaba al tanto y su graznido de aviso hizo que levantara su bastón para detener la espada del Goblin.

-Malditas sabandijas verdes. O sois muy valientes o muy estúpidas, marchaos de una vez ahora que todavía alguno está vivo.-

Seguramente el que el anciano detuviese el golpe de la criatura hizo que ésta se sorprendiese (de hecho él estaba bastante sorprendido de haberlo logrado) y trastabillase, y Runi no dudó y aprovechó esa inercia para descargar el bastón en la cabeza del ser con toda la fuerza que era capaz su viejo cuerpo. Que en esta ocasión fue bastante.

-Así aprenderás a no meterte con un pobre viejo indefenso.-

El goblin cayó redondo nada más recibir el estacazo de Runi, que no sería ya robusto pero sí que recordaba un par de cosas de sus años mozos. Tan pronto como el pielverde cayó, el resto de sus secuaces pareció darse cuenta de que la lucha no estaba yendo demasiado bien para ellos, y se escabulleron lo más rápido que pudieron. Unos por la salida opuesta de la sala, otros por alguna grieta en los muros, todos desaparecieron de la sala y el lugar quedó en completa calma.

Astrid se apoyó en su escudo de madera, que estaba terriblemente astillado. Las piernas le temblaban, y aunque intentó sostenerse, no lo logró e hincó una rodilla en el suelo de piedra.

—Malditos... seres... —la guerrera escupió un poco de sangre.

Luego miró a Gunnar y Tressa, que eran los que estaban más cerca.

—Menos mal... que habéis llegado...