Partida Rol por web

Y después llegó el dolor. Podía oler su propia sangre. No era muy diferente a la de una presa cualquiera. De hecho, era prácticamente el mismo, solo que ahora era ella la que sentía que la vida se escapaba. Y también sentía un poder extraño en su mano. Cuando por fin abrió los ojos vio el vial. No lo había soltado al caer. Lo tenía cerca. ¿Por qué nadie lo había cogido? Tenían que haberlo usado para ganar. En cualquier caso, sabía lo que había que hacer. Con dificultad, se acercó poco a poco el vial a la boca y, aunque era más doloroso hacerlo despacio que de un tirón, la chica lo acercó poco a poco, esperando que nadie se diese cuenta de su movimiento. El sonido de la batalla indicaba que Murgin seguía en pie, y aunque los esqueletos no tuviesen capacidad de decisión, en lo que implicaba al enano, el elemento sorpresa era clave.  

"No...lo pemitiré..."

El dolor le impedía moverse o pensar con normalidad, pero no importaba. Solo importaba una cosa.

El combate estaba empezado y el grupo estaba herido, altamente herido. Tanto él como Tressa llegaban como refuerzo de segunda oleada a levantar los ánimos y tratar de dar la vuelta a las tornas. Acostumbrado a tomar esa clase de decisiones el enano habló con rapidez.

—Tressa acompáñame la prioridad es la princesa Ingelyn, vamos —dijo el enano mientras se movía para ir en búsqueda de su objetivo. 

Al ver que uno de los esqueletos volvía a ponerse en pie y combatir otra vez, Strumni recordó lo que él había hecho con el difunto Byrald y habló en alto.

—¡Machacad sus calaveras para que no se pongan en pie de nuevo! —gritó para que todos sus compañeros le escucharan con claridad. Eso había funcionado con anterioridad, confiaba en que siguiera funcionando.

Tras aquella orden rápida se escoró respecto a su posición inicial y se preparó para disparar a uno de los esqueletos que rodeaban a Ingelyn. Respiró con profundidad, cerró uno de sus ojos y apretó el percutor dejando que el virote atravesara el viento.

Strumni se apresuró a adoptar una posición que le permitiera apoyar al grupo con su ballesta, y disparó sin demora contra el esqueleto que amenazaba a Ingelyn. Pero disparar a la vez que se movía no fue fácil y falló el tiro.

Tressa asintió y se lanzó al combate, pero mientras se acercaba a la princesa trató de golpear al esqueleto que estaba más cerca y que combatía con Merial. A pesar de ello, el no muerto la vio venir y no logró darle.

Mawi, por su parte, parecía horrorizada al ver a Ylva tendida en el suelo inconsciente. A pesar de que el esqueleto que peleaba con Runi estaba peligrosamente cerca, la arbórea se lanzó junto a la joven skaldi y se arrodilló a su lado, gritando su nombre y pidiéndole que volviera en sí. Tomó la mano de la chica en las suyas e hizo algo, pero distraídos como estaban con el combate, no pudieron ver qué era...

Era imposible. Su brazo era tan pesado como una montaña, y apenas logró moverlo unos centímetros. Sabía que en el interior de ese Vial estaba el líquido que podía salvarla, lo presentía... pero no podía convencer a sus músculos para que hicieran ese pequeño movimiento del que dependía su vida.

Notó un movimiento a su lado. Alguien se había arrodillado junto a ella y la llamaba, aunque su voz parecía venir de muy lejos. Giró la cabeza con un esfuerzo titánico y se obligó a abrir los ojos un poco más...

Un olor a hojas y frutas del bosque llegó hasta su nariz. Dos grandes y redondos ojos angustiados se posaron en los suyos.

—¡Ylva! —Mawi estaba tan cerca que podía ver las motitas de su verde rostro—. ¡Ylva! ¡Despierta! ¡Vuelve en ti, por favor!

Gruesas lágrimas se formaban en los ojos de la arbórea mientras observaba como la vida escapaba de los ojos de la skaldi.

—Huele...a pastel...

El aroma afrutado de Mawi consiguió que Ylva consiguiese girar la cabeza lo suficiente como para ver a su pequeña amiga y no pudo evitar esbozar una leve sonrisa al recordar el bizcocho de arándanos que hacía su madre, sin comprender muy bien porque pensaba en ello. Los ojos castaños de la joven se posaron en Mawi, que lloraba angustiada. Era increíble que estuviese allí ¿cómo había llegado?¿Cuándo? Daba igual. Era su única esperanza. A pesar de que los ojos le ardían y de que notaba como si le estuviesen echando ácido encima, la chica trató de llamar la atención de la arbórea y dirigirla a su mano.

—...yudm...ví...vi...ah— los ojos castaños intentaban moverse de la arbórea a la mano donde estaba el brillante vial— Teng..beb..e..hggg

Soltó una maldición cuando Ingelyn dijo eso. Lo que faltaba. Tener que perder el tiempo y encima el maldito enano nigromante se había esfumado y no podían verlo. Y no solo eso, los esqueletos que habían caído antes, se habían levantado y ahora atacaban como si les fuese la vida en ello. Bueno, vivos no estaban, pero daban más trabajo que estos. Bufó antes de comenzar a moverse en dirección a la princesa.

Tenía la sensación que colocando la Llave en el Corazón de Cobre conseguirían ganar al enemigo. Por alguna razón, Murgin no quería que eso pasase. Sí, era cierto que seguramente esa Llave maestra ocultaba un poder bastante grande para quien supiese usarlo, pero no podía ser el único motivo.

Se movió rápido hacia la batalla. A medio camino, se detuvo para cargar su arco. Estaba en una encrucijada. Por un lado estaba Ilwen que batallaba con el esqueleto y por otro estaba la princesa que a duras penar podía defenderse del esqueleto y otro se acercaba. Tensó el arco en dirección al esqueleto que amenazaba a la princesa y dejó ir la flecha cuando tuvo el blanco claro.

Mara corrió hacia Ingelyn, pero la situación no estaba como para desperdiciar una oportunidad de atacar. Tensó su arco y apuntó al esqueleto que peleaba con la princesa, pero el disparó falló el blanco.

Mientras tanto, escucharon una voz horrible que pronunciaba otra intrincada palabra. Una bola etérea y negra se materializó en un punto de la sala, y salió disparada hacia Ilwen. Alcanzó a la elfa, cogiéndola desprevenida, y la derribó haciendo que cayera cerca de Mara, dolorida y sobresaltada. Aquello sólo podía significar una cosa, Murgin seguía allí aunque no pudieran verlo.

Intentó localizar la posición de Murgin allá donde la bola se había materializado, pero pronto el caos de la batalla le hizo perder la orientación y chasqueó la lengua molesta: necesitaba hacer algo que pudiera sacar a ese desgraciado de su escondite mágico...

Pero ahora había otras prioridades y vió como Mara se había acercado a ella: la princesa lanzó otro grito para propinar otra estocada al esqueleto, tratando de quitárselo de en medio para poder acercarse de manera segura a la exploradora. Al llegar le tendió la Llave Maestra, mirando a todas partes por si veía a Murgin aparecer en alguna parte.

—¡Vamos, Mara, confío en ti!

El ataque de Ingelyn no consiguió dañar al esqueleto, pero al menos lo distrajo lo suficiente para que la princesa se apartase de él y corriese hacia Mara. Cuando llegó junto a la exploradora, le entregó el Brazal. Al sostenerlo, Mara se sorprendió de lo pesado que era el valioso objeto.

Mientras tanto, Ilwen se levantaba del suelo, magullada. Seguía teniendo a un esqueleto muy cerca, y encima Murgin había conseguido hacer blanco en ella con su magia oscura. Si aquello seguía así, la cosa pintaba mal...

Glyrhel se sentía diferente, se sentía bien. Mucho mejor que bien. Y la euforia le hacía creer que era capaz de hacer cualquier cosa, de emprender cualquier tarea y completarla con éxito. Pero existía un problema causado por su inseguridad, alentado por el desconocimiento: no sabía qué hacer, no sabía en qué podía ayudar.

Desconocía la naturaleza de lo que había bebido, el potencial que acababa de despertar, pero tras todo pensamiento un único sentimiento y objetivo conseguía despuntar. Quería ayudar a aquellos que le eran preciados, quería que todos sobrevivieran y para ello debían hacer algo más que ganar. No habría sacrificios, no debía haberlos y, para ello, debía protegerlos. A todos.

Glyrhel concentró todo lo que pudo sus nuevos poderes. Si había algún momento en el que no podía fallar, era ese. Y el poder de la poción que ahora estaba en su interior le daba la confianza de que lo lograría. Se encogió un momento sobre sí mismo, uniendo ambas manos cerca de su pecho. No dijo nada, ni hizo ningún gesto extraño... sólo recordó las pistas que le habían dado Merial y Uwa. Pensó en lo que quería lograr, se concentró al máximo, visualizó lo que necesitaba conseguir... y abrió los brazos.

Hubo un leve temblor en la sala a causa de la potencia del conjuro. Una especie de burbuja de tenue luz surgió de las manos de Glyrhel y se expandió con rapidez por la sala, desapareciendo más allá de los muros de piedra hasta que no quedó nada. Había sido casi como una onda expansiva de poder mágico, que a su paso había dejado cubiertos a todos sus compañeros y a él mismo de una especie de fina capa de la misma luz que formaba la burbuja.

No hacía falta ser un mago muy experimentado para darse cuenta de que lo que el chico acababa de hacer era algo impresionante para alguien que apenas estaba empezando a utilizar la magia.

Runi suspiró aliviado cuando se fijó en que Ilva todavía respiraba. Eso unido a que al estar caida los esqueletos parecían no molestarla le dejaba con un problema inmediato menos. Sólo quedaban...muchos.
La cara del viejo mostró una sorpresa mayuscula cuando vio como Glyrhel lanzaba un conjuro protector A TODOS. Casi se cae de culo, pero se recompuso enseguida.

-Vale, otro problema menos. Vamos bien. Si al menos supieramos por donde anda Murgin.- Pensó el skaldi. Pero además había muchos esqueletos todavía, por no hablar de los que se volvían a levantar.

-Agua.- Dijo de repente, y se llevó su mano al odre que tenía y se lo tendió a la arborea que estaba a su lado. -A ver, vosotros. Aquí estamos todos en esto, y o apoyamos todos o morimos todos. Así que al lio. Coged todos los odres de agua y echarla al suelo necesitamos un charco, a ser posible por donde están los esqueletos y por el centro. Venga, vamos.-

Tenía un esqueleto a su lado, así que trató de lanzar un nuevo rayo de hielo contra él. Pero con todo el jaleo que tenía, mientras pasaba el odre y todo no fue capaz de concentrarse lo suficiente para que surtiera efecto.

Mawi giró confusa la cabeza, como si no entendiera lo que Ylva intentaba decirle. Pero después siguió la dirección de su mirada, y descubrió el frasquito en la mano de la skaldi. Abrió mucho los ojos.

—¡Oh! —exclamó cuando por fin comprendió—. Sí... sí, yo te ayudaré...

La arbórea cogió el Vial y lo destapó con dedos temblorosos. Luego utilizó un brazo para incorporar un poco la cabeza de Ylva, y colocó el recipiente en sus labios. Ylva notó el frío cristal y un segundo después, el líquido verde descendió por su garganta. Tenía un sabor afrutado muy intenso, y la chica lo sintió bajar por su interior.

Durante un segundo, no sintió nada. Pero después los sonidos de la sala aumentaron de intensidad, su vista se aclaró y el dolor de su herida desapareció como por ensalmo. Aquello era increíble. Se sentía físicamente mejor que nunca en su vida. ¿Cómo era posible? Sin duda, el poder de aquellos Viales era impresionante.

Justo cuando Runi acababa de decirle aquello a Mawi, se dio cuenta de que la arbórea estaba ocupada sosteniendo la cabeza de Ylva. Parecía que le estaba dando a beber algo... y entonces, un instante después, Ylva abrió los ojos de par en par. Sus iris tenían un curioso fulgor verde, y su cabello parecía flotar levemente como las hojas de Wik.

La skaldi se levantó casi de un salto. Parecía como si nunca hubiera recibido el menor daño. Aquello tenía que ser cosa de magia.

Después de lo vivido tras el ataque, la arquera tenía claro que no iba a dejarse vencer. Lo primero que hizo al levantarse, más llena de energía de lo que ya estaba habitualmente, fue dar un vistazo a la habitación, buscando a sus amigos. Sabía que estaban vivos, pero no el estado. Al ver al mejor y más poderoso de los magos que conocía no pudo evitar sonreír y darle ánimos.

—¡Gracias Glyrhel! ¡Eres el mejor! Y también a tí, Mawi

Por algún motivo, Ylva había dado las gracias a su amigo. Quizás por el vial que le había curado sus heridas o quizás por algún otro motivo que no había tiempo para explicar.  No tardó en localizar Wik, lo que le sorprendió gratamente; había dado una de sus dosis al muchacho arbóreo precisamente para que pudiesen escapar con vida, en vez de caer en la huída. Y en cambio estaba ahí. Con ellos. A quien no vio fue a Murgin, pero teniendo en cuenta los poderes del nigromante, no le extrañaría en absoluto que se hubiese vuelto invisible. ¡Poco le importaba! ¡Nadie podía igualarla para encontrar a quien se escondía! Que su escondite fuese mágico en lugar de unas ramas, no iba a cambiar nada. Pero antes de nada, había que acabar con el esqueleto que amenazaba a Runi. La joven estiró el brazo hacia atrás. El esqueleto estaba cerca, pero no sabía como afectaría aquel extraño líquido.

—¿Por dónde desapareció?

Merial estaba ocupada aún luchando contra el esqueleto que tenía enfrente, pero señaló con un movimiento de cabeza un lugar a la izquierda de la sala.

—¡Creo que fue por allí! ¡Iaah!

Lanzó un tajo con su daga, pero su adversario lo bloqueó sin esfuerzo.