Partida Rol por web

Wik y Kuwo habían tomado los odres de agua para poner en práctica la idea de Runi. Pero no tenían muy claro dónde quería el viejo mago que derramasen el líquido.

—O... ¡oye! ¿Dónde tiramos el agua?

Mientras el arbóreo preguntaba aquello, el esqueleto que había seguido a Runi finalmente le dio alcance y le atacó. El viejo mago se cubrió del ataque como pudo, y evitó lo que hubiera podido ser un tajo fatal.

El esqueleto que había al lado de Ilwen atacó a la elfa, que no pudo defenderse a tiempo. Sin embargo, la barrera mágica que la protegía gracias a Glyrhel absorbió el impacto y la libró del daño.

Otro de los esqueletos se abalanzó sobre Strumni para evitar que siguiera disparándoles. Pero su ataque no fue demasiado habilidoso, y el enano lo bloqueó utilizando su ballesta de metal.

El no muerto que había causado aquella horrible herida a Ylva decidió cambiar de objetivo y atacar a Runi, pero una vez más el mago fue capaz de esquivar la acometida. La verdad era que aquellos cadáveres estaban cebándose con él. ¿Tal vez por voluntad de Murgin...?

De los esqueletos restantes, uno atacó inmediatamente a Ingelyn. Pero la princesa alzó su espada mágica y paró la estocada sin problemas. El que peleaba con Merial, se volvió para golpear a Tressa. El ataque fue duro, y atravesó por completo la defensa mágica de Glyrhel, hiriendo a la guerrera skaldi en un brazo al tiempo que le arrancaba un grito de dolor.

El último de los esqueletos se lanzó a toda prisa a por Mara. Pero la volariana no iba a dejar que le arrebatasen el Brazal tan fácilmente, y se defendió con habilidad del ataque del no muerto.

Runi vio como los arbóreos tenían los odres pero no sabía donde echarlos, lo cual era normal ya que él tampoco tenía claro donde. Le hubiese gustado pillar a Murgin, pero seguramente era demasiado listo para estarse quieto. Así que el objetivo principal pasaban a ser los esqueletos.

-Debajo y alrededor de los esqueletos. Pero procurad no mojar a los demás. La cosa se va a poner calentita.-

Uno de los esqueletos decidió avanzar para hacer frente al enano y Strumni que era de natural bravo afirmó los pies y se preparó para el combate. Sus últimos disparos no habían sido demasiado certeros y con un enemigo tratando de filetearlo no podía permitirse fallar, por eso mismo se concentró. Tenía la suficiente experiencia en combate como para saber que los soldados que se descontrolaban tenían más posibilidades de acabar muertos.

Tras bloquear con resolución la herrumbrosa espada del esqueleto se propuso contragolpear con contundencia y desordenar aquellos huesos hasta que ninguna magia pudiera reconstruirlos.

El virotazo de Strumni fue contundente. Acertó al esqueleto en la columna vertebral, partiéndola por la mitad y haciendo que el cadáver se desmoronase hasta quedar convertido en un montón de huesos. Un rival menos del que preocuparse... al menos, de momento.

Tressa contraatacó al esqueleto que la había herido y consiguió propinarle un buen golpe. No lo derribó por completo, pero sí que lo dejó bastante maltrecho.

Mientras tanto, Mawi tomó el odre que Runi le tendía y corrió junto a sus compañeros arbóreos para mojar el suelo donde el viejo mago les había indicado. Apuntaron bastante bien, y en un instante hubo charcos de agua a los pies de los esqueletos que combatían con Ingelyn, Mara e Ilwen.

Mara no perdió el tiempo. Tenía el Brazal, y no iba a echar raíces ahí, mientras todos los esqueletos de Murgin se lanzaban sobre ella. Bloqueó el golpe de su adversario y echó a correr hacia el centro del Corazón, para hacer lo que fuera que tuvera que hacer con la reliquia.

Sin embargo, no pudo llegar. Cuando estaba solo a unos pasos y estiraba ya el cuello para buscar algún orificio, ranura o superficie especial en la que depositar la Llave Maestra, se topó con una barrera invisible que le impidió el paso, tan sólida como un muro de piedra. Tuvo que afianzarse para evitar caer al suelo, y protegió el Brazal para impedir que nadie se lo quitara.

Quien había impedido el paso a la exploradora volariana no era otro que Murgin. El viejo nigromante enano había aprovechado su invisibilidad para escurrirse hasta un punto en el que pudiera estorbar el paso a quien fuera que intentase aproximar el Brazal al Corazón de Cobre.

—¡Ya basta, malditos idiotas! —le espetó a Mara—. ¿Es que no lo entendéis? ¡No pienso permitir que os salgáis con la vuestra!

Invocó una nueva esfera oscura y la lanzó contra Mara. El proyectil atravesó sin problemas la barrera mágica que Glyrhel había invocado para proteger a la exploradora, pero por suerte Mara se movió rápido para esquivarla y sólo la alcanzó de refilón.

Al menos, ahora sabían dónde se encontraba el nigromante...

Estaba ocupada defendiéndose del esqueleto que trataba de atravesar su carne con aquella espada oxidada, pero en su posición pudo escuchar perfectamente la grave voz de Murgin en algún punto tras ella. Dándole una patada al esqueleto para que tuviera que recomponerse un instante se giró, buscando al enano con la mirada.

—Ahí estás —pensó, incluso alegrándose de verle... pues eso significaba que podía hacerle entrega de la buena y vieja diplomacia skaldi.

Sin importarle siquiera su propia seguridad, Ingelyn echó a correr en dirección a Mara y el enano. Llevó la mano al cinto para agarrar el vial que y se lo llevó directamente a los labios para darle un trago largo y volver a sentir aquel fuego recorriendo cada parte de su piel. Sentía emoción. Sentía fuerza. Sentía muchas cosas, pero por encima de todas sentía ira. Ira por haber sido manipulada, porque su padre lo hubiera sido por ese traidor, ira porque no le estuvieran permitiendo arreglar las cosas entre dos pueblos que debían volver a entenderse.

Y cuando llegó junto al enano, Ingelyn sonreía. No era una sonrisa feliz, era una sonrisa satisfecha: la sonrisa de alguien que está determinada a acabar con su enemigo de una vez por todas.

El fuego de aquella poción de color rojo volvió a recorrer el cuerpo de Ingelyn nada más se hubo separado el Vial de los labios. Una vez más sentía el poder recorriendo sus músculos, y el ataque que lanzó contra Murgin fue devastador. Rimkant era un arma mágica, y como tal la barrera protectora del mago oscuro no pudo hacer nada contra su filo. Acorralado, Murgin se vio obligado a defenderse con su báculo mágico. Bloqueó el golpe, pero el ataque había sido tan potente que tras un intenso chisporroteo, el báculo reventó en pedazos.

Murgin, tembloroso, se quedó con un fragmento en la mano. Sus dientes apretados y su único ojo desmesuradamente abierto, dejaban claro que estaba empezando a tomarse aquél combate muy en serio. ¡Si la cosa continuaba así, aquellos "insectos" iban a conseguir derrotarlo!

Ilwen, mientras tanto, se había levantado y atacó al esqueleto que estaba junto a ella. Tenía que quitárselo de encima cuanto antes para poder ayudar a la princesa y a Mara contra aquél maldito nigromante. Sin embargo, el cadáver bloqueó su acometida. El combate debería continuar...

Tan rápido como llegó, se fue, y cuando lo hizo volvió a ser el que había sido antes de beber: un muchacho normal y corriente, un mozo de cuadras que podía convertirse en un mago de verdad. Pero para ello necesitaba tiempo, tiempo para aprender. No obstante, el truco de la armadura había estado muy bien. El poder que había sentido y el éxito, el verse capaz de conseguirlo, habían hecho que se sintiera eufórico. El efecto de la poción puede que se hubiera desvanecido, pero la euforia seguía ahí y aunque era muy consciente de sus limitaciones, estaba dispuesto a arriesgar. Además, si lo hacía tan mal como en la primera ocasión, el esqueleto explotaría, lo que tampoco estaba mal.

Cerró los ojos tal y como Merial y Uwa le habían enseñado. Necesitaba concentrarse, lo que no era fácil teniendo en cuenta lo que ocurría a su alrededor. Debía sentir la magia en los esqueletos y cortar la conexión.

Glyrhel cerró los ojos y trató de abstraerse de todo el caos que le rodeaba, concentrándose únicamente en aquél esqueleto. Alzó los brazos frente a sí mismo, como si fuera a recoger un objeto que viniera por el aire. Aquella vez no hubo ruido, ni luces espectaculares. Sólo un leve destello y un instante después, mientras el no muerto alzaba su espada para descargarla una vez más sobre Merial... se derrumbó como una casa en ruinas.

Y no sólo eso, si no que mientras caían, sus huesos se resquebrajaban y convertían en poco más que astillas y polvo. Aquél esqueleto no volvería a causarles problemas.

Runi estaba espectante a la aparición del nigromante, y ciertamente así fue. Aunque era peligroso parecía que de momento lo tenían controlado la princesa y Mara. No obstante no podían confiarse, y desde luego los esqueletos todavía estaban en danza. Iba a preparar su conjuro cuando vio como Glyrhel hacía... algo.

Intrigado, decidió que tendría que dejarlo para después. Esperando que hubiera un después. Así que se concentró en el agua que había debajo de los esqueletos que tenía delante, la tocó con su cayado, y la temperatura descendió rapidamente a su alrededor. El agua que había se endureció y formó una capa de hielo haciendo que moverse en ella fuera un tanto complicado.

-A ver cómo os movéis ahora, que me da que no lleváis el calzado adecuado para manteneros firmes.-

Sin esperar a ver si era cierto o no, el viejo skaldi se movió para acercarse al combate principal. Esperaba que los esqueletos se cayesen, y que alguien lograse destrozarlos en el suelo. Que sería más fácil.

Cogió aire y avanzó. Runi parecía tener un plan para aquellos esqueletos y no quería entrometerse. La situación parecía tranquilizarse, pero la arquera no se fiaba nada de Murgin, a pesar de que pareciese derrotado, ni de los esqueletos aparentemente muertos. Aunque acababa de pasar por encima de ellos, no se fiaba de que no volviesen a alzarse. Sin embargo, el poder que parecía rebosar la sala, con la magia de Runi, Glyrhel, Ingelyn e incluso Wik, le dio confianza. Tenía que hacerlo. Por todos ellos. Se concentró. En su flecha, en su cuerpo ahora sin dolor, en su enemigo y en el resplandor que sentía en su interior. Y entonces recordó lo que había visto "allí". Y lo que Merial había dicho sobre los seres vivos y la magia. Ylva no era maga, pero gracias al vial, no tenía la menor duda de que en aquel momento, había magia en su interior.

La arquera llevó hacia atrás el brazo, tensando la cuerda y recordó la conversación que había tenido con Mawi sobre las plantas. Ellas sentían y se comunicaban. Quizás la magia pudiese ayudarle con eso. Al fin y al cabo, las flechas que llevaba eran de madera. Y no de una madera cualquiera, procedían de los tejos y los fresnos de Skald, de los mismos bosques que recorría a diario. Lo sabía, ella misma había emplumado aquellas flechas. Si se concentraba lo suficiente, podría transmitir la magia del vial a las flechas, hacer que volviesen a brotar y enredasen a Murgin, inmovilizándolo sus zarcillos. Sometiéndolo. Haciendo que estuviese indefenso ante la princesa. O que le envenenasen, aunque la opción del sometimiento le atraía más. Claro, que no era maga. Pero confiaba en sí misma y en su arco. Y en que nunca permitiría que hiciesen daño a Ingelyn.

En cuanto Runi tocó con su cayado la superficie del agua, esta cristalizó y se convirtió en una fina capa de hielo liso. Los skaldi sabían muy bien lo peligroso que era moverse por un río o lago cuando se congelaba, y eso aún siendo una criatura ágil. Esos esqueletos iban a tenerlo bastante complicado durante un rato...

Ylva, por su parte, se concentró al máximo para disparar su arco. Era un tiro arriesgado, pues las cabezas de Ilwen, Ingelyn y Mara estaban peligrosamente en la trayectoria de su proyectil... pero respiró hondo, soltó la cuerda y la flecha voló para clavarse en el hombro derecho del enano nigromante. No ocurrió nada más.

Merial estuvo a punto de seguir a Ylva para ayudar a su hermana, a la princesa y a Mara... pero se detuvo en el último momento. Glyrhel iba a quedarse demasiado solo si hacían eso, así que la joven elfa corrió a colocarse al lado de su amigo humano. Con su daga atacó una vez más, esta vez a uno de los esqueletos que Runi había dejado en tan precaria situación.

En condiciones normales, el no muerto seguramente hubiera conseguido detener el ataque. Pero teniendo que preocuparse por guardar el equilibrio sobre el hielo, la cosa no era tan fácil. Recibió el golpe, y aunque no cayó derrotado... se notaba que estaba en las últimas.

Los esqueletos actuaban lentamente, pero sin pausa. Uno de los que estaba en el charco de hielo de Runi intentó seguir al mago, pero resbaló y tuvo que quedarse donde estaba para evitar caer al suelo. Después de todo, el plan había funcionado.

El que combatía con Ilwen volvió a la carga, y la elfa no pudo detener su ataque. La armadura mágica de Glyrhel estaba ya muy débil, y se disipó del todo en cuanto el filo de la espada del no muerto la golpeó. Ilwen cayó al suelo, inerte.

El esqueleto al que Merial acababa de golpear trató de devolver el ataque, pero estaba tan maltrecho que su estocada no fue más que un torpe espasmo y la elfa pudo apartarse sin problemas.*

Los restantes esqueletos se dirigieron a socorrer a su oscuro amo. Uno no terminó de llegar hasta su objetivo, pero el otro se abalanzó sobre Ingelyn y Mara. Pareció dudar un momento, pero finalmente descargó su arma sobre la princesa skaldi. Ingelyn trató de defenderse a la desesperada del ataque por la espalda, pero no lo logró... La espada del esqueleto hizo que la protección que Glyrhel había invocado sobre ella se desvaneciera, y el filo de la hoja alcanzó su hombro izquierdo. La capa que llevaba amortiguó un poco el golpe, pero de todas formas fue un corte bastante feo...

Con el esqueleto más próximo abatido, el enano continuó apoyando la refriega. La magia volaba de un lado a otro y a él pensar en tales aptitudes le producía dolor de cabeza. Por suerte y para aclararle la situación apareció Murgin, el enano traidor que en su inabarcable maldad y codicia había orquestado todo aquello. El cobarde finalmente mostraba su feo rostro, pero no por mucho tiempo.

—¡Murgin! ¡Traidor a tu raza! ¡No escaparás de aquí también! —gritó el enano a pleno pulmón mientras sus cortas piernas recorrían parte de la distancia que le separaba del hechicero de los muertos.

Una vez salvado parte del camino se detuvo en busca de una buena posición de disparo y levantó su fiel ballesta. Tomándola con las dos manos y confiando en sus capacidades intentó el más difícil todavía. Achinó los ojos y se fijó en el oscuro enano. No dudó en dar salida a su virote, esperando a que atravesara a su oponente de forma definitiva.

El virote de Strumni pasó rozando la cabeza de Mara, pero alcanzó su objetivo. La barrera mágica que protegía al nigromante le restó al disparo gran parte de su fuerza, pero finalmente los continuos ataques habían acabado por debilitarla. El dardo se le clavó a Murgin en una pierna y apenas le hizo daño... pero dejó claro que el mago ya no estaba protegido ante los ataques del grupo.