Partida Rol por web

Glyrhel avanzaba junto a sus compañeros moviéndose entre la sorpresa y la admiración. Cierto era que desde que había despertado en aquella oscura sala en mitad de la nada llevaba ya unas cuantas horas caminando por los túneles, pero no podía dejar de sentirse maravillado ante la magnitud de los lugares por los que estaban pasando.

En la superficie, bajo el cielo, sin paredes que lo constriñeran a uno y sin obstáculos para la vista, todo parecía amplio y gigantesco. Pero la sensación allí abajo, en los túneles enanos, no resultaba muy distinta. Cierto que la oscuridad y lo limitado del espacio lo hacía más inquietante y agobiante, y que estaba presente permanentemente el temor a perderse para siempre, pero aquellos túneles parecían infinitos y estaba seguro que aún si se tirara toda la vida en ellos no llegaría a conocerlos completamente.

- ¿Para abajo entonces?

Mawi se asomó al corredor, y aunque tembló un poco al fijarse en las marcas de arañazos en la pared, asintió.

—Cre... creo que deberíamos seguir por aquí.

Sin demora, continuaron su periplo por las ruinas enanas. La escalera describía una amplia curva descendente, y era empinada. Fueron apoyándose en la pared de piedra para evitar caerse y bajar rodando lo que quedara de ruta. Ninguno de ellos dijo nada, y lo único que se oía era el ruido de sus armas y equipos. Pero entonces Merial se detuvo y les susurró que escucharan. Todos aguzaron el oído y pudieron captar una voz, sin duda masculina.

—¡Estas ruinas no acaban nunca! ¡Vamos, rápido! Tenemos que encontrarla de una vez, moveos.

La voz que llegaba a ellos débil y atenuada, parecía venir de algún lugar a su derecha y abajo. Continuaron bajando con cuidado y en silencio, y llegaron hasta una especie de galería de anchos ventanales. Por ellos pudieron ver una luz amarillenta, una antorcha, que iluminaba un corredor más abajo. Un grupo de al menos diez figuras avanzaba por allí, y el que hablaba estaba al frente.

—No he venido hasta este lugar perdido para que esa mocosa se me escape de entre los dedos —refunfuñaba el dueño de aquella voz—. Le retorceré el pescuezo, y después arreglaré cuentas con el enano. ¡Nadie se burla de mí!

La comitiva estaba a punto de pasar justo por debajo de donde ellos estaban, y parecía que no les habían detectado. Al menos, no todavía.

A Runi aquella voz le resultó familiar. Ese tono le recordaba sin dudar a un juicio celebrado mucho tiempo atrás en Frondby, la capital. Sintió un escalofrío al comprobar que quien iba hacia ellos no era otro que Lognar, el jarl traidor. Al anciano mago no le cabía ninguna duda.

Runi agarró con fuerza su bastón cuando reconoció la voz que escuchó. Había pasado tiempo, pero no la podría olvidar. Miró preocupado a los demás, ya que la situación era clara. Estaban tras la pista de la princesa, y parecía que no estaban muy lejos de ella. Tenían que retrasarlos.

Hizo señas para que los demás le prestaran atención, y luego les susurró. En su cara se podía notar la preocupación.

-Estan buscando a la princesa. Lo cual es bueno, ya que no la han encontrado y nos confirman que estamos por el buen camino. Pero lo malo es que ellos también están cerca. Tenemos que retrasarlos. -

Su cara cambió en ese momento, de preocupación a determinación.

-Yo puedo hacerlo, vosotros continuad y en cuanto la encontréis regresad a la Atalaya directamente. Os seguiré cuando me asegure de que no van a alcanzaros.-

Estaba bastante claro que el viejo skaldi se esperaba una discusión por parte de alguno de los chicos. Se dirigió al enano.

-Strumni, no puedo seguiros el ritmo. Os estoy lastrando. Iréis más rápido sin mí, y para lo que voy a hacer no necesito ser rápido. Llevatelos.-

Agazapado entre la construcción Strumni escuchó las palabras de aquella comitiva. Era un grupo numeroso y ellos no estaban allí para establecer un combate frontal. Tal y como él había concebido aquella misión debían entrar, ser sigilosos y sacar a la princesa de allí. Luego debían volver a la atalaya a ayudar en la defensa.

Mientras reflexionaba en qué debían hacer las palabras de Runi sacudieron su mente, el enano era ya veterano y también observador quizás por eso creyó percibir que algo más se escondía en las palabras del mago, sin embargo no había tiempo que perder por desgracia. 

—Sea —dijo Strumni mirando a Runi y luego asintiendo con vehemencia pues le agradecía el tiempo que iba a comprar para ellos.

—En marcha jóvenes, debemos rescatar a Ingelyn y luego volver a ayudar en la atalaya. Nos reuniremos con Runi más adelante, seguidme —dijo en un tono más alto y animado mientras comenzaba a prepararse para volver a emprender el viaje—. Aprovecharemos bien el tiempo que nos brindas, lo prometo.

Demasiadas promesas difíciles de cumplir iba acumulando el enano y aquello le pesaba.

Las voces que escuchó hicieron que guardara la respiración el tiempo suficiente como para cerciorarse de que nadie le había escuchado, y aún cuando comprobó que así era, que no corrían peligro al menos de momento, siguió controlando la forma en la que inspiraba y espiraba considerando que cada vez que lo hacía, hacía más ruido del estrictamente necesario.

- Pe... Pero... ¿Lo vamos a dejar ahí, sin más? ¿Qué va a hacer?- preguntó en un susurro.- Runi, ¿estás seguro?

Tanteó su bolsillo siendo muy consciente del valor de lo que llevaba dentro y tras pensarlo un momento, sabedor de lo que iba a hacer y de que si el anciano aceptaba perdería el regalo más importante que había recibido y recibiría en toda su vida, decidió hablar de nuevo.

- Runi, ¿lo quieres?- Aún dudaba. Le gustaba, lo quería, pero aún no había usado ni una gota del vial y al anciano mago quizá sí que le serviría.- Quizá lo necesites.

Runi agradeció el comentario de Strumni, y asintió con la cabeza. Se disponía a volverse a donde estaban las voces cuando Glyrhel le hizo una pregunta muy importante, finalmente sacudió la cabeza.

-No te preocupes, no me va a hacer falta. Puedo ser viejo, pero no soy un suicida. No voy a enfrentarme a todos esos hombres yo solo, sería de locos. Tranquilo, guárdalo para tí. No vais a estar exentos de peligros. -

Poco más había que decir, era el momento de actuar.

-Ahora marchaos. Estáis perdiendo un tiempo que no tenéis.-

La niña miró al mago y luego hacia arriba. Aquellas voces no indicaban nada bueno pero, al contrario que Glyrhel, no protestó ante la proposición del mago. Confiaba en él y en su potencial y, si se ponía en su lugar, ella se sentiría muy molesta si dudaban de sus capacidades. Lo único y lo mejor que podía hacer era encontrar a Ingelyn y protegerla a ella y a Glyrhel. Finalmente y tras tener unos segundos con el ceño fruncido, algo muy poco común en ella, relajó el rostro y asintió.  

—Te dejaremos señales. Las marcaremos al revés de por donde vayamos —La niña agarró a Glyrhel de la mano y le dio un leve tirón para que le siguiese, pero antes se paró y se giró con una sonrisa para animar al mago—. Runi. Pronto le estarás enseñando más magia y verás lo hábil que es.

No sabía si eso haría gruñir al mago, le haría sentir mejor o ambas cosas a la vez pero sabía que no se equivocaba.

Tras gruñir un poco para complacer a Ylva el viejo skaldi se acercó a uno de los ventanales para vigilar al grupo de Lognar. Pudo ver como el último de los suyos desaparecía de su vista, momento en que sus hombros no se mantuvieron tan herguidos como acostumbraba a llevar. Miró a su fiel Svartfloy y le habló como si de una persona se tratase, aunque para él era más importante que muchos seres humanos. Que la mayoría de hecho, pero uno de los pocos que no era el padre de Yngelyn, y le había prometido a su Rey que protegería a la princesa sin importar el coste.

-Vamos muchacho, marchate de aquí. Esto no va a salir bien y lo sabes. Lo mejor que puedes hacer es seguir a los chicos y ayudarles. Ni siquiera un cabeza hueca como tú se habrá creído lo que le he dicho al crio. Largo.-

Runi se sacudió al cuervo de su hombro y se levantó. Puede que no fuese a salir de esta, pero no iba a caer facilmente.

Cuando el grupo del Jarl renegado iba a aparecer por su visual el viejo mago empezó a conjurar uno de sus hechizos más complicados. No solía usarlo casi nunca, no era lo que se dice especialmente útil para un combate. Pero no necesitaba ganar la pelea, tan solo retrasarla. Y para eso sí que podía servir.
Cuando terminó de gesticular y murmurar una copia exacta de Runi, bastón incluido, estaba justo debajo del cruce donde se encontraba él. Los hombres de Lognar no iban a poder dejar de verle, pero por si acaso se aseguró de que no se despitaran.

-Lognar. Maldito cobarde traidor. Da la cara y enfrentate a mí. No vas a encontrar a la princesa sin pasar primero por encima mío. Y eso es algo que no lograrás mientras me quede aliento.-

Runi se había quedado solo, como tantas otras veces en su vida, en una situación de extremo peligro. Su cuervo había sido el último en marcharse, con una mirada y un leve graznido de preocupación. Una vez todos se hubieron ido, se esforzó al máximo para concentrarse en el hechizo que tenía en mente. No era un conjuro sencillo... pero funcionó. El viejo mago se creció con la presión del momento y logró realizar su copia con éxito.

La comitiva de Lognar al completo se detuvo en seco, y todos adoptaron una posición de guardia. Las palabras de la copia de Runi les habían puesto en alerta. El viejo mago pudo ver que los miembros de la escolta del jarl traidor eran humanos skaldi, todos con la carne sobre los huesos. Al menos esta vez se habían librado de enfrentarse a cadáveres...

Lognar se había quedado petrificado en mitad del pasillo, y sus ojos se entornaron al clavarse en el clon de Runi. No parecía dar crédito a lo que veían sus ojos.

—¡Runi! —masculló—. Debí suponer que seguirías vivo... Pero no me imaginaba que estarías tan loco como para enfrentarte solo a un grupo armado.

Sin embargo, el antiguo jarl no atacó inmediatamente. Su mano seguía aferrando con fuerza su espada, pero conocía demasiado bien los poderes del mago como para precipitarse.

—¿Dónde está Ingelyn, Runi? Sabes perfectamente que no podrás vencerme, entrégamela y salvarás tu vida...

A ninguno de los miembros del grupo le hacía gracia dejar atrás al viejo mago, pero la expresión en el rostro de Runi no les dejó dudas de que el anciano hablaba en serio. La despedida fue breve pues Runi rechazó toda ayuda, incluido el Vial de Glyrhel, y les apremió a marcharse.

No se habían alejado demasiado cuando Svartfloy, el cuervo de Runi, voló hacia ellos y se posó en el hombro derecho de Glyrhel. El mago había debido enviar a su pájaro con ellos. Aquello no era buena señal, pues Runi nunca se separaba de su amigo alado salvo que temiera enfrentarse a una amenaza serie.

Acababan de dejar atrás la galería elevada por la que habían pasado, perdiendo de vista el corredor en el que habían dejado a Runi, cuando Merial se volvió dubitativa.

—E... ¿estáis seguros de esto? —preguntó—. Yo no sé si es bue...

Pero la elfa se interrumpió. Su agudo oído había vuelto a captar algo.

—Está enfrentándose a ellos, les ha dicho algo. Y creo que ha dicho... —calló durante un momento—. Creo que ha dicho "Lognar". ¿No es el nombre de ese traidor que trata de capturar a la princesa?

Runi se permitió una sonrisa sarcastica cuando vio las reacciones de los hombres de Lognar, la ensanchó aun más cuando escuchó las palabras del villano.

-Debo admitir que no lo has hecho mal hasta ahora Lognar. Aliarte con Murgin ha sido un golpe maestro sin duda. Con su magia y sus esqueletos has puesto en jaque tanto a la comitiva enviada por Thoran como a los enanos de Kaz-Umzur. Y el conseguir que gente como Sven se uniese, aunque fuese envenenandoles, sin duda te ha venido bien. Pero no has tenido en cuenta una cosa muy importante, el coraje de los skaldi y el tesón de los enanos. Nunca te ha importado, por eso siempre lo has despreciado. Y eso, entre otras cosas, será tú perdición.-

Mientras hablaba la imagen del viejo mago caminaba de un lado a otro, despacio, apoyandose incluso en el bastón. Un bastón que desde luego resaltaba, Runi había dejado que los rumores que decían que era mágico corriesen en su día. Y lo bueno de los rumores es que siempre exageraban las cosas.

-La princesa está fuera de tú alcance, no vas a poder tenerla para el ritual. Ni a ella ni a la Llave, ni al Corazón. Eso siempre y cuando el enano te haya contado todos sus planes, cosa que sinceramente lo dudo.-

Se quedó quieto y miró fijamente a Logmar.

-Has perdido Logmar. Aunque aún no lo sabes. Pero tú y tus hombres estáis acabados. Si no os mato yo Murgin os convertirá a todos en muertos vivientes una vez os despelleje toda la piel.-

—No, no lo es pero es su decisión y debemos respetarla, especialmente ahora que estamos tan cerca de la princesa y que el tiempo juega en nuestra contra —dijo el enano con un pesar que no trató de disimular—. Sois jóvenes pero habéis demostrado desparpajo y sabiduría si deseáis seguirle no os lo impediré aunque creo que sería un error. Runi es un poderoso y veterano mago que sabe lo que se hace confiemos en él y terminemos lo que hemos venido a hacer.

Con aquello dicho Strumni se dispuso a seguir hacia delante pues si seguía mucho tiempo allí cerca hasta a él le costaría no girarse para ir a buscar al anciano.

—Vamos, mientras nosotros dudamos allí fuera se está librando una batalla terrible y la única forma de detenerla antes de que sea más tarde es encontrando a Ingelyn. No tenemos tiempo que perder.

Ylva abrió mucho los ojos cuando Svartfloy se posó en el hombro de Glyrhel. Aquello era una señal muy clara para la joven, pero no una señal de peligro para el anciano precisamente, sino de algo que le alegraba profundamente. En aquel momento, Ylva tuvo claro que era lo que debía hacer.

—Él puede con eso y más— dijo con convicción antes de lanzarse de nuevo a la carrera, deteniéndose de cuando en cuando para buscar pistas. Encontraría a Lynn, aunque fuese lo último que hiciese.

Con su voluntad reafirmada para seguir adelante, el grupo continuó su camino. Pronto, cualquier sonido que pudiera darles pistas de lo que Runi estaba encarando se perdió en la distancia. En el hombro de Ylva, Svartfloy emitió un graznido lastimero.

El camino profundizó durante un buen rato, sin darles opciones para desviarse. Había algunas galerías que se abrían a sus costados, pero estaban bloqueadas por grandes piedras que se habían derumbado, así que no les quedaba más remedio que seguir adelante confiando en la famosa suerte de Mawi. Mientras corrían, de cuando en cuando, las paredes y el suelo volvían a iluminarse con aquellas vetas doradas que parecían vasos sanguíneos atravesando la roca, pero luego parpadeaban de nuevo y se apagaban. Ninguno sabía a qué se debía aquello, pero todos presentían que tenía algo que ver con Ingelyn y lo que fuera que estaba haciendo.

Llegaron finalmente a una oquedad amplia y en la que la roca labrada daba paso a masas de piedra crudas y rugosas. Una vía de metal con una vagoneta semidescarrilada se abría paso justo delante de ellos, y más allá pudieron ver un montón de andamios, grúas y utensilios de minería que daban la impresión de no haber sido utilizados en siglos. Aquello era sin duda una vieja mina enana, y sólo había dos opciones. Izquierda o derecha.

Sin esperar a que se lo preguntasen, Mawi dio un paso adelante y escrutó la oscuridad en ambas direcciones. Sólo dudó un instante antes de señalar el camino de la izquierda.

—Yo... iría por aquí...

Strumni llevaba un rato preocupado. Era consciente, como el resto, de que seguían las indicaciones de Mawi, quien según la joven elfa, tenía una suerte sobrenatural. Pero haber tenido que dejar atrás a Runi, la larga bajada hacia la oscuridad y no poder cambiar de rumbo debido a los desprendimientos, estaban haciendo crecer en él un mal presentimiento.

Al llegar a aquella parte de la fortaleza, se dio cuenta inmediatamente de que habían llegado a uno de los emplazamientos mineros que había visto tantas veces en los dominios de los suyos. Los enanos horadaban allí la roca y buscaban metales y piedras preciosas, y el túnel por el que habían llegado debía de ser uno de los accesos que conectaban la mina con la fortaleza. El mal presentimiento se acentuó, aunque el montaraz enano no conseguía discernir a qué se debía...