Partida Rol por web

Ylva contó mentalmente hasta diez para no soltar ningún exabrupto que le costase una maldición terrible, como que se le cayesen todos los dientes o que perdiese su puntería.

—No me refiero a eso, eso no me interesa. Bueno sí, a ver... Estabas muy atrás y de pronto estás aquí ¡Es alucinante! pero no hablo de eso. Hablo de Byrald— el mal humor de la chica al decir ese nombre era más que evidente. Perecía muy molesta porque les hubiesen ocultado información tan importante. ¡Hasta había atacado al pobre exguerrero sin razón por no tenerla! Y todos los errores irreparables que hubiese podido cometer por no tener toda la información — Tressa y Strumni están bien. Nos separamos, nada más.

Aquello parecía requerir una explicación más profunda. Como las que les negaban a ellos, pero Ylva no era rencorosa, aunque siguiese enfadada, y la princesa tenía prioridad sobre el enfado. De modo que se encogió de hombros y continuó hablando rápido. No quería irse de allí sin despedirse antes de Mawi y desearla suerte, pero quería contar todo y salir de allí a toda velocidad. Mirando a los ojos al mago, habló con toda la calma y sinceridad que pudo reunir.

—Strumni no me contó nada, ni siquiera cuando apareció ante nuestros ojos un esqueleto con conciencia. Nos dijo que había sido algo "anecdótico", que no era importante y que si me enfadaba con él por vuestro secreto, es que era una racista.— calló unos segundos antes de agarrar la mano a Glyrhel con firmeza y continuar. Llegaba la parte que podía ocasionarles una buena, y no estaba dispuesta a dejar que el resto pagase por lo que ella había hecho—  Decidí que no quería nada con quien me ocultaba información que pudiese salvar a Ingelyn y se negaba a compartirla. Fue decisión mía: Glyrhel, Merial y Mawi me siguieron sí, pero no tienen culpa de habernos separado. Solo de ser buenos amigos.

La chica miró de reojo a Glyrhel y sonrió levemente antes de volver a mirar al mago. Si esperaba o no que compartiese información, no lo dijo porque, aunque ardía en deseos de saber todo lo que había pasado, sabía que tenían que ponerse en marcha.

Ylva hablaba muy deprisa, pero Runi se las arreglaba para seguirla. Y lo que entendió sobre Strumni no le gustó demasiado, cosa que pudo reflejarse en su cara, pero con el derrumbe no iban a poder reagruparse.

-¿Byrald? ¿Qué Byral...? Ah. El esqueleto.-

Runi se levantó entonces y se acercó a las piedras donde había escuchado a la arbórea.

-Mawi. Id hasta el lugar donde nos separamos, por ahí bajé yo hasta este ramal. Luego podréis seguirnos. Pero tened cuidado, los hombres de Logmar podrían estar vigilando no los he ahuyentado para siempre.-

Luego se giró hacia los jovenes.

-Sigamos. Todavía tenemos que encontrar a la princesa y ese traidor no se habrá retirado para siempre, seguro que planea algo.-

El viejo skaldi comenzó a andar sin preocuparse mucho si le seguían o no, aunque sí que empezó a andar.

-Hay muchas cosas que no te contamos Ylva, pero lo de Byrald no ha sido a propósito. Hasta donde yo sé era casi imposible que volviéramos a verle de nuevo.-

Suspiró.

-Como creo que ya sabes, entre nuestros enemigos hay un enano hechicero. Más concretamente nigromante. La nigromancia es la más perversa y corrupta de las clases de magia. Y los esqueletos son de lo más fáciles de crear y de controlar. Sobretodo el problema es el control.
Mientras buscabamos a la princesa nos encontramos con un esqueleto que estaba libre, momentaneamente, del control del enano. De hecho nos ayudó a encontrar la entrada a las cuevas enanas. Nosotros entramos y él no. Además nos dijo que volvería a controlarlo y la próxima vez que nos viera seguramente nos atacaría y no podría hacer nada. Todo eso siempre y cuando fuera verdad y no estuviese siendo controlado durante todo el rato por el nigromante para engañarnos y llevarlo hasta Ingelyn.-

Se paró y miró a Ylva.

-Así que no sé qué ha pasado para que te molestaras con Strumni, pero si ha sido por un esqueleto que puede que no volvamos a ver, o si de verlo tendríamos que destruirlo, lo cual además le haríamos un favor, le has hecho un flaco favor a la princesa. Pues sin la guía del enano y su brazo puede que no lleguemos a encontrarla a tiempo.-

Se calmó y suspiró.

-Pero ahora no podemos hacer nada para remediarlo. Tendremos que seguir nosotros y esperar que nos bastemos para lo que nos espera.
¿Hay algo más que quieras saber?-

—Sabes que si ha pasado con uno puede pasar con más. No es una cuestión de volver a encontrarse a ESE esqueleto o no, sino de sinceridad y de confianza. El que los esqueletos puedan recuperar conciencia es importante, no puedes negarlo... Y no sabemos si eso puede ayudar más adelante a Lynn —replicó Ylva.

Parecía más tranquila, pues por fin se estaban explicando, pero aún así, no estaba para nada de acuerdo con la explicación. La verdad, tan pura como dura, era que* no habían confiado en ellos. Nada más. La niña movió la cabeza, decepcionada. Ni Runi era tan poderoso como había supuesto, pues al final, lo de que veía a través del cuervo era una mentira, ni les tenían tan en cuenta como creían. Aún así, no había mucho que hacer. Y encima, volvían a poner en duda su capacidad de orientarse y seguir rastros. Por todos los... ¡Si hasta sabía leer el idioma de los enanos!

—Encontraré el rastro.

Runi se detuvo un momento a mirar seriamente a Ylva. No estaba enfadado, simplemente muy serio.

-No. No lo sé. Y tú tampoco lo sabes. La Nigromancia no tiene nada de benigno, ni siquiera por casualidad. Si nos encontramos a esqueletos, y no podemos huir, pelea. Y pelea para destruirlos, no para hablar con ellos. No confies tú vida en algo que crees saber.-

Suspiró cansado.

-Ylva. Eres joven. Hay muchas cosas que no has visto y que no sabes. Puede que no confies en mí, pero creeme en esto. La Nigromancia no es algo con lo que dudar. Es maligna. Pura y llanamente. No arriesgues tú vida, y la de los demás, por algo que no es.-

Ylva enrojeció. Nunca había pensado en hacer nigromancia ni nada parecido, aunque si hubieran tenido más tiempo, probablemente le hubiera preguntado cómo era ser un esqueleto. Y si hubiese estado muy habladora, incluso pedir consejos para el futuro que a todos espera. Cuando volvió a hablar, lo hizo con más timidez

—No hablo de hacer nada. Hablo de saber. Saber lo que pasa. Si no lo sabemos, ¿cómo podremos incluso evitarlo? Si es tan maligna, deberíais  habernos avisado de que es aún más de lo que pensamos. No me refiero a que haya hablar con ellos, pero sí saber qué pueden hablar.

Glyrhel observó el intercambio de palabras entre joven y anciano en un segundo plano, o al menos así le hubiera gustado que fuera de no ser por Ylva que, tan pronto tuvo oportunidad, lo agarró de la mano. Un gesto que, además del sonrojo obvio provocado en el muchacho, lo había convertido, por inacción, en partidario de todo lo dicho por su amiga. Y no es que no estuviese de acuerdo con ella. Lo estaba, aunque, como en todo, solo en parte.

Ylva tenía razón en mucho de lo que decía, pero también creía que estaba haciendo una montaña de un grano de arena. Ahora, jamás de los jamases cometería la locura de decírselo a la cara. Prefería que el enojo y rabia de la muchacha estuvieran dirigidos hacia alguien que no fuera él.

El silencio, además, le convenía por otras razones. Runi, el malhumorado viejo, tenía aspecto de ser de lo más rencoroso y, si tenía una memoria al menos la mitad de buena que la del consejero ese enano - cuyo nombre se le había olvidado - , probablemente no le perdonaría ponerse en su contra cuando llegara el tan ansiado momento de aprender de él algo de magia.

 - Deberíamos avanzar, ¿no? Si no ese nigromante llegará antes que nosotros. Y en silencio. Si no nos oirán llegar.

Por ello optó por aquel curso de acción, uno que pretendía desviar la atención hacia cuestiones más apremiantes y evitaba, además, la tan odiada posición de mediador, porque a nadie contentaba y a todos enfadaba el agua tibia cuando unos la querían fría y otros caliente.

Avanzaban mientras caminaban, siguiendo el paso enérgico de un Runi que, para su avanzada edad y el trote que ya llevaba sobre sus espaldas, estaba sorprendido de lo bien que estaba aguantando aquél día. Si había algo claro, era que todos en ese grupo estaban deseando encontrar a la princesa, y ello les daba fuerzas suplementarias.

Continuaron su camino por la mina enana, siguiendo el trazado de la pequeña vía. Había sido buena idea no coger la vagoneta, porque los raíles estaban en tan mal estado que probablemente hubieran descarrilado a la primera curva. Mientras andaban, les alarmaron un par de temblores más, pero por fortuna no hubo nuevos desprendimientos.

Después de un rato que se les antojó bastante largo, llegaron por fin a una arcada grande, que daba paso a una galería de roca tallada. Volvían a estar en un lugar que alguna vez estuvo habitado, lo cual era buena señal.

Merial había caminado en silencio desde que se habían reunido con Runi. Parecía un poco intimidada por la presencia del viejo mago, y además apesadumbrada por haberse visto obligada a dejar atrás a Mawi. Pero en cuanto llegaron a aquél lugar, abrió mucho los ojos y miró alrededor.

—Ilwen... —murmuró—. Siento a Ilwen. Mi hermana ha pasado por aquí no hace mucho.

Glyrhel dejó vagar la mirada por aquél recinto. Parecía una galería como las que ya habían visto, pero era aún más grande. Justo entonces, cuando Merial dijo aquello sobre su hermana, los ojos del chico se fijaron en algo. Un destello dorado en la distancia, aunque no podía saber de qué se trataba exactamente, parecía algo metálico...

Nada más volver a reunirse Runi con los chicos, Svartfloy había volado raudo hasta su hombro. Al viejo le bastó un graznido para saber que su cuervo se alegraba de volver a estar con él, y después hizo unos ruiditos que Runi interpretó como que los chicos le habían cuidado bien. Sin duda esos chiquillos tenían mano para los animales.

—Entonces habrá dejado una señal, seguro. Y también Ingelynn... Quizás acabasen juntas —Ylva se puso a mirar a su alrededor en busca de algún rastro. No se olvidaba de las palabras del esqueleto, pero después de lo que había dicho Runi,no estaba muy segura de si debía o no decírselo. Quizás lo mejor fuese mentir o mejor aún no decir nada, como habían hecho ellos. Sí. Haría eso. No le diría nada.— Runi, el esqueleto dijo que los muertos que Murgin controla van al norte. Sé lo que dijiste de no escucharle, pero debes saberlo: estamos yendo en esa dirección.

En realidad, la chica no desconfiaba del esqueleto, pero era un dato que Runi debía saber. Y si el anciano quería dar media vuelta o ir por otro lugar le importaba un bledo. Apreciaba más a la princesa de lo que temía al mago.

Glyrhel no estaba muy seguro de lo que acababa de ver. Intentando confirmarlo aguzó la mirada para enfocarla hacia ese punto que en la reinante oscuridad había llamado su atención. De fondo escuchó la voz de Merial e Ylva que, sin miedo, compartían su entusiasmo ante un éxito que aún estaba lejano. Pero eran conversaciones como aquellas las que no hacía demasiado habían delatado la presencia de sus enemigos.

Controlándose para no chistar, el muchacho llamó la atención de sus compañeras con varios aspavientos. Cuando todos le miraron se llevó el índice a los labios y, temiendo ecos insospechados, comenzó a hablar en tono muy bajo.

- Creo que he visto algo. Un brillo. Por allí -  señaló extendiendo el dedo con el que hacía nada había cubierto sus labios. - Algo metálico. O eso creo...

—Hasta el lugar de los chicos y media vuelta —dijo para sus compañeros aunque también era una forma de repetírselo a él mismo. Señaló con la mano el pequeño lugar por el que podrían avanzar a un siguiente nivel. Si algo le sucedía a él quería que Tressa conociera la alternativa de la que disponía.

No cejó en su empeño y siendo consciente del peligro que aparejaba su decisión, decidió continuar avanzando por el subterráneo, al menos hasta llegar a la zona en la que las piedras impidieran avanzar más.

Al oír a su amigo, que si ya habitualmente era la voz de la razón en aquel viaje lo estaba siendo más que nunca, Ylva cortó la conversación. Estaba tan preocupada por encontrar algún rastro de Lynn que no se había dado cuenta de lo evidente. El clásico momento en el que uno estaba completamente enfrascado siguiendo un rastro que no se daba cuenta del jabalí a su espalda hasta que este le echaba el aliento encima. Y claro, después había que correr, subir a un árbol y entrar en pánico fingiendo que todo iba bien. 

La niña hizo un gesto de comprensión a Glyrhel y colocó una flecha en el arco. Puede que fuesen amigos, puede que no, puede que les pudiesen esquivar, pero había que estar preparado. Rápidamente, dio un vistazo a la estancia, analizando su situación.

Strumni continuó por la galería. Él era un enano y, aunque fuera peligroso, no iba a dejar que el subsuelo le amedrentase. Además, esos chicos podían estar heridos.

Corrió, en compañía de Tressa y el esqueleto, hasta llegar a un lugar en el que el camino estaba bloqueado. Un montón de enormes piedras había caído del techo, cortando por completo el paso. No había ni rastro de Ylva, Glyrhel o Mawi. Ni siquiera del cuervo de Runi.

Tressa se había quedado muda por la impresión al llegar a aquella vía muerta. Cerca del enano, Byrald avanzó con cuidado hasta las piedras.

—Imposible continuar por aquí —dijo con pesar—. Sólo espero que ya hubieran pasado cuando el techo de la galería cedió...

Ante el anuncio de Glyrhel, todos en el grupo cerraron la boca y abrieron los ojos. Era cierto, en la dirección que el joven indicaba había un destello dorado. Un tenue rayo de luz llegaba de algún lugar en el techo de la cámara que había más allá de la arcada e iluminaba algo que devolvía aquél resplandor áureo. Se esforzaron en distinguir qué era, pero mientras lo intentaban, Svartfloy aleteó en el hombro de Runi y lanzó un graznido de advertencia.

Apenas tuvieron tiempo de ocultarse entre unas rocas, cuando empezaron los ruidos de pisadas y las voces. Por la galería a la que ellos habían accedido desde la mina, venía un nutrido grupo de guerreros skaldi a paso ligero. Y a la cabeza, dos figuras que les pusieron los pelos de punta. La primera era un orgulloso señor skaldi de rostro traicionero, al que Runi reconoció inmediatamente como Lognar. La segunda, un enano bajo y anciano de larga e hirsuta barba, ataviado con ropajes oscuros. No podía ser otro que Murgin, el nigromante que había levantado de sus tumbas a los cadáveres. Hablaban entre sí, y ninguno de ellos parecía contento.

—Ya te lo he dicho, ese viejo andrajoso apareció de la nada —Lognar parecía exasperado—. Hubiésemos llegado mucho antes de no ser por él.

Se volvió airado hacia el mago oscuro, que no le llegaba ni a la altura del cinturón en el que llevaba la espada.

—Y tampoco es que tus planes hayan ido como la seda, ¿verdad? Primero la chapuza en la granja, luego la mocosa se te escapa de entre los dedos... ¡y ahora los de la atalaya estaban sobre aviso antes del ataque! ¿Pues qué demonios hacíais tú y tus sacos de huesos? ¿Es que tenemos que hacerlo todo nosotros? ¡Ni siquiera tendríamos que estar en este agujero! ¡Todo tendría que haber acabado a estas alturas!

Cuando Murgin respondió, sintieron un escalofrío. Su voz cascada era cruel y fría, pero además había algo sobrenatural en ella que les heló la sangre en las venas. Incluso Runi se sintió extrañamente incómodo al escucharla.

—Aquí hay algo con lo que no contábamos —dijo el nigromante—. Algo que nos la está jugando desde el principio. ¿Cómo iban si no a haberse abierto paso hasta este sitio? No tienes la menor idea de dónde estamos, esto te queda demasiado grande...

Ni siquiera miraba a Lognar mientras hablaba, si no que su único ojo parecía observarlo todo a su alrededor, como si pudiera ver a través de las paredes.

—En cuanto a mis "sacos de huesos", no te preocupes por ellos. Serán más útiles que tus soldaditos, por muchos músculos que tengan. Harán su trabajo. Pero no podemos perder tiempo, el Corazón de Cobre está justo delante. Si esa cría llega primero...

No terminó la frase, pero el grupo apretó el paso. Estaban ya casi al lado de Runi y los chicos. Eran muchos, skaldi, esqueletos, Lognar, Murgin... No podían ni soñar con enfrentarse a ellos y salir airosos.

Runi dejaba que Ylva liderase la marcha. Tal y como ella había dicho en varias ocasiones era una buena exploradora, quizás no se moviese por los túneles igual que Strumni, pero eso no mermaba su destreza.
Parecían estar llegando a algún lado, sobretodo cuando Glyrhel se percató de algo delante.

-Parece que vamos a llegar a tiempo.-

Y claro, tras pensar aquello pasó lo que tenía que pasar. Nada bueno. Afortunadamente Svartfloy pudo avisarles a tiempo de esconderse y apagar la antorcha para que no les delatara. Pero lo que llegó detrás de ellos no era bueno en absoluto. De hecho era lo peor que podían encontrarse. Y la conversación fue de lo más esclarecedora también.

A Runi le parecía obvio que el risitas estaba jugando con todos, tanto con ellos como con Lognar y Murgin. Y sólo los dioses sabrían que estaría tramando. Pero ahora tenían otras preocupaciones más importantes.
Al parecer habían podido ganar algo de tiempo para la princesa, pero si esos dos ya estaban allí era obvio que no el suficiente. Miró a los chicos y luego al grupo de los traidores. Eran demasiados, no podían ganar en una pelea. Ni aunque estuviesen allí Tressa, Strumni y Gunnar.

No, no podían ganar...Pero podrían retrasarlos a costa de sus vidas. Si estuviese solo el viejo skaldi tenía claro qué hacer, si no había hecho nada todavía era a causa de Ylva, Glyrhel y la elfa. No le importaba morir por su princesa y su reino, pero ¿sería capaz de sacrificar a aquellos niños también? Una dificil decisión que no tenía tiempo para ponderar.