Partida Rol por web

Cuando Sofia y Harriet entraron en la floristería se encontraron con un local muy poco corriente y habitual en el Nueva York de su día a día. Se trataba, efectivamente, de una floristeria. Pero una muy singular, ya que no solo se vendían plantas, sino que las propias plantas formaban el decorado de una curiosa cafetería. Todo se conjuntaba perfectamente en un baile de mesas, sillas y plantas que hacían el lugar sumamente acogedor. Cuando la puerta se cerró tras ellos, el sonido de la ciudad dejó de percibirse, y pudieron escuchar que una suave música sonaba de fondo, los altavoces ocultos totalmente a la vista, en la que cantos de pájaros se mezclaba con el caer de una suave lluvia tropical. Olía a tierra mojada, a flores, a vegetación. A vida.

Justo al entrar, a la derecha, se situaba la zona de cafetería. No había ningún cliente en el local en aquellos momentos.

Cuando cerraron la puerta tras ellos....

Escucharon maullar a un gato, que apareció por detrás de lo que podía hacer las veces de mostrador o barra...

Un gato enorme, como nunca habían visto ninguna de ellas.

A través de los cristales, Rob, Luka, Woody y su acompañante, pudieron ver como Harriet, portátil en mano se acercaba a Sofía, intercambiaban unas palabras y, por fin, esta última empujó la puerta del todo y entraron en el local. En lugar de atender a los comentarios de Luka o a la pregunta de Rob, la mujer miraba a través del cristal, fijándose en los movimientos de ambas muchachas.

Al entrar al local, Harriet y Sofia descubrieron que sus amigos y el taxista estaban tranquilamente sentados en una de las mesas del local, junto a las cristaleras, por lo que las habían estado viendo en todo momento. Junto a ellos, una mujer madura, mirándolas con cara de curiosidad. Cruzó una mirada con Woody que llevaba una clara pregunta explícita a la que el taxista respondió asintiendo con la cabeza.

-Traigamos al resto aquí-les dijo a Luka y Rob guiñándoles un ojo.

Solo entonces, se levantó de la mesa y se acercó un par de pasos a ellas.

-Buenos días. Vuestros amigos han llegado primero, coged sillas y acompañadnos-las saludó amablemente, obviando su puerta aporreada por Sofía instantes antes.

Esperó a que ambas se acomodaran en la mesa tranquilamente. Se quedó de pie, por si alguna quería ocupar su propia silla, a lo que no tenía ningún tipo de inconveniente, mientras buscaba con los ojos los de Woody, sorprendida ya por aquella visita tan numerosa y, quizás, muy poco habitual en el local.

No pudo evitar cierta sorpresa al ver el local, medio floristería, medio cafetería. Harriet era muy urbanita y no le gustaban las plantas, todas las que le habían regalado acababan marchitas antes o después, le parecía un entretenimiento inútil. Al cerrar la puerta y quedar aislada del ruido de Nueva York se vio trasladada a otro sitio, como si se hubiera desplazado en el espacio a una especie de selva. Se sintió algo incómoda y además tenía prisa por marcharse.

-Buenos días. -Dijo respondiendo a la propietaria.- No se preocupe, no hará falta. Tenemos que marcharnos. -Se acercó decidida a la mesa donde estaban Rob y Luka e ignorando por completo al taxista loco abrió el portátil para que sus amigos pudieran ver la señal del gps de Adam otra vez en activo y como el coche seguía en el mismo lugar, pero esta vez parecía como que hubieran encendido el motor o algo. Después se volvió hacia su compañera esperando su apoyo y que sus palabras pudieran convencerlos.- Nos tenemos que ir, el coche de Adam se va a poner el marcha en cualquier momento.

-Yo me quedo -respondió Luka. Habían llegado allí y la mujer tenía cosas que decir. No era ocasión de desperdiciar aquello-. Id vosotras. Rob, si quieres, acompáñalas. Cuando termine, os mando un whatsapp y me enviáis vuestra localización. Seguro que Woody puede acercarme en un momento.

La mujer miró como Harriet, nerviosa, se acercaba a la mesa en la que estaban Woody y el resto con un portátil en la mano. Se acercó a la mesa tras ella y observó la pantalla del ordenador.

-¿Es ese tal Adam la persona a la que estáis buscando? -preguntó a nadie en particular-Creo que no deberíais dejar que esa señal se perdiese-dijo mirando a Harriet y, volviéndose hacia Luka-Te contaré rápido lo que sé, aunque si vuestro amigo está en Central Park no se si será de mucha ayuda... Woody te llevará allí, ¿verdad, Woody?-la duda estaba implícita en su comentario pero, aún así, después de ver como el taxista asentía a su proposición, volvió a tomar asiento y abrió el periódico, que extendió sobre la mesa, alisándolo y esperando a que el resto se decidiera a qué hacer antes de empezar ella a hablar.

Su mirada, tan clara y alegre antes, se había empañado con un halo de preocupación al ver tan agitada a la chica.

Desde luego Rob no iba a ninguna parte. No con las perspectivas que tenía encima de la mesa, era algo que no iba a dejar escapar. El periódico había sido la única pista real de sde que todo había comenzado, las demás habían sifdo elucubraciones, posibilidades... y hasta visiones. Pero la noticia de ese periódico cuadraba con todo. Y ahora tenía allí delante otro ejemplar distinto, con más datos. No, no pensaba marcharse.

Escuchó a la mujer, y sin decir ni pío asintió. Aún no había obtenido respuesta a su pregunta, pero la repetiría cuantas veces fuera necesario. Pero no ahora. Esperó.

-Harriet, cálmate, vamos a escuchar lo que nos va a contar esta amable mujer y nos vamos enseguida

Dijo a su compañera en un tono suave y sutil, sonriendo le al mismo tiempo, luego dirigió su mirada a la florista, asintió para darle paso y que pudiera contar lo que sabía al respecto del caso.

-Sí, estamos buscando al Señor Adam. -Respondió a la mujer viendo que todos sus compañeros parecían decididos a quedarse allí y escuchar lo que aquella extraña tuviera que decirles.- Y estoy de acuerdo con usted, no deberíamos dejar que se pierda la señal, es nuestra pista más fiable para encontrarlo.

Harriet intercalaba su mirada con la luz de aviso en la pantalla del portátil y la mujer. Su corazón de periodista tenía curiosidad por todo aquel asunto, pero Adam podía estar en peligro y eso la preocupaba.
Asintió a Sofía dando a entender que permanecería allí y escucharía a la mujer.

Que remedio, yo no se conducir.

Parecían que todos se habían puesto de acuerdo, por lo que tomó asiento y les indicó a las dos muchachas que hicieran lo propio.

-Bien, no creo que fuera casualidad exactamente lo que trajo aquí a Woody, aunque él lo niegue-contestó a Luka con una sonrisa y asintiendo levemente con su cabeza-Entiendo que los has traído para que se tomen un poco más en serio lo que sabemos, más aún si hablamos de otro desaparecido y hay que actuar rápido. Ha sido una buena casualidad que cogieras justo el taxi de Woody está mañana y que relacionarais esa noticia con el periódico y con el-miró a Woody y después a las chicas y al portátil que traían. Entendía la gravedad del asunto, aunque no conocía al desaparecido-Por tus palabras, joven, entiendo que quien ha desaparecido es alguien importante de ese periódico. Es raro que alguien que trabaje ahí tengan interés por alguna de las noticias que aparecen en este periódico pero, ¿por qué no? Quizás alguien tiene el suficiente interés como para contar algo más interesante que los cambios en la Bolsa y en el humor de nuestra clase política cuando se despiertan por la mañana. No se sí os seré de ayuda, pero quizás lo que os pueda contar, unido a lo poco que sepáis, os ayude a continuar y encontrar a quien buscáis.

El gato dejó en ese momento de husmear los pies de Harriet y de Sofía y se dirigió de nuevo hacia la trastienda en donde desapareció.

Un intensó olor suavemente dulce y apetecible empezó a extenderse por la tienda. Se escuchó una pequeña exclamación y el ruido de un cacharro al caerse al suelo. Después, silencio en la trastienda.

Pero al cabo de un par de minutos, los que tardaron en acomodarse  Harriet y Sofía a la mesa y la mujer en empezar a hablar, apareció del interior del local una muchacha joven llevando una bandeja con varias tazas de café humeante y un plato que, muy posiblemente, era el que portaba el origen de aquel olor tan bueno.

Se acercó a la mesa, sonriendo radiante -¡Buenos días! ¡Hola Woody! Aquí tenéis los capuchinos. He esperado hasta ver si os sentabais o no [/b]-dijo mirando a las dos chicas- y al ver que sí me he decidido por traeros igualmente un capuchino a vosotras. Si queréis otra cosa, decídmelo sin problema, tenemos cualquier cosa que os apetezca. Y un plato de galletas con tropezones de chocolate recién hechas. Acabamos de sacarlas del horno. Tened cuidado, queman un poco aún-dejó todo sobre la mesa y le dedicó a Rob especialmente ese consejo, cuando sus ojos se encontraron un instante antes de volverse a las recién llegadas, esperando a ver si el café era o no de su gusto.

La mujer sonrió a la recién llegada y fue ayudándola a repartir las tazas de capuchino entre todos los integrantes de la mesa. El plato, lleno de unas galletas a las que les faltaba el letrero de “cómeme antes de que me enfríe”, terminó en el centro de la mesita.

-Bien, a ver si conseguimos ayudarte en tu nuevo trabajo y que tengas un buen comienzo-contestó a Luka-¿Todos estáis igual? ¿Buscando a ese hombre por trabajo?-lanzó una mirada inquisitiva a Harriet. La forma en la que había entrado y exigido ir en busca de lo que fuera que enseñara ese portátil, mostraba algo más que simple trabajo. Había detectado verdadera preocupación-¡Oh, qué más da! Trabajo o no, buscáis el mismo objetivo. Así que a ver….empecemos hablando de Aldo. Aldo es un muchacho de unos treinta y pico, su trabajo real, con el que se gana la vida, es de repartidor. Aparte de eso, investiga, busca noticias curiosas, diferentes, cosas que no salen normalmente en los periódicos tradicionales. Que es de lo que trata este periódico. La Verdad Está Ahí Fuera. Tengo que reconocer que el título no es lo más admirable de esta pequeña publicación, pero el furor y la expectación que generó hace años la serie de Expediente X tiene la culpa. De todas formas, entiendo que solo con la lectura del título la gente sabe de que puede ir más o menos el periódico, lo que hace que la gente que no está interesada lo deseche inmediatamente, cosa que nos favorece, sinceramente, quien lo lee es porque ya viene con la mente abierta para asimilar el contenido de muchas de las noticias. Pero volvamos a Aldo. Hace unos meses me comentó que iba detrás de algo gordo, pero que aun era solamente una corazonada, que tenía que seguir investigando. Meses más tarde, vino con lo que pudisteis leer en la edición anterior. Una serie de desapariciones, sin relación aparente, que se estaban produciendo en lo que él quiso llamar, el Triángulo de Nueva York, un poco por referenciarlo al Triangulo de las Bermudas, tema del que Aldo es fan incondicional, por cierto. Como sabéis, una serie de personas han desaparecido. Personas normales, cuya desaparición solamente ha calado en su círculo más cercano. Nadie es importante, nadie es noticia, nadie relaciona esos casos. Salvo Aldo. Lo que se publicó en el periódico fueron los casos más cercanos, él seguía buscando hacia atrás, en busca de más víctimas en el pasado, y también quería ir hacia adelante. Sabéis que descubrió una cadencia en las desapariciones, se producen cada cierto tiempo fijo, nueve meses para ser exactos. El problema de todo esto, del que yo ya le advertí, es que si seguían produciéndose desapariciones y estás tenían algo en común, ese algo en común solo podía ser una cosa, o una persona. Y en ambos casos, buscarlo supondría ponerse él también en peligro. Pero aún así, quería prever la siguiente desaparición y quería encontrar la razón. Decía que creía que estaba a punto de saber lo que ocurría.

-Mamá quiso hacerle desistir en su búsqueda, pero Aldo es cabezón como él solo y sabía que ahí había algo interesante, extraño más bien. ¿Qué tenían en común todas esas personas? ¿Por qué cada nueve meses?-la chica tomó asiento junto a ellos en la mesa-¿Por qué siempre personas “normales”? -entrecomilló las palabras con ambos dedos índices, haciendo un ligero movimiento-y sobre todo, estamos hablando de años, años en los que se va repitiendo la misma cadencia de desapariciones ¿qué o quién tiene la capacidad de hacer lo mismo durante tanto tiempo al mismo tipo de … hombres? Porque no hay ni una sola mujer entre los desaparecidos… -dejó el comentario en el aire, mirando a cada uno de los presentes con ojos brillantes por la intriga, por la emoción, intentando averiguar que pensaban exactamente de todo aquello.

Rob no desaprovechó la ocasión de guiñarle el ojo a la bonita camarera, que luego resultó ser la hija de la florista. No le extrañó, ambas tenían un aire atractivo que le resultaba demoledor. Tomó la bandeja de galletas de sus manos, justo después de levantarse de su silla, caballeroso. Y cogió una de aquellas apetecibles pequeñas maravillas de cocina tradicional.

Sopló en su galleta, antes de hincarle el diente, y volvió a sentarse, no sin presentarse a la chica.

-Hola, soy Rob. -Y siguió con un gesto de la mano al resto de los presentes, uno tras otro.- Luka, Sofía y Harriet. - Luego escuchó a la florista con atención.

Así que sí, todo lo que se habían planteado era cierto, y ese tal Aldo estaba sobre la pista. Pero, ¿qué había sido de él?

-Así es, señora, ese hombre al que buscamos parece ser la siguiente víctima, el siguiente eslabón de esa cadena de la que el repartidor empezó a tirar. -Se giró hacia la chica.- Todo hombres, por cierto, así es...- Su imaginación desbordada empezaba a hacer malabarismos con lo de la mujer amada, los nueve meses que hablaban de partos, y las víctimas masculinas. Pero reprimió el comentario.-Y bien, entonces, su Aldo sabe más que nosotros al respecto, investiga desde hace tiempo. ¿Dónde está ahora? Hemos de seguir el rastro del gps del coche de nuestro hombre, Adam, pero antes, quizá si pudiéramos cambiar impresiones con Aldo, o incluso llevarlo con nosotros mientras vamos allí...

Harriet se sentó resignada. Las explicaciones de la mujer sobre aquel periódico de pacotilla no le interesaban mucho, ni tampoco el café o las galletas recién hechas, mucho menos la muchacha que las servía, aunque su presencia le arrancó una medio sonrisa.

Menudo día llevas Rob, si tu supieras...

Si no hubiera estado tan preocupada por todo lo que estaba pasando hubiera sido un buen momento para gastarle algún tipo de broma. Sabía que Rob era un buen partido y que solía llamar la atención de las mujeres, pero ese día estaba sembrado.

-¿Aldo es tu hermano? -Preguntó dirigiéndose a la camarera.- ¿También desapareció? Supongo que Adam descubrió lo mismo, por eso decidió investigarlo y por eso estamos preocupados, está claro que se trata de algo peligroso y no de un cuento de triángulos de las Bermudas ni nada mágico o místico.

Miró a Rob, tenía una corazonada. Las palabras de aquellas mujeres y la forma que tenían de hablar sobre ese tal Aldo le indicaban que no podrían hablar con él, que tras la publicación del periódico algo le había pasado al ponerse a investigar. Algo como lo que le podía estar a punto de suceder a Adam si no lo encontraban rápido.

La chica sonrió y miró a su madre-Esta es mi madre, Amy, yo soy Alex-contestó con una sonrisa al chico, presentándose ellas dos igualmente. Pero cuando Rob preguntó la sonrisa se le congeló y miró a su madre, esperando a que ella contestara. Levantó una ceja, en un gesto que, inicialmente, era difícil interpretar, cuando escuchó los comentarios de Harriet. Pero tampoco quiso contestarle a ella. No en ese momento por lo menos.

Amy miró a su hija y asintió, tomando el relevo de nuevo-Esa es una buena pregunta Rob. ¿Dónde está Aldo ahora? Esa misma pregunta nos la hemos hecho nosotras y Woody, aparte de más gente, claro, desde la última vez que recibimos noticias de él. Aldo es solo un colaborador más del periódico, no es familia nuestra, Harriet, no de sangre claro, porque es cierto que, de una forma u otra, todos los que trabajamos en La Verdad Está Ahí Fuera somos una familia. Especial, eso sí, a nuestra forma, pero una familia al fin y al cabo unida por cierto…conocimiento. Llamémosle así.

Guardó silencio entonces, pensativa, removiendo su capuchino. Era difícil lo que tenía que explicar, quizás no sabía hasta donde contar, o qué contar a unos completos desconocidos. Pero conocía a Woody, y este rara vez se equivocaba en sus apreciaciones.

-Después de la anterior edición del periódico, Aldo siguió con sus investigaciones. Me comentó que para el siguiente número nos podría dar información más precisa, quizás incluso la resolución del enigma a esas desapariciones. Recibí noticias de él de nuevo en los plazos previstos para la redacción del periódico, me envió lo que había descubierto para incorporarlo al siguiente número, y… así lo hice.

Devolvió la atención al periódico, que orientó entonces para que Rob, Harriet y los demás pudieran leer la portada. Señaló una de las noticias, arriba a la derecha que rezaba como título: “El Triángulo de Nueva York: más pistas para descubrir el misterio”. Esperó a que todos leyeran el titular que estaba superpuesto sobre el mapa de la zona de las desapariciones antes de mirar a su hija-Lee tu la noticia, no tengo las gafas cerca y no voy a perder tiempo en ir a buscarlas a la trastienda

Cogió el periódico y lo abrió por la página en la que estaba la noticia. Leyó en voz alta.

-Queridos lectores y lectoras amigos de lo desconocido y lo misterioso, después de un arduo trabajo y horas y horas extras de investigaciones y pesquisas, ¡tenemos nuevas noticias!

Hemos descubierto un punto en común que tenían cada uno de los hombres que figuran en la lista de desaparecidos. Una mujer. Una mujer joven, guapa y desconocida para el ámbito cercano y familiar de los desaparecidos pero que, por una razón u otra, hemos podido relacionar. En unos casos se trataba de una nueva vecina, en otros, una nueva compañera de trabajo, pasando por una nueva clienta o cosas así, ya sabéis, personas que inicialmente nunca tendríais en cuenta para acusarlas de la desaparición de otra con la que apenas había tenido contacto.

Además, hemos investigado más a fondo en el pasado, en los registros de desapariciones. No hay ninguna más en el estado de Nueva York, pero si nos remontamos a cerca de cincuenta años hacia atrás, tenemos la misma pauta de desapariciones en la costa oeste, estado de Idaho. Se repite entonces la cadencia de tiempo entre desapariciones y que siempre se trata de hombres. En este caso las zonas de las desapariciones forman casi un círculo perfecto cuyo centro neurálgico parece ser la capital. En todas esas desapariciones, no había ninguna relación entre los desaparecidos y nunca se atribuyó causa alguna para ellas. Exactamente igual que las que nos ocupan hoy en día.

Haciendo estimación de las fechas en las que estamos, esperábamos que para esta edición os pudiéramos comunicar la desaparición de un nuevo individuo, pero nos alegramos de informar que, hasta la fecha, no hay ninguna denuncia al respecto en ninguna comisaria.

Quizás todo ha vuelto a parar, como parece que sucedió en Idaho hace cincuenta años. Tendremos que seguir atentos para ver cómo se desarrolla todo en los siguientes días, porque aún hay tiempo de que lo que sea o quien sea, vuelva a actuar.

¡Os mantendremos informados!

Dejó de leer y miró a todos los presentes dejando sobre la mesa el periódico, abierto por la página que acababa de leer.

-Bastante poco o demasiado, según se mire. Entre que Aldo me envió sus descubrimientos y la publicación de este número, pasaron varios días. Intenté ponerme en contacto con él para que me enviara la relación de las desapariciones de Idaho para incorporarlas a la noticia ya que siempre puede ser útil dar nombres, fechas y sitios, por si alguien puede ofrecer información adicional, pero no pude contactar con él. Y desde entonces nadie lo ha conseguido -hizo una pausa para tomar un sorbo de su capuchino y continuó después de una pequeña pausa-Decidí, de forma unilateral, por seguridad para él y para el resto de los integrantes de este periódico… no incluir ciertas cosas en la noticia. Parte de lo que Aldo me hizo llegar. De hecho, los tres últimos párrafos son exclusivamente míos. Corté la noticia ahí.

-Mamá cree que quien está causando esas desapariciones sabía que Aldo trabaja para el periódico. Al no saber nada de él, pensamos que Aldo descubrió más de lo que debía, que se puso en peligro y, con él, realmente al resto del equipo.