Partida Rol por web

     Un aullido que os suena conocido surge del flanco que cubre Ithildir y veis llegar a media docena de grandes lobos de las montañas, están muy lejos de su hogar pero sus bocas hambrientas y los colmillos afilados son iguales a los que os habéis enfrentado en el pasado. Tras ellos tres figuras encapuchadas les jalean contra vosotros, llevan lanzas y escudos alargados, pero las ropas son las mismas de las criaturas a las que os estáis enfrentando.

     Estel decapita a su rival mientras que Therusia avanzó para recibir el ataque y su golpe hizo vibrar el metal y el cuerpo del ser oscuro haciendo que castañearan sus dientes. Empujó entonces la enana con su mango sobre el cuerpo para hacer espacio y con un barrido lateral cortó tela, armadura y carne. No volvió a levantarse.

     Ithildir parecía bailar con su lanza haciendo pequeños cortes que enfurecían a su enemigo cuando una flecha emplumada atraviesa la garganta en mitad de uno de sus gritos de rabia y le hace caer al suelo como un fardo. La puntería de los hombres (y mujeres) del Bosque es una de sus grandes virtudes.

    Estel avanza para esperar el ataque de los lobos que cargan de forma alocada cuando el más adelantado llegó hasta él lanzó una rápida estocada que el animal con un giro inesperado esquivó haciendo que fallara por un palmo pero el guerrero hizo valer su experiencia y con un golpe de muñeca hizo que el filo siguiera el movimiento del animal impactándole cuando apoyaba las patas en el suelo abriéndole una fea herida en el lomo.

Mientras Estel se enfrentaba a uno de los lobos, Therusia hizo lo propio con otro. No era la primera vez que se enfrentaban a aquellas criaturas, de modo que la enana movió el hacha a gran velocidad, consiguiendo que la fuerza de la inercia, unida al extraordinario filo del arma, abriese una enorme herida que llenó de sangre el suelo.

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   Cargo otra flecha, que va a directa a la garganta del lobo... si el lobo fuera un orco o fuera a dos patas levantado, porque pasa medio metro largo por encima del que apuntaba y se pierde en la oscuridad.

   Me hago la despistada mientras cargo otra flecha, desde luego...

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Viendo que disparar a esos adversarios era complicado, decidí hacer frente a las bestias que aparecieran por el flanco del elfo. Cargué una nueva flecha, apunté al más próximo y solté la cuerda. El proyectil salió volando raudo en dirección a su objetivo. Debido a la oscuridad, no pude ver bien si le impactó o no, además, que ya estaba intentando disparar a otro lobo.

     Del grupo de lobos que cargaba contra vosotros uno queda tendido con una flecha atravesándole el lomo, otro ha caído bajo el filo de Estel y uno más cae para no levantarse al recibir un feo corte del hacha de Therusia en la que se mezclan sangres negras y rojizas.

     Parece que al resto de la pequeña manada no les importa mucho la suerte de sus compañeros porque mientras dos se lanzan con las fauces abiertas contra Estel y Therusia, el tercero sigue avanzando hacia las mujeres aprovechando que están ocupados defendiéndose. Pero sus ataques quedan en mordiscos en el aire y enseñar los colmillos.

     El lobo que está frente a Estel baja el lomo y empieza a gruñir de forma amenazadora, de su boca abierta cae una baba espesa y sale un sonido poco tranquilizador, sus colmillos parecen capaces de atravesar sin problemas la escasa protección que lleva el dúnadan que de forma inconsciente retrocede un paso y realiza un ataque que no llega a impactar a su objetivo.

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   Hora de coger el hacha que tenía a mano por si llegaban al cuerpo a cuerpo. Embrazado el broquel, hacha en mano, le afeito los bigotes al lobo, porque el jodío golpe se queda a un palmo. Cómo no, lo veía venir... últimamente me quedo a esto de acertar.

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Aquellos lobos eran grandes, casi tan altos como la propia enana, que pasó unos momentos parando ataques dirigidos a su cara con el asta del hacha. Pero si lobos o sombras creían que eso podía amilanar a un enano, y en especial a uno de las Colinas de Hierro, es que no habían conocido a muchos. Y no conocerían a ninguno más.

—Atrás, seres infectos— bramó mientras movía el formidable hacha con una maestría más digna de un guerrero que de un artesano... y es que mucho era lo que había aprendido de combates en aquel viaje. El lobo es el que no aprendería más, ya que su cabeza se separó del cuerpo con el tajazo de aquel maravilloso arma.

La flecha entró y salió del cuello del animal, dejando a este muerto instantáneamente. Volví a coger una flecha y apunté a otro lobo que se iba acercando a nosotras. Nuevamente, la flecha penetró en el robusto cuerpo del adversario, acabando con él de inmediato. Dos tiros de dos. Sonreí aliviada, ya que el miedo se me iba disipando y podía apuntar mejor. Caín gruñía a mi vera, protegiéndome en caso de que alguna de estas bestias se me acercara.

     Yedra vio como el lobo que abría las mandíbulas más allá de lo que creía posible se derrumbaba en el suelo con una flecha atravesando su cuello, el color de las plumas indicaba que pertenecía a Amaltea que desde unos pasos de distancia había podido acabar con él antes de que llegara herir a su compañera.

     Therusia tampoco tuvo problemas en terminar con su rival y el lobo que estaba con Estel viéndose solo salió huyendo con el rabo entre las patas sabiendo que no tenía ninguna oportunidad contra el grupo de aventureros. El silencio tan solo estaba roto por el gañido tenue de algunos de los lobos que sentían su vida escapar por las heridas recibidas.

     El silencio... el silencio... después de miraros entre vosotros descubrís que ese silencio debería ser imposible porque había más enemigos a los que combatir. Miráis a vuestro alrededor y no veis ni a los 3 encapuchados ni a Ithildir.

—Eso... Huye, huye a esconderte detrás de tus amos

Pero no fue allí el animal, o quizás sí, pues no había ni rastro de aquellos seres. Satisfecha por haberlos logrado espantar, a base de flechazos, hachazos y espadazos, la enana se giró para dirigirse al elfo ya que sabía más de aquellos seres que ella misma. 

—Tan terribles no serán si los hemos espantado, ¿No?— al girarse, se dio cuenta de que Ithildir no estaba allí, algo que le extrañó sobremanera, pues no hacía unos segundos, mientras vigilaba la distancia de las bestias con las arqueras, lo había visto batirse con uno de los lobos. —¿Ithildir? 

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   Miro alrededor, encogiéndome de hombros.

   - No sé... cosas de elfos ¿o le habrán pillado esos que nos atacaban? -

   Examino alrededor, las huellas, donde estaba el elfo, a ver si pintaba que se había ido con sus pies el sólito, o lo habían arrastrado en contra de su voluntad.

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     Las huellas te llaman la atención porque hay algo... sobrenatural, extraño, fuera de lugar. Ithildir ha sido arrastrado pero apenas ha opuesto resistencia y el rastro no está tan marcado como debería por el simple peso de todos ellos. Si no fuera imposible dirías que te recuerda a la forma de actuar de las arañas del Bosque Negro pero aquí no hay ni bosque ni arañas.

     Las huellas se dirigen hacia las colinas y de allí parecen seguir el mismo camino que vosotros: Fornost.

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   Me agacho y señalo al suelo y luego en una dirección.

   - Ahí, hacia Fornost. Parece que se lo han llevado o más bien... se ha dejado llevar, no hay signos de resistencia y las huellas están poco marcadas, como cuando hay magia que aligera los pies, Radagast lo hacía de vez en cuando para cruzar grandes distancias en poco tiempo. -

   Me acomodo el equipo y me aseguro que los cuerpos de los enemigos muertos están, vamos, que los remato.

   - Partamos tras ellos, si no se os ocurre que más hacer. -

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—Sigue el mismo camino que nosotros entonces— musitó la enana pensativa —Pero no le han obligado... ¿Se ven más huellas, Yedra?

La enana se acercó a Yedra. Parecía muy confusa por la desaparición del elfo, y que hubiese sido de forma voluntaria, no hacía más que añadir capas al misterio, y sal a la herida, si es que había ido. Pese a todo, no iba a dejar que nadie notase que le afectaba, aunque la carga magnificase los sentimientos negativos,

—Yncriff— Therusia llamó al cuervo, que al ver el combate se había alejado. Puede que sintiese amistad por la enana, pero era un cuervo sabio y, como tal, no quería meterse en problemas con lobos o sombras— ¿Puedes adelantarte a ver si lo encuentras y decirnos si va solo o acompañado? 

La enana suspiró y miró el equipaje. Ahora tendrían que cargar también con la parte del elfo, pues dejarla allí sería dejar más pistas al enemigo de las que le gustaría. Por suerte, había una enana en el grupo. Ni corta ni perezosa, añadió el peso extra a su equipaje.

—Si también va a la Fortaleza del norte, seguirlo es seguir nuestro camino, ¿me equivoco?— dijo mirando a Estel

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   Asiento, - si, tanto sus huellas, como las huellas de los que faltan - señalo los cadáveres, - se han ido todos juntitos de la mano. Y ligeros, muy ligeros. Esas huellas deberían ser más profundas. -

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     Yncriff tarda poco en volver, se posa con elegancia sobre el hombro de Therusia y le picotea el casco esperando su premio antes de hablarle al oido, los gestos de la enana no son nada tranquilizadores Ithildir va por su propio pie, vigilado pero no atado

     Con el dedo señala en la misma dirección que lleváis vosotros sobre las colinas hay un camino y por ahí están avanzando con rapidez

     Al oir esas palabras Estel cabecea con disgusto el viejo camino... lleva hacia uno de los palacios fortaleza que quedaban en el exterior de la ciudad. Allí... allí hay una historia de resistencia y muerte. Allí murieron muchos buenos hombres dando tiempo al Rey para ponerse a salvo y su sacrificio fue en vano.

—No será buena gente la que caiga hoy allí. Vayamos pues a esa antigua fortaleza y, si hace falta, tiraremos sus puertas abajo. A no ser que conozcáis otra entrada. Sea como fuere, no dejaremos a un compañero abandonado en las manos del enemigo.— respondió resolutiva— Incluso si es un elfo.

Aquella última apostilla fue hecha para disimular el hecho de que se preocupaba por aquella irritante raza, aunque a aquellas alturas ya no se engañaba ni a si misma. Cortaría la cabeza de un tajo al que pusiese las manos encima de Ithildir, al igual que lo haría si alguien se atrevía a dañar a alguna de sus compañeras. Habían estado todos en aquella fortaleza y acabarían todo juntos.

—Guíanos hacia allí

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   No me quedó claro si hablaba al cuervo o a mí, pero como veía las huellas claras, me encogí de hombros y me puse a caminar tras recoger el equipo.

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