Partida Rol por web

Lo cierto es que estoy hambriento, y saber que esta noche la pasaremos bajo techo es un alivio

- Pues si puede ser, yo tambien me apunto a la cena - digo dejando una moneda en el mostrador. Y al no notar que esté amainando la lluvia, de hecho saco otras tres más - y si, tambien me apunto a la habitación.

Aunque pongo unos morritos ante la frase de Lakara

- Demonios, que tan mal no canto ¿No me habrás confundido con otro?

Mientras esperamos, me saco el laud y todo solo un par de notas. No es una canción compleja, ni un acorde, sólo un par de notas encordadas y entretejidas.

Tras todos decidir que quieren apuntarse a la oferta, el posaderos les invita a sentarse en las mesas o, si lo prefieren, pueden ver las habitaciones. Aun está lloviendo fuera y parece que llueve más de lo esperado. Es una buena tormenta de primavera. Las habitaciones no son, por desgracia, individuales. La posada tiene habitaciones con dos camas cada una, ya que no son demasiado grandes. Al fin y al cabo, la posada solo era un sitio de paso para descansar un par de horas y continuar el camino.

No tardan mucho en recibir la cena. Estofado caliente y con contundencia. La joven enana que les ha atendido antes es la que se acerca a la mesa y va sirviendo primero las bebidas, al gusto de cada uno, y la cena en sí momentos después. Además, la posada se va animando poco a poco.

Parece que los habituales del lugar no se amedrentan por la lluvia y entran para calentarse y disfrutar de juegos de dados y una buena cerveza o vino especiado.

Sin dejar de tocar uno o dos tímidos acordes con el laúd, opto por preguntar a la enana que nos sirve

— Señora, soy un humilde juglar, un comerciante de historias. Mi oficio es escuchar lo que se cuenta en un lugar para compartirlo en otro. Y que el diablo se lleve mi alma si no es que el bosque cercano es un tema que atraiga la atención de todos mis vecinos. Por ello ¿Podría, aparte de este estofado, compartirnos alguna historia del bosque? Eso, o también la valiente historia de cómo este pueblo ha crecido tanto en tan poco tiempo.

No se me escapa que con la longevidad enana, es muy posible que ella fuese ya adulta cuando el pueblo aun era una mera casa de postas.

-¿El bosque? Bueno... los enanos somos más de explorar las entrañas de la tierra. Pero, sin duda, el posadero os puede contar historias de la zona. Yo llegué hace poco y me acogieron aquí - sonríe mientras sirve al siguiente -. Pero puedo deciros que el bosque llega muy al norte, a la base de las montañas de uno de los reinos enanos. Sus raíces son casi tan profundas y antiguas como las montañas y bebe de las aguas frías de sus picos.

Alguien llama su atención para que le sirva.

-Si me disculpáis un momento...

En cuanto la comida fue servida en las mesas, Erik prácticamente devoró su cena. Tras pasar todo el día caminando (dejando aparte el tiempo que pasaron intentando que los burros de Lakara volvieran a caminar) estaba hambriento. Y por muy apetitosos que fuesen los bocadillos de Luthica, no podían competir con una cena caliente tras salir de la lluvia.

Pero en cuanto su hambre estuvo saciada y su cerebro empezó a pensar en el resto de la noche, se impuso una cuestión. ¿Cómo se iban a repartir para dormir? El posadero había dicho que la habitaciones tenían dos camas cada una. Y no siendo el mismo número de mujeres y de hombres, una de la habitaciones tendrían que compartirlas dos de distinto sexo. Lo que no era un gran problema, pero quizás un tanto incómodo a la hora de desvestirse para dormir. Aunque suponía que Luthica, acostumbrada a misiones con el ejército y sus incomodidades, no estaría demasiado preocupada por quién de ellos le tocara como compañero de cuarto.

O quizás sus nuevos conocidos también prefirieran no compartir habitación entre ellos. Y quizás eso les diese la oportunidad de hablar más durante la noche sobre su interés por el Bosque y lo que sabían sobre él.

Se inclinó hacia Morwen y le susurró, señalándolos por debajo de la mesa

-¿Les pregunto si quieren que compartir habitación con nosotros?

El silencio de John no parecía hostil, pero sí hermético. Quizá la había liado al invitar a aquellos desconocidos, pero Ella no hablaría de él ni de su misión solo de lo que le concernía a ella. De los sueños, de la Osa. Y, en todo caso, John podría advertirle con un discreto pisotón que estaba metiéndose en terreno pantanoso.

La muchacha sonrió y asintió con una expresiva cabezada.

—Sí, ese es mi propósito: internarme en el corazón del bosque y encontrar a la Pastora de Almas. Sé que es harto peligroso, pero no tengo otro camino. Además, no he hallado otra soñadora en muchos soles y la última que soñó para mí me habló del bosque. Creo que la Osa está allí, y quizá la Pastora sepa de ella...

Cuando Erik se nombró a sí mismo y a su compañera se ensombreció la mirada de la muchacha. Sus manos y sus ojos regresaron a aquellas piezas de metal apiladas sobre la mesa que ella había pulido con esmero para que brillaran como las estrellas. Luego, alzó la mirada hacia Erik y Morwen y balbuceó:

—Es que... yo no... No puedo soñar —confesó. Su voz tenía un timbre apremiante; su mirada, desolada, algo huidiza. Parecía realmente acongojada por aquel hecho. —Y ya no... No soy digna de... portar un nombre.

Las tradiciones milenarias de los grandes clanes del norte reconocían cuatro Virtudes Primordiales en las criaturas humanas: la memoria de los Antiguos, el valor del guerrero, los sueños y la honra de llevar un nombre. En la memoria de los Antiguos los guerreros bebían el valor que los transformaba en feroces criaturas en la batalla. Y era en los sueños que el Clan se unía en profunda comunión con las demás criaturas; y era en los sueños también que recibían el honor de ser visitados por un espíritu y de portar un nombre.

Pero la muchacha ya no podía (o sabía) soñar. Aquella pestedel insomnio atormentaba a sus ojos, sacudía los cimientos de su ser y le robaba los sueños.

Ahora había perdido a su espíritu protector, a la Osa Parda.

Y a su propio nombre.

Al final entre una cosa y otra, parte de la humedad de su ropa se había secado, aunque en su propio cuerpo, lo que hacía que estuviese algo destemplada. Se frotó las manos, emocionada, nada más vio aparecer de nuevo a la enana con los platos llenos de estofado.
Le dio las gracias a la camarera en cuanto dejó su cena delante de ella y cogió el tazón entre ambas manos y sorbió un poco de caldo, cerrando los ojos al notar cómo el calor de la comida bajaba por su garganta hasta el estómago.
- Vaya como lo necesitaba. -Posó el tazón de nuevo en la mesa y entonces ya comió su contenido con más calma (aunque sin darle tiempo a que se enfriase) mientras seguía la conversación con Erik y la mujer de las pieles.
Se apegó aún más a su compañero cuando este le susurró, inclinándose ligeramente a él y afirmó con la cabeza ante la pregunta de este.
- Vale, aunque yo tenía pensado compartir habitación con Lakara. -Añadió, tras lo cual volvió a erguirse en el sitio y continuó su conversación con la mujer con quien compartían mesa-. La verdad es que -frunció el ceño como si estuviese haciendo un esfuerzo por intentar entender lo que decía la muchacha que tenía en frente- no entiendo ni una palabra de lo que dices. Pero está claro que compartimos destino así que quizás podamos ayudarnos unos a otros.

Estaba a punto de llevarse otra cucharada de aquel estofado a la boca cuando se detuvo a medio camino. Inclinó la cabeza.
- Hay miles de motivos por los que puedes no tener sueños. -Clavó su mirada en la recién conocida, primero con interés y luego con cierta tristeza al ver cómo parecía incomodarle todo aquello. De primeras aquel hecho no le había parecido algo preocupante pues ella misma en muchas ocasiones no soñaba nada tras haber tenido un largo día de trabajo en la taberna, pero tras ver la reacción se preguntó si no habría sido demasiado ingenua-. Con nombre o sin él, sigues siendo tú. Y algo se podrá hacer.

Aunque pronunció las palabras completamente convencida tenía miedo de haber metido la pata. No entendía de qué trataba todo aquello y le habría gustado preguntar, pero definitivamente no era el momento.

-Ah. Probablemente esa sea una mejor idea.- Después de todo, aunque tener que salir un rato de la habitación o quitarse la ropa bajo las mantas podía ser molesto, no quería pensar en lo que pasaría si Lakara acababa pasando toda la noche en la misma habitación que Luthica sin nadie que les hiciera de mediador. Estaba seguro de que, con el tiempo, las dos acabarían apreciando las cualidades la una de la otra. Pero, por el momento, parecía que sus personalidades no eran exactamente compatibles.

Sobre lo que contaba aquella mujer, Erik no entendía gran cosa. No sabía por qué no soñar le parecía tan terrible. Había muchas noches que él mismo prefería no haber soñado nada. Y No sabía cómo alguien podía perder el derecho a tener un nombre. Pero aunque no entendiese por qué, sí entendía que a ella era algo que la atormentaba.

-Si vais al Bosque, ¿por qué no viajamos juntos? Sería más seguro para todos. Y quizás podamos ayudarnos los unos a los otros. Podemos hacer eso, ¿verdad?-Le preguntó A Morwen, recordando lo que había dicho Jaskier de su misión secreta. Quizás no fuera la mejor idea tener invitados si no querías que supiesen tu propósito. Pero tampoco veía qué daño podían hacer. Y probablemente, una vez que llegasen al Bosque, cada uno iría por su lado.

Gemnir está acostumbrado a apañarse con un poco de pan enano y raciones de viaje, pero el estofado caliente que les sirven podría resucitar a un muerto. Mientras la sirvienta enana responde a Jaskier, el guerrero enano la observa con curiosidad. ¿Qué habrá llevado a otra de su raza a vivir fuera de las montañas? Espera que al menos la historia de la joven sea menos triste que la de él.

Luego permanece en silencio escuchando la conversación de Erik y Morwen con Ella. La joven de las pieles es sin duda un ejemplar extraño, y las cosas que dice le parecen ininteligibles a Gemnir... pero está claro que para ella tienen un significado. Como él no sabe de temas mágicos prefiere no intervenir, pero luego Erik hace la sugerencia de que viajen juntos, y el enano emite un leve murmullo.

—Está claro que el joven Erik confía en los demás con rapidez —dice con una leve sonrisa bajo el poblado bigote—. A mí me costaría un poco más decidirme a ofrecer plazas en el grupo a desconocidos. Pero también es cierto que si fueseis más celosos de vuestra compañía, quizá tampoco me hubieseis aceptado a mí...

Sigue cenando, dando a entender con sus palabras que mientras al resto les parezca bien que Ella y John se les unan, él no pondrá objeciones.

Le devolvió la mueca a Jaskier, sin tomarse demasiado en serio su queja y es que para Lakara que cantara bien o mal era de lo más secundario. El problema era cantar per sé. Pero a la vista del estofado caliente se centró en el manjar a la par que bebía de su zumo de manzana, poniendo meucas de vez en cuando ante el rasguear del laúd, pero como decidió usar su "arte" para sacarle información a la enana, decidió abstenerse de introducirle su hogaza de pan por el gaznate hasta ahogarte en su propia saliva. Por lo menos, de momento.

En su lugar, puso la oreja en la otra mesa pero más allá de que la mujer-osa también deseaba ir al susodicho bosque, no entendió palabra y por lo poco que le llegó, supo que Morwen estaba igual. Por lo menos le quedaba la tranquilidad de que aquel galimatías no era algo común y extendido entre la gente de aquellas tierras.

- Dime una cosa bardo, ¿vas a aprovechar la mínima oportunidad para tocar el laúd, cantar canciones, recitar poemas y halagar miradas y sonrisas? Con todo el respeto a tu profesión pero es de lo más irritante escucharlo de constante, que en mi tierra los bardos venían cada mes o cada dos meses y con esa frecuencia pues era hasta entretenido...aunque yo no iba nunca... pero todo el día puede llegar a ser cargante. Por el bien de la convivencia, ¿no podríamos delimitarlo en el tiempo?

¿Por qué estaba tan maja? Espera, ¿seguro que estaba bebiendo zumo de manzana? 

Fue entonces cuando el enano murmuró sobre la rápida confianza del joven Erik, a lo cual Lakara no pudo más que encogerse de hombros.

- Se me antoja raro confiar o dejar de confiar en desconocidos para esta misión cuando, al fin y al cabo, también lo somos entre nosotros. Lo único que nos unió fue un tipejo gruñón de la corte, nada más, así que por mí como si acabamos con todo un ejército detrás.

Noto la muesca que me devuelve la pequeña gruñona. Y opto por ignorarla un poquito.
Así que dejo el laúd sobre mis rodillas y opto por devorar la cena. Que un plato caliente cuando aun tienes las piernas frias es lo más parecido a un trozo de cielo que me puedo imaginar ahora

— Haciendonos a la idea de que precisamente la descripción de mi oficio es hacer música, encandilar a la gente con palabras amables para que cuenten sus historias, y contarlas allá donde vayamos... pues te puedes imaginar — lo cierto es que he estado soportando las maneras y formas de este montón de mala leche reconcentrado en medio metro, y casi puedo imaginarme por la pozoña del tono y el odio en su murada que preferiría verme ahogado en el pan que oir una sola de mis palabras.

De todos modos, mejor no entrar en detalles acerca de lo que pienso de una anti-audiencia, que protesta de unos acordes que puede simplemente no escuchar, de unas palabras dulces que no van a ella o de una mirada encandiladora que no le he dedicado... a... ella...
¡Por las barbas del profeta! ¡ES ESO! ¡Que Lakara estará CELOSA de que le haya prestado más atención a sus burritos que a ella misma!

— Hum... razón no te falta, mi buen Gemnir. Erik es sin duda una persona muy abierta, pero no te confundas: Estamos juntos en este viaje, y aunque diste de ser le mejor guerrero del reino, podrás contar conque no voy a dejar atrás a nadie.

—Sí y no. Sigo siendo yo, pero... —dijo en respuesta a las palabras de Morwen y exhaló un suspiro. —Soy... —Buscó lo que creyó un ejemplo más cercano a la elfa. —Imagina un frasco de perfume vacío. Tienes el frasco, sabes de qué es, y si no lo sabes... solo tienes que retirar el tapón y su aroma llegará a tu nariz: lo reconocerás de inmediato. Pero es solo un frasco de perfume vacío... Lo esencial ya no está —explicó, o eso intentó. Volteó la hacía Erik y luego la regresó a Morwen, como buscando algún rastro de que comprendían lo que intentaba explicarles. —Soy solo un mero recuerdo de lo que alguna vez fui —susurró, y su mirada volvió a ensombrecerse.

Bebió un trago de agua y, tras una larga pausa, retomó aquella inextricable elucidación. Pero..¿Cómo contarles el estallido de un sueño? ¿Con qué palabras recordaría el dolor cuando le arrancaron de cuajo una inimaginable prolongación de su espíritu?

—No hablo de sueños comunes... Aún sueño, sí. Hablo de los sueños que te unen al Clan, a tu familia, y a todas las criaturas que vuelan, nadan, caminan o se arrastran por el mundo. Sin esos sueños no soy más que una sombra —explicó y bajó la mirada en un vano intento de esconder su abatimiento. —Quizá les parezca absurdo, pero, si acaso lo es, es tan absurdo como todo lo que vive y muere dentro de un tronco o las alas de los que no vuelan o las lágrimas que se lloran de alegría.

- Claro. Sí. No sé qué opinará el resto pero el bosque es enorme, no creo que esté mal que tengamos algo más de compañía al menos al principio. Supongo. -Miró de reojo a sus compañeros y luego fijó la mirada nuevamente en quienes le acompañaban en la mesa.

Siguió comiendo mientras escuchaba las explicaciones de aquella mujer que, a cada palabra que le decía, más mística le parecía. Llegó a entender más o menos a lo que se refería con que era un frasco vacío, pero cuando volvió a tratar de explicar el tema de los sueños fue incapaz de procesarlo del todo. Claro que sentía unión con su familia y los seres que poblaban el mundo, pero aquello le parecía algo... superior.

- Si podemos ayudarte, lo haremos. -Finalizó. No le hacía falta entender realmente por qué estaba pasando, ya que con ver cómo se sentía y cómo lo expresaba le bastaba para darse cuenta que no estaba pasando por el mejor momento de su vida y siendo que compartían destino, tampoco podía quedarse sin ofrecer un mínimo de ayuda.

—¡Oh, sí, me gustaría acomp...! —exclamó, pero truncó aquella frase repentinamente.  —¿El resto? ¿A qué te refieres con el resto? —Fue entonces que siguió la mirada de Morwen.  —Ah, ya veo...

En la mesa contigua, justo hacia donde había mirado la elfa, se encontraban la guerrera acorazada, un enano, un músico y una niña. Los observó con genuina curiosidad.  En verdad era un grupo muy extraño, y muy distintos unos de otros. ¿Era acaso aquel peligroso viaje al bosque lo que los había reunido?

—No sabía que venían juntos... ¡Encantada de conocerlos! —exclamó con una sonrisa franca, y alzando una mano se llevó los dedos medio e índice a la frente luego a los labios y, finalmente hacia el pecho.

Luego, regresando la mirada hacia Erik y Morwen, respondió:

—Sí,  me encantaría continuar camino en vuestra compañía, pero entiendo que deban consultarlo antes...

La muchacha había tomando aquella decisión por su cuenta. ¿Pero qué pensaba John de todo aquello? Era muy difícil interpretar su silencio. 

—¿Y tú qué dices? —inquirió abiertamente.

Finalmente se echó hacia atrás cuan larga era y dejó  escapar un bostezo de sus labios. Estaba realmente cansada. Llevaba muchos soles caminando agotadoras jornadas casi sin dormir. 

-Dejad que os presentemos al resto de nuestro grupo-Dijo Erik, sonriendo al ver que la cosa parecía ir por buen camino.

Se giró hacia atrás en la silla, y tras agitar la mano para llamar la atención de los demás del grupo, les señaló con un gesto que se acercasen.

-Estoy seguro de que os gustarán.-Les dijo, volviendo a girarse hacia ellos- Son buena gente. Incluso si algunos de ellos pueden ser un poco huraños a veces. Pero déjales un poco de descanso y algo de comer, y suelen estar de mejor humor después de un rato.

La charla continúa entre ambos grupos, comparyiendo historias o propuestas. John no interviene demasiado pero es que el sueño, tras la cena caliente, le acecha y a duras penas puede mantenerse despierto. Al fin y al cabo, han despertado al alba y han caminado sin descanso. Se pone en pie frotándose los ojos antes de hablar.

-Me parece bien juntar nuestros caminos. Podemos ayudarnos los unos a los otros y un grupo grande siempre tiene menos problemas para defenderse de cualquier enemigo. Pero, si me disculpais, me iré a la cama. Estoy muy cansado. 

Se despide con una sonrisa cansanda y se marcha escaleras arriba. No mucho después de eso, y cuando Gwen está sirviendo otra ronda de bebidas, se abre la puerta de la posada para dejar entrar a alguien envuelto en su capa y empapado hasta los huesos. Mira alrededor y se detiene en Luthica. Se acerca rápidamente y le entrega un mensaje. La elfa osvura lo lee con premura y se pone en pie. 

-Perdonadme, asuntos urgentes del reino me reclaman. El rei mismo me reclama. 

Se acerca a Gemnir y le mira. 

-Tu eres quien más experiencia tiene en batallas y en este tipo de cosas. Encárgate de completar la misión. 

Tras eso, se despide de todos con un gento triste pero mirada decidida. Al fin y al cabo, no podrá salvar a su princesa. Pero tiene un deber que cumplir. 

Conforme Lúthica ha de partir, la despido deseandole la mejor de la suertes

— Quizá no empezasemos de la mejor de las formas, pero si el rei te llama, pues entonces sólo te deseo lo mejor. Hazle saber que daremos nuestro mejor esfuerzo, amiga mia — y le tiendo la mano en despedida

Y tras esto, solo queda mirar a Gremnir

— Pues nada, ahora tu estás al frente de la compañía... capitán — Si, el cargo no tiene nada de oficial, pues no somos una orden ni nada del estilo. Es más como ser "capitán de pandilla". Es ser a quien miras cuando hay dudas. A quien prestas atención rápidamente para deshacer la indecisión.

Tras esto, me gustaría acercarme al tabernero, al que lleva tanto tiempo, y amablemente hacerle las cuestiones que le hice antes a su mesera — Mi buen señor, soy el más humilde de mi grupo, pero no por ello menos curioso y menos ávido de historias y del saber de la gente. Con esto, y sabiendo que el bosque cercano es el centro de cien misterios y mil cuentos. Asi pues, aparte de este estofado que nos ha salvado del frio ¿Tendría a bien compartirnos alguna historia del bosque? Eso, o también la valiente historia de cómo este pueblo ha crecido tanto en tan poco tiempo.

Gemnir desvía la atención un momento de su cena ante el saludo de Ella, y cuando Erik les indica que se acerquen, toma el cuenco para cambiar de mesa.

—Mi nombre es Gemnir, para serviros —dice, parco en palabras como siempre y se sienta para continuar cenando al tiempo que escucha la charla del resto.

Cuando el mensajero llega y entrega el mensaje a Luthica, Gemnir no puede si no sorprenderse de la partida de la elfa oscura. Los asuntos que obligan al rey a reclamarla deben ser graves si tiene que abandonar una misión tan importante como aquella. Pero el enano sabe bien que el deber es el deber. Asiente cuando Luthica se dirige a él, sin saber muy bien cómo responder.

—¿Capitán? —repite la palabra dicha por Jaskier—. No, nada de eso. Creedme si os digo que no tengo madera de líder, y aunque Luthica se haya dirigido a mí, en realidad esta misión es de todos. Mi martillo seguirá a vuestro lado, pero a no ser que otro se ofrezca a coger las riendas, tomaremos las decisiones en conjunto. Parece ser que es lo que el destino quiere.

Y continúa su cena, esperando a ver qué puede contarles el posadero que pueda serles útil.

Ver marcharse a Luthica había sido inesperado. Aunque quizás no debería serlo. Ocupaba una posición importante, era normal que no pudieran prescindir de ella. Aunque significaba que el grupo quedaba con una persona menos.

-Uno menos de los que pensábamos para llegar al Bosque. Aún así, esperemos que no surjan muchas complicaciones.-Les dijo a sus compañeros de mesa.-Y supongo que para eso, lo mejor es estar bien descansados.-Añadió, levantándose de la mesa, viendo que John ya se retiraba y Ella también parecía agotada.

-Os esperaremos entonces mañana temprano para partir juntos. No tenemos mucho tiempo que perder, y supongo que vosotros también querreis llegar cuanto antes. Hasta mañana, que descanseis bien. Yo me voy ya a dormir, o no seré capaz de abrir los ojos por la mañana.

Y con esto, y dedicándole una inclinación de cabeza de despedida a Morwen y a los demás aún cenando, se encaminó escaleras arriba a una de las habitaciones que tenían reservadas.

.La muchacha asintió a las palabras de John. Habían avanzado casi sin descanso, devorando el camino con un ansia tenaz, siempre a la par, ¡y había que seguirle el paso a Ella!  Pese a la herida, John no se había quejado de la agotadora jornada y había mantenido siempre el buen humor. —¡Que descanses! —exclamó. Lo siguió con la mirada hasta que desapareció en el primer recodo y pensó que John y Erik se parecían mucho.

Y en lo que respecta a Erik, definitivamente tenía poderes mágicos. Fue solo agitar la mano, decir unas palabras y volverse literalmente invisible. Por un lado, la guerrera acorazada, tras leer una misiva, intercambió unas palabras con el enano y se marchó. Por su parte, el enano y el músico pasaron de Erik de forma bastante descarada y pusieron toda su atención en el posadero. Al menos, así lo percibía Ella, y considerando que instantes antes habían ignorado su saludo, pues...

—Quizá aún necesitan un poco de descanso... Creo que también me iré a descansar —dijo, y volteó su mirada sobre el muchacho y la elfa. Era un momento incómodo, más por Erik que por ella misma, y la muchacha no sabía cómo reaccionar así que optó por retirarse y abreviar aquello. No era bienvenida, ¿para qué alargarlo? —Fue un placer conocerlos. ¡Que el Gran Oso los proteja! —les deseó con una sonrisa franca, tanto Erik como Morwen le parecían buena gente y muy agradables. Les aguardaban otras largas jornadas antes de llegar a aquel bosque. En todo caso, tarde o temprano se reencontrarían.

Finalmente, Ella se marchó escaleras arriba dando largas zancadas, un escalón sí, otro no, y canturreando una canción