Partida Rol por web

He estado sentado, escuchando al resto, y asegurandome como cada mañana de que el laud esté bien afinado, tensando y aflojando las cuerdas.

Luego, algo menos acostumbrado, he estado afilando uno de los bordes de mi sable, uno sólo. Un borde afilado,  y el otro SIEMPRE queda romo. La verdad es que cualquier cosa que diga Gremnir parece interesante, y Erik es bien conciliador. Dicen que un viaje es tan largo como lo es la compañía.
 

— Señora — le digo a Ella — ¿Que es lo que pasó en El Norte?
 

-Estoy seguro de que John se pondrá bien, aunque no pueda seguir con el viaje ahora mismo. Parece fuerte y sano, si le dá tiempo a su cuerpo para descansar, se recuperará sin problemas-le dijo Erik a Ella, intentando animarla.

Le hubiese gustado que su compañero hubiese podido seguir, pero sólo con ser testarudo e ignorar el dolor no significaba que el brazo se fuese a poner bien. Iba a tener que dejar que se curase en condiciones.

Ahora que ya todos fuera, podían empezar la marcha. Aunque esperaba que con menos incidentes que el día anterior.

La muchacha acomodó el carcaj a su espalda, el hacha a su cintura y se aferró a la lanza como a un cayado. Contempló largamente al músico antes de responder. (Es tan parecido y tan distinto a Weoh, pensó.)
—El paso del norte hace tiempo que quedó inutilizado. Según cuentan, fue una cruenta batalla. Mucha sangre se derramó aquel día. Los enanos que defendían el paso fueron derrotados y tuvieron que abandonar sus tierras. No solo fueron hordas de orcos. Ahora esa tierra está infestada de monstruos y de abominables criaturas nunca antes vistas —explicó y miró de reojo a Gemnir. —Pero ya deben conocer aquella historia. *
Fue entonces que irrumpió Erik, Ella lo miró y sonrió a sus palabras.
—Sí, lo sé —exclamó.

Cogió su desayuno y agradeciéndole a Gwendoline y el tabernero, salió de allí pensando en John. Otra persona que tenía que dejar el viaje... Morwen no pudo evitar comenzar a pensar que quizás aquella maldición no sólo afectase a la princesa, si no a toda persona que quisiese ayudarla. Eran demasiadas bajas en tan poco tiempo.

Escuchó con atención la historia que contó la mujer oso y no pudo evitar echar una mirada de compasión hacia Gemnir. La idea de que su gente tuviese que abandonar su hogar le parecía terrible.

- Definitivamente creo que ha sido buena idea que te nos unieras. -Miró a la mujer oso con cierta admiración.

Y la nueva jornada de viaje comienza. Los burros parecen listos para partir y, de momento, no parecen demasiado interesados en detener la marcha. Ya sé verá más adelante. La marcha comienza tras acomodar los paquetes en los burros. Para llegar a Puente Gris deben ir hacia el sur hasta llegar al pueblo al que le da nombre uno de los antiguos puentes que unen las dos riberas del río.

De momento, no parece que vaya a llover.

- ¿Abre usted la marcha, señora? - le pregundo a E.l.l.a.   Es lo más lógico, ya que es la única que conoce el terreno.

Durante el paso, voy atento a cualquier cosa que vayan diciendo los demás, y tomando buena nota mental.

—Como gustes —exclamó y echó a andar al frente del grupo por el camino al sur, hacia el Puente Gris.
Alta como era y de largas piernas, y acostumbrada desde niña a caminar enormes trechos, era difícil seguirle el paso. Cada zancada suya equivalía a dos o tres de los "piernas cortas". Muy pronto entendió que era ella quien debía ajustar su ritmo al resto del grupo, pero no le importó. Aunque estaba ansiosa de llegar al Bosque de las Almas y encontrar a la Pastora, no le urgía llegar cuanto antes. 
Ese era John. 
Él tenía una misión y un tiempo estipulado para cumplirla, De lo contrario, todo habría sido en vano. "Princesa" y aquella maldición. Recordó las exactas palabras del muchacho: "Es víctima de una maldición que se materializará en su próximo cumpleaños si nadie protege el sello de salvaguarda, en el corazón del Bosque de las Almas," pero no consiguió recordar cuántos soles faltaban para ello. ¿Tres? Y el bosque era inmenso... Quizá en las lindes del bosque volvería a encontrarlo. Se imaginó al muchacho galopando veloz para recuperar el tiempo perdido y así salvar a su amada. ¿Cómo podía enamorarse de una desconocida? ¿Sería obra de un hechizo? Ella no lo entendía...
Ensimismada en sus pensamientos, se había olvidado de moderar sus zancadas y, otra vez, había dejado a parte del grupo atrás. 
Fue entonces que se detuvo, volteó la cabeza y preguntó por pura curiosidad:
—¿De dónde vienen? Yo llevo cuarenta y un soles caminando, desde más allá de los bosques de Eristra.

A pesar de que el camino esté embarrado, no parece que vayan a tener más lluvia por el momento. Es un alivio, no estará de más contar con un poco de clemencia por parte de las nubes para no retrasarse más. Gemnir espera a que todos comiencen a caminar detrás de Ella, y entonces cierra la marcha para cubrir la retaguardia con su pesado martillo al hombro.

Mientras inician la jornada, el guerrero piensa en la joven enana que ha conocido hace poco. Su determinación a pesar de la adversidad le parece admirable, y no puede evitar sentirse algo avergonzado por haber renunciado hace tiempo a poder estar en el lugar que corresponde a alguien como él. ¿Tal vez ha estado equivocado todo ese tiempo...?

Una piedra del camino le devuelve a la realidad al hacerle dar un traspié que casi le cuesta una caída. Niega con la cabeza y gruñe. Está en mitad de una misión, es mejor que se centre en lo que ocupa al grupo y ya se verá después que pasa con todo lo demás. Si algún peligro le coge con la guardia baja, es posible que no pueda cumplir su promesa a Gwendoline.

Erik empezó la marcha detrás de Ella, un tanto apartado de los burros de Lakara, por si acaso aún seguían molestos con él desde el día anterior y a alguno se le ocurría soltarle otra coz.

-Partimos todos ayer de Libantir. -Le contestó a Ella-Aunque no hicimos mucho camino antes de que la tormenta nos cogiese. Pero no todos somos de allí. La verdad es que no nos conocimos hasta el día anterior, cuando...Bueno, sólo llevamos juntos desde el comienzo de este viaje-Se corrigió, antes de decir nada sobre la misión que le había encargado Rodolphus-. Yo soy de un sitio llamado Leven. No es muy grande, seguramente nunca oísteis hablar de él. Está cerca de las montañas. Muchos bosques y buena caza. Buena gente también. Aunque no hay los mismos entretenimientos que en la ciudad.

La verdad era que no tenía mucho que decir que les pudiera resultar interesante. Por muy bonito que fuera Leven (y estaba seguro de que si lo visitaran les gustaría), era bastante normal. No podía hablar de ancestrales salones enanos, o de cosas como la magia de los sueños de la que hablaba Ella. Desde que había salido de su pueblo, había podido ver cómo de grande y variado era el mundo.

—Leven —repitió. No, no recordaba aquel sitio de su largo derrotero. —¿Y a cuántos soles se encuentra de Libantir? Sabes... Conocí Libantir... por fuera. Es horrible. Esos muros... Es como una enorme prisión. Me ahogaría en un lugar así. Pero Leven parece un buen lugar para vivir.  ¿Por qué dejaste atrás tus tierras? 

Morwen comenzó a caminar junto al resto, manteniendo el mismo ritmo que los burros de Lakara y mirando aquí y allá con gran interés.

Se giró de pronto al escuchar un ruido y cuando vio que se trataba de Gemnir, que tropezaba, alargó los brazos instintivamente. No es que sirviera de mucho, ya que la semielfa estaba a cierta distancia de él e igualmente para entonces el enano ya seguía caminando como si nada, pero su cuerpo había reaccionado solo. Carraspeó y volvió a girarse mirando al frente.

- Libantir tampoco está tan mal. Tiene sus pequeños sitios con encanto, y muy buena gente. -Comentó intentando defender su hogar pero sin sonar resentida realmente.

-Oh, no las dejé atrás. Sólo estoy volviendo por el camino largo, por así decirlo. Imagino que algún día encontraré a alguien con quien quiera asentarme, crear nuestra familia, en nuestra casa... Y entonces no tendré tiempo para viajar de un lado a otro más que distancias cortas. Sería una pena no conocer nada de lo que existe fuera del sitio donde crecí, mientras aún tengo la oportunidad. Además, necesitas dinero para construir una casa y demás, y pense que...Bueno, que en el viaje podría conseguir dinero-Se le estaba haciendo más complicado de lo que pensaba no hablar de los detalles de por qué estaban allí, sin mentir, mientras hablaban de cómo habían llegado allí.

Así que dos días más para llegar al dichoso bosque. Maldita sea, lo cierto era que en el mundo humano las distancias eran más largas de lo esperado y ella empezaba a estar harta de viajar. Pero por poco que le gustara, era evidente que no había mucho que hacer cuando la misión y su propio objetivo se hallaban en el corazón del Bosque de las Almas.

Por lo menos, sin la presencia de Luthica y con la mujer oso entre ellos, debía reconocer que la conversación parecía fluir de una forma más amigable, hasta el punto de que quizás y vistos desde fuera, tal vez empezaran a parecer un grupo medianamente unidos en lugar de personas que caminaban juntas.

- Yo vengo de Amur - acabó por decir después de un rato de silencio, montada sobre Nair, decidiendo que participar en la conversación no le vendría mal -. Es una pequeña villa en la que sólo vivimos medianos, la verdad es que apenas si había visto algún humano y creo que sólo un elfo. Desde luego no enanos y mucho menos nadie de la raza de los hombres oso.

Cuando Erik dijo aquello del "camino largo", Ella asintió y una leve sonrisa asomó en los labios de la muchacha. Él había puesto en palabras un sentimiento inasible al torpe vocabulario de la muchacha. Sí, podía entender aquello. Ella también estaba regresando a su tierra por el camino largo, desde el primer paso que dio más allá de los confines de las Tierras del Gran Oso.
—Quieran tus pies llevarte por buen camino en tu largo viaje —exclamó.

Por un instante temió haber ofendido a la elfa con aquel inoportuno comentario. Había juzgado sin conocer, y eso estaba mal. Sí, aquellos muros eran asfixiantes, pero Libantir era mucho más que sus muros. Y si gente como John o como Morwen decían que Libantir era un buen lugar, ¿por qué dudarlo?
—En ocasiones mi lengua se precipita —dijo, a modo de disculpa. —No conozco Libantir más allá de sus muros, pero doy fe sobre eso que dices porque lo he visto. Hay buena gente viviendo tras esos muros —sonrió.
Tras un largo silencio, y mientras continuaban marchando a buen paso, la niña contó lo suyo. (¿Pero era o no era una niña?) Ella detuvo brevemente sus pasos y echó una larga mirada sobre Lakara mientras se quitaba con una ramita el lodo pegado en las botas. 
—Oh, y yo jamás conocí a un mediano, ni siquiera tuve noticias de su existencia. Hasta ahora. —Dudó un momento. —¿Qué edad tienes? Creí que eras una niña y que tenías algo que ver con él —dijo, y señaló con un largo ademán a Jaskier. 

— ¿Lakara y yo? Dios me libre. Que yo sepa, soy humano, hijo de humanos. Simplemente... bueno, en mi casa no es que sobrase el dinero, y el hambre no es buena para el crecimiento de los niños — digo encogiendome de hombros.

En verdad, mi buena madre siempre hizo lo mejor que pudo, y siempre ha dado todo lo posible. Y mentiría si no quisiera poder hacer que se gane un merecido descanso de su trabajo como una sierva más del castillo, o que no tenga que cubrirse en mantas de paja trenzada en invierno.

Si. El primer amor de todo muchacho es siempre su madre.

— Pero si, a mi ella se me antoja más como una adolescente gruñona — Y pienso en una niña incapaz de sonreir, con un berrinche permanente, que conocí en una de mis actuaciones ¿Garruta? ¿Guarreta? ¿Gerreta? ¿Zumbirgas? Meh, no era importante. Pero los berrinchitos si se parecen a esa niña que recuerdo.

Gemnir sigue caminando, atento a todo lo que rodea al grupo desde su posición en la retaguardia. Va atento a medias a la conversación del resto, escuchando nombres de lugares y poblaciones. Conoce algunas de ellas de oídas, y otras de haberlas visitado brevemente. Pero él no tiene ninguna historia sobre su origen que pueda compartir con una sonrisa. Sólo Erik ha escuchado algo sobre ello, y en ese momento no se siente demasiado inclinado a hablar más del tema.

—Y no creo que tengas ocasión de ver muchos más enanos en la superficie, Lakara —dice—. Gwendoline y yo somos raras excepciones. Los enanos habitan el interior de la tierra, y no son si no una sombra de sí mismos si se ven obligados a abandonarla por cualquier motivo. Muchos preferirían sentarse junto al camino y convertirse en una roca antes que tener que llevar una vida fuera de las salas de piedra.

Cuando Ella se refiere a la mediana como una niña, y además la relaciona de algún modo con Jaskier, se da cuenta de que la joven de las pieles le ha arrancado la primera sonrisa auténtica del día y espera a ver qué dice Lakara tras el chascarrillo del bardo.

Mientras caminamos, decido hacer una cosa.

Voy acompañando el viaje con algunos acordes. No me pongo a cantar, sino a marcar el ritmo. Si eso alegra el camino, mejor. Si fastidia a mi peor crítica, mejor que mejor.

— Maese Gremnir, hay algo que me escama de vuestros reinos, si no es mucha indiscrección. Si los enanos soleis vivir bajo la montaña ¿Como es que podeis ver en las grutas oscuras?

   
Efectivamente, acabo de recordar algunas historias de no pocas expediciones humanas se perdieron en la oscuridad y se saldaron con la muerte de todos sus miembros al acabárseles la luz. Pero para los enanos eso no parece ser problema.
¿Tendrán los enanos un sistema de alumbrado en sus cuevas? ¡Tras conocer las maravillas de su arquitectura e ingeniería, bien es posible!

Era fácil dirigirle una mirada helada a la mujer osa montada a lomos de Nair cuando podía mirarla de igual a igual. Así que efectivamente, eso fue lo que hizo, pues pocas ocasiones más se darían en que pudiera hacerlo en igualdad de condiciones.

- Claro, como los medianos somos bajitos pero no tenemos músculos cual troncos de árboles ni barbas largas como crines de caballo como los enanos, pues entonces tenemos que ser niños - protestó, malhumorada antes de añadir -. Tengo veintisiete, veintisiete malditos años. Casi todas mis amigas están casadas y con tres o cuatro retoños - rezongó, poniendo los ojos en blanco y dejando en evidencia que no era algo que ella deseaba -. Los elfos son guapos, los enanos aguerridos pero claro, ¿Qué somos los medianos? Los primos feos de los elfos, los hermanos enclenques de los enanos y los niños eternos de los humanos - murmuró para sí. Fue entonces cuando Jaskier respondió a la parte que ella apenas había procesado al enfrascarse en todo lo demás -. Oye tú, como te muerda un bicho del bosque no te voy a curar. ¿Qué te he hecho yo para que me tengas esta manía?

Menospreciarlo constantemente con todo su lenguaje no verbal no contaba y hasta donde ella sabía, había sido más o menos maja con él la noche anterior. De verdad que no era capaz de comprender de dónde venía la inquina del hombre orquestra, totalmente gratuita.

- Oh no no, no te preocupes. -Contestó a la mujer oso mientras sus manos se movían rápidamente a modo de negativa-. No me he ofendido. Es solo que bueno, Libantir tiene su encanto. También es cierto que nunca salí de sus alrededores así que para mi es fácil encontrarle algo bueno.

Clavó su mirada en la mujer oso y apretó los labios, mirando luego a Lakara al escuchar cómo la recién llegada la confundía con una niña. No es que Morwen conociese muchísimo a la mediana, pero estaba bastante segura de que aquello no iba a sentarle bien. Nunca había visto a ningún mediano tomarse bien ciertos comentarios relacionados con su estatura. Los comentarios posteriores del bardo tampoco ayudaban mucho, no.

- Yo no creo que seáis feos. Tampoco que seáis enclenques. Quizás en general tengáis menos fuerza que los enanos, pero parecéis muy ágiles, ¿no? Y los humanos... bueno, los humanos a veces somos un poco egocéntricos. Así que no tengas en cuenta esa comparación de mierda. -Sonrió a la mediana.

Llevan horas caminando, aunque el ritmo es un poco más lento debido al estado del camino. Pero eso ayuda a que no estén tan cansados como lo hubiesen estado de haber seguido el ritmo del día anterior. No mucho después de haber abandonado el anterior pueblo, el camino del sur se desvía un poco hacia el oeste haciendo que discurra en paralelo al río.

El Río de Plata es muy ancho y caudaloso y más en primavera. Tras los deshielos, el río baja con fuerza desde las cumbres montañosas del norte. Sin duda, intentar cruzarlo a nado no es algo que a alguien con conocimiento se le pasaría por la cabeza. Pero más allá del río, allí, en el horizonte, se puede ver una fina línea verde que se pierde tanto al norte como al sur. Aun está muy lejos, pero pueden vislumbrar lo que podría ser el Bosque de las Almas. Y sobre él, una especie de aura sombría que parece venir del norte. De las montañas.

Cuando vuelven a mirar, ya no hay nada. Ha sido como un espejismo.

Pero eso no es lo único que perciben. El primero que lo nota es Erik, pero los demás no tardan den percibir el olor a humo. Algo se está quemando y viene del sur. Podría ser un incendio o, simplemente, una hoguera. Quién sabe.