Partida Rol por web

Drabeorn se acercó todo lo aprisa que pudo al centro del combate. Sus amigos estaban sufriendo a causa del acoso al que los estaban sometiendo un grupo de Astillas y su líder... eso tenía que acabar.

Los gritos de los demás tratando de recomponer filas y llamando a una estrategia conjunta le crisparon los nervios. Por su debilidad no había podido estar en primera línea. Su visión se tornó roja con la sangre que se agolpaba en su cabeza.
En su diestra, Ethelwyn ya anticipaba el festín que se iba a dar en unos momentos y tembló, nerviosa.

Se encontró directamente con el Astilla que se encontraba más retrasado, hiriendo con cobardía desde la distancia.
Drabeorn se plantó a su espalda, pero no le atacó aún.

- ¡Perro! Enfréntame y muere - dijo, para llamar su atención y que se girase hacia él. Acto seguido, de lo más profundo de su garganta surgió un poderoso grito que acompañó en todo momento el rápido tajo. El encontronazo de la carne y el acero cuando éste le dedicó su frío beso fue terrible.

- ¡Luchad, luchad! ¡Que aprendan a temernos! - aulló con la voz totalmente cambiada por la excitación del combate.

El bárbaro entró en aquel pasillo excavado en la profundidad, con la propia furia de Rovagug. Dejó caer el filo de su terrible y desproporcionado mandoble y Ethelwyn comenzó a seccionar capas de carne y hueso como si la voracidad del arma no tuviera final. A medida que la hoja profundizaba en las entrañas del desgraciado, un mar de sangre salpicó el rostro del Drabeorn, el cual rugía furioso mientras el Astilla se desvanecía muerto.

Por otro lado, el alquimista sintiéndose afectado por la maldición de Druul, dio un paso a modo de retirada a la par que extraía un odre de su cinto. Sin reflexionar, lanzó el improvisado proyectil sobre Dynah, pero para suerte de la oráculo, cuando todo parecía indicar que sería alcanzada por la pequeña vasija de barro, la trayectoria se desvió lo suficiente como para caer a sus pies. Un líquido ácido chisporroteó al liberarse, alcanzando con sus gotas tanto a ella como al bandido que tenía enfrente.

Finalmente, Tarrin desprovista de la visión de sus ojos, reaccionó de forma inconsciente y primitiva, lanzando una serie de punzadas de su estoque sobre Cenariel que proseguía inmóvil. Por fortuna, ninguno de los intentos alcanzó a la elfa, pues sabía que otras circunstancias tales ademanes habrían sido letales... 

La oráculo descargó un nuevo golpe con su lucero del alba sobre la líder de los bandidos pero la elfa la estorbaba y el golpe careció de la fuerza necesaria para causar verdadero daño.

Ados aunque este ciega?

Dynah atacó a Tarin, de nuevo. Más por proteger a Cenariel que por causarle verdadero daño, pues aquella era la especialidad de Drabeorn. La oráculo pensaba que sería fácil acertarle a una ciega pero la realidad (y la armadura de la bandido) lo hacían mas dificil de lo que parecia.

Con el enemigo destrozado a sus pies, Drabeorn buscó con la mirada cuál sería su próxima víctima. Divisó un poco más adelante a una mujer con la que Dynah estaba bregando. No se lo pensó y avanzó hacia ella con el acero presto en su mano.
No obstante, cuando ya comenzaba a levantar el mandoble por encima de su cabeza para descargar el fatídico golpe, una irregularidad en el suelo hizo que diese un mal paso y a punto estuvo de caer cuando la pesada hoja cruzó muy alejada de su destino.