Partida Rol por web

Parecía que el hallazgo de Gerard era el que había suscitado más interés por parte de todos. De hecho, daba la impresión de que era el único importante. El chico, de hecho, era el que parecía más interesado y el que sabía mejor que los demás con qué estaban tratando. El hecho de que pidiera una manta para taparlo antes de cogerlo resultaba también bastante revelador. ¿Tan antiguo e importante era? Quizás... ¿era tras lo que andaba el asesino de Haldir?

- Ten - dijo, quitándose el manto que llevaba sobre los hombros y tendiéndoselo al chico -. Esto servirá por ahora - luego miró a Aenalor -. Yo no he visto ninguna huella. Quizás en el río podamos ver algo más, no sé.

-Yo he encontrado un rastro que sale del templo, pero desaparece a los pocos metros sin dejar rastro alguno. -Digo, caminando detrás del bretoniano mientras contemplo con claro interés el extraño objeto que éste porta. Ante la petición del pequeño muchacho, rebusco en mi petate y saco mi manta de viaje, que no necesité sacar al dormir a cubierto. -Aquí. -Y se la tiendo con suavidad. De nuevo dentro, no puedo evitar volverme a quedar prendada de todos los grabados, imágenes y extrañas letras que hay por todas partes.

¿Un báculo mágico? Por mis antepasados ya estamos metidos en otra gorda... Darle el báculo al niño no me parece una buena opción, se lo diré al resto.

Acabadas las cavilaciones se acercó a sus compañeros y uno a uno les susurro de manera disimulada, aprovechando que el crío estaba mas pendiente del báculo que de ellos.

- El báculo tenemos que llevarlo nosotros, por lo que pudiera pasar. No me fío del crío, y no creo que pueda protegerlo en caso de escaramuza. Que alguien lo coja, sino lo llevaré yo, pero no soy el mas idóneo para convencer al niño.

Dicho esto siguió alerta, cabía la posibilidad de que alguien estuviera observando y que ahora quisiera el báculo a toda costa. Tenían que andar con cuidado.

-Pueden tocarlo, pero esto es algo muy antiguo y delicado, lo mejor será darle el respeto adecuado- dijo Leopold con cierta solemnidad para luego de improviso cambiar su tono hacia un tanto mas sonriente –además, ¿no creen que podría ser peligroso?- culminó poniendo un rostro de preocupación fingida, como intentando relajar la situación.

Luego, volviendo a tener cierta solemnidad en sus palabras, detallo un poco más al respecto al tiempo que Sir Gerard le extendía su manto. –Haldir me indicó que no debía tocarlo si no era estrictamente necesario o si no estaba preparado para ello. Esas otras de las cosas que ya no podrá explicarme-, el bastón ya en vuelto en aquel manto fue levantado por sus manos dejando entre ver su gran tamaño; con una altura superior al metro y medio era mas alto que el mismo Leopold quien aun tenia mucho por crecer; además, ahora erguido se podía ver que en su parte mas ancha en uno de sus extremos, tenía plasmados cuatro rostros (uno de cada lado), o al menos eso parecían pues sus aspectos eran un tanto siniestros; el otro extremo parecía terminar en una punta afilada la cual de no ser por que era de madera, asemejaría ser una letal arma. Mas aun, aquella madera aunque parecida a la de los árboles de aquel bosque tenía algo inusual, un cierto brillo que la acompañaba, quizá debido a los grabados que había en ella.

-Habra que movernos, en pocas horas atardecerá. El lugar donde encontraron a Haldir está algo lejos, camino a la aldea, vamos- dijo el joven humano levantando el pesado bastón sobre sus hombros con poco equilibrio y echando a andar de nuevo hacia el interior del bosque.

Gurnik se encontraba paseando el perímetro del templo cuando todos salieron y empezaron a hablar entorno a un bastón que habían encontrado, no parecía nada del otro mundo, pero al parecer era mágico. Al poco se le acercó el otro enano para susurrarle algo. El matador asintió a las palabras de su compañero:

-Yo tampoco me termino de fiar, ya lo dije, pero yo no soy el mas indicado para transportar tal cosa, quizá el elfo, o el caballero bretoniano. Si, el bretoniano quizá sea el adecuado.

Luego se acercó al resto del grupo, cuando hablaban sobre irse a otro lugar y sobre la cercanía del ocaso:

-Teniendo en cuenta que engendros del caos pueden estar por la zona, no me agrada estar aquí al caer la noche. De luchar quiero ver. Vayamos al río, o a la aldea, pero no nos quedemos. Esa es mi opinión.

Bien, bastón antiguo, con poderes misterios y de propiedades desconocidas. Las preguntas se acumulaban para el grupo y seguían sin obtener respuestas.

Las palabras que le dijo Grii tenían mucho sentido, en parte porque no terminaban de confiar en el crío (sobre todo el enano), en parte porque con lo grande del báculo, así como el peligro inherente del mismo. Sin embargo, no coincidía con Gurnik: él no era la persona adecuada.

- Leopold, quizás sea mejor que lo lleve hasta el poblado monsieur Aenalor - le dijo Gerard al chico con su mejor tono -, para luego dejarlo en custodia del sabio del poblado. ¿Te parece bien?

Sólo esperaba que aceptara a la primera, sin tener que perder tiempo en una discusión.

Una vez terminado el registro y reunidos, Leopold nos dio unas últimas indicaciones sobre el callado y su "posible" poder.

- Si lo mejor es que uno de los versados en la magia lleve el objeto. Y que sea Aenalor me parece adecuado. Espero que los elfos del bosque lo vean igual y no como una afrenta a ellos. - Como dice Gurnik si no hay nada mas es momento de marchar, al menos si queremos aprovechar la luz del día.

Era el momento de ir al lugar donde los restos de Haldir habían sido encontrados, puede que algo de su misteriosa muerte se les hubiese pasado a los elfos.

Leopold escuchó con cierta curiosidad las palabras que el grupo emitía con respecto al bastón y como cuidarlo, no obstante parecía mas centrado en llegar pronto a su destino y por ello respondió, -esperad un poco, ya casi llegamos hasta el río, allí será mas divertido-, como siempre, las palabras del joven humano tenían un aire de travesura y misterio entremezclados.

Tal como advirtiera el joven humano, les tomó dos horas llegar hasta la costa del río, y por ello la tarde ya se les venia encima de nuevo. El lugar tenía un cierto aire nostálgico, con aquellos árboles grises y aquella espesura vieja con rocas singulares y polvo arenoso, el pequeño río de no más de dos metros de largo generaba una bella y taciturna imagen. Sus aguas eran muy tranquilas y apenas se podía ver en que sentido fluían, eso sin contar que eran sumamente claras y poco profundas.

-Allí encontró Ralf a Haldir, cerca de esa roca grande- indicó el humano señalando una roca a un par de metros de ellos que estaba medio sumergida en el río y clavando al mismo tiempo el gran bastón en la suave tierra de las orillas del mismo. El manto que le diera Sir Gerard, ahora reposaba en sus manos, permitiendo así ver el bastón en todo su esplendor. Aunque de bella confección, en verdad su parte final con aquellos cuatro rostros plasmados, era algo perturbadora. Tanto así que está el pequeño distraído puso suma atención en esto y retorciéndose ante el desagrado decidido tapar de nuevo el bastón. –Todo suyo- les dijo sonriendo al tiempo que avanzaba hacia la roca.

-Así que tu eres el mejor versado en la magia no Aenalor?- preguntó el humano sin prestar atención a los demás, y aunque no lo supiese, sin que estos le prestasen atención a él. Y esto era por que justo donde había clavado el bastón, a tan solo unos pocos centímetros, yacía una fea y amplia huella, una huella que no debería estar allí y que podría significar problemas, una huella que ya habían visto antes, una huella de orco.

Con la mano del crío en la de su escudo (con este asido, por si las moscas), y el martillo en la otra y totalmente equipado por lo que pudiera pasar, el enano fue en todo momento investigando a su alrededor, tratando de ver entre la maleza cualquier amenaza que se pudiera cernir sobre ellos.

Para nada le habían gustado las palabras del joven, eso de "allí será mas divertido" no le gustaba para nada. Quizás fuera un paranoico, pero en ese momento miró a Aria, y le hizo un gesto de desaprobación que ella entendería. Algo olía mal.

Todo se confirmó al llegar al lugar. Había huellas de orco en la zona, sin duda eran ellos los que estaban buscándolos. Rápidamente y tras verla alertó a todos para que se armaran, si es que no lo estaban ya, y procedió a buscar un sitio en el que poder atrincherarse tal como hicieron en la granja.

- Todos juntos, chaval quietito a mi lado - hizo un gesto a Gurnik para que se pusiera a su lado y que vigilara al chico, y esperó, mudo, esperando que se tratara solo de una huella antigua.

Fastidiado por no disponer en el momento adecuado de pergaminos y tinta para copiar el idioma e intentar descifrarlo más adelante, intento memorizar la mayor parte de información que sea capaz en el tiempo que tengo, hasta que Leopold nos indica que debemos de partir.

Las dos horas de viaje que nos lleva llegar hasta la parte del río donde se encontró el cuerpo de Haldir, permanezco un tanto meditabundo, acercándome a Resha para conversar ¿Qué opinas de todo esto? ¿Crees que de verdad criaturas del Caos se han introducido en el bosque en busca de alguno de los secretos que guardaba Haldir? haciendo partícipe de mis pensamientos y temores a la joven norteña, seguimos caminando hasta llegar al lugar indicado.

Una vez allí, me sorprende el hecho de que Resha haga hincapié en que sea yo quién guarde el bastón, pues ella ha demostrado tener una gran capacidad para el manejo de los vientos. Con una cara entre asombrado y agradecido, le hago un gesto de asentimiento a modo de agradecimiento.

Es cuando Leopold me habla cuando por fin hablo Estoy versado en las artes arcanas, aunque Resha también es capaz de ver y manipular los vientos de la magia. Aún así, sería un honor custodiar el bastón según estoy hablando, es cuando descubrimos una huella de orco. En ese momento, me giro dando una vuelta sobre mí mismo, observando todo el lugar ¿Sientes algo Resha? digo mientras intento concentrarme para ver si existe algo de magia residual en la zona.

Enseguida estaban poniéndose en camino hacia el lugar dónde el cuerpo había sido hallado. Estaban dándose un paseo considerablemente largo por el bosque, no había duda. Al menos, estaba siendo relativamente productivo, pues habían encontrado aquél extraño bastón. Tuviese o no algo que ver con lo que estaban investigando, era desde luego un objeto importante que no debía ser dejado sin protección.

Como el bastón ya estaba bajo el cuidado de Leopold y de Aenalor, Gerard dejó de prestarle atención y se centró en la localización a la que habían llegado, buscando con la vista algo raro.

No tardó en ver la más que destacada huella de orco, como todos. Posó una mano sobre la empuñadura de su espada, tensándose, pues el descubrimiento era más preocupante de lo que se pudiese pensar en un principio. Pues, en un bosque que parecía ser tan agresivo con las criaturas que no pertenecieran a él o lo trataran con respeto, ¿cómo diablos había allí huellas de orco?

Gurnik fue todo el camino callado, pendiente de cualquier cosa que pudiese moverse en la esperusa, desde el momento en el que se habló de caos, la actitud del matador había cambiado, llevando el hacha en la mano todo el tiempo, pese a que fuese mas cómodo llevarla a la espalda.

Después de dos horas de camino, por fin llegaron al río, mas poco tardo en llevarse la primera sorpresa del lugar, una huella que el conocía muy bien, una huella de un piel verde, de un Orco. No hizo falta ni que Grii le hiciese el gesto, aunque asintió igualmente:

-Esto no me gusta, no me gusta nada. Esos asquerosos no deberían andar por aquí. Pequeño -dijo refiriéndose a Leopold- sabes algo al respecto

Dejando el templo a nuestras espaldas, caminamos por el bosque hasta el lugar donde el cadáver de Haldir fue encontrado. Hablo con Aenalor mientras dura nuestra marcha hasta el río. 

- La verdad Aenalor..... suspiro antes de continuar ..... la magia que sentí tenia trazas de caos y ya sea un mago estúpido que sea topado con ese poder o algún ser peor, esta claro que consiguieron entrar en el templo. Que consiguieran sacar algo o no es una cosa que nos sobrepasa.

Allí el grupo empezó con sus investigaciones bajo el beneplácito de Leopold, este con una sonrisa en los labios nos dejo a nuestro aire.....sino fuera por que solo lo conozco de unos días diría que este chico trama algo..... 

Miro a Leopol, miro al bastón. - Si dice la verdad y este objeto es tan poderoso igual es lo que buscaban, me encojo de hombros antes de continuar, sino pudieran sacarlo del templo por alguna razón estaría claro que al sacarlo nosotros nos habríamos convertido en un objetivo....pero claro son solo conjeturas.

La imagen que se nos presentaba ante nuestros ojos era hermosa, melancólica en cierta manera. Pero el río parecía demasiado "débil" como para haber arrastrado el cuerpo de Haldir. Intento ver con la visión bruja de mi interior por si en este lugar se encontrara algún tipo de pista que los sentidos normales no pudieran descubrir.

-Poderoso?- preguntó Leopold acercándose hacia los demás al sentir curiosidad por sus extrañas reacciones. –No he dicho que fuera poderoso, solo he dicho que era ancestral y misterioso- explicó mientras con una ramita picaba la huella con extrañase.

-Así que se trata de esto- dijo el joven humano refiriéndose a la huella, -miren, allí hay otra- indicó señalando una segunda huella escondida entre la maleza a orillas del río. Acercándose junto a los demás, Leopold hizo espacio con sus manos separando la maleza para que la segunda huella quedara expuesta y con ello descubrieran una tercera huella algo mas incompleta a su lado. Todos estaban sumamente preocupados por el descubrimiento, y con el hallazgo de las otras huellas los enanos se pusieron aun mas a la defensiva, tal como si esperasen lo peor.

-Es increíble no es así- clamó Leopold centrando su mirada en la huella para luego mirar a los demás –de que se trata?- preguntó súbitamente dejando a todos estupefactos.

-Orcos!, orcos en el bosque- respondió Iwindhel ante la pregunta de Leopold, aunque ciertamente mas parecía haberse respondido a el mismo. –Imill!- gritó el elfo a uno de sus allegados le esperaban a la distancia, -ve y avisa a Lanel, hemos encontrado rastros de pieles verdes en el bosque-. El susodicho elfo asintió y enseguida desapareció entre la niebla del bosque, presumiblemente en dirección a la aldea de los elfos.
-Ustedes, rodeen la zona y busquen cualquier otro posible rastro de esas inmundas creaturas- ordenó Iwindhel a los elfos bajo sus ordenes, -y si encuentran a una de esas creaturas, tráiganla con vida-.

Instintivamente, llevo la mano al arco que no tengo, y justo antes de agarrar el aire, mis pensamientos solo discurren en una dirección. Invasores del hogar, la furia de Aÿraslanna'e la sombra de las ramas caerá sobre vosotros... Y sin embargo, la realidad vuelve como una jarra de agua fría, pues ni tengo mi arco ni este es el bosque que he jurado defender como cazadora. El camino de nuevo por el bosque me había sumido en una sensación conocida y vieja, que sufren todos mis hermanos cuando retornan al Gran hogar después de haber viajado por el exterior. Tal sensación es peor en mí después de haber vuelto y vivido un año entero, para luego tener que abandonarlo todo una vez más y exiliarme de nuevo.

Y sin embargo, en cuanto la alarma suena y mis compañeros se preparan, mientras los otros elfos se reparten órdenes y preparan para una batida, yo contemplo el bosque y me desentiendo de la obra que no es mía. Aquí no soy una cazadora, y mi oficio no serviría para el propósito que Ywindhel desea de hacer una captura viva sobre un engendro de piel verde, ya que la muerte ha sido siempre la única medicina sobre tales abominaciones. Y mientras contemplo el bosque, observo el elemento más extraño y descompasado: el bastón. Al final Leopold había usado la manta del bretoniano, más rápido que yo en sacarla, y ahora ya no rodea el mágico y muy misterioso objeto. Sin poder evitarlo, mientras se descubre una segunda y una tercera huella, yo me acerco lenta y gracilmente hasta el bastón, y me quedo obnubilada mirando los pequeños ojos de una de sus caras, medio inclinada hacia delante, con los ojos entrecerrados.

-#Pequeño anciano, ¿de qué madera fuiste labrado?# -murmuro, recurriendo a mi lengua natal y en un tono tan quedo que quién sabe qué pocas orejas deberían poder escucharme. Pero si el bastón tiene unas, desde luego él sí que ha sido capaz de hacerlo. Si es cierto que el asesino de Haldir buscaba este objeto, cosa sobre la que no estoy nada seguro por la manera en que lo encontramos en el exterior, hay algo oculto detrás de los muchos velos que los ojos no pueden apartar.

Asiento a las palabras de Resha, que si bien no arrojan luz sobre nuestro descubrimiento, corroboran mis propias teorías, aunque me extrañaba que alguien no capacitado para manejar la magia del caos hubiera podido romper la cúpula protectora del templo.

Al grito del elfo, dejo mi báculo y me dirijo hacia donde ha depositado Leopold el que otrora fuera el báculo de Haldir, pero cuando voy hacia allí, veo a Aria acercarse a la cabeza del báculo y mirarlo fijamente.

¿Qué haces Aria? ¿ves algo extraño en él? digo alargando la mano para cogerlo tras esperar unos segundos a que la elfa acabe de examinarlo.

Debemos de proteger el báculo si tan importante es así como prepararnos para el combate que se avecina. Esos pieles verdes seguro que todavía merodean por aquí.

A pesar de mis palabras, espero a que Aria termine lo que estuviera haciendo para agarrar el báculo, sin dejar de mirar hacia el bosque y su interior, esperando que, en cualquier momento, alguna flecha o jabalina salga de la espesura.

Sí, las sospechas del caballero respecto a lo extraño que era ver aquellas huellas (porque había más de una) de pieles verdes en ese lugar quedaron totalmente confirmadas con la reacción de los elfos. Gerard cerró con más fuerza el puño sobre la empuñadura de su espada, mirando a un lado y a otro con suma atención, tratando de ver más huellas. Dudaba mucho, sinceramente, de que él consiguiera ver algo antes que cualquiera de los exploradores, pero no estaba de más permanecer alerta.

Asintió a las palabras de Aenalor, situándose en posición y desenvainando despacio su arma, al tiempo que cogía el escudo a su espalda.

- Quizás se hayan marchad... - iba a decir, cuando un pensamiento cruzó por su mente - Oíd... no es posible que nos siguieran ayer tras salvar al joven Leopold, ¿no? Quiero decir, una de las bestias escapó.