Partida Rol por web

Una vez la decisión fue tomada, todos se alejaron de la hacienda en dirección al pueblo para encontrar un lugar dónde poder tener un merecido descanso antes de proseguir su viaje. Durante el mismo se pudo notar que Fanel no era demasiado partidario de parar, como si tuviera mucha prisa en llegar a su destino. No es que importase en exceso debido a que tampoco protestaba más allá de dejar clara su opinión, más era un hecho que había que destacar.

Cuatro días más tarde habían llegado a Talabheim, el lugar ideal dónde poder librarse de toda la carga innecesaria y, de paso, sacar algún dinero (un pensamiento del cuál Gerard estaba seguro que era el que tenían sus compañeros). Para el bretoniano, más bien resultaba el sitio más apropiado para poder encontrar algo con lo que mejorar sus pertrechos. Concretamente, sus protecciones.

Además, puede que lo de Grii fuera paranoia, más LeBlanc no podía negar que había sido demasiado inesperada la aparición del elfo y los suyos. A eso había que sumarle las misteriosas circunstancias de la muerte de Haldir. Realmente no pasaba nada por excederse de cautos. Asintió al enano para luego decir.

- Yo tengo que realizar un par de compras, así que puedo ir con aquél o aquellos que vayan a vender lo que no necesitamos.

Al final, las palabras de lógica se dejan oir entre nuestro grupo y, con descanso tras nuestras espaldas, amanece un nuevo día y con ello la continuación del viaje. Lieske queda atrás poco después del desayuno, y mi montura se comporta a las mil maravillas incluso después de haber resistido bajo la tensión de varios combates, el frío helado de Resha e incluso el desprecio de muchos humanos por todo lo que no es de su pertenencia, como si la criatura no fuese una entidad libre en sí misma. Con una suave caricia, le rasco el cuello, y el viaje sigue. Hasta una gran ciudad. Hasta Talabheim.

Una vez entramos en la ciudad, no puedo evitar mirar con cierta curiosidad al elfo vagabundo que nos acompaña, por si desea volver a rodearse de los menos agraciados en la vida regalando alimentos u oro. Como parece no ser así, pero sí hace preguntas interesantes, mantengo la oreja puesta mientras mi mirada recorre el lugar de un lado a otro, y mis manos se mantienen prestas para lanzarse a espada o arco por si fuese necesario. No es muy probable, pero nadie se sorprendería de extraños ataques en cualquier lugar.

-No necesito en demasía, aunque siempre es un gusto contar con excedente de munición para el arco. -Le hago un gesto cómplice a Angram, pues de los que aquí se encuentra es al único al que he visto interesado en tal menester en vez de lanzarse al combate cuerpo a cuerpo o utilizar magia. -Y la armadura completa de seguro evitaría que me volviesen a herir, si nadie desea su propiedad.

Dicho eso, vuelvo a mi mutismo. No me importa acompañar de vigilante a quienes desean hacer compras o seguir al elfo y tratar de echarle un ojo y una oreja a su actuación, mientras en ningún caso me hagan manejar a mí los oros. Pero no voy a ir por ahí comentando eso, y menos con tanta gente alrededor.

Todos estaban pertrechándose a costa de esos pobres desgraciados, y entonces le vino a la mente un episodio del combate, en el que vió como el joven "paraba" literalmente las flechas en el aire. Cogiéndole de los hombros, le acercó al grupo y dijo lo siguiente:

- ¿Que tipo de brujería conoces que pare las flechas, hijo? Creo que ya te hemos demostrado de sobra que somos de confianza como para que te escondas este tipo de secretos.

Miró a los hechiceros de la compañía esperando algún tipo de respuesta. No se podía creer que ellos no lo hubieran preguntado todavía.

el enano miraba de vez en cuando al misteriosos elfo, algo no le gustaba de este personaje pero no sabría decir bien que era, de todas maneras un enano tenia sus prioridades y las suyas eran encontrar algo de beber que le humedeciera el gaznate, y con algo de suerte un chica lo bastante ruda para seguirla el paso mientras le calentaba la cama, después de una batalla nada mejor para alegrar el espíritu.

vendan lo que que estorbe, pero no olviden un barril de cerveza para el sediento dice en un tono ruidoso como todo lo que hacia este enano, sin embargo reflexiona un poco sobre las consecuencias de la batalla y agrega, quizá algunos menjurjes curativos y uno que otro implemento de sanador pueden hacer la tarea del mago mas fácil mientras señala las puntadas de donde en alguna ocasión una flecha sobresalía en su brazo.

Nuestra estancia en Lieske fue un visto y no visto, lo justo para alimentarnos y descansar. Un camino sin mas contratiempos y al fin habíamos llegado a una gran ciudad, ya estábamos  donde podríamos vender los objetos obtenidos durante nuestros viajes. Así mismo podría obtener algunos componentes para que mis hechizos fueran mas efectivos.

- Iré con aquellos que vallan a vender nuestros artículos variados. Así tendré tiempo de comprar algunas cosas que necesito.

Estábamos próximos a conseguir nuestro objetivo, pero que el barón hubiese enviado a hombres para apoyarnos no hacia que me tranquilizase. Es mas creo que todos mirábamos con recelo a nuestros nuevos compañeros.

En principio yo no necesito nada, así que, si no os importa, yo me quedaré descansando y pensando en todo lo que está ocurriendo.

La verdad es que nuestro destino final se estaba aproximando y muchas de las incógnicas con las que partimos seguían con nosotros. Era algo realmente inquietante, aunque parecía que no lograríamos descubrir nada hasta que nos explose en las narices. A pesar de todo, me gustaba la idea de estar unas horas tranquilo pensando en todo aquello que había pasado a lo largo de las últimas semanas.

Yo necesito comprar algo de ropa, más apropiada para el viaje. Llevo retrasando esto demasiado tiempo...pero alguien tiene que quedarse a proteger el ataúd, ¿no creen? Me quedaré si todos tienen algunas compras más relevantes que mi simple comodidad.

Fanel no parecía contento con los recientes atrasos que se estaban produciendo entre el grupo de mercenarios; y es que, a pesar de las quejas del elfo, el grupo de mercenarios estaba haciendo una larga parada debido a sus intenciones por vender mercancías y hacerse con mas pertrechos. Fanel consideraba que todo aquello no era necesario y que bien podrían hacerlo una vez llegasen a la torre.

Avanzando a través de la muchedumbre de gente que se arremolinaba en el sucio puerto de Talagad a las afueras de la ciudad de Talabheim, el grupo de mercenarios fue deshaciéndose poco a poco de todas aquellas cosas que llevaban encima y que no necesitarían mas, y así, de modo similar, fueron realizando sus compras sin contratiempos.

O prácticamente sin contratiempos pues un conjunto de asuntos menores marcaron su avance en aquel día. El primero fue protagonizado por Fanel quien a la pregunta de Angran se limitó a responder brevemente.

-Que se yo, no me encontraba allí en aquel entonces; y aunque estuviera, eso no me importa, nosotros solo recibimos órdenes para una consecuente paga, lo demás es irrelevante-. Y con ello de nuevo era de poca ayuda.

El segundo incidente se presentó en el centro de los muelles cerca del camino que iba directo al túnel para entrar a Talabheim. Allí, se encontraron con una vieja conocida; y es que, aquella mujer que encontraran justamente al inicio de su viaje hacia Althern, se encontraba allí de nuevo, vendiendo sus mercancías y clamando a viva voz para llamar la atención de los transeúntes. Su puesto estaba lleno de gente que entre buscaba por algo de utilidad; o bien era muy buena hablando, o bien, realmente vendía cosas que valían la pena.

Finalmente, el ultimo incidente que se suscitó, fue cuando Grii cuestionó a Leopold sobre el asunto de las flechas. A lo cual Lepold se quedó callado generando cierto suspenso en sus acompañantes, tal como si por fin fuera a expresar algo sorprendente que fuera a explicar algo de todo lo que ahora no tenia explicación. Sin embargo, su respuesta fue mas que contundente. -¿Que es brujería?- pregunto el joven humano con su característica curiosidad, -no entiendo, ¿que tiene que ver eso con flechas?- respecto a lo de la confianza y los secretos, al menos de momento no lo había tomado en cuenta y nada había hablado al respecto.

O Fanel realmente no sabía nada más allá de lo que le pudieran haber dicho o les estaba engañando. En cualquiera de los dos casos, no les estaba siendo de ayuda para aclarar ninguna de las dudas que pudieran tener con respecto al hombre que les había contratado. Y a eso había que sumar lo mucho que parecían molestarle los retrasos, incluso cuando se trataba de hacer cosas tan necesarias como las de comprar provisiones o deshacerse de la carga inútil.

Dejando eso de lado, había que organizarse y empezar a ver dónde podrían hacer las ventas y las compras correspondientes. Mientras observaban por los muelles para buscar el transbordador que iban a necesitar, Gerard se fijó en un cierto grupo que se reunía alrededor del puesto. No iba a darle más importancia hasta que recordó a la mujer que llevaba dicho puesto y se ruborizó. Era la extraña mujer con la que habían compartido transbordador en la primera parte de su viaje y que, después de hacerla una propuesta... indecente (no hay otra manera de llamarlo), le había augurado que la muerte le llegaría desde arriba. Decidió que lo mejor sería evitarla en la medida de lo posible y sin llegar a ser descortés si el encuentro terminaba por ocurrir.

Dirigiéndose hacia Grii para ir con él para hacer las posibles compras (era el que mejor se entendía con los mercaderes del grupo), el bretoniano le pudo escuchar conversando con Leopold y que éste también o se hacía el tonto o lo era. Él no tenía en ese momento las ganas ni el tiempo para presionarle, así que fue directo hacia el enano.

- ¿Sugerencias de dónde podemos ir para acabar cuanto antes nuestros asuntos aquí, monsieur Grii?

Angran se sentía que ya no debía vestir como un vagabundo. Había vito que se podía ganar dinero combatiendo al mal. Por tanto debería vestir como un orgulloso y respetado habitante del Viejo Mundo (ser o no ciudadano del Imperio no le importaba demasiado). Además, en su mente se estaba formando la idea de empezar a narrar sus hazañas. 

Había muchos artistas en el Imperio que narraban las hazañas de otros. ¿Por qué no narrar el mismo sus propias hazañas? ¿Acaso no sabría él mejor que nadie lo que había hecho?

El puerto como siempre estaba abarrotado, bullendo por los cientos de personas iban de un lugar para otro abriéndose paso entre los puestos de mercancías que allí había. En compañía de Grii, Gerard, Angran y Aria empezamos a vender los objetos recogidos en nuestros viajes. La verdad es que necesitaba de algunos componentes para no tener que depender de la variabilidad de los vientos de la magia y por eso me había unido al grupo de avanzadilla.

- Sr Grii, preferiría que se encargara de realizar las ventas y las compras. No creo estar capacitada para sacar un buen precio de un sitio como este.

el enano ve las marcas de la batalla y lo cierto era que su camino era incierto y peligroso, así que tomo la determinación de hacer el papel del escolta de su compañero enano, el cual ademas tenia e don de la negociación, a Gurnik se le daba mejor lo de repartir hachazos y hacer correr enemigos despavoridos antes sus alaridos y cortes.

cada vez que trataba de hablar la mirada de su compañero le indicaba que mejor guardara silencio antes de que nos hechara la guardia encima, por lo que un poco frustrado, termino por limitarse por mantenerse callado con el ceño frunció cosa que no mejoro la cosa para nada, pues no faltaba el curioso que lo miraba con descofianza pues su aspecto era mas de bandido que de escolta.

finalmente y tragándose su orgullo, le dice a su compañero en enano ¿podrías ayudarme a conseguir una buena armadura de buen material que proteja mas y dos hachas arrojadizas?, presiento que si me acerco a ese mercader de nuevo, quizá cometa la estupidez de mostrarme una hoja y termine rebanandolo por imbesil, lo ojos del enano señalaban un mercader de armas que miraba con recelo al enano.

finalmente y después de un largo rato el enano se desespera por el parloteo y solo desea una cosa, ¿CUANDO NOS VAMOS PARA LA TABERNA? casi grita a sus compañeros que podrían jurar que comenzaba a escurrirle espuma por la boca al enano.

Me empezaba a sentir mejor. El traqueteo del carro ya no me hacía ver las estrellas, y volvía a tener humor para aguantar un viaje con elfos. Cualquier enano, he de apuntar, no lo habría hecho.

Fueron pasando de puesto en puesto, y la verdad es que no se encontró con mercaderes que estuvieran receptivos a la hora de regatear. Estaba siendo imposible encontrar a nadie que quisiera negociar con el, y de hecho, sus precios empezaban a ser insultantes.

"No pasan el suficiente tiempo para hacer las cosas bien y piden precios desorbitados. Esto es basura cara..."

Sin tocer un gesto escuchó las palabras de Resha a lo que asintió y musitó un "haré lo que pueda", pero le daba la sensación de que ese día no iban a encontrar ninguna "ganga".

También escuchó a Gurnik, y se quedó sin aire al escuchar que éste quería una armadura.

"Debe haberse dado muchos golpes en la cabeza el pobre, aunque del alcohol no se olvida..."

Antes de que se aleje demasiado Grii, alzo la mano para detenerle Perdona Grii, si encuentras redomas para aliviar los golpes y heridas, por favor, compra alguno también para mí. Y ya que está un par de dardos también estarían bien.

Las calles del puerto de Talabheim que acuñaba el nombre de Talagad parecía no solo aquejar de una plaga de pobres, refugiados, mercaderes y ladrones; sino también, de roedores, cucarachas y moscas, para alguien como Sir Gerard o el alto elfo Aenalor, era de las cosas mas cercanas al caos que conocían sin que realmente tuvieran que ver con tan oscuro origen.

Buscar un buen lugar para comprar no fue tarea fácil y para algunos les surgía la idea de que quizá habría sido mejor adentrarse en la ciudad de Talabheim, aun a pesar de las quejas del elfo Fanel. El cual por cierto, se había separado de ellos haría una hora atrás para preguntar acerca de algún transporte rio arriba.

Para Leopold la situación era asombrosa, pues incluso había encontrado un cangrejo; hasta hacia unas horas atrás no sabia que tan asombrosas y peligrosas criaturas existían (uno de gran tamaño le había atrapado el dedo indice con sus tenazas). Ademas estaba el olor, aquel peculiar olor, no había percibido nada parecido antes, bueno, salvo por el asunto de los orcos. Parecía ser una mezcla de olores, Angran le decía que olía a puerto sucio y alcantarilla mezclado con vagabundos mojados; el joven humano no entendió que significaba todo eso, o al menos eso parecía dar a entender. Fuese como fuese, Grii y otros tuvieron que ponerse las pilas para que el muchacho no se les perdiera pues constantemente se detenía a observar algo o se alejaba ante algo supuestamente asombroso que miraba a lo lejos.

Tras encontrar lo que buscaban y hacer unas cuantas compras no tan generosas, los mercenarios regresaron a la zona de los muelles donde se encontraba Fanel esperándolos con sus hombres. Al parecer tenia buenas noticias, había realizado un buen trato con el dueño de una barcaza y tras una larga conversación, había acordado pagar 1co para viajar hasta Bechafen por cada pasajero y 2co mas por la carreta. Al parecer, el elfo no había mencionado al dueño de la barcaza que en la carreta iba un inmenso tempano de hielo bien envuelto.

A lo lejos, mientras los allí presentes decidían si partir de inmediato o no, aquella mujer misteriosa que pareciera vender cosas aun mas misteriosas notó la presencia peculiar del gallardo caballero bretoniano al que sonriendo intentó llamar.

Decididamente, esas ciudades y puertos imperiales eran peores que la peor aldea campesina de Bretonia. La acumulación de gente, el hedor, las diferentes plagas como ratas y demás que iban de acá para allá era todo una suma demasiado desagradable para Gerard. Al menos, al llevar ya algún tiempo viajando por el Imperio estaba un poco más acostumbrado a visiones así, más eso no las hacía nunca más sencillas.

Tampoco ayudaba mucho el hecho de que Leopold estaba yendo de acá para allá, mirando todo y maravillándose por todo, por lo que había que estar muy atento a que no se perdiera o se metiera en problemas. Fanel no estaba allí para ayudarles, aunque al menos parecía que estaba arreglando los detalles del viaje en barcaza. Afortunadamente no parecía que entre unas cosas y otras les fuera excesivamente difícil conseguir encontrar lo que cada uno de ellos estaba buscando. Poniendo al bretoniano de ejemplo, unas grebas de malla que pensó que le iban a resultar sumamente útiles en el futuro.

Cuando regresaron, el elfo y sus hobres les dijo que habían llegado a un acuerdo con el dueño de una barcaza a un precio que parecía razonable. Dudaba que ninguno de sus compañeros fuera a poner ningún problema por un precio semejante.

Fue entonces cuando vio a la misteriosa mujer de su viaje de ida en aquella misión, la de la propuesta indecente, llamándole con una sonrisa. Por un momento, el caballero pensó en hacer como que no la había visto, pues no sabía que iba a pretender. Sin embargo, él era una persona noble y educada y sería de mal gusto ignorar a la mujer. Debido a ello se giró a sus compañeros, diciendo:

- Disculpadme un momento, por favor - y se alejó en dirección a la mujer, saludándola educadamente al llegar.- Madmoiselle... Es un placer volver a veros.

Siempre con la vista en el pequeño para que no se perdiera, y en sus cosas para que nadie les robara, poniéndo caras raras a cualquiera que osara hacercarse un paseo mas de la cuenta, nuestro Grii se encontraba mirando entre puesto y puesto mirando a ver si alguien era capaz de arreglarle una de las chaquetas humanas que encontraron de cara a utilizarlas.

"Estamos como para andar haciendo ascos a piezas de armadura"

En uno de esos momentos en los que se despistó, el pequeño Leopold se alejó algo, y como solución cogií una de las cuerdas y ató su cintura a la del joven, para evitar disgustos.

- ¡Estate quieto, maldita sea! Estamos en un sitio donde hay mucha gente, y como te pierdas, olvídate de encontrarnos de vuelta. Te lo digo en serio, no te separes de mi.

Habiendo cerrado bien el nudo, y suspirando a causa de tener que hacer de niñera de un crío que no atendía a los consejos que le daba, siguió buscando el sastre que le hiciera que la armadura entrase, para luego dirigirse a cargar el carro, y custodiarlo.

Angran no se quejó del precio que pagó por la ropa, las provisiones y el viaje; pero le seguía costando desprenderse del dinero. Era muy materialista para ser un elfo, la larga vida malviviendo con los que podía le había enseñado el valor del dinero; quizá de una forma negativa.

En ese momento vio lo que hacía el bruto del enano con el pequeño. Típico de esa raza de barbudos malolientes, estaba seguro de que muchos de ellos creía que los niños se forjaban a martillazos, como sus carísimas y sobrevaloradas armas. Torció el gesto ante tamaña crueldad, pero no dijo nada, bien sabía Angran que aquel niño ni era niño ni era normal. La idea de que era el mismísimo Haldir se le pasó por la cabeza, pero volvió su vista a una imagen que prometía ser cómica, con aquella mujer llamando la atención de Ser Gerald.

El pequeño Lepold atendió al enano con seriedad y sonriendo con nerviosismo asintió. El enano conforme con su logro siguió con lo suyo, aunque su felicidad no le duró mucho tiempo pues apenas desvió la mirada, el joven humano, para diversión de Angran, ya corría tras el bretoniano en dirección a donde se encontraba aquella singular mujer.

-El placer es mió guapetón- sentencio la mujer dando algunos pasitos hacia el hombre mientras contoneaba las caderas con clara e incluso grosera provocación. Asi acercándose un poco mas y desprendiéndose de uno de sus guantes de seda negra, alargo su muñeca hacia el caballero para que éste le saludara como era debido; por suerte para Sir Gerard, a pesar de la edad, la mujer tenia unas lindas manos. –Veo que ahora son mas- dijo la mujer al ver al grupo que le acompañaba a la distancia, -espero que esta vez si vayan a comprarme algo o al menos se animen a explorar mis bondades- claramente, lo segundo tenia doble sentido.

Al tiempo que el pequeño humano se acercaba a las espaldas del bretoniano, el elfo Fanel ya empezaba a refunfuñar para sus adentros y a emitir uno que otra indirecta en referencia al tiempo perdido.