Partida Rol por web

-Si hay que confirmarlo, pues lo confirmo. Yo también lo he visto. Lo ha dejado moribundo sólo a base se dentelladas. Sabía que en teoría se podía matar a alguien así, pero la verdad es que verlo acojona.

Y sí, yo también he visto quelos otros estaban ardiendo. La gente está actuando de forma muy extraña hoy. ¿Será una droga nueva?

¿Pero que tenía que ver un convento con todo aquello?-San Lorenzo, San Lorenzo...
Alberto trató de recordar si sabía o había oído decir algo de aquel convento, pero a pesar de su esfuerzo no le sonaba de nada.

Federico seguía tratando de comunicarse por radio al tiempo que esquivaba viandantes a toda velocidad. Tras unos minutos infructuosos se escuchó un improperio y el golpe de lo que solo podia ser la radio contra el salpicadero. Aquella conversación no le distrajo de la conducción. Solo faltaba eso, que ahora la palmaran en un accidente de mierda.

Vuestros dos compañeros asentían con la cabeza. Todos sois personas muy capacitadas para cualquier momento de tensión, pero esto parecía afectar demasiado al grupo y más aún a ellos dos.

Los intentos de Fede por intentar contactar con la central parecían no dar sus frutos hasta que una continua estática se acopló al sonido de la radio. Ésta estaba incomunicada. Tras ello, lo siguió intentando con cualquier otro cuerpo de autoridad incluso con la frecuencia de ambulancias y el ejército. Nada.

El furgón se meneaba con esfuerzo debido al exceso de velocidad para estas calles pero aguantaba el tipo. Fede, podía ver como lo sucedido antes se iba repitiendo por cada calle que cruzaba, parecía que el mundo se estuviese yendo a la mierda. Algunos policías intentaban controlar la situación pero por vuestra experiencia sabíais que tarde o tempranos serían superados.

La situación se había descontrolado demasiado en poco tiempo pero al menos teníais un rumbo. El convento estaba apenas a unas manzanas de vuestra posición. No sabíais ninguno que podría tener que ver con todo esto, pero estabais seguros de que si el capitán os había mandado a ese lugar sería por algo.

Al menos podía tener la certeza de que no me estaba volviendo loca, pero ser consciente de que todo lo ocurrido era completamente real a su manera me consternaba aún más. Busqué con celeridad en los recovecos de mi mente, tratando de armar una hipótesis mínimamente plausible... pero no podía.

—Incluso aunque se hubieran puesto hasta las trancas de PCP o algo similar... jamás había visto algo semejante. Si de verdad se ha introducido una nueva droga capaz de hacer que alguien ardiendo camine como si nada... prefiero no barajarlo, Hervás —respondí a mi subordinado—. ¿Y cómo han podido extenderla tan rápido? Casi parece un ataque químico...

Martínez no podía comunicarse con absolutamente nadie, así que mis preguntas quedarían sin respuesta. A efectos prácticos estábamos sordos y aislados. No me gustaban los prospectos de la situación.

—Prepárense, armas cargadas y seguros a mano. No disponemos de información sobre la situación en nuestro objetivo, así que mantengan los ojos abiertos. Si alguien trata de abalanzarse sobre ustedes y no responde a las advertencias abran fuego a discreción, incluso aunque parezca un civil; no quiero otro caso como el de Antúnez.

- ¡Si señor!  - grito tratando de levantar los ánimos dentro del furgón.

Comprobó sus armas y todo su equipamiento. Estaba lista para bajar en cuanto se abrieran las puertas del furgón. 

Tras una intensa carrera por los circuitos madrileños por fín aparecían ante ellos las puertas valladas del convento. Federico paró el coche y el motor. Dió dos golpes a la ventanilla mientras que terminaba de prepararse con el equipo de la misión y amartillaba el fusil.

- Señores y señoritas, ya hemos llegado.

Revisó las armas con cuidado, especialmente el fusil. Aquel chisme, en su opinión, hacía daño en cada balazo para parar un tren, lo notara o no el objetivo. Y de paso, aprovechó para limpiarse un poco la oreja y ajustarse el auricular.

-Preparado y listo-al menos tanto como podía estarlo. Se acercó a abrir la puerta de la furgoneta.

Una vez todos estuvieron preparados Federico bajó el primero haciendo un barrido de la zona antes de dar el aviso de despejado.

Comprobé el estado de mis armas, al igual que mis subordinados. 

—Prepárense y recuerden —Observé a todos los allí presentes uno por uno—. Mucho ojo. Esto ha dejado de ser una operación rutinaria, esperen cualquier cosa.

Asentí a Hervás, dándole a entender que podía abrir la puerta. 

—¡Está despejado! ¡Vamos! —ordené tras la confirmación de Martínez.

El complejo del convento es bastante grande. Está completamente amurallado, rodeando por completo un gran recinto lleno de jardines y caminos que conducen al edificio central. El convento tiene forma cuadrada con un gran frontal que se levanta en forma de torre hasta unos veinte metros de altura. En la base de la torre está la la puerta principal que veis desde la lejanía, pero no alcanzáis a ver si la misma está abierta. 

Os detenéis a unos diez metros de la puerta buscando poder abarcar mucho campo con los pocos miembros que quedáis con vida. Los laterales del edificio no parece que tengan amenazas pero el camino por el que habéis llegado el ruido del vehículo ha atraído a varias personas que os sigue y aunque estén lejos si no soy rápidos puede que os alcancen. De pronto el ruido de un aparato que conocéis bastante bien: Un helicóptero. Uno que parece ser de la policía nacional. Por inercia levantáis la vista y podéis verlo dirigirse al convento como vosotros. Empieza a sobrevolar la zona y la estática de vuestros walkies llaman vuestra atención para dar paso a una voz.

- Aquí unidad CP-2901. Repito, aquí unidad CP-2901. ¿Me recibís? Necesitamos ayuda, mi compañero ha sido herido y portamos numerosos civiles para su evacuación. ¿Saben algo desde central? 

El mensaje suena atropellado y bastante nervioso. Repite una vez todo antes de que podáis hacer lo propio y el silencio se hace esperando seguramente una respuesta.

En primera instancia me tomé unos minutos para observar todo aquello que podía desde el exterior. Acto seguido oteé nuestra retaguardia y se me heló la sangre al ser consciente de que todavía teníamos a "manifestantes" o lo que fueran siguiendo nuestro rastro con avidez en la lejanía. «Ese comportamiento no es normal, no me jodas... tenemos que entrar cuanto antes».

—¡Vamos con el tiempo justo! —indiqué a todos—. ¡Busquen una manera de entrar, aunque sea necesario forzar la puerta! ¡Hay que resguardarse antes de que nos alcancen!

Con el subfusil bien afianzado entre mis manos quise predicar con el ejemplo, pero el sonido del helicóptero y la subsiguiente comunicación por radio me condujo a detenerme. Puse el dedo índice sobre el pinganillo de mi radio y respondí:

—CP-2901, aquí la sargento García del equipo Alfa de GEOs. Nos encontramos en la entrada del Convento, hemos sido atacados por civiles y nuestra posición se verá comprometida en breves. No logramos ponernos en contacto con Central, tan solo tenemos órdenes de dirigirnos aquí. Requerimos un informe de la situación.

-¡VOY!

Alberto, pistola en sus manos, corrió hacia aquel portón porque era la entrada más obvia, para comprobar si estaba abierto o se podía abrir. Si no, iban a tener problemas muy pronto.

Por favor, por favor, que la puerta tenga un cierre moderno o un interfono... Ya se anticipaba un cierre de hierro oxidado, viejo e imposible de forzar sin un ariete, o tener que gritar por alguna ventana.

El ruido del caos llegaba a sus oídos desde el interior del furgón. Su superior había dicho las palabras mágicas "fuego a discreción" y viendo cómo había acabado su compañero, podían dar por seguro que lo haría. 

Bajó del furgón con su rifle de precisión entre sus manos, se posicionó detrás de los compañeros en solo unos segundos estaba ya con varios civiles en su mirilla.

- Vamos Hervás, abra esa puta puerta o tendré que empezar a disparar.

Era lo único que diría ya que cada palabra podía suponer una bala mal apuntada, bastante tenía ya con tener que estar apuntando con el rifle sin una base de fijación. 

La puerta es una verja de unos dos metros y medio de alto con un cierre doble, uno de un pasador y otro de una cerradura estándar.

Federico miró en todas las direcciones. No podían esperar apoyo del helicoptero, menos con civiles heridos. Ya se encargaba la sargento de ellos, mientras Alberto parecía querer forzar la cerradura, confiaba en sus dotes. Por otro lado Diana los arengaba a pasar ya.

Con este panorama se subió al coche y lo encendió nuevamente.

- ¡Vamos chico! Si ves que no puedes aparta y lo abro yo.

Dijo haciendo rugir por un momento el motor. Sea como fuere una vez abierta la verja pasaría el coche y lo usaría a modo de barricada.

El helicóptero seguía sobrevolando la zona pero no parecía perder altura para aterrizar en ningún sitio.

- ¡Oh, gracias a Dios! - la voz del piloto parecía angustiada y aliviada a partes iguales. - Ahí abajo todo es un caos, sargento, hemos perdido cualquier oportunidad de contener a quienes demonios sean esos tíos. - no podéis verlo pero estáis seguros de que un escalofrío recorre la espalda del piloto al decir eso. - Ahí abajo tenéis mucha compañía, puedo dejar a los civiles en un lugar seguro al otro lado de esas murallas del convento y luego recogeros para destinaros a un nuevo destino. Las últimas órdenes que recibí fue ir en apoyo de la evacuación de el grupo presidencial. Cambio.

Pero poco tiempo tenéis para paraos a pensar en lo que el piloto os puede decir. El tumulto cada vez está más cerca, Hervás tras acercarse a la puerta puede ver como una verja de más de dos metros de altura le corta el paso. Sus deseos de poder forzarla se esfuman cuando ve que además un candado sujeto a una robusta cadena cierra a cal y canto la puerta. 

El joven policía se giró hacia el resto de sus compañeros y negó co la cabeza, lo que hizo que algo en la cabeza de Fede se encendiese y de un acelerón corriese hacia la puerta para poder derribarla.

—Negativo, CP. Cumpla con sus órdenes, nosotros tenemos las nuestras y sabemos cubrirnos las espaldas —manifesté con seguridad—. Me gustaría saber qué cojones está pasando aquí y qué le pasa a esta gente... espero que tengamos noticias de Central pronto.

Giré sobre mis talones y recibí de frente un excelente recordatorio del peligro que corríamos y lo apremiante que resultaba la situación.

—¡Mierda...! —dejé escapar con el canal de radio todavía abierto. Corté la comunicación y me aparté del camino, señalando a Martínez con mi diestra que podía continuar con su plan—. ¡Vamos, señores, no hay tiempo! ¡En cuanto esa puerta caiga, Hervás y Yuste, adelántese y comprueben que no nos van a venir hostiles por el frontal del convento! ¡El resto conmigo, debemos asegurar el acceso!

El furgón aceleró y se llevó por delante las valla que aseguraba la entrada. Eché a correr tras el vehículo, esperando que mis subordinados me imitaran. Un atropello fortuito en esta situación resultaría fatal pero... cada segundo contaba.

—¡Cierren el portón! ¡Martínez, aparque el furgón frente a este para que haga de tope! —ordené a viva voz, aproximándome a una de las puertas para empujarla e ir cerrándola.

Mi artimaña era el siguiente: cerrar las puertas y que entonces el conductor aparcara el furgón pegado a las susodichas, ya fuese de lado o de frente, para que el peso y portento del vehículo actuara como un candado improvisado de varias toneladas, bloqueándolas e impidiendo a los "manifestantes" abrir las puertas, o al menos, no del todo.

Los manifestantes les estaban rodeando tenía ya el dedo en el gatillo para disparar pero quería aguantar lo máximo posible, ya había aprendido que eso solo tenía efecto llamada, justo cuando ya iba a disparar al primero escucho a la sargento y el terrible golpe de la furgoneta tirando abajo el portón.

Siguiendo órdenes entro corriendo por la puerta sin dejar de apuntar a los que se acercaban a ellos. 

Una vez dentro siguió apuntando al exterior para cubrir a sus compañeros mientras cerraban esa puerta, si alguno se acercaba realmente a la puerta , mientras estuvieran aún cerrándola, le pegaría un tiro directo a su cara. No le gustaba eso de que hubieran matado a su compañero a mordiscos.