Partida Rol por web

Paige te comentó que no volveríais hasta dentro de unas tres o cuatro semanas, así que fue una pregunta acertada la tuya.

Tuvisteis tiempo para coger todo lo necesario, tanto vuestras cosas personales como los temas médicos. Abú, hombre de pocas palabras y brazo fuerte, os ayudó a cargarlo todo en la camioneta.

El día de la partida llegó. Dirección oeste, noroeste. Más tierra adentro. Pero curiosamente, no era más desértico, se abrió por delante de vuestro camino la sabana. Tras un par de horas de viaje las viste. Con sus cuellos largos llegando a las copas de los altos árboles, las jirafas, en grupos de siete u ocho.  Paige te las señaló con el dedo y sonrió.

Me asomé, maravillada, por la ventanilla del coche. Pedí a Abú que parase un momento.

Ahí estaban al fin, gigantescas e imponentes. Nunca había visto a un animal tan alto, y parecían tan adorables.. Comiendo tranquilamente, sin apenas inmutarse por el coche donde los pasajeros las observábamos con admiración.

-Son preciosas.. -dije todavía embobada a Paige-. Son los primeros animales grandes que veo en mi vida. Me imagino que no serán los últimos, pero.. Para mí serán siempre especiales. Gracias por parar, Abú. No retrasaré más el viaje, por favor, continuemos.

Me hubiera quedado mirándolas toda la vida, pero había personas que atender. Aunque ahora no dejaba de mirar por la ventanilla, atenta a cualquier otro animal que se nos cruzase en el camino.

Ninguno de tus dos compañeros pone pegas para hacer una paradita para que puedas admirar aquellos animales. Incluso a esta distancia alguna de ellas se gira en dirección a vuestro vehículo. Evalúa que no sois un depredador y sigue comiendo del árbol plácidamente.

El camino sigue, y poco a poco ves como unos oscuros nubarrones comienzan a cubrir el cielo. Paige mira el cielo con recelo, pero no dice nada. Le dice algo a Abú y luego a ti – Parece que la época de lluvias se adelanta este año – En apenas uso minutos comentó a caer el agua en tromba. Una cortina intensa de agua que no dejaba ver muchos metros más allá. La temperatura bajó un poco, pero a penas 4 o 5 grados.

Sabía poco acerca del clima en África. La información que pude conseguir en Liverpool era muy escasa al respecto, y muy poco precisa quitado las generalidades tipo "en África hace calor".

La tromba de agua que nos sorprendió me dejó en franco pasmo. A pesar de proceder de un país cuya lluvia es internacionalmente conocida, la cantidad de agua repentina que nos sobrevino era espectacular. Menos mal que no se me ocurrió acercarme a las jirafas, o parar más, puesto que nos hubiese pillado de pleno.

-¿Época de lluvias? -pregunté a Paige-. ¿Ésto es normal aquí? ¿Cómo.. cómo lo soportan los autóctonos?

Creo que no había paraguas europeo que resistiese tal cantidad de agua.

La camioneta avanzaba más lentamente.. Ojalá no se quedase embarrada* en el camino.

La preocupación de Paige iba en aumento, pero aún así sacó una sonrisa para responderte – Si, se pasa meses sin caer una gota, pero luego en un par de meses puede caer muchísima. Según le dé – Saca un pañuelo y limpia el cristal delantero que empieza a llenarse de vaho – Los lugareños como pueden. No hay recursos, por suerte ya saben que no tienen que construiste la choza en un barranco, aún así a veces ocurren desgracias.

La lluvia intensa prosigue. El vehículo comienza a patinar en algunos lugares y tus temores se convierten, la furgoneta se queda atrapada en el barro. Patina, patina y nada. Se hunde un poco más. Abú no duda en salir afuera, inspecciona las ruedas y vuelve empapado al interior del coche – Está mal, señorita – Le entiendes que le dice a Paige

Oh, mierda.. ¡para qué habré pensado nada!

Me asomo fuera a pesar de la lluvia, viendo el vehículo completamente atascado en el barro. Se me ocurre una idea.

-Seguro que ustedes saben de ésto más que yo, pero... ¿Poniendo unos troncos delante de las ruedas y empujando para que el coche suba no podríamos lograr que saliese del charco?

En una novela de Salgari, si no recordaba mal, así era como salían de una situación similar. Para que dijesen que leer novelas de aventura era una pérdida de tiempo.

- La idea es buena, pero lo sería mejor si hubiesen troncos en la sabana- Te comentó Paige.

Abú hizo un par de intentos más – Déjalo, esperemos unos minutos, a veces no turan mucho estas trombas de agua – Y finalmente se atrevió a bromear – El lado bueno es que tenemos la camioneta llena de víveres, no moriremos de hambre.

Pasados unos minutos , con la lluvia sin visos de terminar, visteis unas luces de frente. Se trataba de otro vehículo. Este en cambio parecía moverse con bastanta más facilidad, seguramente porque se trataba de un vehículo que se adaptaba mejor a este terreo o tal vez era un conductor experimentado. No tardó mucho en llegar a vuestra altura, se detuvo con el motor en marcha y abrió la ventanilla. Se asomó un hombre con sombrero y acento americano - ¿Disfrutando del tiempo? - Preguntó con evidente ironía.

Le miro con cara de sorpresa. Esa ironía en ese preciso momento no me hace mucha gracia, puede que por mi falta de empatía ante las bromas en lugares de riesgo. Quizás es tomarme atribuciones que no me corresponden, pero decido responder al desconocido antes de que pueda hacerlo Paige:

-Hola a usted también. Sí, tenemos por costumbre hacer picnics en mitad de charcos de barro cuando llueve. Pero ya hemos acabado.. ¿Sería usted tan amable de ayudarnos a salir de él? -le respondí irónicamente también. Sabía que lo había dicho de broma, y esperaba que aceptase la mía. Me puse seria - Ahora en serio.. ¿puede ayudarnos? Estamos atascados y debemos llegar al poblado lo antes posible, llevamos medicinas.

No me gustaba pensar que el agua pudiese estropear los víveres o las vacunas, que eran nuestra prioridad. Revisé varias veces el empaquetado y parecían seguras, pero.. nunca se sabe. Las botellitas de cristal son muy frágiles.

Al hombre no le pasó desapercibido tu tono, pero lo que provocó en él fue una sonora carcajada. Pero no duró mucho, echó un vistazo a la carga y a vosotras, podía sentir vuestras acuciantes miradas.

Esbozó una sonrisa y se levantó un momento el sombrero – Por supuesto que si.

A continuación salió del coche y se fue al maletero del suyo, la lluvia lo empezó a empapar. No tardó en salir con algo, hizo alguna maniobra más en la parte trasera de su coche que no veíais desde aquí y luego se dirigió a la parte delantera del vuestro. Llevaba una cuerda. Ató el otro extremo a la parte delantera del vuestro. Volvió al coche, maniobró colocándose delante, despacio, hasta que primero la cuerda quedó tensada y luego la tirando. Patinó su coche, por un momento parecía que el suyo también iba a quedar atascado. Pero de pronto en una pequeña sacudida, salieron las ruedas del vuestro y quedó liberado. De nuevo salió del coche para desatar la cuerda.

¡Ya estábamos fuera! No pude por menos que respirar aliviada. la situación me había desbordado un poco, a pesar de mis intentos de autocontrol, y me había puesto nerviosa al pensar que podían estropearse las vacunas, sobre todo. Aún rondaba en mi cabeza aquel titular sobre la guerra y me daba miedo el quedar desabastecidos aquí, a pesar de las tranquilizadoras palabras de Paige.

Me arrepentí al instante de haber sido tan poco amable con el desconocido, y quise enmendarlo. Bajé del coche a pesar de la lluvia y me acerqué a su ventanilla. Si él se había mojado por nosotras, yo no iba a ser menos.

-Muchísimas gracias por su ayuda, y lamento las circunstancias en que nos hemos conocido- le tendí mi mano para chocársela-. Mi nombre es Beth, y mis acompañantes son Paige y Apú -dije, señalándolos-. Somos enfermeras y llevamos vacunas al poblado.. Gracias por su amabilidad, y lamento.. -añadí, un poco avergonzada- el comentario inapropiado de antes. Los nervios me sobrepasaron. 

Recapacitaste un poco, sobretodo al ver que al fin y al cabo os había sacado del atolladero. Miró tu mano y la estrechó bajo la lluvia – John Brunner

Con una sonrisa de medio lado respondió a colación – Nada, estamos para ayudarnos ¿No? - Asintió y añadió – Y disculpe mi humor, me di cuenta luego que seguramente no eran circunstancias para ello.

Al final Paige y Abú también salieron para presentarse y acabasteis todos bajo el aguacero – Bueno ya, no es necesario que nos mojemos todos, será mejor que sigamos nuestros caminos, vayan con cuidado el resto del camino.

Me dí cuenta de que iba en dirección contraria a la nuestra, pero el ser amable con quien me había ayudado iba en mi genética. Cuántas veces mi madre me inculcó los deberes de una"señorita de bien" -suspiré-.. otra cosa es que le hiciese caso.

-¡Señor Brunner! Nos dirigimos a la aldea que está en la dirección de la que usted procede.. ¿Acaso viene de allí? ¿Cómo está el resto de camino, cree que podremos llegar? No podemos pedirle más, señor Brunner. Aunque vamos hacia allá, nuestro campamento base está en Garissa . Si alguna vez pasa por allí, o necesita alguna cosa, ya sabe dónde encontrarnos. Me imagino que tiene usted prisa y ya le hemos entretenido bastante.. Gracias de nuevo por su ayuda, es posible que no hubiéramos podido salir sin usted y su potente vehículo -le ofrecí mi mano como despedida-. Gracias, de verdad. Y perdone mis impertinencias.

Ya estaba tan empapada que no notaba la lluvia mojando mi rostro ni mi ropa, pero sabía que tendría que cambiarme de ropa en la camioneta, por riesgo a alguna enfermedad, o fiebre. África no es el mejor lugar del mundo para ponerse enfermo.

- Si, he pasado por una aldea. Todo el orden. Solo que si ven de nuevo el camino embarrado... – Miró ahora a Abú que era el que conducía – Es mejor salirse, lo poco de hierba que puede haber seguro que ofrece mejor agarre a las ruedas.

Te sonrió de forma sincera – Gracias, lo tendré en cuenta. Ahora será mejor que vuelva no vaya a pillar un resfriado y tenga que usar de sus propias medicinas – Te guiñó un ojo y ya hizo mención de volver a su vehículo. Seguramente ya era hora de continuar.

Le sonreí sinceramente. Al final me resultó simpático, cosa que no hubiera jurado en el instante en que lo conocí.

-Jaja, ojalá que no. Haré lo posible para que las medicinas las tomen quienes realmente las necesitan. Gracias de nuevo por su ayuda, y ojalá volvamos a encontrarnos- le tendí mi mano a modo de despedida, regresando al coche con Abú y Paige.

Procurando no mojar nada, permanecí mojada en mi asiento, ya que no estaba segura de si tendríamos más dificultades y sería necesario salir de nuevo de la camioneta. Por si acaso no fuese así, localicé en mi equipaje prendas de ropa fáciles de poner dadas mis circunstancias de no poder salir del vehículo en marcha.

Tenía ganas de llegar al poblado, ahora más que nunca. Si esta lluvia era cruel con nosotros, no quería imaginarme a la gente que vivía en esas mínimas chozas autóctonas.. Aunque en el poco tiempo que llevaba en África aprendí a no menospreciarlos, pues ellos estaban más acostumbrados a sobrevivir desde siempre con sus sencillos trucos, que yo con mis modernos adelantos.

El americano estrechó tu mano y sonrió – Todo es posible – Levantó ligeramente su sombrero y ya se metió en su coche para marcharse.

Se te había mojado la ropa, peor por suerte la temperatura no bajó demasiado, así que al menos no tenías frío. Ya no estabais demasiado lejos, y el resto del camino ocurrió sin incidentes. Los tres respirasteis aliviados al llegar.

Y el poblado... consistía en un grupo de chozas de paja. Al menos la lluvia había disminuido en intensidad. La gente del poblado os recibió con alegría. Algunos se pusieron a bailar, os dieron la bienvenida con sonrisas, todos dispuestos a colaborar. En cierto modo resultó gratificante la amabilidad de la gente.

- Vamos, descarguemos las cosas – Comentó Paige.

Era hermoso sentirse bien recibida por los autóctonos. Se les notaba agradecidos y esperanzados por nuestra presencia, y eso era algo a lo que no terminaba de acostumbrarme, en el sentido más humilde de la expresión.

En la vieja Inglaterra todos daban por hecho de que mi labor como enfermera era curarles y servirles mientras estuviesen en el hospital. Aquí en África empecé a darme cuenta de que la gente más humilde es también la más agradecida, ya que al no esperar ayuda, valoran toda aquella que reciben.

Nos recibieron como si fuésemos héroes, dejando apenas que tocásemos alguna de las cajas y ofreciéndonos pronto un techo y esa extraña sopa suya que ya había tomado en alguna ocasión. Nunca pregunté qué llevaba.. Hay cosas que quizás es mejor ignorar. Al menos era algo para entrar en calor.

-Gracias, gracias -les dije, incapaz de negarles nada en su entusiasmo. Tenía ganas de cambiarme y ponerme cómoda, pero lo pospuse a su alegría por nuestra presencia.

El recibimiento hizo que el viaje mereciese la pena y que te sintieras orgullosa de tu labor. Acabasteis de descargar las cosas para dejar el trabajo echo y luego la misión era entrar en calor.

Por suerte la lluvia no duró mucho más, aunque cuando ya lo hizo estabais tan agotados que no podíais hacer otra cosa que no fuese dormir. Así que os retirasteis temprano, bueno, al igual que la gente del poblado, pues otra de las cosas de no tener electricidad era que la mayoría iba según marcaba el reloj llamado “sol”

Despertaste temprano. El sol había salido, se escuchaban tambores a modo de música. Paige estaba en la misma choza que tú. Estaba sentada, se revolvió el pelo y te miró, por su cara de sueño también acababa de despertar - ¿Desayunamos y nos ponemos manos a la obra? - Te comentó

Era agradable setir el rítmico latir de los tambores africanos. Criados en una cultura donde la música era tan importante, el ritmo era esencial, y desde luego contagioso. Hasta cavando en sus huertos o labrando la tierra se ponían de acuerdo para golpear todos rítmicamente, era hipnótico verlos y participar de ello.

Cogí fruta como desayuno. El descanso de la noche me había venido estupendo para calmar las malas sensaciones de ayer con la tremenda lluvia. Por suerte, hoy el día parecía más calmado.

-Sí, empecemos cuanto antes. Anotaré unas cosas en mi diario y te sigo, si te parece bien. ¿Qué haremos hoy?

Fruta era de lo poco que había para desayuno. Para el resto de comidas se reservaba una especie de pasta que se cocía al fuego para formar una especie de tortitas. Aunque llevabais vuestra propia comida, los lugareños insistian en ofreceros de la suya.

- Pues comenzaremos haciendo una lista de habitantes a modo de censo. A partir de ahí comenzaremos con las vacunas – Te comentó

Y así comenzaron las tareas y pasaron los primero días. Había trabajo para al menos un par de semanas pues a parte de las vacunas también os tocó realizar curas y primeros auxilios. Pero aproximadamente a la mitad de este tiempo, llegó una camioneta. Un trabajador del servicio de correos le entregó una carta urgente para Paige, esta la ojeó con cara de preocupación – Vaya, tenemos un posible caso de malaria en Garissa y se me requiere de vuelta – Pensó durante un momento – Creo que te desenvuelves bien ¿Te parece si te quedas aquí con Abú y yo me vuelvo con este señor?

Miré a Paige, desconcertada. La noticia me había tomado por sorpresa, y no sabía si estaba preparada para ello. De pronto se abría ante mí un abismo de responsabilidades del que debía tomar las riendas, y no me veía capaz. Al menos en el momento. 

Pero si llegué a África sola, sin duda sabría desenvolverme. Paige no me dejaba por gusto, la necesitaban en Garissa. Pensé en los niños, y sus familias.. ¿Quién de ellos sería el enfermo? ¿La amable niña que me prestaba su muñeca andrajosa para jugar? Su padre, que se preocupaba de que siempre tuviésemos agua potable a mano? Sin duda, la necesitaban. 

Procuré disimular mi inquietud en favor de la tranquilidad de Paige, y le respondí:

-Espero estar a tu altura. Sé que te necesitan, amiga mía. Ve y ayúdalos. Yo estaré bien, y ojalá tengas éxito con el tratamiento. 

La abracé con sincero cariño, y sonreí. Ojalá las cosas fuesen bien en ambas ciudades.