Partida Rol por web

Levantó las cejas un poco sorprendido por las primeras cosas que comenzaste a contarle - ¿De espíritu aventurero? - Preguntó con media sonrisa en los labios.

- Es normal que no lleguen noticias. Hay un buen lío por todo el mediterráneo. La mayoría de transportes se limitan a la maquinaria de guerra - Suspiró - Se rumorea que los italianos han desembarcado en Egipto. Y al norte tenemos la Somalia Italiana... Esta guerra quizá no nos pille tan lejos. Estoy pensando en alistarme. Hace falta gente que vigile la frontera de Kenia con Somalia

- Con esto, se podrá imaginar que no llegan muchas noticias de Europa. Mi país está apoyando a los británicos, pero sin participar directamente, cosa que me indigna - Resopla y recapacita - Todo son rumores, como los que dicen que los alemanes han llegado a París. Pero no hay que hacer caso a todo lo que se dice ¿No?

Me sentí un poco azorada por su conclusión sobre mi naturaleza:

-Quizás aventurera.. quizás loca. No le pregunte usted a mi familia, o le dirán sin duda lo segundo, jaja.. 

Habló de la situación de la guerra, y me dejó aún más preocupada.

-No sé, ahora mismo estoy haciendo caso a lo que usted me cuenta, son mis únicas noticias.. Y si le digo la verdad, no me suenan nada tranquilizadoras. Por primera vez me planteo si hice bien en venir aquí -dí un ligero suspiro, y para mi sorpresa seguí hablando. Me dí cuenta de que lo necesitaba-. Yo... yo vine porque quería alejarme de mi antigua vida, quería romper.. y quería ser útil en mi trabajo. Y ahora estoy en un lugar remoto mientras cerca de mi familia se libra una guerra donde seguro que sería más útil que aquí -unas lágrimas incipientes comenzaron a aflorar en mis ojos, y no quise contenerlas. Me las enjugué al darme cuenta de que el señor Brunner me miraba-. No sé qué hacer.. Perdone, yo.. no quería hacer que se sintiése incómodo.

John se rió contigo por lo que le comentaste de tu familia. Y sonrió de forma complice y comprensiva.

Luego el tema se volvió más serio – Lo siento, no pretendía preocuparla. Pensé que quizá era mejor que supiese en que estado estaban las cosas – Torció el gesto al ves tus lágrimas. Sacó un pañuelo de su bolsillo y te lo cedió – Lo siento, de nuevo he sido un torpe

Enarcó las cejas y ahora te sonrió un poco, pero buscando la tuya – Estoy seguro de que su labor aquí es muy importante. Este gente no tiene nada. Aunque sea vacunar, o aplicar primeros auxilios, seguro que le está dando la vida a muchos. Su labor aquí es sin lugar a dudas muy importante.

Cogí con timidez el pañuelo que me ofrecía. No sabía qué me había ocurrido, si me flaqueaban las fuerzas, si realmente necesitaba desahogarme.. Fue un momento de debilidad que me dio tremenda vergüenza que fuese ante un casi desconocido.

-Gra.. gracias. Eso quiero creer.. Que mi labor es importante. Si no, hace tiempo que hubiese embarcado de vuelta a Liverpool.

Intenté cambiar mi funesto pensamiento de volver a casa, que cada vez latía más fuerte en mi interior. Quizás ese "casi desconocido" era justo lo que necesitaba, unas palabras honestas que me hiciesen ver que no era inútil aquí.

-... ¿Y dice usted que quizás se aliste? Es.. Un valiente. ¿Tiene experiencia militar?

Decidió proseguir con el nuevo tema para no profundizar en la herida – No, en estados unidos el servicio militar no es obligatorio. Es más, mi país no está en guerra. Pero me veo en la obligación. Experiencia con las armas no me falta – Le dio una palmadita a su rifle

No le dio ninguna importancia a lo de la valentía. No era extraño en estos años lo del sentido del deber. En esto entró Abú por la puerta y os dejó un par de cuencos con carne asada. Parecía a ser que León en vez de comeros iba a ser comido. Abú se retiró.

El americano le dijo unas palabras de agradecimiento antes de que desapareciera y luego se dirigió a ti - ¿Y su compañera de vehículo? La que estaba con usted en el coche. Por cierto tutéame por favor. 

Agradecí a Abú la atención de traernos la comida. Poco a poco la mañana había pasado, y el extraño caso del león y la actual compañía habían hecho que pasase volando sin darme cuenta.

-Vaya, ya es la hora de la comida, sin darnos cuenta. Gracias por la confianza del tuteo, John. Lo mismo te digo, puedes llamarme Beth. Respecto a mi amiga, Paige.. Tuvo que regresar a Garissa, a intentar paliar un caso de posible malaria ahora que aún estamos a tiempo. Si se contagia y se crea una epidemia, podría ser una catástrofe.

Cogí el cuenco que me dejó Abú, observando la carne asada. Parecía de cualquier otro animal comestible habitualmente, y se me hacía aún raro pensar que era de un león.

-Trataré de olvidarme de su dueño, y pensar que es ternera, jaja.. -pinché el primer bocado, degustándolo, y sorprendiéndome su escaso sabor*. Acostumbrada a comer ternera, no era extraño. No obstante, seguí comiendo con educación, sin mostrar en demasía mi desagrado.

-Estoy segura -dije, señalando a la carne- de del león ya poco queda. Me imagino que alguno aún creerá que por comer león se le contagiará su fuerza o su bravura. Me sigue sorprendiendo lo supersticiosos que aún siguen siendo por aquí.

El americano cogió su parte de comida. Ante la escasez de carne, el poco sabor tampoco es que fuese importante. Al fin y al cabo el pollo tampoco se caracteriza por su sabor. Y las proteínas siempre son bienvenidas.

- Todo es cuestión del cultura y costumbres – Comentó – Ser depredador o ser cazado. Depender de las lluvias, de cosas que se escapan de su entendimiento. No es de extrañar que tengan supersticiones. A veces pienso que es mejor eso a que por considerarnos civilizados tengamos que matarnos por unos kilómetros de fronteras… - Ahora él se quedó pensativo, pero no por mucho tiempo pues continuó la charla y la comida - Me quedaré esta noche en el poblado, mañana partiré hacia el norte

-Cierto -asentí a su reflexión -. No hay motivos más estúpidos que los que inician las grandes guerras. Sólo son excusas para la violencia. Cuando terninan las guerras, ya nunca nadie recuerda qué las causó.

Me quedé yo también un momento en silencio, pensando en el dolor que la simple palabra "guerra" encierra. De nuevo una nube negra parecía cernirse sobre nuestros ánimos.

-Creo.. creo que mejor no debemos entrar de nuevo en pensamientos funestos. Disfrutemos este menú leonino, y salgamos cuando sea posible. Si darnos cuenta transcurrió la mañana aquí metidos, y necesito que me dé algo el sol.

Diciendo ésto, terminé mi refigerio y recogí mi cuenco. Había un barreño con agua donde dejar a remojo los cuencos de comida y lavarlos todos juntos a la vez con agua fresca en cuanto se acumulasen, así que allí lo dejé, esperando a que John terminase también.

-¿Ya tiene dónde alojarse esta noche?

John asintió con la cabeza y luego esbozó una sonrisa con tu frase “menú leonino” - Tienes toda la razón, Beth – Comentó prácticamente estrenando lo del tuteo.

- ¿Quiere que la acompañe en el paseo? - Preguntó de forma cortés, al tiempo que recogía su cuenco y el tuyo.

- Aún no, pero estas tribus son muy hospitalarias y creo que no tendré problema en que me asignen una choza – Sonrió – A lo peor siempre puedo hacerlo en el coche, que no sería la primera vez que duermo ahí, pero no creo que se de el caso - rió

Se puso en pie con los cuencos y comenzó a caminar hacia la puerta.

-Me encantará que me acompañe, John. Sé que no es muy correcto en mi situación de chica soltera, pero ya que me salté varios convencionalismos al venir a África, uno más no importa. Si no encuentra sitio donde quedarse, antes que dormir en el coche puede hacerlo en mi casa. Ya ve que tiene varios cuartos, y aunque no son gran cosa, siempre será más cómodo que dormir en el coche, o al raso. Cuento con usted para que me avise de ello si es necesario -le sonreí, y salí hacia el exterior de la cabaña.

Ya era por la tarde, y el sol pegaba de pleno. Tapé mis ojos con una mano haciendo visera, y pude ver que el poblado estaba casi desierto. La gente estaba a cubierto, aprovechando para guardar en lo posible la carne que les tocó, o simplemente para esconderse del sol mas cruel.

Me gustaba pasear bajo él. A pesar del tiempo que ya llevaba en el continente, me gustaba la caricia del astro sobre mi piel. Mi madre se volvería loca al ver lo morena que me estoy poniendo. Las señoritas de buena familia tienen la piel cuanto más blanca, mejor. Mucho tiempo trataron de aclararme la mía incluso con leche y otros productos, hasta que aprendí la lección.. Y mírame ahora. Libre. Sola. Simplemente.. YO.

Ya eran horas.

-¿Le parece si caminamos hacia la vegetación? Un rato de sol no viene mal, pero excesivo nos puede causar algún trastorno, es muy fuerte. Eso sí.. asegúrese de llevar algún arma -aún no olvidaba al león.

Hiciste reír a John - ¿De verdad? En Estados Unidos no hay problema en que una pareja de solteros pasee. Pero por si se queda más tranquila, dudo que aquí en África nadie se vaya a oponer.

Te miró - Bueno, en ese caso, ya que no parece causarte incomodidad, aceptaré una de esas habitaciones

Salisteis fuera. Ya por la tarde y el calor que comenzaba a menguar poco a poco. Ejerciste un poco de enfermera al indica las debidas precauciones bajo aquel sol de justicia – Si, me parece bien – Agarró su rifle, se aseguró de que estaba cargado, pero le puso el seguro.

- Estará bien lo de la vegetación – Miró la posición del sol y luego a ti – Aunque tengo una idea... Conozco un sitio a un par de horas de coche que puede que te guste ¿Aceptas mi propuesta?

¿Una aventura? Mi corazón dió un vuelco de alegría. Podría alejarme un poco del confinamiento que suponía el poblado, y ver cosas nuevas. Quizás no fuese muy lejos ni corriésemos riesgo alguno, pero para mí la propuesta ya era en sí maravillosa.

-¡Oh, me encantaría! No he salido del poblado desde que llegué, y seguro que hay muchísimas cosas que ver ahí fuera. ¿He de llevar algo especial? -pensé en otro tipo de ropa, quizás.

Me puse nerviosa de pensar en lo que podría descubrir. Quizás nuevos animales, nuevos parajes.. Menos mal que llevaba conmigo mi cuaderno. Podría hacer dibujos, si tenía la oportunidad.

John sonrió contagiándose de tu alegría – Nada, ropa cómoda solamente

Dándote libertad de acción y tiempo te comentó – Te espero en mi coche, no es necesario que traigas comida, para la cena ya habremos vuelto. Y en el peor de los casos tengo de mis víveres.

Así pues dejó que te fueras a la cabaña si querías y esperó tu regreso. Cuando lo hiciste bastó con un - ¿Preparada?

Cada vez que salía de casa aprendí a hacerlo con botas y ropa cómoda, fresca y resistente, así que no tardé mucho en estar preparada.

-Lo estoy, ¡allá vamos! -contesté a su pregunta, emocionada como una niña pequeña-. Desde que llegué aquí no habia vuelto a montar en coche. Me temo que se me están olvidando estos pequeños lujos de la vida diaria en este país.. Cuando quieras, ¡ya estoy lista! -cerré la puerta y miré atrás levemente, esperando ver a Apu o a alguien para comentarle mi ausencia. Una niña estaba jugando con una muñeca en la entrada de su choza, y la saludé - ¡Oona, volveré pronto! 

Me tranquilizó que me saludase de vuelta, al menos si había alguna urgencia ella podría decirles que me fui con John y volvería lo antes posible. Me intranquilizaba ser la única responsable sanitaria del lugar, pero también tenía derecho a un poco de vida privada. Este paseo merecía ser vivido con intensidad. Me recliné en el asiento, me olvidé que era enfermera, y me dejé llevar.

El poblado era pequeño y no te costó nada encontrar a Abú par comentarle lo de tu excursión. John sonrió al comprobar tu jovialidad y por fin arrancó el coche.

Pronto dejasteis la aldea atrás. Te sorprendió que poco a poco había más árboles y vegetación, hasta ahora más bien eran todo extensos páramos salpicados con algún que otro solitario alto árbol.

Se salió del camino y redujo la velocidad. Pasados unos minutos más te miró y señaló en una dirección. A unos docientos metros había una pequeña laguna y allí una mañana de inmensos y preciosos elefantes. Alguno se giró a mirar en vuestra dirección, como con curiosidad. John detuvo el coche y no se acercó más.

Mi boca se abrió de puro pasmo. Nunca había visto a un elefante en África todavía, y además en su propio ambiente. Era.. mágico, no encontraba otra palabra para describirlo.

Me levanté poco a poco de mi asiento, como temiendo asustarlos, aunque en el fondo sabía que estábamos lo suficientemente lejos como para que no nos detectasen ni a nosotros ni al ruido del motor del coche. Pero verlos en toda su majestuosidad, ajenos a todo mal, era como estar contemplando una escena de la más excelsa obra de la creación.

Deseé poder inmortalizarlo, tener una cámara, algo.. Aunque mis ojos conservarían por siempre la belleza de este momento.

No quería perderme un instante. Al llegar a casa trataría de dibujar la escena con mis acuarelas, pero ahora solo podía empaparme de detalles: los gestos de sus trompas bebiendo, algunos incluso refrescándose en divertidas duchas improvisadas.. Unas crías correteando entre las inmensas patas de sus padres.. Y los ojos. Esos ojos tan negros y profundos, que veían todo y parecían galaxias. Esos ojos que vieron pasar días y años, y a pesar de todo mostraban una vitalidad que les fue robada a sus parientes de los zoológicos.

Qué momento me estaba regalando John.

Sin apenas exhalar aliento, pude susurrarle:

-Gracias.. Son.. preciosos.

Desde luego que la escena no tenía comparación posible y sería algo que posiblemente nunca olvidases. A decir verdad muchas de las cosas que estabas experimentando aquí en África nunca las olvidarías.

John se levantó y sentiste su mano frotar tu espalda – Me alegro de que te guste – Te respondió

Hubo una escena graciosa en la que uno de los pequeños elefantes no podía salir de la laguna. Uno de los elefantes mayores lo empujó con su trompa del trasero y así puso salir del agua.

- Observa el tiempo que quieras, cuando te apetezca partir me avisas – Te comentó.

Poco a poco el tiempo fue pasando. Me dolía estar entreteniendo el tiempo de John, pero.. No pude evitar hacer un buen dibujo (a mi manera) de la escena. Una vez terminado, costaba marcharse.

-Quizás son horas de volver. Lamento haberte retrasado en tus quehaceres, pero ésto -señalé a los elefantes- es maravilloso. Nunca había vivido algo así. Gracias, John. Me has regalado una experiencia inolvidable. Volvamos cuando quieras.. ¿o iremos a más lugares?

John esperó y no le importó hacerlo mientras hacías el dibujo – Lo haces muy bien – Te comentó al ver el resultado.

Efectivamente el sol iba descendiendo por el cielo y había que pensar en volver – Tus deseos son órdenes – Te guiñó un ojo y emprendisteis el camino de vuelta. La temperatura se volvió más agradable y se volvió a nublar amenazando lluvia. Pero lograsteis llegar antes de que esto sucediera. Tras dar un rápido bocado a modo de cena ya era tarde y había que retirarse a dormir.

En la cabaña, se conformó con un rincón en el que poder dormir, pero antes de hacerlo te comentó - Ha sido un día agradable, me ha gustado conocerte un poco más. - Te sonrió - Mañana partiré temprano, no es necesario que te levantes a propósito. Pero no me quería marchar sin despedirme, espero que te vaya todo bien.

Se me encogió un poco el corazón al pensar en su partida, pero.. ¿qué podía hacer yo? Ya lo tenía todo decidido.

-También me ha encantado conocerte más, John -le contesté con una leve sonrisa, que esperaba que no pareciese amarga-. De verdad lamento que debas irte. Lo digo de corazón. Al principio.. confieso que no me caíste nada bien, y me alegra haber tenido la oportunidad de enmendar esa idea. Además de salvar al poblado, para mí te has convertido en un amigo. Ojalá.. -le miré a los ojos, tan profundos y oscuros-.. ojalá volvamos a vernos. De verdad lo deseo.

Asegurándome de que estuviese en un lugar cómodo para pasar la noche, me retiré de su presencia. Pero no pude dormir. Me quedé pensativa tras el marco de mi propia puerta, escuchando la respiración de John intentando quedarse dormido.

No sabía bien qué ocurría. Pensaba en el día tan extraño que fue hoy, y en lo maravilloso de la compañía de Brunner. No me parecía ya un extraño, a pesar del poco tiempo juntos, y me preocupaba verlo marchar.