Partida Rol por web

- No se si son prestidigitadores lo que buscamos... - meditó Pedro en voz alta - ¿Habrá alguien que sepa algo de esoterismo? Sobre el significado de las cartas del tarot o de símbolos de esos 'mágicos'... - preguntó directamente - No se si el asesino o la víctima dejaron alguna pista cifrada en todo esto.

[...]

—Adelaida no es.. era una mujer fácil de entender ¿sabe? Esta profesión está llena de celos, rencillas y pequeñas batallas. De todas las profesiones es la más humana por ser la más ruin. Incluso el presentador que usted crea que es más agradable y carismático es en realidad una serpiente egocéntrica. Pero Adelaida... parecía estar por encima de todo eso. Algunos pensaban que iba de diva, fría, distante. Pero es que... era así. Si un robot pudiera hacerse pasar por un ser humano sería como Adelaida. Pero no era por maldad. Era que simplemente... estaba por encima de todo esto. Para mí era un placer charlar con ella porque no estaba en tensión. Y era increíble: conocía a la gente mejor que la propia gente se conoce a si misma. Es por eso que me gustaba charlar con ella. Y ella, de alguna manera, se sentía interesada por mis cosas. No sé por qué. De verdad. Pero le caí en gracia. No diría que fuéramos amigos, ese es un término complicado de establecer con Adelaida, pero digamos que era el especímen humano que más le interesaba de los que la rodeaban.

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—No. Si algo raro le sucedía no lo dejó traslucir. Su muerte me ha pillado tan de sorpresa como a los demás.

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— Eso es quizás lo más alucinante. Nadie se atrevía siquiera a estar de mala sangre con ella. Yo creo que despertaba un cierto miedo en la gente. Quizás porque su aura de bruja era tan creíble que podrías creer que te mandase un mal de ojo. Además Adelaida conocía a gente muy poderosa. No es buena idea enemistarse con gente que conoce a otros poderosos.

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— Pues era una persona de costumbres fijas y no se prodigaba demasiado en fiestas ni en los sarados habituales de nuestro oficio. Pero tenía vacaciones, como todos, y creo recordar que una vez me dijo que iba a ir hasta Brasil a un evento. Puede que un congreso de quiomancia o una movida de esas de brujos.

[...]

La pregunta pareció pillar totalmente por sorpresa al reportero, que hasta ese momento estaba muy relajado. 

— ¿Qué? Oh... pero... eso es absurdo. — dijo con tono ofendido — ¿Soy sospechoso? ¡Vaya estupidez! ¿Qué motivo podría tener yo para querer matar a Adelaida? — bufó meneando la cabeza — Le daré el gusto: estuve en mi casa, sólo, viendo un par de películas. Déjeme pensar... 'Ciudadano Kane' y 'Vértigo'. Me gusta repasar los clásicos de vez en cuando. Lamento no tener testigos que puedan verificarlo. Pero el lunes a primera hora estaba aquí, bien fresco, preparando el programa como intento hacer hoy. ¿Hemos terminado?

- Mmmm... no creo. El 'Abracadabra' es un sitio serio. Allí van magos profesionales, no magufos y charlatanes. Existe una línea muy clara que separa ambos oficios. Los magos saben que lo que hacen es ilusión y lo dejan bien claro ante los asistentes. Los magufos o charlatanes, como los esoteristas, se aprovechan de la ignorancia de la gente para hacer trucos y querer pasarlos por realidad. Créame: no hay mayor insulto para un profesional de la magia que meterlo en el saco de los magufos. 

Se quedó pensando un momento.

- Lo cual no quita que con toda esas tonterías de terapias alternativas, new age y similares las cosas se mezclen. Pero no los encontrará precisamente en el 'Abracadabra'.

Pedro descartó mentalmente la idea de ir al Abracadabra a preguntar por cartas del tarot o anillos extraños - Volviendo al tema del hipnotismo ¿Qué haría falta para someter a él a la víctima? Imagino que un chasquido de dedos no bastaría... ¿A cuánta distancia se podría hacer? - Quiso recomponer mentalmente la escena del crimen con la hipótesis del hipnotismo, ver si explicaba o no la apertura de la puerta del piso, la falta de señales de lucha, etc.

- Si la persona ya fue inducida en otras ocasiones, es decir preparada previamente, podría entrar en trance con un gesto preprogramado. De lo contrario hay que estar a estar cerca del sujeto. - el hombre se levantó y rodeó la mesa hasta situarse casi cara a cara con Pedro - Y requiere cierto tiempo... cierto esfuerzo. No es como se suele ver chasquear y listo. Depende de la resistencia que oponga el sujeto y de sus condiciones mentales: si está cansado, si se resiste, si ha tomado drogas o alcohol... 

Guillermo da golpecitos con el bolígrafo sobre su cuaderno de notas mientras disfruta con la forma en la que el señorito se desarmó ante la última pregunta. Pero finalmente le libera de la aprensión a la que se veía sometido. 

—Si. Por ahora hemos terminado. Cualquier cosa que se le pueda ocurrir— extrajo la cartera y sacó una de sus escuetas tarjetas de policía —No olvide en hacérnosla saber—

Paseo un rato por el plató haciéndose con la fauna del lugar. Intentó quedarse a ver una de las grabaciones y siempre que podía intercambiaba una o dos frases con técnicos, invitados y público. Aquellos que parecían conocer a la bruja les hizo un par de preguntas, pero en general esperaba quedarse con el sentimiento general de la gente respecto a lo sucedido y ¿quien sabe? quizá pillar algún chismorreo. Estaba seguro que hoy no se hablaría de nada más que de el suceso. 

Pedro hizo dar un salto a su silla hacia atrás, alejándose de la cara de Indalez. ¿Es que quería intimidarle? Lo que dijo, sin embargo, le supuso una posibilidad - Si alguien ha sido inducido previamente... ¿se puede comprobar de alguna manera? Habría alguna prueba... ¿forense? ¿O tendría algún patrón detectable por la gente próxima? - aventuró sin demasiada esperanza. Sin embargo, la posibilidad de que Adela hubiera sido hipnotizada, aunque parecía descabellada, era la única que se les había ocurrido por el momento.

Ni que decir tiene que no iría al jefe a explicarle esa idea sin una base muy solida...

11:30

Montalbano rondaba el plató, escuchaba y sobre todo se fijaba en el comportamiento de la gente. Por el momento sólo había trascendido que la muerte de Adela había sido fortuita pero por suerte se estaba conteniendo la parte escabrosa del asunto. Aunque sería cuestión de tiempo que saltara la liebre. La gente, evidentemente, comentaba el caso pero si algo sorprendió al detective es la frialdad con el que lo trataban. Hablaban de la muerte de una compañera como podrían hablar del asesinato de alguien en Nueva York, de forma desapasionada, casual. Parecía que Rubio tenía razón: aquella mujer era un enigma para todo el mundo, tanto que ni siquiera sentían aquello como algo cercano.

El doctor se sorprendió inicialmente de la reacción de Pedro pero luego se dio cuenta y sonrió:

- ¡Disculpe! Me había acercado sólo para mostrarle la distancia... no pretendía incomodarle y no piense que intentaba hipnotizarle. - se rió de la ocurrencia - No. Una hipnosis latente no es detectable. Por supuesto nada que hacer a nivel forense pero tampoco a nivel comportamiento. La gracia del asunto es que el hipnotizado no sabe que lo está y, por lo tanto, sus reacciones serían normales a ojos de cualquiera. Incluso de aquellos que lo conocen bien.

- Bueno... entonces tenemos una posibilidad que somos incapaces de comprobar. - resumió Pedro - Gracias doctor.

Sin saber qué más preguntarle al doctor Indalez, Pedro se despidió de él dándole recuerdos para su tocayo en la barbacoa y su tarjeta de trabajo, por si se le ocurría algo que pudiese ayudarles. Tras poner en orden las escasas notas que había tomado y comunicar a sus compañeros lo descubierto, se dirigió a su siguiente parada, cita con Tomás Marín, a ver qué podía decirle de la misteriosa pitonisa...

12:15, Estudios de Televisión

A Pedro no le llevó demasiado tiempo llegar a los estudios de televisión. En medio de uno de los pasillos se encontró con Moltalbano, que venía de hablar con algunos de los compañeros de Adela. Pero Pedro tenía una cita en la planta superior con el director del programa donde trabajaba la vidente.

Pedro saludó a Moltalbano alzando la mano sin entusiasmo. Tras interesarse por las averiguaciones del veterano detective y ponerle un poco al corriente de las suyas diciéndole que lo de la hipnosis seguía siendo una posibilidad, le informó del plan para su siguiente visita. - Podría venir bien tu olfato con el director ese... Que, ¿te vienes?

—Coño Pedro, no sabía que venías por aquí— dijo Montalbano mostrando un entusiasmo impropio de la situación —Por supuesto que te acompaño, así le echo un ojo al zagal. 

—He estado con Emilio Rubio. Un verdadero pieza. Algo me dice que no tiene nada que ver con el asunto, pero lo cierto es que le pillé en un renunció con la coartada. Según él fue una noche de ver películas solo en casa. Clásicos. Pero le noté nervioso al contestar— sacó de nuevo el pañuelo de su americana. Los focos del plató le habían dejado sudoroso y la bajada tensión no acompañaba al ambiente. Secó de nuevo su frente perlada de sudor frío y siguió a Pedro por los pasillos. 

—Habrá que tener un ojo en el hombrecillo este también, si es que no encontramos una mejor línea por la que tirar. 

13:00

Aldara repasó los documentos que habían encontrado en la caja fuerte de la pitonisa. Aquello era más que sorprendente, era realmente impresionante.

El listado de documentos hacía un seguimiento de algunas de las principales figuras públicas del país. Un par de ministros, varios miembros de la oposición, algunos famosos, gente de fortuna, deportistas. Es como si Adela tuviera una agencia de investigación trabajando sólo para ella. Y una agencia de las buenas. Los datos que figuraban en aquellos documentos eran tan específicos que parecía que el seguimiento lo hubieran realizado desde una agencia de espionaje. Una muy competente. 

Trapos sucios, asuntos ilegales, escarceos amorosos. Y mezclado entre esa información vital datos tan absurdos como el horóscopo, cartas astrales o afinidades religiosas analizadas de forma igual de minuciosa. Aldara notó que estaba algo nerviosa. Allí tenía datos para hacer tambalear a varias figuras públicas. Y quizás para iniciar demandas contra varias de ellas. ¿Qué se supone que tenía que hacer con todo aquello?

Desde luego era una información por la que muchos matarían. Pero ¿con un ritual? ¿Por qué? Y si el motivo del asesinato era esa documentación ¿por qué estaba allí? A ellos no les había costado encontrarla sin saber siquiera que existía. Alguien que hubiera matado por ella iría a tiro fijo. 

Cada vez aquello resultaba más raro. Cada pieza que encontraban del puzzle parecía hecha para no encajar con las demás.

12:30

Tomás Martín era un hombre de unos setenta años, de aspecto formal. Desde luego nadie lo asociaría con la dirección de un programa de videncia sino más bien, quizás, con la de una cadena bancaria o algo similar. Su hablar era pausado, amable pero firme. Vestía de traje y corbata y tenía un tic que hacía que continuamente se rascase la patilla izquierda, como si un insecto le hubiera picado y no pudiera librarse de la desazón.

Los dos detectives estaban en uno de las salas de reuniones de la cadena, sentados, mientras el hombre servía un café de la máquina que allí había.

- ¿Quieren un café? Es algo tarde pero yo siempre tomo tres por la mañana. Antes tomaba más pero mi médico...- dijo moviendo una mano como si esa frase lo explicase todo - Estoy un poco nervioso. Aún no me hago a la idea ¿saben? 

—Me encantaría ese café, pero me temo que mi médico es aún más bellaco que el suyo señor Martín. Me lo ha prohibido por completo. Así que solo me permito desobedecerle en los desayunos— Comentó de forma distendida el detective esperando entablar una cercanía con el interrogado. 

A partir de aquí se levantó y paseo por la sala de reuniones rumiando algo en su libreta de notas como sin prestar del todo atención a las preguntas que su compañero realizaba al director. Salvo quizá para soltar un chascarrillo o quitarle mella a algún asunto. Se presentaba ausente, pensando en cualquier otra cosa incluso un poco aburrido. Era lo habitual en Montalbano. Escuchaba cada inflexión, miraba furtivamente a su interrogado cuando este había bajado la guardia y se hacía una imagen de lo que realmente estaba queriendo decir. No sabía muy bien cuando había adquirido esa estrategia pero ya la implementaba cómo si fuera natural en él.

La edad además le había hecho mejorar en esto de sopesar a los individuos. No solo por la experiencia. Sino por que su semblante de funcionario mayor que pasa de todo le ayudaba en la tontuna. 

- Un café, sí, gracias. Sólo. - Pedro pocas veces pasaba por alto una invitación. Con el café en la mano intentó empatizar un poco con el director. - No se preocupe, es normal. Todos nos ponemos nerviosos con casos así.

Como para dejar que se fuera familiarizando con los investigadores, empezó con las preguntas rutinarias, para verificar lo que ya sabían y que se empezara a soltar un poco. Desde cuando conocía a Adela, cuándo empezó a trabajar con ella, si conocía alguna persona que fuera más cercana con ella o alguna con la que hubiera tenido algún percance, algún detalle sobre su programa... preguntas sencillas y aprovechables para que Montalbano fuera observando al interrogado.