Partida Rol por web

12:30

Este caso estaba siendo un quebradero de cabeza logístico y Gustavo se replanteaba muchas cosas. De hecho, aunque la burocracia jamás había sido su fuerte, empezaba a pillarle el truco.

La mañana se la pasó haciendo llamadas a los Registro de la Propiedad y solicitando información sobre el paradero del ex-marido francés. Lo segundo no fue difícil y tras media hora ya tenía localizado al susodicho. No hizo falta la intervención de la Interpol. Unas cuantas llamadas a la agencia para que la trabajaba lo ubicó en Bayona. Estaba trabajando en una serie de esculturas para una iglesia¹ en las afueras y mientras tanto se hospedaba en una casa alquilada en la campiña por la propia agencia. Incluso había obtenido su móvil.

La llamada al psiquiatra también fue sencilla. Tras charlar con él y decirle que trabajaban con Pedro logró una cita sin problema alguno².

Patricia y Angel, 12:00

Era una zona residencial que apestaba a dinero. A la entrada se encontraron con una patrulla de seguridad privada que comprobó sus credenciales de forma rutinaria para indicarle después cual era la casa de Miguel Martinez. Por el camino habían buscado alguna información adicional sobre el susodicho. Miguel Martínez era uno de esos empresarios cuyo nombre estaba vinculado a todo tipo de negocios millonarios sin que uno pudiera saber a qué se dedicaba exactamente. Miembro de consejo directivo. Eso más o menos significaba tiburón de las finanzas para los legos. 

Y su chalet demostraba que era un tipo poderoso. A la entrada les esperaba otra caseta de guardia - esta vez privada - y unas medidas de seguridad que podrían rivalizar con las del presidente de un país. Tras un una espera de veinte minutos pudieron finalmente alcanzar el jardín trasero, con campo de golf, donde el rey del lugar parecía practicar su swing.

Miguel Martinez había pasado ya de los sesenta pero se conservaba en buena forma. Se notaba que cuidaba su imagen y que probablemente tuviera su propio preparador personal. Su pelo canoso era abundante y estaba peinado hacia atrás. Unido a una sonrisa amplia y a ese andar seguro era el tipo de ese tipo de individuos capaces de focalizar la atención en cualquier lugar con un aura de intensa fuerza.

- No puedo decir que me sorprenda su visita agentes.- dijo tendiendo cordialmente la mano - Me enteré esta mañana del fallecimiento de Adela y que había una investigación en curso, por lo que deduzco que no fue por causas naturales. No es un momento para bromear así que no diré eso de que los ex-maridos somos los primeros de la lista pero como sin duda ya habrán comprobado mi relación con ella era buena y nuestra separación fue de mutuo acuerdo en su momento. No diré que lamente su muerte porque, siéndoles sinceros, nunca llegué a conocerla. Ese fue el principal motivo de nuestra separación. Pero no le guardo ningún rencor. Por supuesto colaboraré con ustedes en todo lo que necesiten.

Aunque Patricia había visto la dirección a la que iban, no había caído en la cuenta de que se trataba de uno de los barrios privados más chetos* de la ciudad. Se veía que al ex esposo de Adela le iba bien, con lo que el dinero como móvil del posible asesinato por su parte, quedaba descartado.

-Patricia Monteros, lamento las circunstancias -saludó la morocha cuando fueron recibidos por el empresario. El tipo se mostraba franco y abierto, algo que la hizo sentir cómoda. Sin embargo, una vocecilla en su interior le advirtió que no bajara la guardia. Aquel tipo estaba acostumbrado a lidiar con peces gordos, tal vez todo aquello no fuera más que una fachada.

-Señor Martínez, cuanto hace que no veía a Adela? ¿Qué clase de persona era ella? estamos intentando reconstruir sus últimos días y su entorno, por lo que cualquier información sobre hábitos, amigos u otros familiares con los que frecuentaba, será bien recibida.

- Pues ya hace bastantes años. No sabría decirle. Antes incluso de que se casase de nuevo ya habíamos roto toda relación. Nuestro matrimonio se saldó de forma amistosa repartiendo parte de nuestros negocios. ¿Puedo ofrecerles algo? Entiendo que estando de servicio preferirán un refresco o un agua.

Los invitó a acercarse a una mesa cercana donde había todo tipo de refrigerios. Un mayordomo se encargó de servirle una tónica con hielo a su jefe mientras esperaba la petición de los policías.

- Era una mujer inteligente y calculadora. Me conquistó su inteligencia, no su pasión. Digamos que nuestro matrimonio fue un negocio más. Al principio hubo algo parecido al amor, más bien un respeto. Me gustaba tener a una mujer a la que considerar mi igual intelectualmente. Por desgracia como digo no era muy apasionada. Así que busqué en otros sitios la compensación. Pronto me di cuenta de que le daba igual. Lo sabía pero le daba igual. Eso es muy decepcionante. Te hace sentir... prescindible. Y no estoy acostumbrado a eso. Pero ¡que ojo tenía para las inversiones! Así que continuamos juntos los años suficientes como para cerrar varios negocios y luego, de mutuo acuerdo, rescindimos nuestro matrimonio. En realidad podríamos haber hecho lo mismo sin necesidad de casarnos pero... ¿qué quieren que les diga? Yo era joven. Todavía pensaba que podía encontrar a alguien a quien amar hasta la muerte. Pero Adela no era alguien a quien amar. Tenía algo... no sabría decirlo. Después, cuando se hizo pitonisa, llegué a bromear con que me había embrujado. O al menos quiero creer que bromeaba.

- Agua, por favor. - pidió al mayordomo, con un asentimiento a modo de agradecimiento.

Gutierrez sabía que el ofrecer un trago y esperar que el mayordomo lo sirviera era una muestra de estatus pero tampoco creía que el hombres les estuviera marcando el terreno, más bien que era lo habitual para él.

- ¿Cómo se conocieron? No los detalles, claro, si no si vivían en Madrid o de dónde venía Adela, en qué trabajaba entonces... tenemos algunas discrepancias en los datos y estamos tratando de cotejarlos y quién mejor que usted para hablarnos de aquella época.

- Pues soy malo para los detalles pero juraría que nos conocimos en alguna fiesta de amigos comunes. Nada particular. Tampoco fue un flechazo. Nos fuimos viendo en varios eventos y una cosa llevó a la otra. De aquella Adela no era conocida pero ya hacía sus movidas de adivina. Y acertaba. Joder si acertaba. Una de las bromas recurrente para nuestra boda es que ella ya sabía de antemano lo que pasaría... de hecho lo dijo en nuestra primera cita pero, evidentemente, no me lo creí.

Se quedó un momento sorprendido por el comentario final de Angel:

- ¿A qué se refiere con que tienen discrepancias sobre sus datos?

Patricia aceptó el ofrecimiento. Una soda de dieta estaba permitida ¿verdad? Hubiera sido mejor tomar agua, pero el haber estado comiendo apio y ese tipo de cosas la jornada anterior, la habilitaba a ingerir un poco de azúcar, aunque fuera artificial. O al menos era lo que se decía a sí misma antes de caer en la tentación de volver a las harinas.

Mientras dejaba que su compañero guiara el interrogatorio, la detective se puso a inspeccionar el hogar del ex n° 1 -como lo llamaban entre ellos. Qué fotografías tenía enmarcadas, que libros ocupaban los estantes del estar, que clase de decoración y adornos vestían el lugar. Saber si había vuelto a formar pareja o si por el contrario guardaba recuerdos de Adela, podría darle una pista más acerca del perfil del empresario.

A través de la ventana del jardín Patricia echó un vistazo al interior de forma disimulada. Lo que veía era un enorme salón con su chimenea, televisión gigantesca, paredes con cuadros modernistas. Más que un toque femenino lo que se veía allí era el toque de un decorador. De un decorador caro y con presupuesto suficiente como para que aquello pareciera la casa de una estrella de cine. 

12:30

Cuando el trabajo de oficina se acumulaba, Gus se sentía como cualquier cosa menos como un policía debería sentirse. Como una telefonista... con todo el respeto. Al fin y al cabo el trabajo de un policía, por lo menos de un detective y no un pone-multas, no sucedía en las calles... en bares sórdidos y en persecuciones emocionantes. Eso ya lo había asumido años atrás. Pero si todo el tema del papeleo se volvía como una enorme maraña de burocracia e impedimentos pseudo legales, el trabajo se tornaba poco menos que insoportable.

En un acto reflejo, Gustavo retiró las gafas del puente de su nariz casi de un tirón... con cierta hartura para tomar el móvil y comenzar a teclear en el grupo de Whatsapp que mantenía con sus compañeros. A la segunda vez que el autocorrector comenzó a hacer de las suyas, las lentes del policía volvieron a su sitio. Si bien ya pesaban sobre la nariz y las orejas de este, la ausencia de las mismas era casi peor:

"El marido de Adelaida está en Bayona. Tengo su móvil. En cuanto dé con él os cuento pero ya os adelanto que no trabaja para una Catedral... sino para una iglesia."

"He quedado con el psiquiatra de Adelaida esta tarde a las cinco. ¿Alguien se apunta? Igual todos en plan cuadrilla como que no... pero si alguien me acompaña me hará sentir un poco menos como si fuese yo quien recibe terapia. :)"

Gustavo casi sonrió para sí con aquel conato de broma entre compañeros. En otra ocasión, le habría costado encontrarle la gracia a una situación tan próxima a la verdad pero ahora, poder bromear con sus propios fantasmas le hacían creer que estaba realmente en el camino de la estabilidad emocional.

Con fuerzas renovadas volvió a enfrentarse al ordenador, en apenas un par de clics tuvo frente a sí el número de teléfono del Registro Civil de A Coruña y, tras un movimiento rápido de manos, el auricular ya tronaba con una cargante música de espera... Adelaida Menéndez Garrido. Todo lo que pudiera estar relacionado con ese nombre podría servir para identificar la identidad verdadera detrás de la falsa. Si, efectivamente hubo dos Adelaidas en la región, habrían de existir a la fuerza dos DNI, dos partidas de nacimiento y demás. En caso de no existir, harto probable, se confirmaría que una de las dos Adelaidas no lo era. Descubrir quién era realmente habría de venir después. Quizá, aunque fuese también poco probable, poder buscar en la base de datos policial con las huellas de la víctima, podría dar algún resultado. Luego pediría al forense que le sacara una copia que poder escanear.

Comisaría 14:00

La cosa se volvía cada vez más extraña. Gustavo repasaba las notas que había ido tomando mientras hablaba por teléfono intentando comprender que estaba pasando con la identidad de Adelaida. ¿A quién habían matado realmente?

La primera parte de la investigación fue simple: aparentemente sólo había una Adelaida Menéndez Garrido y todos los datos casaban con la identidad de la fallecida. Pero cuando preguntó por el acta de fallecimiento de otra mujer con los mismos nombres y apellidos - nada comunes, por cierto - el mismo año de nacimiento las cosas se tornaron mucho más grises.

Fue necesario llamar a la oficina de Santiago para que dieran con la partida de fallecimiento. Al parecer debido a un error administrativo aquel documento no se había pasado al sistema informático, pero la Adelaida nacida en Boiro (A Coruña) en septiembre de 1967 era el mismo bebé que falleció en la clínica privada A Rosaleda, en Santiago de Compostela, en octubre de 1968. Un mes después. En el acta figuraba muerte por complicaciones respiratorias. 

Lo que nadie era capaz de explicarle era como un bebé muerto casi al nacer había llegado a presentar un programa de televisión hasta hacía dos noches. 

- Nada serio, la verdad. - Gutierrez hizo un gesto con la mano para restar importancia. - Solo que no conseguimos ubicar a ningún pariente de Adela y aunque vino de Galicia también nos han comentado que tenía familia en el extranjero.

Dio un par de golpecitos a la libreta con el lápiz mientras miraba al hombre.

- Tenemos que hacerle la pregunta de rigor, no es nada personal. ¿Dónde se encontraba usted la noche del domingo al lunes? No es que sea sospechoso pero, ya sabe, burocaria. Además, ¿conoce a alguien que tuviera inquina hacia ella, que le guardara rencor?

- Desconozco si tenía familiares fuera. Sé que era huérfana y que sus padres habían fallecido en una accidente de tráfico siendo ella un bebé, siendo criada en un hospicio. Seguramente tuvo una infancia difícil porque una de nuestras normas pactadas era no tocar el tema. ¿Para qué ahondar? A mí me gustaba la Adela que conocí, me daba igual su pasado. 

Sonrió ante las preguntas rutinarias:

- Estaba aquí, en mi casa. Lo puede confirmar Francisco,- dijo señalando al mayordomo que seguía junto a la mesa de refrigerios - y mi agente de seguridad nocturno Simón. Como puede comprobar aquí la seguridad es importante: hay cámaras que envían grabaciones remotas a la central de la compañía en las que podrá comprobar que nadie entró o salió de la propiedad. Entiendo que todo eso es rutinario y por eso no escatimo respuesta a sus preguntas. 

Bebió un trago de su tónica:

- ¿Enemigos? No sabría decírselo. Me divorcié de Adela en el 98 y la verdad es que no nos mantuvimos en contacto. No teníamos ya nada en común. En casi veinte años uno puede hacerse muchos enemigos. Pero Adela era sibilina. Si te iba a hacer algo nunca sabrías que es culpa de ella. Con el tiempo esa habilidad se mejora, no empeora. A mí me enseñó mucho de eso... es mejor que tus enemigos no sepan siquiera que lo son.- dijo guiñando un ojo.

Cuando Miguel trajo a colación la historia falsa del pasado de Adela, la atención de Patricia volvió a centrarse en el hombre. Había inspeccionado lo que había podido desde el jardín y alguna composición mental de la personalidad de Martínez comenzaba a asentarse en su cabeza. Sin embargo, el hecho de que no quisiera conocer el pasado de su ex la intrigó de sobremanera. Sobre todo si había estado tan enamorado como decía. Tal vez estaba haciendo un bluff, después de todo, era un exitoso hombre de negocios.*

Mientras chequeaba el móvil que había vibrado, volvió a meterse en la conversación.

-Vaya, parece que Adela es todo un misterio en sí misma. Salvo que haya sido una muerte "random", nos costará dar con el culpable... Señor Martínez, ¿qué negocios desarrollaron juntos? y volviendo a la profesión de su ex esposa, llegó a conocer a algún cliente de renombre?

Monteros dudaba que para esto último hubiera respuesta, pero por el momento el tipo era el único hilo del que disponían para tirar en la madeja de la vida de la adivina.

- Mucha tela que cortar... - se dijo Gustavo a sí mismo a la vez que se desperezaba sonoramente sobre la butaca que chirriaba como si estuviese a punto de romperse. Pero lo que estaba claro es que ni por asomo iba a dejar aquel asunto como "sobreseído". Aquello tenía pinta de ser una identidad falsa desde el principio pero ahora la cosa se volvía aún más interesante. ¿Quién podría aprovechar una muerte para aprovecharse de la identidad de un bebé? ¿Tendría aquel bebé aún familiares vivos? Las cosas que sucedían en la España profunda de los años sesenta aún coleaban. Y ya no por los sonoros casos de los bebés robados que los programas amarillistas de la televisión escupían a una incrédula audiencia, más aún por la sórdida realidad que hacía que cualquier falso documental quedase en pañales en comparación.

Había más cosas irregulares en aquel expediente. Decidió llamar a la clínica de la Rosaleda para averiguar más sobre los datos de la muerte del bebé. Tras unos cuantos cambios de interlocutor acabó hablando con el director del centro. 

- Uf... esas fecha coinciden con la época del director Marcos Santellán. Mire, le seré sincero: es una época sobre la que no nos gusta hablar en este centro. A principios de los ochenta hubo una lluvia de demandas por irregularidades en el funcionamiento del hospital.

- ¿Bebés robados? - aventuró Gustavo.

- Por dios ¡no! Sería lo que nos faltaba. No. Hubo cosas muy poco claras con el funcionamiento del hospital. Digamos que nuestras estadísticas de defunciones se dispararon y se habló de mala praxis generalizada. Ya sabe: médicos cubriendo errores médicos. Y se rumorearon cosas peores, incluso la venta de órganos. Todo parecía converger en el doctor Santellán pero la verdad nunca se supo porque tras presentarse las primeras demandas apareció ahorcado en su chalé de Palmeira. Eso pareció dar veracidad a las acusaciones. La institución tuvo que llegar a acuerdos millonarios para cerrar esa época negra. 

Tras hablar con el director del hospital Gustavo intentó tirar de la pista de familiares vivos pero esa pista terminaba en los propios padres de Adela. Al menos de la Adela bebé, que a estas alturas ya no sabía como encajar en la historia.

Esa pista acaba con la muerte de los padres en noviembre del mismo año que moría su hija. Un accidente de tráfico en la carretera que unía Boiro y Santiago. El expediente del accidente indicaba que la causa había sido una salida de la vía probablemente para esquivar un animal durante un trayecto nocturno. No había más familiares vivos. 

- Mis negocios de la época... la compra de una cadena de hoteles en la Costa Brava. Y un par de galerías de arte en Madrid. Años después Adela conoció a su segundo marido en una exposición en una de ellas. Qué casualidad ¿eh? - dijo con una sonrisa irónica - A mí no me leyó nunca el futuro. Ni se lo pedí ni me lo propuso. Pero sus clientes eran gente importante. Muy importante. No puedo darle nombres, entiéndanme, no quiero meterme en un lío. Pero seguro que con ayuda del juez acceden a sus papeles y se van a encontrar con muchas sorpresas.

Se sirvió un poco más de tónica.

- Ministros, banqueros, gente de altas esferas. Joder, hasta de la Iglesia Católica. ¿No decían que la videncia es brujería? No se confundan: Adela no era Aramis Fuster. Digamos que era la David Copperfield de los videntes.