Partida Rol por web

Era una noche fresca, pero no llegaba a frío. La guerra en aquella zona del país había cesado y había sido con ayuda del joven Guillaume, quizás el único blanco en el cual Mohamed confiaba ciegamente. Aquella noche, lo había invitado a cenar a su casa para dos cosas: celebrar la batalla ganada y la guerra según lo veía él pues ahora sus tierras serían mucho más seguras y la otra era una sorpresa. 

El recibimiento era cálido, poniendo velas por todo el palacete del Emir, la sala de recibimiento mostraba una bonita mesa aunque a la usanza, en el piso y rodeada de cojines. Junto al Emir Mohamed estaban dos de sus hijas mayores, sus cuatro hijos varones que aún eran pequeños y tres de las esposas de este. El recibimiento fue de algarabía y de inmediato se le cedió un lugar junto a Zafira y a Amia.

No me lo podía creer, la guerra había cesado ¿Sería la vez definitiva? El lado malo era que tenía miedo de que cuando esto sucediera volvieran viejos tormentos a mi mente, el motivo que me había impulsado a venir aquí y que prefería no recordar.

Fui invitado por aquel gran personaje a su casa, no era muy dado a las fiestas y si mis hombres, con los que luchaba codo con codo aún menos.

Pero faltar a esta cita sería un agravio sin comparaciones imposible negarse, además Mahamed se había portado muy bien conmigo, supongo que ambos estábamos agradecidos mutuamente.

Me vestí con el uniforme de gala, el de las ocasiones para desfiles y con él me presenté en aquel lugar, era un regalo para los sentidos, me descalcé en la entrada y tras pasar me hicieron sentar en el mejor de los lugares, entre dos bellezas sin comparación, las hijas del respetable Emir, hice una reverencia al estilo del lugar.

- Gracias por su invitación Emir Mohamed, es un gran honor estar en su casa

 Mohamed sonrió.

-Usted trae luz a mi casa y a todo mi pueblo y ahora comamos que no queremos que todo se enfríe.

Más allá danzaban unas mujeres tras un velo, realmente se veían sensuales, misteriosas pero el Emir parecía muy acostumbrado a ello y luego de dar buena cuenta de los diferentes alimentos que allí habían, miró de nuevo a Guillaume.

-He decidido ofreceros algo en retribución por vuestra ayuda... Sé que os negaréis pero nada me haría más feliz que veros aceptar mi presente.

Asentí con una sonrisa a sus palabras, la luz ya estaba aquí, no veía conmigo ya que este era un lugar maravilloso, aunque echaba un poco de menos el frío del norte, el de mis tierras, aquí se encontraban cosas exóticas sin parangón.

Comencé a comer en cuanto lo hizo el resto, me seguían fascinando aquellos bailes, en como movían sus caderas las mujeres, algo que en mi tierra se tildaría de impúdico, esas y otras cosas me hacían pensar que en realidad los avanzados eran estas gentes, esta cultura y no la mía.

Sonreí a las palabras del Emyr – No necesitáis ofrecerme nada, lo que hice fue por deber y porque sois un gran aliado – le dije sin dudar y sin saber a que se refería

Mohamed sabía que en aquel momento no lo iba a convencer de nada pero dejó que el tiempo pasara en medio de canciones hermosas y bailes de odaliscas, mientras las hermanas mayores se miraban unas a otras sin sospechar el destino que a una de ellas les esperaba. Cuando la comida se terminó o bueno, dejaron de comer pues comida había mucho, el jeque volvió a hablar.

-En realidad, Mohamed no permitirá que os neguéis... Lo mejor será que aceptéis.

Entonces se puso de pie y se acercó a sus hijas mayores, sentándose en medio de ellas.

-Tomaréis a Zafira como esposa, Alá así lo quiere...

La joven abrió los ojos muy grandes y miró al joven, no era que le desagradara. Muy por el contrario, muchas veces con su hermana habían hablado de lo guapo e interesante que era, pero era un hombre de otra cultura y aunque sabía que su padre no tenía por qué tomarle parecer, lo cierto es que le habría gustado saber algo antes.

-Es guapa y sabrá cuidar de vos que necesitáis una buena mujer...

Mohamed sonreía, evidentemente no esperaba una negativa.

La cena transcurrió muy entretenida, a mi siempre me había resultado muy entretenida toda reunión de la cultura morisca pues las diferencia así lo hacían y cuando se mostraban moderados no tenía ningún prejuicio a diferencia de muchos de los míos, eso era lo que me había demostrado esta gente, que en muchos aspectos su cultura era incluso más avanzada a la nuestra.
Intuía que Mohamed tramaba algo, pero jamás habría adivinado de que se trataba - ¿Cómo? – Dije bajito sin poder disimular mi sorpresa y a la vista estaba que la hija del Emyr también estaba igualmente sorprendida.
La chica era tremendamente atractiva, pero aceptarla así por la buenas como si se tratara de un regalo… - Pero mi Señor, no tenéis el porqué, quizás su hija podría ser más feliz con alguien de su cultura y usted sabe que yo les respeto mucho, no lo digo con ninguna mala intención –
Respiré hondo para contener el aliento, no quería enfadar a este gran hombre y aliado y aunque en el fondo la idea no me desagradaba mi cultura me impedía aceptar a una mujer en contra de su voluntad, mis ojos fueron a la muchacha intentando empalizar con ella, para que ella tampoco se sintiera ofendida por mis palabras.

Pensé que iba a desmayarme cuando escuché a mi padre y luego cuando me encontré con los ojos del caballero, sabía que debía estar soñando pero mi hermana me apretó la mano y supe que era verdad: mi padre iba a casarme con él. Cierto era que alguien de nuestra raza habría aceptado con mucho más gusto pero Guillaume conocía bien nuestras costumbres y él me parecía muy guapo. Bajé la mirada avergonzada, parecía que no quería casarse conmigo y claro, eso era entendible, quizás quería una mujer de su propia comunidad pero no me tocaba a mí decir nada, si no a mi padre.

Mohamed se volvió a Guillaume.

-¿Acaso no le gusta mi hija, señor?

El hombretón sonrió.

-No puede negarse, es una alianza entre mi pueblo y el suyo. Si alguna vez me necesitas, a mí o a mis hombres, estaremos allí siempre que aceptes el matrimonio con mi hermosa Zafira...

Se rascó la cabeza.

-¿Es acaso poca cosa para ti?

Lo miró interrogante, sin poder creer que se estuviera negando.

La chica parecía avergonzada y bajó la mirada, ella también estaba en un apuro.

- Oh, no es eso, es increíblemente hermosa – dije ahora mirando al Emyr – Solo es que… así de pronto… - por poco casi no me bloqueo – me gustaría disponer de algunos días para cortejarla - ¿Y si de carácter no me gustaba? Casarse era algo muy serio.

Lo de la alianza y eso estaba muy bien, bueno era saberlo – Y le estoy muy agradecido – le dije al respecto – No, no, no es poca cosa – le aseguré y al fin y al cabo con lo de cortejarla ya le estaba diciendo estaba dispuesto, que quizás… miré de nuevo a la muchacha

Mi padre sonrió satisfecho con aquellas palabras y la verdad es que yo me sentí un poco mejor, de esa manera todos nos quedábamos mucho más tranquilos. Hice un asentimiento con la cabeza para que él viera que, como mi padre, yo también estaba dispuesta.

La música siguió sonando y entonces mi padre decidió que le mostrara el resto de las instalaciones, aunque él ya las conocía. Me puse en pie y aguardé a lord Guillaume para que me siguiera.

-¿Venís, sidi?

Aún no me había hecho a la idea, era algo totalmente inesperado, traté de quitarme la confusión de la cabeza y me quedé con su dulce sonrisa.

Su padre propuso que me enseñara las instalaciones, una excusa para que charláramos un rato y nos conociéramos mejor, el Emyr desde luego era una persona muy astuta.

- Claro – Hice una pequeña reverencia a los presentes para seguir a Zafira, no había hablado mucho con ella, ¿Cómo sería?

Caminé a su lado por los pasillos del nuestra casa, que era en realidad una fortaleza y lo llevé hasta la torreta sur, desde donde se podía ver el extensivo territorio de mi padre y los suyos, nuestro mundo. Había al lado de la ventanilla un par de asientos y allí no hacía tanto frío. No me aparté el velo, no habría sido prudente y yo era respetuosa de las leyes de alá.

-Lamento el ofrecimiento de mi padre así de pronto, mi señor...

Sonreí nerviosa pero sin dejar de mirarle a los ojos.

-Si vos lo deseáis, hablaré con él para que recapacite.

Me llevó hasta una de las torres, desde allí había una vista preciosa de las llanuras de alrededor, muchos kilómetros de tierras se veían y la mayoría del Emyr.

Le cedí con la mano asiento antes de sentarme yo - No tienes que lamentar nada, Zafira… - la llamé de forme expresa por su nombre – No le digáis nada, pero… me gustaría pediros un favor…

Me sentía un poco nervioso por lo que iba a decir pero… es que si no también resultaría muy extraño – Dada nuestra situación y que el matrimonio es algo muy serio… ¿Podríais retiraros un momento el velo? - ¿Sería entendible para su cultura? Para mi lo que no era lógico era casarme con una mujer a la que no había visto bien

Hablaba de una manera que te derretía por dentro pero claro, estas cosas sólo las había hablado con mi hermana y sin nadie que nos escuchara. Me ruboricé un poco y proseguí escuchándole. Cuando dijo que quería pedirme algo, sentí un poco de aprehensión pero mi padre siempre decía que era un caballero y que había sido elegido por Alá para ayudar a nuestro pueblo, no debía ser nada malo y entonces lo dijo. Lo miré a los ojos, confundida un poco, finalmente era posible que nos casáramos pero no era algo que ya fuera ocurrir y aún así me sentía con ganas de complacerle.

-Bueno... Yo...

Miré hacia atrás por el pasillo para asegurarme de que no viniera nadie y lentamente me fui quitando el velo de espaldas a él, cuando por fin mi rostro sintió el frío aire, bajé de todo el velo dejando ver mis largos cabellos y me di media vuelta para que pudiera verme pero bajando la mirada, yo temblaba.

La muchacha era muy discreta o al menos poco habladora, no entendía muy bien el motivo, pero quedé expectante por como reaccionaba a mi petición.

Era normal que mirara hacia el pasillo, en su cultura no estaba bien visto que las mujeres mostraran su rostro cosa que no alcanzaba a comprender aunque trataba de no meterme en asuntos ajenos.

Se giró de espaldas e hizo más interesante el momento, cuando ya pasó a girarse sentí como se me escapaba el alma por la boca, era increíblemente hermosa y aquellos labios, aquellos labios me pedían a gritos ser besados.

Tragué saliva y asentí con la cabeza – Gracias… realmente eres bellísima – estiré un poco la mano para acariciar su rostro pero la detuve a mitad camino ¿Y si consideraba eso una ofensa?

Estaba temblando, nerviosa y entonces noté que quería rozarme, como si yo no fuera de verdad pero a mitad del camino, retiró su mano. Con suavidad la tomé y la llevé hasta mi rostro y con los ojos humedecidos musité un tenue gracias que me costó decir en voz alta. Luego aparté yo misma su mano y volví a acomodarme el velo, no quería que alguien nos descubriera y ser azotada por ello.

-Lo siento, no debo hasta que no nos casemos... Si es que lo hacemos, sidi.

Ella, ella hizo… no esperaba eso, dejé guiar mi mano hasta su fino rostro, no entendí el motivo de aquel pequeño susurro de agradecimiento, lo que me dejó más maravillosamente confundido.

¿Y porqué aquella expresión? ¿Porqué aquellos ojos húmedos? – Lo entiendo, no te lo pediré de nuevo si no estamos casados, gracias por mostrarme tu rostro y… Me gustaría saber entre vos y yo, con toda la sinceridad me digáis si… en fin, si no queréis casaros conmigo no se lo contaré a vuestro padre, yo, si deseo algo es una mujer que me ame y no una esclava ¿Entendéis que quiero decir? – De nuevo estaba nervioso por si se malinterpretaban mis palabras o por si se ofendía

Entendía perfectamente su miedo y sus dudas, era normal.

-Lo siento... Yo sólo deseo cumplir la voluntad  de Alá y de mi padre, porque es sabio. Aunque he de confesaros algo: no me molestaría casarme con vos...

Bajé la mirada confundida por lo que acababa de decir y claro, sonrojada totalmente.

Vaya, no espera unas palabras así, pero… ¿Qué debía esperar si no? Era una civilización distinta, aquí las cosas no funcionan como en mis tierras.

- Bueno, no sé si eso es algo bueno o malo – bromeé con ella y como muestra le sonreí con sinceridad

Suspiré, casarme con una mujer que no conocía, era muy atractiva, eso ya lo había visto, pero… ¿Y el resto? - ¿Podéis describiros un poco? ¿Cuáles son vuestras habilidades y virtudes? ¿Podéis decirme algún defecto también?

Negué suavemente con la cabeza.

-Aquellas cosas que vos consideráis virtudes, no lo son en mi país ni en mi cultura pero si queréis saber lo que vais a llevarte en caso que decidáis aceptar la oferta de mi padre: soy alegre, sé danzar, cocinar cuernos de gacela como nadie, mantener la lámpara de Alá encendida en mi casa y quizás hablo poco y me cuesta salir de la cama... No lo sé, describirme no es fácil.

Me sentía un poco incómoda, de pronto era como ser un camello y tener que contar mis virtudes y defectos pero lo perdonaba y lo entendía; Guillaume no era como nuestros hombres que aprenden todo de sus mujeres una vez que se han casado. Tenía que soportar aquello.