Partida Rol por web

- Bueno, yo soy un poco testarudo, pero como todo hombre se me puede convencer, soy duro en la batalla pero amable en casa, tampoco hablo mucho, me gusta razonar y no imponer mis ideas porque si, creo que soy cariñoso y apasionado a la vez

Me puse la mano en la barbilla por si se me olvidaba algo digno de mención, sonreí porque cuanto menos era curiosa esta conversación

– Si tenéis alguna pregunta, estaré gustoso de responderos…

-Yo no... No debería, aceptaré a mi esposo con sus defectos y virtudes...

Le sonreí pero dentro de mí estaba naciendo algo que no podía controlar, deslicé la mano rápidamente de nuevo hacia mi velo y me acerqué a él besándolo intempestivamente, cerré los ojos, entregando aquel beso que jamás había dado a nadie; era una sensación maravillosa.

No me sorprendió aquello que me dijo, en su cultura las mujeres eran muy serviciales, quizás demasiado, pero bueno, yo no era un mal tipo y no me aprovecharía de eso, al menos esa era mi intención.

Pero lo que ocurrió a continuación me pilló totalmente por sorpresa, en un visto y no visto me encontré con sus labios en los míos, no puede más que aceptar ese beso e introducir mi lengua en su boca, me dio la sensación de que era una pequeña gacela salvaje, pequeña, asustadiza y apasionada a la vez, me entregué a ese dulce beso sin darme cuenta que había dejado de respirar.

Me vi gratamente sorprendida con la adrenalina recorriendo mi cuerpo porque cualquiera podría aparecer de inmediato y una vez que pensé que era suficiente, me aparté de él bajando la mirada.

-Lo siento, no es que vaya haciendo esto por allí pero...

No pude terminar, pero lo que habría agregado era que si no me iba a casar con él, al menos quería saber lo que era un beso de un hombre como él.

Terminamos un maravilloso beso, lejos de mis tierras y con una mujer como esta cualquier recuerdo de Helena parecía de otro mundo, como de mis sueños.

- No, no te disculpes, yo también lo he disfrutado, me ha gustado mucho – le dije sonriente.

Aún degustando su sabor suspiré – Será mejor que sigamos el recorrido, si no puede que se preocupen por nosotros – Lo decía más por su bien, no quería meterla en un lío

Sonreí volviendo a ponerme el velo pero no dije nada pues no habría sido propio. Rápidamente le indiqué el camino.

-Queda poco más, el jardín que creo ya conocéis y la parte central de la casa. Pronto volveremos al lado de mi padre para que veáis a las odaliscas bailar...

Caminé por el amplio pasillo con el corazón en la boca literalmente. Le había gustado mi beso y eso era más que emocionante.

Siempre me habían gustado los bailes de su cultura y tras lo que me dijo se me pasó una cosa fugaz por la mente.

- Me gustaría que algún día bailarais para mí en privado, aunque fuera como esposa mía

Quizás fue un poco atrevido decirlo y dejaba entrever demasiadas cosas, que la posibilidad de casarnos era factible entre otras,

Me quedé parada de espaldas a él.

-Si nos casamos, podré bailaros cada noche si es que os gusta mi danza...

Luego seguí caminando. No sabía si él lo había entendido pero aquello más que un chantaje, había sido un ligero coqueteo. Y mientras hablábamos de esas cosas llegamos al gran jardín, digno de un cuenta de hadas y más lo sería si acaso la boda se realizaba pronto.

Admiré aquel maravilloso jardín con tan buena compañía, me sentía a gusto y eso era buena señal.

Me hizo reír con sus palabras – Pues estaría encantado de veros bailar y de lo que viniera después de eso… - le dije entrando en su juego, quizás buscando su rubor, aunque con el velo seguramente no lo vería.

-Yo...

Sus palabras hicieron mella en mí pero no negativamente, al contrario. Sonreí bajo el velo que se deslizó suavemente por la brisa que había en el jardín, dejando ver mis mejillas sonrojadas.

-Padre entenderá si no aceptáis este matrimonio y yo también.

Dije mirándolo a los ojos sin hacer el más mínimo esfuerzo para controlar mi velo y llevarlo de vuelta a su lugar.

Gracias a la suave brisa pude ver su rubor que la hacían aún más bella, alguien apetecible en verdad para que cuide de uno, a veces me sentía tan cansado… Como si soportara un peso sobre mis hombros, como si en esta vida ya hubiera hecho más que suficiente o mejor dicho, demasiado para enmendar cosas del pasado.

- Yo… creo que aceptaré gustoso ese matrimonio – La temperatura era especialmente agradable, asegurándome que no había nado levanté levemente su velo y la besé suave, siendo yo ahora el que tomaba la iniciativa.

Contrario a lo que había sentido con el otro beso, este había sido mucho más revelador, además, siendo que había dicho que iba a aceptar el ofrecimiento de mi padre, mi felicidad no podía ser otra. Quizás mucho tiempo había pensado que me casaría con Said y lo quería pero lo que sentía por Guillaume era algo distinto, quizás demasiada emoción y lo terminaría pagando pero en ese momento no me importó. Cuando me aparté de él sonreí y volví a ponerme el velo.

-Creo que a mi padre le hará muy feliz saberlo. ¿Queréis darle la noticia, Sidi?

Bueno, ya estaba dicho y el beso me supo a gloria, me apetecía cambiar de mentalidad ¿Y que mejor forma que esta? Me apetecía perderme por completo con esta mujer, vivir por fin la vida y ser feliz, ya me lo merecía.

- Si, claro… ¿Te puedo tomar de la mano para regresar o mejor no? – No sabía hasta que punto eran de estrictos con estas cosas, aunque ahora ya estaba todo decidido.

Bajé la cabeza apenada y negué suavemente.

-Es mejor que no... Se supone que no debéis tocar nada de mí hasta habernos casado. Prometedme que guardaréis el secreto acerca de estos besos...

Lo detuve antes de retomar el camino poniendo mi cuerpo contra el suyo y esperando que me respondiera pero hacerlo fue un peligro mortal, lo que sentía no lo había sentido nunca y mi cuerpo reaccionaba sin sentido y al parecer sin control. No me podía apartar de él.

Fruncí el ceño levemente, no por enfado sino por contrariedad, aún era algo peor de lo que me imaginé – De acuerdo, nada de tocarse – Pero pronto le sonreí por el regalo que me había hecho con su beso.

Se apoyó en mi cuerpo, me hizo sonreír también con ese gesto, pero como no le deseaba mal alguno fui yo el que se separó – Venga, vamos a darle la noticia a tu padre – Suspiré de forma silenciosa

Ambos jóvenes regresaron a la sala donde la fiesta ya parecía ir bastante avanzada, incluso había muchas más bailarinas de las que Guillaume pudiera recordar en principio, sin embargo, Mohamed estaba contento y cuando vio a los llegar, les invitó a pasar y mientras la música sonaba, sentado en el piso y aplaudiendo, invitó a Guillaume a imitarle.

-¿Y bien, sir Guillaume?

Preguntó queriendo saber si aceptaría su propuesta y aunque no se le escapaba la mirada de Said, poco le importaba, debía hacer lo más conveniente para su casa. Y aunque Said tenía excelente posición y él lo quería como a un hijo, debía pagar con un regalo a Guillaume, de lo contrario la furia de Alá caería sobre él o al menos eso creía.

Era obvio que iba a entregársela y que probablemente me casaría a mí con otra de sus hijas pero mi amor era propiedad de Zafira y nunca aceptaría casarme con nadie más. Tenía que esperar, era cuestión de tiempo para que ese extranjero se volviera una sombra y yo me quedara con lo que me pertenecía porque sabía que ella estaba deslumbrada por él pero el único al que amaba era a mí. Lo miré con odio, no podía evitarlo pero desde donde estaba él no me podía ver pero ella sí.

Volvimos al lugar de alegría y música, si cabe aún estaba la fiesta más animada, la mirada de la mayoría de los presentes se fijó en nosotros pues sabían que asunto llevábamos entre manos.

La pregunta del Emyr facilitó las cosas, le sonreí y le dije – Si, acepto a su hija como esposa - y luego miré de nuevo a Zafira.

El emir se sintió muy complácido y tanto que levantó sus manos al cielo alabando a Alá y pidiendo más música y comida, nada de vino porque los musulmanes no toman nada que contenga alcohol.

-¡¡Felicidades, desde ahora sois mi hijo también!! Podrán casarse la semana próxima...

Comenzó a danzar por el salón, estaba realmente contento.

Mi padre estaba realmente complácido y de algún modo yo también y entonces reparé en alguien que no lo estaría demasiado y lo busqué entre la gente pero no pude verlo. Quizás era lo mejor, tomé lugar cerca de mi hermana y allí observé las danzas en las que participaba mi padre. Miré a Guillaume, realmente era guapo.