Partida Rol por web

 - Si ... si ...  - mire a Terence a los ojos reprimiendo las lagrimas - Si no hay heredero ... - le dije, quizás pensara que el problema era que no podía quedarme embarazada - Si el Rey no tiene heredero, no tiene porque seguir siendo Rey, ¿Verdad? - le miré fijamente a los ojos.

 Hablaba con los dientes apretados para no romper a llorar, aunque sabía que lo haría de un momento a otro.

 - Yo ... no debí hacerlo podía no haberlo echo pero lo hice - baje la voz, porque temía que al hablar con normalidad alguien mas pudiera escuchar lo que casi parecía un llanto.

Bajé la mirada y tragué saliva intentando contenerme pero no podía.

 - Donde está - le miré - Por favor - jadee casi en un ruego 

Sabía que tal vez estaba poniéndole en un compromiso, pero ... por dios, ¿como había podido ser tan inocente? No compartía lecho conmigo, si me "amaba" una vez cada varias semanas mucho era ... ¿como iba a quedarme embarazada? si gastaba la artillería con las doncellas ...

 -Mi señora...

Ardía en deseos de abrazarla pero sabía que le había prometido no volver a tocar el tema. La tomó de la mano, ella ansiaba ver a su esposo y yo, como su sirviente, tenía que hacer algo. 

-Venid conmigo...

La hice cruzar varios pasadizos, bajamos por el castillo entre la humedad de las paredes y aún sabiendo que aquello podía costarle la vida, la llevó hasta donde estaba Francis. Uno de los calabozos, totalmente arreglado para que pareciera una alcoba, nos recibió y allí, en medio de jadeos y prisas encontraron a Francis con una de las sirvientas, casi una niña. Ninguno de los dos se dio cuenta de la llegada de la reina y su consejero.

 Tragué saliva, mire a Terecen y con la mano le dije que se marchara. Sin hacer ruido para que Francis no nos escuchara, miré a Terence y volví a hacer el gesto con la mano para que se fuera, no iba a involucrarle. 

 - ¿Has conseguido que alguna de ellas se quede embarazada? - pregunté - Lo digo porque como por lo visto no puedo tener hijos podriamos coger a algunos de los bastardos que estás soltando por ahí - mi voz era firme, mas de lo que hubiera esperado.

 No sabía si por el enfado, la ira o por que, pero me sorprendí de lo entera que podía llegar a estar.

 - Un niño por su puesto, las niñas después de todo solo valen para ... hacer compañía a sus madres - miré a Francis y a la niña desde la puerta. - ¿Entre cuantos puedo elegir? no es por ser quisquillosa pero ... que mínimo que pueda parecerse en algo a mi - apreté los dientes nuevamente, estaba apunto de derrumbarme 

 Me quedé de una sola pieza, no, aquel había sido el peor momento para que ella nos encontrara. Aparté a la joven que yacía bajo de mí, jadeante y con el sexo aún entre sus piernas, finalmente dejé de penetrarla y me volví hacia mi mujer. Sus ojos me dejaron totalmente descolocado, estaba más que furiosa, como nunca la había visto.

-Helena, no es... No... Yo...

Tenía que aceptarlo de una vez pero aquello no iba a ser fácil. Hice una seña a Laira, la joven que estaba conmigo para que se fuera y me acerqué a Helena. La abracé, así, desnudo como estaba y traté de besarla.

-No puedo daros un hijo, cariño y pensé que podría preñar a una de estas pero no ha sido así... 

La realidad era que prefería tirarme a cualquiera antes que a ella y si por añadidura venía un hijo, mejor que mejor pero durante los tres años que estuve casado con ella hasta ese día, no había podido preñar a ninguna. La apreté fuerte contra mí.

-No puedes dejarme, mi país te hará la guerra y te acusaré de adulterio... Perderás todo...

Sujeté su cuerpo por sus nalgas y las apreté, me pertenecía, era mía.

Vi algo de descolocación en su mirada y me gusto saber que algo, aunque fuera poco, lo pasaba mal. - Y en vez de decirmelo ... - intenté ser comprensiva - Bien y por que no hacemos una cosa, ¿porque no intento acostarme yo con otro hombre? quizás tengamos mas suerte - vale, sabía que iba a llevarme una paliza por esto pero ¿y? me daba igual, quizás mañana me arrepintiera de muchas cosas pero sabía que hoy no.

- Eres ... - murmuré entre dientes tratando de alejarme de el, sus amenazas tenían efecto en mi, pero no miedo, si no dolor. Amaba a mi pais y si seguía con el era única y exclusivamente por el - Dejame ahora no me apetece, por dios era una niña - me referí a la criada que se había marchado mientras trataba de soltarme de sus manos, ahora mismo me parecía un ser repulsivo.

 Sabía que casi era "tradición" que los reyes tuvieran amantes, podía ... podía comprenderlo ... pero que quisiera tener un hijo con otra y colocarlo como Rey de mi pais, eso no se lo perdonaría nunca, en la vida

 -¿Acostarte con otro? ¿Vos? ¡Por Dios, Helena! No me hagáis reír!

Pero sentía que la sangre fluía en mí con un torrente inigualable. La sujeté con fuerza de uno de sus brazos y la hice caer sobre el lecho.

-¿Con quién queréis acostarte?

Si decía aquello era porque había pensado en alguien, ella era así, demasiado clara para mí.

-No vais a ir a ningún lado, sois mía y ya que habéis descubierto este lugar, terminaré lo que empecé...

Me eché sobre ella sujetando con una mano sus brazos en alto y con la otra buscando por debajo de su vestido con furia.

-¿O acaso ya os habéis acostado con otro? ¿Quién es? ¡Decidme su nombre si no queréis que lo mate!

Rasgué sus enaguas con una cierta facilidad y encontré su sexo, mucho más exquisito que el de cualquiera con la que hubiera estado. Quizás esa era la manera que más me excitaba de tenerla.

 Helena sabía que si gritaba lo suficiente, Terence vendría en su ayuda. Francis aún era fuerte y la sostenía con una sola mano mientras con la otra, acariciaba su sexo con violencia, buscando abrir sus labios como una flor para luego, cuando estuviera lo suficientemente excitada, pudiera penetrarla sin dolor.

 Me debatía entre lo que quería y lo que debía hacer. Podía gritar y llamar a Terence pero sabía que eso solo causaría que el me ayudara y obviamente, Francis le matara, no podía, no podía poner en peligro a Terence ... ¿cuantas veces me había tomado Francis sin que yo lo deseara? desde que nos casamos ...

 - Para, para por favor - le rogué, me tocaba con tanta violencia que empezaba a hacerme daño, pero aunque intentaba soltarme, era demasiado fuerte para mi, debía sacarme casi 25 años y yo sola no podría salir de allí - Francis esto no tiene por que ser así - unas cuantas lagrimas salieron de mis ojos - sueltame - nunca le había dicho que parase, nunca le había pedido que fuera mas suave o que me complaciera, pero tampoco iba a permitir que hiciera lo que se le antojase cada vez que quisiera

- Francis me haces daño - me quejé entre lagrimas sin tratarle de Rey o de mi señor, el cuerpo no entendía de razones y sus caricias estaban humedeciendo mi sexo pero no por que yo lo deseara, si no porque el cuerpo, no atendía a razones

 El sólo hecho de que me pidiera que parara hacía que me excitara aún más. No era daño lo que le hacía, al menos, no aún. Hundí un dedo en su sexo, no me importaban sus lágrimas, la quería pero no de esa manera en que había soñado amar a alguien, así que era sólo un objeto, eso si, uno muy poderoso.

-No os quejéis más, no será más doloroso que otras veces...

Saqué los dedos de su sexo húmedo y desaté su corsé por delante, dejando sus senos al aire en un santiamén, comencé a lamerlos y volví a hundir mis dedos en su sexo.

-Esto es sólo para que recordéis que os guste o no, vos sois mía y de nadie más... Ya averiguaré quién ha osado tocaros...

Solté sus manos y la di media vuelta, sin más, me hundí en ella acariciando sus nalgas y palmeándolas hasta ponerlas rojas. Bombeaba frenéticamente, la abracé sin dejar de mover mis caderas y sujeté sus pechos, acariciándolos con fuerza, apretándolos, haciéndola mía de verdad.

 No podía reprimir mis lagrimas y por mas que me fastidiara, algo me decía que le gustaba mas verme así, que dispuesta a el.

 Pero tenía razón en una cosa, no sería mas doloroso que otras veces aunque me asqueaba mas que otras, pues su miembro hacía pocos segundos había estado posiblemente desvirgando a una niña y ahora, me hacía suya.

 - Por mucho que os pese soy vuestra esposa - jadee al sentir como palmeaba mis nalgas, me picaban - No hay otra persona, yo soy leal a lo que la iglesia dicta, soy leal a nuestro matrimonio - tenía ganas de gritar pero no quería alarmar a nadie, no era necesario ... después de todo, yo era su esposa y el tenía derecho a reclamarme cuando quisiera.

Mordí mi labio rezando para que terminase pronto, porque iba a necesitar de bastante tiempo para recuperarme antes de que llegaran los invitados. Esta vez no gritaba su nombre, ni si quiera intentaba hacerle ver que disfrutaba, me limitaba a llorar y a maldecir todo lo que estaba haciendo

 Después de un rato de bombear y acariciar sus senos, notando cómo sus lágrimas resbalaban por su rostro, mi cuerpo no pudo más y apretando sus nalgas con fuerza, me derramé dentro de ella, sabía que era inútil pero al menos la había sometido una vez más. Me retiré de ella y le sequé las lágrimas, luego acomodé su ropa.

-No os veré después de la cena pues, veré a la pequeña niña que no atendí del todo por tu culpa...

En ese momento y mientras yo me vestía, apareció Terence, el fiel sirviente de mi mujer. Demasiado maricón como para tirársela, nunca dudaría de él.

-¿Qué demonios quieres?

 -Lo siento, sus majestades, no he querido interrumpir pero...

Por suerte todo el mundo sabía de aquel escondrijo o los habría delatado.

-Mi señora, se os requiere en la cocina con urgencia, la cocinera se ha arrancado un dedo y no sabemos qué hacer. Lo siento mucho, sus majestades...

Bajó lo cabeza desesperado, con ganas de golpear a aquel maldito monstruo.

-Si me permitís, os escoltaré hasta allá.

  Tragué saliva al ver a Terence. Tenía los ojos enrojecidos de llorar pero le rogué con la mirada que no dijera nada.

 La observé marchar con aquel que más que consejero era una dama de compañía, no me importaba pero si que encontraría al hombre con el que se revolcaba y que me ponía en peligro pues podría preñarla. Noté que no hizo la reverencia pero no me importó y después de un rato marché a mis aposentos para cambiarme de ropa y esperar a los invitados al lado de mi esposa.

 Condujo a Helena por los mismos pasillos, casi todos, excepto al llegar a arriba. 

-Enseguida avisaré a vuestras damas, su majestad. No ha pasado nada en la cocina, sólo quería sacaros de ahí...

Abrió un último pasadizo, quizás el más grande de todo el castillo y que conducía a los aposentos de Helena. Abrió la puerta del pasadizo y cerró las otras puertas que daban a los lugares comunes donde podía entrar cualquiera, se asomó por la otra puerta y pidió ropa y agua tibia para la reina. El hogar estaba encendido por suerte.

-Lamento mucho haberos llevado a sus dominios, su majestad...

Puso una rodilla en el suelo y bajó el rostro pero ella podía ver claramente que estaba llorando.

 - Yo te ordené que así fuera - le dije. Me rompía no saber si sufría mas el o yo, porque yo, podía cargar con mi sufrimiento, pero no quería que el cargara con el suyo - Levataros por favor - le pedí - Necesito a alguien que me anime Terence, alguien que me haga estar fuerte ... esto va a ser mucho mas duro de lo que imaginaba - rompí a llorar nuevamente y tapé mi boca con una de mis manos.

 - Os necesito mas que nunca - le miré a los ojos. Era la única persona a la que no me importaba llorarle o que me viera llorar - Sacar a esa niña del castillo, buscar otro trabajo pero no permitais que el abuse de ella - le pedí, no eran celos, era preocupación, apenas era unos años mas joven que yo, pero era una cria, no tenía porqué soportar ese tipo de cosas - No quiero en palacio a ninguna mujer mas joven que yo, ¿entendido? ya tengo bastante con soportarle yo como para que le robe el honor a otras niñas - me senté sobre el diván nuevamente, me sentía algo dolorida

 Se levantó lentamente, le mataba por dentro el verla así. Cuando se sentó se acercó y hundió su rostro en sus piernas sin temor a nada, volviendo a ser el Terence fuerte, capaz de todo y la miró desde esa posición.

-De inmediato, mi señora... Las sacaré a todas de aquí, deben haber cuatro como mucho. No os preocupéis, pero lo quiero lejos de vos de cualquier manera...

Se levantó resuelto, con otra mirada.

-No permitiré que os vuelva a hacer daño nunca más...

Apretó los puños y no la dejó hablar.

-Os veré en la cena si no me necesitáis para nada más.

Del otro lado la doncella ya llamaba pidiendo permiso de entrar.

 Me sorprendió la entereza de Terence, pero la agradecí hasta un punto que el no podría imaginarse. Solo esperaba que no hiciera alguna locura. - Adelante - le dije a la doncella mientras me levantaba.

 Empecé a desaflojar mi corsé, era algo que debían hacer las doncellas pero no quería que nadie me tocara, hoy no.

 La doncella entró, era una vieja conocida y mucho más adulta que las otras, seguramente Francis ni siquiera se atrevería a tocarla. Terence salió sin decir ni una sola palabra más, sabía que necesitaban más aliados en el castillo y también más tiempo. La doncella preparó el agua caliente en silencio y cuando vio que ella se había desnudado, simplemente le entregó una manta blanca para que fuera hasta la bañera. Se percató de lo rojo del trasero de la reina pero Marie era muy reservada y no decía nunca nada. La ayudó a entrar en la bañera y cuando estaba por comenzar a frotar su cuerpo, titubeó un poco.

-¿Su majestad prefiere hacerlo sola?

 Me senté tratando de apollarme mas en una nalga que en la otra pues aún me ardía. Miré a Marie - Gracias - le dije haciendo de tripas corazón - Hoy podré yo - sonreí aunque fuera de manera amarga - ¿Podeis hacerme un favor? - no quería echarla sin mas, sabía que sería incomodo incluso para ella - Quiero que me busquéis el vestido mas hermoso que encontreis, esta noche quiero estar perfecta para mi rey e incitarle pues es hora de buscar un heredero - realmente, no quería nada de el pero ponerme demasiado hermosa sabía que tal vez pudiera molestarle y como en la guerra valía todo ...

 - Quiero el corsé mas ajustado y bonito de mi vestuario así como el que mas pueda hacer ver al Rey la Reina que tiene a su lado, en cuanto me bañe os llamaré para que me ayudeis a ponermelo - le sonreí.

En cuanto Marie se fue me derrumbe. Traté de contener las lagrimas porque no quería tener los ojos hinchados, pero me era realmente dificil.

Con pena y furia frote mis piernas, mis brazos, mi cuello, sentía mi piel arder pero no me importaba, iba a arrancarme el olor de Francis de mi piel aunque me llevara parte de esta si era necesario.

Nunca le había dado razones para odiarme, pero ahora, si se los daría.