Partida Rol por web

   Espero a que el doctor acabe y le contesto

   -Sinceramente doctor, soy un hombre de acción. Y la verdad no me gustaría jugarmelo todo a una sola carta. Depender del músculo económico de señor Wong me parece una estupidez. - Me acerco bastante al doctor y añado .- Además esta usted suponiendo que el resto de los interesados en la pieza van a jugar limpio. Y la verdad no estaría tan seguro. Si realmente esa pieza es tan importante de por seguro que si no nos adelantamos nosotros otro lo hará. - Acaricio la funda de mi revolver con mimo .- Por mi parte solo esto me da confianza. 

Estoy con el doctor arqueo las cejas con incredulidad. ¡Puf! ¿Quien me iba a decir que iba a estar de lado de un cerebrito?

A mi lo del gas mostaza, me parece ir demasiado lejos. expongo mientras pienso en que es verdad que a la pasma no le costaría nada relacionarnos con el hecho y, además, con mis antecedentes, seguro que me cargan el muerto a mi. Si vuelvo al trullo, soy hombre muerto.

Acudamos a la subasta como habíamos planeado. 

El Doctor espera pacientemente al anciano Wong para que se explique mejor. Como podríamos ayudarle? Por otro lado rumiaba como deshacerse de los vigilantes para echar un vistazo al artefacto. Quizás si mezclara en una bebida unos cuantos tranquilizantes que tengo en el botiquín de la furgoneta.... y enviar a los guardias del invernadero unas frescas cervezas para soportar su tediosa vigilancia.  Nos daría una ventaja para entrar, quizás con unos laxantes también funcionaría, ju,ju. Baker también seguía pensando el los asistentes a la subasta y el abogado. Tenia ganas de apoderarse del famoso dossier. Lo que nos ayudaría a tener alguna ventaja, podría ser el recopilar información de los huéspedes. El primer paso sería averiguar en que habitaciones se hospedan el abogado, los de Ursus y la pareja feliz que quiere vender el artefacto. Seguro que entre sus pertenencias encontramos algun dato. Quizás si preparamos alguna treta en recepción podamos conseguir los números de las habitaciones. Y mientras bajen a comer los huéspedes nos podríamos colar.

Al ver la mirada de los demás caí en cuenta de que estaba sucediendo de nuevo. No podía dejarme llevar por mis emociones, aquellas miradas me señalaban como un desquiciado. Tan equivocados estaban todos, tenía que hacerle ver a ellos, no… Tenía que hacerle ver a todos que a lo que nos enfrentamos no es humano. Empiezo a practicar mis ejercicios de respiración y me voy calmando poco a poco a medida que escucho lo que tienen que decir.

-Disculpen lo de hace un momento- Me recompongo lo mejor que puedo en la silla entrecruzando los dedos de mis manos. -Les repito, quizás lo que les diga puede sonar a locura, muchos lo creen de esa forma. Pero les pido que abran su mente antes de que saquen sus conclusiones.- Coloco el libro sobre la mesa, un viejo libro de tapa de cuero negro endurecido- Estoy convencido que hay fuerzas que están detrás de el artefacto… Y esas fuerzas no son humanas. Observan al aparato y a todo el hotel- Abro el libro mientras hablo y me detengo en la página donde está el ritual -Tengo la capacidad de ver cosas más allá de lo meramente sensorial.- Miro a Baker por un momento. -El señor Baker sabe que el cerebro humano emite una frecuencia electromagnética muy leve, pero particular- Vuelvo mi atención a todos alrededor de la mesa -Y en este Hotel detecté una frecuencia muy diferente, definitivamente escapa a lo que es humano, aún no se que es. Es la primera vez que detecto algo así, por eso mi reacción, aún estoy algo aturdido y agotado. Me llevo la mano la cabeza y los miro uno a uno. Cierro el libro y lo vuelvo a guardar. -Es por eso que tenemos que saber porque lo quiere o evitar que esa cosa, sea lo que sea, se haga con el artefacto. Concuerdo con que no sería prudente un asalto directo. Estaríamos muy expuestos. Sin embargo la idea de una bomba de humo no está mal y hay una forma en que podemos usarla sin atraer la atención directamente a nosotros. – Me acicalo los largos bigotes mientras preparo las palabras adecuadas -Desde mi suite hay una vista tremenda al techo del invernadero, que es de cristal. Podemos preparar algún tipo de mecanismo que se active cuando se consuma alguno de mis inciensos y desde la ventana pueda lanzar la bomba de humo cuando todos estemos en la subasta. Así no tendrán como relacionarnos. En medio del caos es nuestra oportunidad para hacernos con el artefacto. Mientras estemos en la subasta encontraré con mi habilidad al intruso e intentaré revelar su identidad, en ese momento encontraran sentido a todas mis palabras.

Me quedo en silencio esperando su reacción.

Parece que después de la insistencia del camarero lo mas prudente por ahora es acudir al comedor. Os dan mesa en un extremo, precisamente cerca de la puerta que da al invernadero, lo que os permite observarlo, mejor, aunque no descubrís nada que no hayáis visto antes, si apreciáis mejor algunos detalles importantes.

Desde aquí podéis ver que el bulto que hace la carpa que tapa el dispositivo revela dos formas, por un lado, la que ya habíais visto, con forma de cámara cinematográfica pero más grande, y al lado, en el suelo, como si fuera un elemento añadido o externo, otro bulto del tamaño de una mochila grande. Podría ser un generador o una parte desmontable del sistema, es difícil saberlo, pero desde luego dos personas serían necesarias para moverlo despacio.

Por otra parte, desde aquí podéis ver a todos los huéspedes del hotel, y el poco servicio que hay, suficiente para un comedor como este, es personal con mucha preparación.

Fuera de aquí quedaría el recepcionista, el director, y el personal de limpieza y mantenimiento que es muy reducido, además de un chófer que el hotel tiene como servicio para sus clientes, y como podéis intuir, es el que se hizo cargo de vuestros coches al llegar, para aparcarlos en el viejo establo.

Bocadilos de pastrami, un par de botellines de cerveza, y cigarros. Los dos vigilantes no parecen necesitar nada más. Sentados sobre un parterre del invernadero a escasos metros del dispositivo charlan desenfadados. Mientras almuerzan.

Sus gesto y modales les delatan como tipos curtidos y vividos, de la gran ciudad. Es dificil imaginarselos por separado, parecen conocerse bien, probablemente lleven tiempo ganandose la vida juntos con trabajos aquí y allá. Son jóvenes y mientras tengan sus manos, encontrarán trabajo.

El maltrecho Pelfry almuerza junto a su esposa y el abogado en la misma mesa.

El parece agotado, toda su comida es un caldo que sobre sin entusiasmo. hace gesto de asentimiento continuos a las diatribas del abogado, pero parece estar en otra parte, además de enfermo parece un hombre profundamente triste.

Wade acapara la conversación con gestos enérgicos y prepotentes, mientras come con la avaricia de un gran potentado. Su ostentosidad impostada resulta llamativa, se diría que es un abogado que pretende pasar por un magnate.

Emmeline, la sufrida esposa, se muestra visiblemente molesta con la presencia del abogado, es evidente que le incomoda y preferiría poder comer junto a su marido tranquilamente. No es difícil observar que en ocasiones se queda abstraída, observando con ternura y contenida tristeza a su marido.

Sofisticado, redundante, y excéntrico, parece directamente sacado de una opereta, el acento italiano que resuena jocoso por todo el comedor no hace otra cosa que reforzar esa impresión.

Al contrario que Wade, su ostentación es auténtica, su ropa, las joyas que deja entrever, sus complementos, denotan una verdadera y excesiva fortuna.

Nadie hace o mantiene ese tipo de fortunas siendo una buena persona, y no hay nada en su carácter que haga pensar que esta pueda ser la excepción. Pero como adinerado de postín sus modales y comportamiento sus impecables, el trato con el servicio del hotel es pretencioso, pero existo, su jovialidad no parece fingida, se comporta como un hombre que vive y gasta por diversión.

Junto a él, en la mesa, su chófer. En el trato hacía él es donde puede atisbarse la verdadera cara del millonario, el sentido de superioridad, la vejación discreta pero firme hacia sus inferiores.   

Soportando el trato vejatorio, a veces velado y a veces no tanto, de su patrón. Russo apura su comida con mirada desafiante, los dos parecen convivir en un clima de tensión permanente, con la mutua necesidad como único obstáculo para no degollarse allí mismo. En realidad, esa sensación los acompaña a dónde vayan.

El menú de Russo lo ha escogido su jefe, sin preguntarle siquiera, al chico tráigale un pescado con una patata hervida… y agua, solo agua.

Como tantas veces que es difícil explicar como alguien puede aguantar tanto, encontramos la respuesta en la petaca con la que Russo va rellenando con disimulo su copa de agua, para engullirla después con avidez. Una tras otra.

En otra de las mesas, comiendo solo una frugal ensalada y unos picatostes, con una copa de agua, se encuentra un hombre de aspecto desaliñado, de cerca de 60 años, que no deja de ojear un montón de papelajos mientras come.

Junto a e los papeles un par de tomos de física magnética, y electro conductividad. Baker los reconoce al instante, son obras respetadas, y no aptas para aficionados.

En los pocos momentos que se le ve sacar su nariz de sus ocupaciones mira el entorno con clara desgana y aburrimiento, con cierto desdén incluso. nada que ver con el entusiasmo del ricachón italiano, este más bien parece estar aquí por pura obligación.

Acompañado por sus dos hombres, el tipo al que ya visteis en el salón, bien vestido, muy educado.

Podría pasar por un buen vendedor como por un capo de la mafia discreto.

Todo eso son apariencias, a simple vista su trato con todo el mundo incluidos sus acompañantes, es cordial, y afable.

Parece disfrutar de la comida y la charla sin mayores preocupaciones, lo único que parece alterarle es el tono estridente del estrafalario italiano, pero no hace nada por demostrarlo y parece disfrutar de la autocomplacencia de verse a sí mismo como alguien mas inteligente y comedido.

Junto a Kepler sus dos hombres.

Como ya habías intuido, Dalton, el tipo duro es un guardaespaldas en toda regla, y uno de los buenos. No solo es duro, es claramente inteligente y perspicaz.

El otro, achaparrado, es Brown, sigue con su libreta haciendo cuentas, por lo que lo debe ser un secretario o contable.

Su tarto con su jefe es cordial y cercano, pero sumamente respetuoso. Brown resulta ser un tipo bastante nervioso, tanto que incomoda mirarle. Dalton no disimula esa incomodidad mirando con cierto desprecio a su compañero mientras mantiene una actitud profesional y reservada, siguiendo la conversación a Kepler peor nunca llevando la iniciativa.

Valerie, la joven y atractiva abogada mercantil, come sola en una de las mesas más apartadas.

Parece disfrutar de su soledad y de un momento de descanso. Su comportamiento es correcto, pero más cercano y menos teatral que el de otros huéspedes. No trae el maletín que llevaba consigo esta mañana en el salón. No ojea papeles, se ha vestido sencilla pero elegantemente para disfrutar de la comida con vistas al jardín.

Presentando sus respetos a todos los huéspedes aparece el gerente del hotel, un hombre de avanzada edad que parece estar pidiendo a gritos una jubilación.

Sus modales a la antigua le dan un toque peculiar a su actuación como anfitrión en la que para él es su casa, el Gran Hotel White Point.

Por supuesto, al igual que hace con todas y cada una de las mesas, pasa también por la vuestra, preguntando si está todo al gusto de los señores, ofreciendo sus servicios para cualquier menester que tengan a bien requerir y deseando la más agradable posible de las estancias en el hotel.

Para cuando haya terminado este ritual, se retirará.

Con un poco de observación, algunas preguntas y el mismo tiempo que lleváis en el hotel, hbáis situado a todo el mundo, claramente podéis distinguir en el comedor quienes son los invitados a la subasta. El trato del personal del hotel es ligeramente distinto que con el resto de huspedes, el rumor de que se tarta de una subasta solo abierta a personas adeineradas hace aflorar la avideas dl servicio en busca de buenas propinas.

Así, determináis claramente que los invitados a la subasta son:

Pietro Morasini, el excentrico millonario

El doctor William Walker, un científico aburrido

Ernest Kepler, el supuesto "comerciante"

Valery Hind, la atractiva abogada.

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El resto de huéspedes del hotel, que nada tienen que ver con la subasta:

DeWitt Kruger. Huésped: anciano (71 años) ornitólogo de Providence.
Lucile y Holly Duane. Huéspedes: solteronas (60 y 64 años) de Bolton de vacaciones.
James Cilroy. Huésped; joven (21 años) estudiante graduado con posibles, que está en el área mientras visita Kingsport.

Y por supuesto, el personal del hotel, siempre a la disposición de los señores:

Gabe Dyer. Chófer y conductor del hotel
Lucas Stockman. Conserje del hotel
Andy Cilman. Botones del hotel
Ambrose King. Barman del hotel
Sara Mullins, Mazy Tulle. Criadas del hotel
Peggy Peartree. Cocinera del hotel
Rachel Josusha. Pinche de cocina del hotel

Y bien, ahora que esto parece una cena con asesinato, lo cual por otra parte no sería nada sorprendente, volvemos la vista a nuestros héroes.

Ante la disyuntiva de no llamar la atención terminaron por acudir al comedor, y se han podido hacer una buena impresión de todo lo que les rodea, por supuesto, lo que ven no son más que fachadas, apariencias, imágenes que pueden mostrar u ocultar por igual verdades y mentiras.

Durante la próxima hora las habitaciones de los huéspedes están vacías, el personal ocupado, y ya que esto es un hotel, nadie va a rendir cuentas de lo que hagan nuestros protagonistas.

Por otra parte, el invernadero, contiguo al comedor está probablemente más vigilado que nunca.

¿Buscará nuestro curioso grupo información a hurtadillas en las habitaciones?, ¿o hablarán directamente con los invitados? Quizás esperen sin llamar la atención a que la demostración tenga lugar y sea revelada la estafa, o se confirme la peligrosa autenticidad del desintegrador.