Partida Rol por web

Resumen turno 4:

La criatura saltó hacia John, y tras clavarle sus uñas en el costado se lanzó contra James, al cual atacó a diestro y siniestro hundiéndole las mismas en el estómago... Ambos intentaron esquivar su afrenta, pero no pudieron hacer nada ante tamaña rapidez

Daño a John: -3pv
Daño a James: -6pv

Entonces el francotirador Francis, ni corto ni perezoso, agarró su fusil y se encaramó a la puerta del granero, con la intención de salir de allí y rodearlo por un lateral (al igual que antes). Mientra tanto, John disparó, al igual que James, pero sin éxito: sus ráfagas dispararon al aire por la extrema agilidad de la criatura.

Fue entonces cuando  Mogens abrió la puerta. Francis estaba ya fuera, y se dió cuenta de esto bastante después, cuando dió la vuelta al granero y comprobó que no había acceso trasero a la habitación que segundos antes ocupaba el granjero neerlandés.

¡¡SOLTAD LAS ARMAS!!  -dijo, y lo más soprendente era que, saliendo de la habitación hacia la zona principal del granero, colocándose detrás de la criatura (ésta se había detenido unos segundos), vísteis que tenía los brazos y manos extendidas, en señal de rendición-. Si yo muero, vosotros morís. ¡Bajad las malditas armas! -el tipo gritaba-. Francis regresó dando la vuelta por donde había venido, y observaba tambien el panorama...

Probablemente ya hayan dado la voz de alarma. La Bestia tenía hambre, y esos alemanes de la ronda han sido su aperitivo de hoy -aquella criatura estaba ahora tranquila, como si la voz del granjero la calmara o estuviera esperando sus órdenes-. Pero no es suficiente. No lo sabéis, pero tal acto ha hecho ya saltar las alarmas de un campamento alemán no muy lejos de aquí. Si seguís apuntando, batirán la zona hacia mi granja y en breves seréis rodeados de seis decenas de nazis. ¡¡BAJAD LAS MADITAS ARMAS, HE DICHO!! -os gritó alterado, y la saliva se le salía de la boca-. Os repito: si yo muero, vosotros también. Soy vuestro seguro de vida. Para casi todos... -aquello que decía os dejó con la intriga en el cuerpo-.

Si me disparáis, acabaréis conmigo; pero si muero la bestia lo hará por mí. Y en caso de logréis vencerla, esa soldada de la que os hablo rodeará este sitio y lo hará caer en el infierno con vosotros dentro. Si me hacéis caso podréis salir casi todos de este sitio. ¡Ba-jad -las-ar-mas!

Francis escupió al suelo junto a su bota y dijo

"Si os movéis tu o esa puta bestia venida del infierno os llenaremos de plomo. Ella es rápida" e hizo una pausa para mostrar una sonrisa feroz "pero tu no, y puestos a morir prefiero morir llevándome a un maldito hijo de puta como tú... Estoy seguro que tu caniche tampoco puede enfrentarse a 6 docenas de alemanes...ah, también prefiero que me maten ellos a que me mate este demonio... "

Francis bajó el arma poco a poco pero con el dedo en el gatillo listo para abrir fuego contra Moegens a la menor señal de agresión suya o de la bestia mientras decía a sus compañeros

"Este cabrón no es de fiar, le ha ordenado a esa cosa que acabara con nosotros.... Estoy seguro que incluso ha matado a Doc... no es de fiar."

Aquella situación se estaba volviendo de lo mas surrealista, primero aquella cosa les estaba haciendo picadillo para más tarde descubrir que aquel tipo parecía tener cierto tipo de control en la criatura.

Aún con el dolor de todas las heridas acumuladas y el alboroto del lugar pudo escuchar las palabras de aquel tipo y de su compañero, si bien Francis tenía toda la razón, hacer lo que decía Mogens era su única opción, aquella criatura les estaba haciendo papilla y el acabar con ella era prácticamente imposible para ellos, así que se movió lo mas suave posible para no alterar a la criatura y dijo- Tienes razón Francis, pero no nos queda otra que hacer lo que nos dice, como bien dice en el improbable caso de matar a esta cosa no podremos escapar de los alemanes que vengan, además no es que estemos en nuestro mejor estado- señalando sus heridas y la de los demás- si este tipo mantiene a esta cosa lejos de nosotros no tengo problema en seguir sus indicaciones, pero no nos quedaremos desarmados, como usted comprenderá no podemos fiarnos de usted después de lo visto- le dijo a Mogens.

¿A qué demonios se refiere con casi todos? No pienso soltar mi arma mientras esa cosa siga por aquí. Aquel comentario del anciano era del todo desconcertante.

James al igual que Francis, no terminaba de fiarse de aquel hombre y lo único que se le pasaba por la cabeza era abandonar ese lugar cuanto antes.

Soltad las armas -dijo en tono más tranquilo y calmado-. Los alemanes vendrán en masa y nos acribillarán, tenéis razón... Tenéis toda la razón. Pero tres de vosotros podrán salvarse -el granjero os miró a los cuatros-. Uno debe ocupar mi puesto: uno debe sacrificarse para salvar al resto. ¿No es eso un heroísmo mayor que empuñar esos rifles y uniformes?

La criatura estaba totalmente bajo el mando del neerlandés, que no parecía tener intención de lanzárosla contra vosotros.

Bajad las armas, hacedme caso: no las necesitáis. ¿Quién vivirá en mi granja? Yo debo marcharme ya... No tenéis elección; habéis de elegir, pues... ¡los oigo! Ya vienen.

Francis empezó a retroceder hacia la puerta del granero sin perderle la cara a aquella cosa y a Moegens.

"Te voy a decir lo que va a pasar cabrón. No vamos a dejar a nadie atrás, ni a uno, ni a medio, saldremos todos de aquí por donde hemos venido y os recomiendo que tu caniche y tú hagáis lo mismo. Esto se va a llenar de alemanes, y tienes tan pocas ganas de morir como nosotros.... Los alemanes son enemigos de los dos, así que si tu bestia tiene ganas de matar le viene ganado... No vamos a tirar las armas, no vamos a sacrificarnos...y si tengo que morir tu me acompañarás. Que me dices Moegens? Morimos juntos o cada cual se va por su lado?"

No te culpo; no entiendes nada -le decía a Francis, respondiéndole-. Yo ya estoy muerto. Os doy la oportunidad de vivir. A todos excepto a uno. ¿Acaso tú te sacrificarás por los demás, Francis?

Francis le miró con una sonrisa irónica en los labios mientras le respondía con voz fría

"Si cayera una granada alemana en medio de la habitación yo la cubriría con mi cuerpo, pero no confio en ti, y menos en tu caniche... Nos vamos todos, si quieres sacarificar una vida sacrifica la tuya ya que ya estás muerto...."

Sin retirar la mirada de la bestia y el maldito neerlandés dijo al resto "Nos está intentando entretener, en marcha... no le deis la espalda, mejor jugárnosla con los alemanes que con eso..." Francis continuó caminado hacia atrás listo para abrir fuego al menor movimiento.

No había mucho mas que decir, el compañero ya había dicho todo, ya habían perdido a uno en aquel lugar y no estaban dispuestos a dejar a ninguno de los demás atrás.

Ahora lo importante era salir de allí lo mas enteros posible, a parte de aquel tipo y aquella cosa, ahora se les venían encima un montón de alemanes con no muy buenas intenciones cuando vieran los cuerpos de sus compañeros caídos, así que hizo lo que dijo Francis y se puso en camino junto a él, ahora no era el momento de ponerse a discutir que hacer o no, era el momento de salir pitando de allí.

Jhonantan sabía que no debían confiar en ese señor otra vez, era algo absolutamente obvio, pero también se veía algo obvio el que sus posibilidades de escapar de esa bestia eran prácticamente 0.

Las opciones eran muy pocas aunque podían parecer varías, además que parecía que Mogens quería algo así como un tributo a eso se refería cuando decía que podríamos irnos a excepción de uno, o al menos a esa conclusión llego Jhonantan.

A pesar de lo mal que se encontraban, Jhonatan decidió seguir a Francis, aunque parte de él le decía que se quedara, salvara a sus compañeros, el resto de él sabía que era muy mala idea, no quería morir en ese lugar, menos como el tributo a esa extraña criatura y su loco dueño.

No había lugar a dudas, mejor morir todos juntos por fuego alemán a abandonar a otro compañero. James comenzó a recular junto con sus compañeros para salir de aquel lugar, aunque no tenía muchas esperanzas de que pudiesen lograrlo sin que la criatura les atacase.

Marchásteis hacia atrás, reculando poco a poco mientras la criatura y Mogens os miraban pacientes; el granjero apelaba a vuestro razonamiento, y si bien razón poderosa era no hacer caso a su palabra, enseguida entendísteis que había sido una mala idea el haber querido pasar esa noche allí. Fracis, el francotirador, fue el primero en alejarse, pues era el que más reticencia tenía a las palabras de neerlandés. John Dutton había dudado instantes antes si hacer caso de lo que decía, abogar por su palabra sin ninguna garantía y poder salir de allí con vida; por otra parte, Jhonatan y James sopesaron con decisión y premura qué hacer, pero enseguida decidieron hacer caso omiso a las palabras del granjero. Por ello, todos vosotros dábais pasos hacia atrás, con las armas apuntando a Mogens y dejando el cadaver de Lew allí postrado, en el suelo.

La criatura infernal abría sus fauces que sobresalían de su cráneo y llegaban hasta el bajo vientre; esperaba órdenes de su amo, el cual seguía con las manos extendidas mientras gritaba que volviérais, mientras os suplicaba que volviérais. Él tenía vuestra salvación, según decía, pero vosotros lográsteis salir del granero de espaldas, sin quitar la vista del infernal ente. Pero éste seguía inmóvil. Finalmente salísteis al raso. La luna no se ocultaba, y era testigo directa de lo que estaba pasando. Unas luces tras vuestras espaldas os apuntaron desde la lejanía, primero discretamente y luego a conciencia: alguien os había localizado nada más salir. Oísteis el sonido de unos perros; canes de presa cuyo ladrido no estipulaba nada bueno. Acto seguido oíais gritos de personas, como órdenes en mitad de la noche: eran gritos alemanes. Una patrulla se estaba acercando, y además oíais un clamor constante, resquebrajante y motorizado: sabíais que un carro blindado los acompañaba. Unos cincuenta hombres y el carro militar se acercaban a la granja, hacia vuestra posición. Sólo Dios sabía porqué el tanque no había abierto ya fuego contra vosotros.

Delante, el granero y la criatura. Detrás, el enemigo de Europa y América.

Mogens os gritó una última vez desde el interior, instándoos a que volviérais. Instando a que soltárais las armas. Os repetía una y otra vez desde la distancia que uno de vosotros podría salvar al resto; que uno de vosotros podría hacerlo.