Partida Rol por web

9,30 de la noche Natalia se acerca a vosotros

..vaya vaya... pero si está aqui reunido mi grupo favorito... veo que las posibilidades de ocio nocturno de la isla no son de vuestro agrado y os quedais en mi hotel...

Se pone las manos en la cintura y se ajusta el delantal..

No os preocupeis, en cuanto acabe con los japoneses os deleitaré con ... la última cena..perdón la ultima cena que pienso servir en este hotel...

miro a natalia un poco divertido...que macabra te has escuchado...no te preocupes no iremos a ningun lado...estaremos aqui disfrutando de nuestro ocio

..no se preocupe señor Lodiref... como muestra de buena voluntad bajaré a la bodega y les serviré el mejor vino de mi cosecha...

mira a la mesa de los japoneses...

unmmm... aunque tengo que terminar con ellos...

¿alguien podría ayudarme a subir el vino???

yo ire...me hace falta estirarme un poco...

hago un asentimiento a mis compañeros mientras me levanto y me voy junto a Natalia...

Estupendo Sr Lodiref..por favor acompañeme...

En ese momento se acerca uno de los japoneses que se ha levantado de la mesa..

Ah se me olvidaba.. el Sr Takeshi.. me ha pedido si podía sentarse con ustedes. vivió hace años en Frozizlak y dice que le gustaría recordar...

 Tras darme una buena ducha y refrescarme, decidí bajar de nuevo, realmente sabía que abajo había "ambiente" y supongo que estaré aparentando ser demasiado viejo si huyo de todas las concentraciones de personas. En cuanto bajé de las escaleras y entré en el Salón vi que la gente estaba muy animada, incluso Natalia, esa mujer tan "peculiar" nos iba a invitar a vino, supongo que por un poco no pasaría nada, pero ir en chaqueta a estas horas era ya excederse en el formalismo.

- Creo que será mejor ponerse cómodo - dije mientras dejaba mi chaqueta en una de las sillas. - Espero no arrepentirme de beber algo esta noche, supongo que cometer una vez un pecado no te tacha de pecador - se acicalé un poco el pelo e intenté adentrarme en las conversaciones que pudiesen mantener mis compañeros, parece que el grupo japonés acababa de entrar en escena.

Tras ya tomar la decisión de quedarnos todos en el hotel, subí a mi cuarto a darme una ducha y cambiarme de ropa, que ya empezaba a tener la sensación de que se podría sostener sola, con tanto Sol y Sal marina. Me puse un bikini color turquesa estampado con flores hawaianas y encima un vestido de vuelo, de color blanco con bordados de flores pequeñas rojas. Me calcé unas sandalias de suelas de plataforma, de esas de cañamo, y me dejé el pelo suelto, algo mojado, cayendo sobre mis hombros. Metí mi libretita de notas, la pluma estilográfica, y el monedero en mi bolso de flores hippies y ta-dá! ya estaba lista para una noche de chupitos en una isla perdida del Mediterráneo.

Veo el cilindro oculto entre mis cosas. Dudo entre sí usarlo o no. Tal como estaban yendo las cosas no me parece muy prudente empeorarlas añadiendo una droga de diseño, pero tampoco quiero arriesgarme a dejar aquí la sustancia y que la robe algún majadero como Santos y la acabe usando de forma poco adecuada... Y destruirla tampoco entra en mis planes porque tampoco es una de esas cosas que puedas tirar por la fregadera de casa, porque si llegase a la red de suministro de agua sería tan irresponsable por mi parte como si la dejara en manos de un mono loco, oséase Santos de nuevo.

Suspiro con resignación. Abro el cilindro, saco el bote-probeta que hay en su interior, lo envuelvo con uno de mis pañuelos hippies de seda y lo meto dentro de mi bolso. Ya veríamos que hacia con ello, de momento me lo llevo conmigo por si acaso... Luego vuelvo a cerrar el cilindro de transporte con cuidado, abro la puerta del armario de mi cuarto y lo escondo entre mi ropa.

Tras ya tomar la decisión de quedarnos todos en el hotel, subí a mi cuarto a darme una ducha y cambiarme de ropa, que ya empezaba a tener la sensación de que se podría sostener sola, con tanto Sol y Sal marina. Me puse un bikini color turquesa estampado con flores hawaianas y encima un vestido de vuelo, de color blanco con bordados de flores pequeñas rojas. Me calcé unas sandalias de suelas de plataforma, de esas de cañamo, y me dejé el pelo suelto, algo mojado, cayendo sobre mis hombros. Metí mi libretita de notas, la pluma estilográfica, y el monedero en mi bolso de flores hippies y ta-dá! ya estaba lista para una noche de chupitos en una isla perdida del Mediterráneo.

Bajo las escaleras hacia el comedor, con calma y me siento en uno de los taburetes, esperando a que me asignen mesa para cenar...

Las cosas parecían haberse decidido. Se quedarían en el hotel esta noche, socializando un poco antes de irse a acostar. Relidaf parecía un poco más pensativo y menos jovial de lo que en realidad solía ser, podría ser derivado del cansancio o por cierto nerviosismo al faltar unas horas para decidirse un negocio importante. 

Miró al asiático que se acercaba hacia ellos. Tras lo dicho antes por la actual dueña del hotel, el caballero nipón también estaba interesado en la compra del hotel. Un hotel en una zona alejada, pero que al parecer atrae el interés de muchas personas. Mañana en la subasta se tendrían que medir y ver quien conseguirá ganar la subasta, pero lejos de eso, todos podían ser amigos.

-Bienvenido señor... Takeshi, ¿no?- le dijo al japonés indicándole una silla- Siéntese con nosotros sin complejo. Aquí todos somos amigos.