Partida Rol por web

Buscar a Kuftsos se había convertido en el objetivo principal de Ragnar. Tener una charla, difícilmente amistosa, ayudaría mucho a resolver lo que estaba sucediendo a su alrededor y de lo que no se estaban enterando. 

Por ello, se pusieron en camino en dirección a la plaza donde vieron por primera vez a aquel hombre junto a los dos hombres que ahora habían sido asesinados por éste. Al llegar allí, recordaron la vivienda donde se introdujeron y tras trazar un plan para introducirse en ella de forma sigilosa, se dieron cuenta de que estaba deshabitada. 

En el interior de la misma había algunos muebles llenos de carcoma y telarañas. Un para de jergones pulgosos y basura por el suelo. Algunas mondaduras de fruta, botellas de licor y poco más. Invirtieron un rato en registra el edificio, pero no encontraron pista alguna. Aquel lugar parecía un refugio de borrachos y vagabundos, más que una base culaquier otra cosa.

Por ello, y sin más opciones para encontrar a Kuftsos, decidieron ir camino del embarcadero.

*   *   *   *   * 

Enseguida llegaron al enorme muelle del Reik. Habían dejado atrás los dos cadáveres de los tipos que había matado aquel extraño hombre al que se habían referido como Kuftsos. Cuando pasaron por la zona en la que habían sido asesinados, todavía estaban sus tendidos sobre la adoquinada vía. Una patrulla de guardias estaba junto a ellos y un carromato tirado por dos mulas llegaba para cargar los cuerpos y transportarlos posiblemente a una fosa común en el cementerio. Los guardias cuando se percataron de la presencia del grupo les echaron de allí con la típica frase: 

"Muevan el culo, aquí no hay nada que ver"

Hacía buena temperatura pese a las fechas en las que se encontraban y muchos marineros y otras gentes locales, pasaban el rato parloteando, bebiendo o juzgando a juegos de azar, aunque ya era tarde y sin duda de tener esposa, ya debía de estar esperándoles en casa.

Aunque había centenares de embarcaciones en el muelle, pronto llegaron a la barcaza de Joseph Quartjin, ya que Alder y Chester ya conocían su paredero.. No era tampoco la más grande, pero superaba con creces el tamaño de la media y pese a que le faltaba una mano de pintura, tenía buen aspecto general y parecía confortable. 

Joseph Quartjin se encontraba en la cubierta de su barcaza vigilante y con la mirada fija en el embarcadero. En el momento en que vio acercarse a su "tripulación", rápidamente bajo la pasarla para que accedieran a la embarcación. Parecía nervioso. 

- ¡Rápido! - Les dijo. - ¡Me he enterado de que se han cargado a esos dos! ¡Se lo estaban buscando, joder! Pero ahora puede que sospechen de ustedes y no me gustaría quedarme otro vez sin tripulación! ¡Jo, jo, jo!

Ragnar enarcó una ceja y torció el gesto en todo un derroche de expresión. Se cambió el hacha de hombro y dejó hablar a Alder. A él se le daba bien hablar.

Escupió sonoramente en el suelo como resumen de lo que él opinaba de aquel asunto.

Ir a ver a Kuftsos. Sacarle la información. Si era a golpes, mejor. Fin de la historia.

El asunto del tal Kuftsos había llegado a un aparente callejón sin salida, pero el joven imperial dudaba muy mucho que aquella fuese la última vez que aquel nombre se cruzase en sus caminos.

-Que nosotros no podamos dar con él por ahora no quiere decir que él no vaya a poder dar con nosotros en el futuro, por lo que os recomiendo no bajar la guardia con respecto a este asunto...-comentó al resto algo contrariado.

LLegados al embarcadero, Alder hizo gala de su ya habitual agilidad a la hora de subir a la nave de un salto desde el pantalán, para aterrizar sobre la cubierta junto a Joseph.

-Bueno, capitán, aquí tiene su tripulación. Si mi opinión es bienvenida diría de zarpar ya mismo.

Alys estaba tan perdida que se dejó llevar por sus compañeros allá a dónde fuesen. Tampoco quería quedarse ni en la posada ni en el convento, Ragnar necesitaba... bueno, no necesitaba nada. Pero ella no quería dejarle, así de simple.

-Uhm, vamos, ¿no?

Chester no dijo nada. El cabreo se le había pasado y ya no quedaba ningún ápice del orgullo que había sacado. Conforme más hicieron por buscar a Kuftsos menos ganas tenía de encontrarse con él. Se empezaba a sentir que era un condenado a muerte esperando a que lo llevaran al patíbulo. ¿Quién rayos sería su doble?

Sin más preámbulos, Joseph se dispone a zarpar. Ragnar y Alder empujan la barcaza haciendo fuerza con unas enormes pértigas contra el dique, mientras que Alys enrolla los cabos que mantenían anclada la nave y Chester hecha algo de carbón a la caldera del barco. Joseph al timón logra virar la embarcación y ponen rumbo a la exclusa que conecta puerto fluvial con el río. 

Una vez allí Joseph paga a los empleados del puerto,la cantidad de cinco coronas de oro como derecho de acceso al canal del Weissbruck. Una vez satisfechos los impuestos imperiales, se abre la exclusa y el barco avanza lenta pero constantemente hacia el canal al ritmo de la caldera de vapor.

Y en el canal Quartjin aburre a sus nuevos tripulantes, con una detallada explicación sobre el canal que transitan. Les cuenta que dicho canal fue excavado en el año 2462 para transportar carbón de las minas de Delfgrüber. Este mide unos ocho metros de ancho y lo largo dispone de números muelles de carga y descarga. Les cuenta que la explotacion del canal está en manos de la familia Grüber de Weissbruck, quienes cargan de impuestos los diferentes tramos para navegar por éste.

Una vez amanece un precioso día con una temperatura bastante agradable, los tripulantes, sin mucho que hacer salvo ir alimentando la caldera muy de tanto en cuento, salen a la cubierta para disfrutar del sol. Todos se dan cuenta casi de inmediato de algo. ¿Todos? No... A Chester se lo tienen que enseñar y éste tarda un poco en localizar lo que todos han visto fácilmente de buenas a primeras. 

En la orilla del río, como siguiendo el barco de Joseph, se encuentran una patrulla imperial. Se trata de tres guardias de los caminos a caballo, los cuales parece inequívocamente que están siguiendo la embarcación que tripulan.

—La guardia imperial...—murmuró—. ¿Nos están siguiendo? ¿Pero por qué?

El mago miró a izquierda y derecha. No había nadie así que sí, tenía que estar siguiéndolos a ellos. El mago sintió ese molesto nudo en la garganta que se estaba convirtiendo en una constante. Aunque a este ritmo iba a acabar acostumbrándose a él.

—¿No deberíamos hablar con ellos? A fin de cuentas, nosotros no hicimos nada, es más, querían matarnos. Y no creo que podamos huir de la guardia imperial eternamente.

—¡Porque no son guardias imperiales! —dijo Ragnar, y escupió por la borda—. La guardia imperial nos habría dado el alto, como esos tipos que nos encontramos por el camino. Esos idiotas no pretenden darnos el alto. Nos están siguiendo, como los imbéciles de Altdorf.

»Deberíamos darles esquinazo. O mejor aún, partirles la cara y sacarles la información a golpes.

Alder se mesó la cada vez menos incipiente barba mientras escuchaba la opinión de Ragnar al respecto de aquellos extraños perseguidores.

-Darles esquinazo en un canal es más bien dificil... la segunda opción no me disgusta, pero antes deberíamos asegurarnos de sus intenciones, por evitarnos problemas más que nada...

Ahora prestando atención a la otra orilla, oteó el horizonte en búsqueda de una parte en la que se cupliesen bien aquellos 8 metros de anchura y que permitiese detener la embarcación sin excesivos problemas.

-Allí-dijo señalando una zona de la orilla contraria a la que seguían sus supuestos perseguidores.-Detén el barco en esa zona, Joseph, bien pegado a la orilla. Será solo un minuto.

Así podrían ver la reacción de aquel trío con la seguridad que les otorgaba el ancho del canal

Alys se quedó tomando el sol mientras los demás hablaban hasta que avistaron a los nuevos perseguidores.

-De verdad, ¿nadie va a dejarnos tranquilos? ¿Por qué nos persigue todo el mundo? -protestó con un mohín-. Yo digo que Ragnar les parta la cabeza. Cuando tengamos detrás un rastro de cadáveres, ¡dejarán de darnos la lata!

- ¿De verdad lo creéis conveniente? - Preguntó el barquero con rostro preocupado.

Todos le miraron con severidad y éste finalmente decidió virar el rumbo y acercarse a la orilla. Sin duda empezaba a arrepentirse de haber contratado a aquellos tipos a los que parecían brotar enemigos por doquier, como su tripulación. En poco menos de tres minutos, la nave de Quartjin estaba fondeada junto a la orilla y la patrulla descabalgó y se acercó a ésta.

- Muy buenos días. - Dijo uno de los vigilantes, el que más se acercó al grupo. - Rob d'Itea, a su servicio. - Se presentó. - Sólo advertirles de que hemos detectado mucha actividad de forajidos y bandoleros últimamente en esta zona. - Les miró de arriba abajo. - ¿Vienen de Altdorf? - Les preguntó. - ¿Cual es su destino? Y... ¿Motivo del viaje? ¿Mercadería? - Muchas preguntas si realmente lo único que quería era advertir de la presencia de peligros en el canal.

-Buenos días tengan-devolvió el saludo acompañado de una amplia sonrisa.

Negó con la cabeza ante la advertencia de aquel guardia -Mal asunto. Ya ni los caminos imperiales son seguros. Y suerte de ustedes, que si no... puso una mueca de disgusto ante las noticias agoreras.

-De Altdorf venimos y a Bogenhafen vamos. El Shaffenfest, como ya supondrán- Se encogió de hombros y alargó la mano.

- Y respecto al motivo, transportamos vino. Si me acercan sus odres se los relleno un poco, que bien merecido se lo tienen. Poca gente muestra el respeto debido a la autoridad, en estos funestos días...-volvió a negar con la cabeza y envió una mirada hacia Joseph acompañada de  un movimiento de cabeza, indicándole que pusiese un poco de vino en las cantimploras.

- ¡Oh, muy amable! - Exclamó aquel hombre agradecido. - Muy agradecido ciertamente. ¡Lo tendremos en cuenta, vaya que si! - Soltó una risiotada. - Compañeros, nos marchamos. - Le dijo a los otros dos jinetes. - ¡Tengan muy bien día! - Se despidió. 

Así fue como, tras llenar sus odres del buen vino de Joseph, los tres vigilantes de los caminos se alejaron del.ñ río desapareciendo de su vista tan rápido como habían llegado.

—¿Nos explicas qué ha pasado?—le preguntó Chester a Alder contrariado después de que se marchara la guardia— Porque has hecho todo lo contrario a lo que habíamos dicho.

La verdad era que a base de estar constantemente en peligro, el mago empezaba a forjar su carácter.

Alder se despidió de los guardias con una amplia sonrisa, antes de prestar atención a los miembros del grupo.

Chester, visiblemente airado, le pidió explicaciones.

-Bueno. Para desgracia mía no conozco todas las millas de ríos del vasto Imperio y desconocía que el bueno de Joseph se iría a parar junto a un vado por el que nuestros amigos los guardias de camino iban a poder cruzar para colocarse junto al barco-se encogió de hombros, exagerando su expresión.

-Por otro lado, me apuesto el dedo meñique a que esos dos hombres eran dos guardias en vigilancia rutinaria. Y cuando eres un guardia de camino el aburrimiento puede hacer que le busques tres pies al gato en una embarcación como la nuestra simplemente por pasar el rato. Y si se hubiese dado la lamentable casualidad de que nos hubiesen registrado, a mi me habrían encontrado un tatuaje arrancado  en piel humana de una secta del Caos, y a ti los documentos de sucesión y eso habría llevado a preguntas incómodas y a situaciones tensas. En cambio si uno sabe tratar con los servidores públicos, una sonrisa a tiempo y un odre de vino ofrecido con educación te ahorra bastantes trámites.

Sorrió a su compañero y le dió una palmada al hombro

-¡Y ese carácter que empiezas a mostrar es el que yo quiero ver,Ches!

Las dos siguientes jornadas pasaron sin incidentes. No había demasiado tráfico de embarcaciones en aquel canal y cuando dos de ellas se cruzaban normalmente no tenían que maniobrar demasiado, aunque si que en par de ocasiones, en zonas del canal algo más estrechas, tuvieron algún que otro problema y era precisamente en esos momentos en los que Quartjin requería mas ayuda de su tripulación para medir distancias y sobrepasar la otra nave sin recibir daño alguno en el casco.

Abordo del Lauretta aprendieron a soportar la desmedida alegría de su patrón, sus historias interminables sobre viajes por los canales y contraventa de licores e incluso sus bromas. Al fin y al cabo aquel beodo barquero no era mal hombre. Además, les estaba proporcionando un pasaje gratuito a Bögenhaffen y además les estaba pagando por el escaso trabajo que les mandaba realizar. No era un patrón demasiado exigente y por si fuera poco, les estaba dando de comer y sobre todo de beber de forma abundante.

Se volvieron a cruzar con los vigilantes de los caminos, pues los dos seguían el mismo trayecto hacia Weissbruck, una pequeña población costera que daba nombre al canal y que era parada obligada en el trayecto a Bögenhaffen. Ellos iban más rápido a caballo, pero pasaban mucho tiempo descansando y ellos no se detenían nunca, salvo algunas horas por la noche en las que amarraban en un lugar en el que no molestaran demasiado. Por ello, se cruzaron en tres o cuatro ocasiones durante aquellos días y cada vez que lo hacían se saludaron de forma mutuamente aunque sin pararse a charlar.

Fue al amanecer del tercer día, poco después de reemprender la marcha, cuando escucharon gritos a babor, en la orilla del canal. Todos corrieron a proa para ver que era lo que estaba sucediendo y pronto vieron como los vigilantes de caminos estaban en apuros. Sin duda habían pernoctado en aquella zona, pues todavía había restos de una hoguera aún humeante. Las monturas no se encontraban por ningún sitio, quizás habían huido asustadas, pues mientras recogían el campamento se vieron sorprendidos por unos asaltantes.

Sin duda se trataba de tres criaturas marcadas por el caos. Dos de ellos, presentaban rostro, extremidades y en general toda zona descubierta de ropa, ampollada y con unos extraños apéndices bulbosos que les desfiguraban horriblemente. Uno de ellos además, era de gran tamaño, cercano a los tres metros como poco. Un tercer mutante era un hombre jorobado, con una gran caja torácica y con cuartos traseros caprinos. El cuarto, un joven de cabellos rubios, tenía toda su piel terriblemente escamada. Los cuatro acababan de rodear a los vigilantes y habían iniciado un combate.