Partida Rol por web

—Seres del caos —gruñó Ragnar por lo bajo, como el rugido amenazador de una fiera—. Bajemos a la orilla y matémoslos a todos.

Alder entornó los ojos y suspiró, antes de saltar por la borda para dirigirse al combate

Chester se agarró con las manos a la borda para evitar caerse al suelo. Una vez más esas inmundas bestias. Y seguro que era a él a quién le perseguían. Sin embargo, pasada la impresión inicial el mago se unió al avance de sus compañeros. Además, esta vez podría usar a salvo sus conjuros.

—Ragnar, dame unos segundos antes de lanzarte a por ellos—dijo con convicción.

-¿Estamos seguros de poder con todos ellos? -murmuró la sacerdotisa, preocupada.

- ¿Vais a saltar a tierra firme? - Preguntó extrañado el barquero. - ¡Son mutantes del caos! - Exclamó, como si ninguno de ellos se hubiera percatado de tal evidencia. Las miradas de sus cuatro empleados le bastaron para confirmar que eso precisamente pensaban hacer, saltar a tierra firme para limpiar el caos del mundo. - Está bien, acercaré el bote lo más posible a la orilla. 

Aquellos pobres guardias de camino estaban en una situación bastante precaria y nada les aseguraba salir vivos de aquel encuentro. Ni siquiera la afortunada llegada de su grupo, pero sin duda había elevado sus probabilidades de supervivencia de forma exponencial.

Nada más saltar de la borda de la embarcación, Alder se puso en marcha hacia el combate. Demasiado lejos para llegar de primeras, pero donde no llegaba su cuchillo podían llegar los virotes de su ballesta, la cual ya estaba en su mano antes de salar al agua.

Como una exalación sus pies chapotearon por el agua que apenas cubría, alzó su arma y disparó en dirección al mutante pustuloso que tenía más cerca. Durante un momento pensó en atacar a la mole de músculos, pero siempre había sido de la opinión de ocuparse primero de los estorbos y dejar los asuntos serios para el final.

Nada más disparar, sin ni si quiera asegurarse que había dado en el blanco, dejó care su ballesta y desenvainó sus armas.

El virote que salió de la ballesta de Alder se clavó en el cuello de aquel ser horriblemente deformado. Cayó al suelo con las manos en el cuello y rápidamente comenzó a desangrarse. Un hilo de sangre salía con mucha presión con cada bombeo de su corazón, pues le había alcanzado una arteria.

Los vigilantes por su parte, lanzaban espadazos a diestro y siniestro sin demasiado éxito. Tan solo uno de ellos logró rozar a uno de los seres del caos. El hombre escamoso del cabello rubio recibió un leve corte en el brazo, mientras que el jorobado y el el mutante de gran tamaño, consiguieron evitar que el filo de los vigilantes, se clavara en su piel.

Chester estaba preparado para algo así, pero se preguntaba si Ragnar lo estaría.

—¡Giganto boranto stelleos kondo!

La sacerdotisa rodeó con las manos su símbolo sagrado para rezar una plegaria.

-Madre piadosa, protege a los míos para salir victoriosos contra el mal del Caos.

Ragnar creció bajo el influjo del hechizo de Chester hasta hacer zozobrar la barca. El bárbaro bajó de la embarcación de un salto y se fue derecho al ser caótico más grande que había allí. Se dejó llevar por la ira de Ragnar y lanzó un golpe de arriba a abajo. El filo se enterró en la arena, bastante lejos de la criatura bulbosa.

Aquel ser de piel escamosa, lanzó dos golpetazos contra Rob D'Itea. El primero casi le cogió por sorpresa, pero el segundo lo detuvo con su escudo con bastante facilidad. Fue en ese momento, cuando Ragnar que estaba más cerca que el resto de aquel mutante, se fijó en que, bajo cada una de aquellas aparentes escamas, se hallaba un ojo. ¡No se trataba de escamas, sino de párpados dispersos por todo el rostro de aquel mutante! ¡Debía tener cientos de ojos!

El enorme y bulboso mutante, trató de golpear a uno de los guardias que tenía delante. Su primer golpetazo impactó directamente sobre el casco del guardia partiéndolo por la mitad y sólo dicha protección le salvó la vida y no obstante, quedó terriblemente mermado y aturdido. El gigantón trató entonces de volver a golpear al guardia, pero en esta ocasión, intervino la divina providencia para que no acabara por arrancarle la cabeza de un golpe.

El jorobado, que era el único de los mutantes que iba armado, lanzó un poderoso espadazo contra el tercer vigilante y aunque éste trató de bloquearlo con su propia espada, no fue lo suficientemente rápido y hábil para ello y acabó por recibir un tajo en el costado bastante preocupante.

Toda la inercia que llevaba Alder se paró en seco en cuanto vió como su virote se clavaba de forma letal en el objetivo.

Los hombros se le hundieron de decepción, puesto que su plan de actuación se había ido al traste de golpe.

Su intención era la de herir al mutante con la ballesta para luego ir a rematarlo con su espada o daga. El matarlo de un solo disparo le era contraproducente, puesto que, ¿Que le quedaba ahora...?  Lanzarse contra la mole de músculos o tratar de eliminar a los estorbos más pequeños antes.

Resoplando y con los brazos en jarra, se deslizó por la sombra del arbol cercano a la criatura, dejando al guarda de camino a si derecha y situándose en una posición ventajosa para atacar al jorobado, pero a tiro de golpe del gigantón

Alder se movió rápido entre las líneas enemigas para buscar una mejor posición y así poder ganar una mejor posición táctica. Mientras tanto, los vigilantes se esforzaban en acabar con sus adversarios. Rob conectó un fuerte golpe contra el jorobado y casi le arrancó un brazo, mientras que el guardia que peleaba contra el ser escamoso, logró herirle de nuevo de forma leve antes de caer inconsciente al suelo por la pérdida de sangre.

Alys se movió por el barco sin saber muy bien qué podía hacer. De modo que cogió la ballesta que guardaba en la mochila y puso un virote en ella, esperando encontrar el mejor objetivo al que tirar.

Chester no quería bajarse del barco, pero si quería ser útil no le quedaba otra que bajarse del mismo. De un ágil salto, el mago pasó la borda y se dirigió hacia la orilla mientras recitaba un conjuro.

—¡Aktana strok graseo bural!

Ragnar volvió a fallar.

El mutante escamoso cayó al suelo por el efecto de la grasa bajo sus pies. A gatas salió de la zona afectada y acto seguido se puso en pie listo para seguir peleando. No obstante, había perdido unos instantes perfectos para seguir atacando a los vigilantes y sus nuevos aliados venidos del río.

El mutante gigante con extrañas bulbosidades en el rostro y el resto del cuerpo, cayó al suelo resbalando con la grasa que había aparecido por arte de magia bajo sus pies. Muerto de rabia lanzó dos torpes golpetazos a diestro y siniestro. Uno contra uno de los guardias y el segundo contra Ragnar, quién no se encontraba en su mejor estado de forma. El viaje en barco debía haberle mareado.