Partida Rol por web

El jorobado atacó de nuevo con su espada, pero falló, el guardia interpuso su arma entre medias evitando de nuevo el ataque. 

- ¡Aaaaaaarghh! - Gritó con furia el jorobado. Estaban siendo vapuleados y lo sabía.

- ¡Dispara Alys, dispara! - Le ordenó Joseph a la herbolaria. - ¡No te quedes parada! - Exclamó.

Acto seguido el mismo corrió hacia la proa del barco con una ballesta lista para disparar y una vez allí apunto hacia el mutante escamoso y disparó. El virote le rozó el muslo abriendo una herida y estrellándose contra un árbol.

La herbolaria solo era eso, una herbolaria, de modo que el virote salio disparado hacia el mar.

Alder se armó con sus dos filos y se afanó en encarar al mutante jorobado que parecía no estar teniendo el mejor de sus días a juzgar por su expresión.

Aprovechando que se encontraba enfrascado en su combate con el guarda, el joven imperial logró escabullir su espada corta entre las defensas del ser del Caos y, si bien logró dirigir el filo hacia un punto vital, la falta de fuerza del humano evitó que la hoja se adentrase en la carne más que de forma superficial, consiguiendo que Alder chasquease con la lengua por haber desperdiciado un ataque tan bien dirigido.

-¡Vaya mierda, hombre!-se quejó en alto, haciendo gala de su disgusto en voz alta.

Empezaba a ser hora de cambiar su enfoque en cuanto a la manera de desarrollar sus ataques... Ya habría tiempo de pensar en ello si lograban superar aquella escaramuza.

Mientras uno de los vigilantes se desangraba en el suelo debatiéndose entre la vida y la muerte, Rob y el otro guardia de los caminos lanzaron sendos ataques hacia sus enemigos. No lograron impactar contra sus adversarios, pero no por ello se rendirían.

- ¡Por Sigmar y por el Imperio, no desfallezcáis! - Alzó la voz Rob, el líder de los vigilantes.

Alys cargó de nuevo la ballesta. Que no se dijera que no lo intentaba.

Sin más magia que utilizar, Chester hizo lo unico que podía hacer, coger su ballesta y disparar. Pero no había que llevarse a engaños, el mago no era un tirador ni nada que se le pareciera.

Ragnar volvió a fallar.

El mutante escamoso dio un rodeo para flanquear a uno de los vigilantes y le propinó un fuerte golpetazo que le derribó. El pobre diablo quedó inconsciente en el suelo y agonizando. El ser del caos gruñó feliz por haber dejado fuera de combate a otro de los soldados imperiales.

- ¡Por Khorne! - Gritó en contrapartida al grito de Rob.

Mientras tanto, el gigantón gemía en el suelo incapaz de ponerse en pie y pateaba y lanzaba puñetazos sin ton ni son. Mucha suerte había tenido hasta el momento de que el desafortunado Ragnar estuviera pensando más en volver a hundir su espada en un lugar cálido que en matar seres del caos...

El jorobado volvió a intentar partir por la mirad a Alder con su espada. El pícaro jovenzuelo puedo detener el ataque con un gran movimiento de esgrima. 

- ¡Maldición! - Gritó el mutante del caos. - ¿Por qué me abandonas ahora? - Alzó la voz.

Jospeh por su parte volvió a cargar su ballesta y cuando fue a disparar, la cuerda de destensó sin que el virote saliera disparado.

- ¡Recórcholis! - Exclamó. - ¿Qué ha sucedido?

El virote salió volando bastante lejos del objetivo. Alys empezó a llorar.

Pese a estar inmerso en el combate, el joven pícaro estaba acostumbrado a ir barriendo con la mirada el resto del combate para ir recabando información del resto de los combates, para poder obrar en consecuencia.

Por un lado tenía a un Ragnar gigantesco resbalando una y otra vez sobre el lecho del río, mojándose las posaderas como máximo mérito de combate hasta el momento. Por el otro, el resto del grupo se había atrincherado en la zona segura y soltaba una salva de virotes sobre el combate sin demasiada fortuna.

Los guardias del camino también estaban siendo superados por la situación y en un abrir y cerrar de ojos la superioridad numérica en el cuerpo a cuerpo por parte de los mutantes iba a ponerle en un serio aprieto.

Su intención era la de seguir ocupándose de los "pequeños" mientras el resto se ocupaba del grande, pero que nadie estuviese aprovechándose de la indefensión del bulboso le dolió tanto, que en un arrebato de indignación se giró, coló su espada corta entre los manotazos del mutante y lo golpeóp con fuerza, dibujando una superficial línea de color rojo sangre sobre la piel. Estaba claro que tratar de golpear con fuerza era bastante inutil para él, debía empezar a probar otras cosas.

-¡Nada, que no hay manera!-refunfuñó

Mientras Alys lloraba y los guardias se desangraban, Ron logró al fin hincar su espada en la pierna del mutante bulboso que resbalaba sobre el charco de grasa. Por desgracia, el daño que logró asestarle no fue demasiado.

Chester volvió a disparar y volvió a fallar.

Alys se enjuagó las lágrimas, apuntó y volvió a fallar. Lloró un poco más y cargó otro virote.

El bárbaro dejó de manquear, pero por poco. No las tenía todas consigo.

El mutante escamoso se planteó unos instantes la opción de salir corriendo y dejar atrás el combate. Hubiera sido lo lógico viendo como los enemigos les superaban en número y como el enorme mutante bulboso acababa de caer, pero la corrupción del caos que había nublado su mente, le impidió en el último instante el hecho de pensar con claridad y sólo se rigió por un sentimiento irrefrenable de ira asesina.

Avanzó con determinación hacia Alder y una vez  su lado, le dio un poderoso manotazo en el rostro. El golpe fue terrible y casi le tiró al suelo, pero finalmente pudo mantener la verticalidad y seguir peleando, aunque él en su fuero interno, sabía que otro golpetazo como aquel, cuanto menos le iba a dejar del todo inconsciente.

Fue entonces cuando el jorobado sorprendió de nuevo al hasta el momento, afortunado pícaro. Un espadazo se incrustó en su costado. El dolor fue terrible y la idea de morir allí mismo en manos de aquellos seres del caos, fue terrible. Sin duda, una vez muerto o inconsciente, se lo empezarían a comer y pocas horas después sólo quedaría de él una masa informe de carne e interioridades esparcidas, que serían pasto de los carroñeros, aves e insectos.