Partida Rol por web

El foso del diablo

Escena 10. Desolación

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05/12/2020, 15:20
Alfred Lean

Cogí tembloroso el arma del policía que estaba tirada en el suelo y miré a mi alrededor. Solo veía la oficina dentro de aquel almacén que destacara un poco. Allí debían tener a Eleanor. No iba a marcharme de allí sin ella. Con perder a dos de las compañeras tenía suficiente, así que no dejaría en la estacada a Eleanor.

No sabía como funcionaban aquellos trastos muy bien, pero miré si el armaa estaba cargada y si tenía el seguro quitado y me acerqué sigilosamente a la oficina para intentar ver si había alguien en el interior. Utilicé la oscuridad para intentar no ser visto.

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05/12/2020, 15:59
Eleanor Harris

He visto cómo tus compañeros golpeaban con inquina a Alfred después de pedirles que no le hicieran nada.- Saber que "no le harían nada" no le servía ya que había visto demasiado como para confiar en ellos, eso sin contar que él mismo la había golpeado.- Sólo pido caminar sin parecer una rehén.- Entendía la desconfianza que también tendrían sobre ella, al fin y al cabo ya había intentado escapar, pero no quería dejar de intentarlo.

- Tiradas (1)

Motivo: Persuasion

Tirada: 1d100

Dificultad: 35-

Resultado: 65(+15)=80 (Fracaso) [65]

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09/12/2020, 16:41
Narrador

Con las manos temblorosas, Alfred coloca la pistola bajo la luz de la lámpara y la inspecciona. Sus conocimientos armamentísticos son escasos, pero cree poder afirmar que el seguro del arma está quitado. Así mismo, aunque sea incapaz de saber exactamente la cantidad, intuye que hay balas en el cargador.

Tras la inspección y procurando no hacer ruido, el hombre se guarda la pistola en el bolsillo y se adentra en la oscuridad del almacén en dirección a la oficina. Una vez allí, sólo encuentra un despacho vacío con la luces apagadas. A tientas, busca el flexo del escritorio para poder registrar la habitación y encontrar alguna pista que le ayude a dar con Eleanor. No obstante, cuando al fin da con el interruptor y se dispone a apretarlo, un ruido procedente del almacén lo pone en alerta.

Notas de juego

Si quieres pasar inadvertido, necesito que hagas una tirada de Discreción.

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09/12/2020, 16:42
Narrador

Haciendo caso omiso a la petición, el tipo zarandea a Eleanor por el brazo y aprieta el paso.

— ¡Calla y anda, coño!

Al no contar con la luz proporcionada por el candil, avanzar sin tropezar por la galería de roca se convierte en algo puramente intuitivo. No obstante, la tarea se ve facilitada por una claridad que paulatinamente se vislumbra al final de la caverna. Así mismo, a medida que se aproximan al fondo de la gruta, Eleanor es capaz de percibir el reconocible rumor de las olas del mar y, a cada paso dado, la sensación amortiguada y crujiente de la arena bajo los pies.

Finalmente, la escritora y su centinela alcanzan una cámara natural iluminada por una gran cantidad de velas y candelabros dispuestos en los salientes de las rocas más prominentes. El resplandor, pese a ser contundente, no es capaz de alcanzar el alto techo de la gruta, cuya negrura parece que se extienda hasta el infinito. No obstante, la luz es suficiente para desvelar ante los ojos sobresaltados de la escritora lo que allí acontece.

Eleanor es conducida a través de la cámara hacia el fondo de la misma, donde una veintena de individuos vestidos con túnicas semejantes a la que llevaba el capitán Baird aguardan en silencio. Sus rostros, ocultos por la pesada tela de sus capuchas, parecen tener la mirada fijada en el suelo y ni siquiera la presencia de la mujer es capaz de sacarlos de su profundo trance.

Ante ellos, una poza alargada de agua oscura y mansa y de más de tres metros de ancho los separa de un rudimentario altar formado por rocas irregulares y decorado por conchas y trozos de coral. Tras este, los restos putrefactos de animales marinos de considerable tamaño lucen colgados de las paredes como horrendas y nauseabundas ofrendas. Y en medio, entre esqueletos  y vísceras, esculpido en la roca como obra de un enloquecido ser del neolítico, la demencial forma en bajo relieve de un monstruoso ser octopoide preside la ceremonia.

La blasfema escena hace que la escritora se sienta desfallecer, justo en el momento en que su captor la conduce a través de la congregación y la coloca al borde del agua, donde prende sus muñecas a una pesada cadena cuyo extremo se pierde en la profundidad oscura de la poza.

Notas de juego

Necesito que hagas una tirada de Descubrir.

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10/12/2020, 09:12
Eleanor Harris

Ante el zarandeo la escritora intentó cubrirse pensando que llegaría un nuevo golpe, aunque para su sorpresa sólo era un aviso de paciencia agotada que, por su bien, no debía seguir sobrepasando. Igualmente tuvo que morderse la lengua para no seguir charlando con aquél hombre, intentando convencerlo con todas las opciones posibles de que la soltara, aunque al cambiar el sonido amortiguado de las pisadas por el seco de la arena supo que había llegado.

Siguió intentando retroceder sin éxito, sobre todo cuando vio a tantas personas ocultando sus rostros bajo capuchas. Más devotos de lo que fuera ese Hierofante, más testigos de lo que fuera a acontecer y teniéndola a ella como víctima o sacrificio, sin importarle que fuera una vida humana que iban a arrebatar de una forma u otra. Aun así, no se atrevió a articular sonido alguno, ¿para qué? Ni siquiera la presencia de ellos a la cámara hizo que se inmutaran, sabía que de nada serviría pedir ayuda. Ya era demasiado tarde.

Sólo cuando ataron sus muñecas con cadenas sintió el verdadero miedo, el de tener que enfrentarte cara a cara con lo desconocido mientras tus piernas te gritaban que huyeras. Intentó dar tirones a las cadenas, haciéndose daño en las muñecas con tal de alejarse de esa poza, no queriendo saber qué vendría a continuación.

- Tiradas (1)

Motivo: Descubrir

Tirada: 1d100

Dificultad: 65-

Resultado: 16 (Exito) [16]

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10/12/2020, 09:43
Alfred Lean

Instintivamente me agaché detrás de la mesa intentando no ser visto por quien había entrado en el almacén. Si venían hacia aquí estaba perdido ya que no tenía forma de huir. Cogí el arma con la mano derecha y me quedé en silencio con la esperanza de que no entraran.

La mano me temblaba y dudaba que pudiera acertar a quien entrara si hubiera que hacerlo. Notaba mi respiración como si fuera la locomotora de un tren y me daba la impresión de que retumbaba en todo el almacén.

Que no entren, que no entren. - me repetía en mi cabeza.

- Tiradas (1)

Motivo: Discrecion

Tirada: 1d100

Dificultad: 60-

Resultado: 71 (Fracaso) [71]

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11/12/2020, 12:09
Narrador

Alertado por el ruido, Alfred se acuclilla rápidamente tras el escritorio. No obstante, el nerviosismo hace que, al ocultarse, empuje un cubilete repleto de lápices y este, después de rodar por toda la mesa, acabe precipitándose contra el suelo. Aunque la moqueta del despacho sea capaz de absorber parte del ruido, el silencio reinante es tan absoluto que el impacto se antoja más que evidente, delatando de esta manera la presencia del crítico de arte.

Pasados escasos minutos, la puerta del despacho se abre y, amparado en la penumbra, alguien susurra amenazante.

— ¿Quién anda ahí? ¡Salga con las manos en alto!

A Alfred le da un vuelco el corazón cuando reconoce al otro lado de la habitación la contundente voz del inspector Sutherland.

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11/12/2020, 12:14
Alfred Lean

Era el comisario. Seguramente podría confiar en él, ya que los demás policías le tildaron de cobarde cuando nos atraparon a mi y a Eleanor. No tenía claro tampoco que pudiera confiar en él, pero le habían descubierto, así que me la jugaría.

Soy yo, comisario. Alfred Lean. Nos atraparon unos policías y nos encerraron aquí a Eleanor y a mi. Pretendían matarnos. ¿Qué hace usted aquí? ¿Cómo nos ha encontrado?

Sostuve la pistola dispuesto a defenderme si fuera necesario.

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11/12/2020, 14:22
Narrador

Viendo su vida cada vez más comprometida, Eleanor tira de sus ataduras con todas las fuerzas que le quedan, consiguiendo únicamente que el hierro oxidado le lacere la piel. Con determinación, decidida a soltar la cadena de su punto de anclaje oculto en la profundidad de la poza, se asoma al agua y agarra los eslabones más cercanos a esta.

En la última intentona, que resulta igual de infructuosa que las anteriores, algo llama la atención de la escritora. El agua de la poza está calmada únicamente en una zona curiosamente acotada, la más resguardada en las sombras. Extrañamente, el resto de la superficie acuosa se ve afectada por un leve fluctuar que indica una corriente provocada probablemente por el oleaje que, desde hace un buen rato, la mujer percibe proveniente más allá de la gruesa roca de la caverna.

De repente, una tensión en el ambiente parece desencadenarse y, aunque los encapuchados sigan sin pronunciar palabra, es más que evidente que algo les acaba de perturbar. Alertada, Eleanor levanta el rostro y mira alrededor. Surgidos de una oscura hendidura de la roca situada a pocos metros del blasfemo altar, dos encapuchados semejantes en apariencia a los que aguardan en silencio custodian el caminar de una figura de aspecto estremecedor.

De constitución recia y considerable altura, una figura humana embozada en una pesada túnica de un profundo azul marino camina con paso decidido hasta el altar. El exquisito ribeteado que lucen las mangas y la capucha de la prenda, de un vivo color turquesa, hace resaltar la vestimenta respecto al conjunto de andrajosos mantos que viste el resto de la congregación. Una manos grandes y poderosas, enfundadas en unos finos guantes de seda negra, asoman tras la exquisita tela y se posan contundentes sobre el altar, anunciando así el discurso que no va a tardar en producirse. Es en ese momento, al alzar el rostro y quedar abierta la capucha, cuando el ser desvela su terrorífico rostro. La tez arrugada de un anciano de rasgos grotescos y rictus imperturbable asoma tras los pliegues del lujoso tejido. Eleanor no puede evitar estremecerse cuando el individuo, con voz antinaturalmente atronadora, hace retumbar la caverna.

— Iä, iä, Cthulhu fhtagn

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15/12/2020, 10:13
Eleanor Harris

Ya ni siquiera la lógica la ayudaba a calmarse puesto que aquello era inexplicable, ya no sólo las sensaciones que notaba en su ser sino lo que acontecía o lo que veía. Cansada, acabó clavando las rodillas en el suelo no por sumisión, sino para tener un punto de anclaje más fuerte del que tirar a medida que las personas entraban y esa anciana y grotesca figura pronunciaba palabras en un idioma que no entendía.

¡Parad ya! ¡Soltadme! – Volvió a gritar por inercia, queriendo que aquella tortura psicológica acabara de una vez.

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15/12/2020, 19:53
Martin Sutherland

La luz de una linterna ilumina el gesto tembloroso de un Alfred tembloroso y medio acuclillado detrás del escritorio. Desde la puerta, con cara de profundo alivio, el inspector Sutherland guarda su pistola en la funda sobaquera que lleva atada bajo su pesado abrigo y se aproxima al crítico de arte.

— Gracias al cielo siguen con vida — el hombre ayuda a Alfred a incorporarse con preocupación en los ojos al ver las múltiples contusiones que presenta —. Vamos, amigo, salgamos de aquí. ¿Se encuentra bien?

No obstante, el tono indulgente de las palabras del policía no tarda en quedar sustituido por el deje duro y recriminatorio que Sutherland usó con los investigadores en su último encuentro.

— ¡¿Acaso no leyeron mi nota?! Les dije que no acudieran a la policía. Que era peligroso. Pero veo que, de nuevo, han pecado de desobedientes y temerarios — pese a que intente mantener la calma, el temperamento del agente hace que acabe alzando ligeramente la voz—. En qué hora decidí aceptar su colaboración en el caso. ¡En qué hora!

Consciente de que en cualquier momento alguien puede detectarlos, Sutherland hace un gesto a Alfred y ambos se disponen a abandonar el despacho. Justo antes de salir, el agente apaga la linterna y, con un nuevo movimiento de la mano, indica al amigo de Edward que se mantenga quieto y guarde silencio. Pasados unos segundos, el inspector reinicia la conversación sin dejar de observar alertado el oscuro almacén desde el quicio de la puerta.

— Aunque, para ser totalmente franco, debo decir que su ayuda, al fin y al cabo, ha resultado ser de mucha utilidad. ¿Recuerda el libro de cuentas que encontró aquí? Sinceramente, no tenía muchas esperanzas de hallar nada de interés en él — cauteloso, Sutherland da un par de pasos y cruza la puerta del despacho hacia el exterior —. No entendía cómo las ligeras irregularidades contables de un modesto negocio de destripadores de pescado podían arrojar algo de luz en la desaparición del señor Drake, aunque la empresa fuera de su propiedad, pero, pese a mis reticencias, decidí echarle un ojo. Y encontré algo.

Los hombres avanzan por la oscuridad del almacén a pasos cortos e interrumpiendo su avance al más mínimo ruido sospechoso.

— Me llamó la atención que, desde hace varios años, Puerto Llano guardara una recurrente relación comercial con un decadente club de striptease de Dundee, una ciudad costera situada a más de una hora de camino de Aberdeen. Por mucho que le diera vueltas, era incapaz de imaginarme en qué podría radicar un interés tan pronunciado entre dos empresas con actividades comerciales, a simple vista, tan dispares.

El inspector se coloca tras unas cajas y aguarda unos segundos antes de, una vez verificado el perímetro, continuar hablando.

— En el libro de cuentas no quedaba clara la naturaleza de los intercambios, pero estos eran, como ya he dicho, sospechosamente frecuentes, de importes irregulares y siempre del Lickety Splitz, que era como se llamaba el club de striptease, hacia la planta procesadora. Oliéndome una más que evidente trama de blanqueo de capital, decidí telefonear a un colega de la oficina de policía de Dundee. Tras mucho hablar, conseguí que este reconociera que había una investigación policial en curso, pero se negó a entrar en detalles por teléfono, así que no tuve más remedio que trasladarme a Dundee.

Alfred atiende atónito a la explicación del agente mientras le sigue de cerca, temeroso a dar un traspiés y alertar a los hombres de Rowland.

— Mi contacto me confesó que un grupo de la policía estaba investigando en secreto al propietario del club, un tal Justin Howell, por delitos de trata de blancas y tráfico de alcohol y opiáceos. Se sospechaba que parte del dinero que conseguía era enviado a Puerto Llano para ser blanqueado. Vamos, todo muy turbio, pero nada nuevo que un servidor no haya visto a estas alturas.

Por un momento, la voz de Sutherland parece temblar compungida

— Aunque había más. Tardé un par de horas en convencer a mi colega de la honestidad de mis intenciones para que, al final, me confesara que, además de cubil de maleantes, el Lickety Splitz era utilizado como punto de encuentro de una macabra sociedad secreta. Curiosamente, a diferencia de muchos otros grupos sectarios de semejante índole, estos no basaban su discurso en superchería satánica, sino en la adoración de unas extrañas criaturas marinas con las que, según su doctrina, se encontraban emparentados. Por lo visto, la influencia del culto era tal que había llegado a enraizar en las bases de la misma comisaría de Dundee, cosa que obligaba a ser taimados a la hora de montar la operación que debía desarticularlo.

El inspector se detiene nuevamente, pero en esta ocasión no es para otear el terreno. Cierto atisbo de decaimiento puede vislumbrarse en su arrugado rostro.

— No tardé en sospechar que en la comisaría de Aberdeen algo no iba bien. Los informes sobre la desaparición de su amigo y la muerte de su padre, Mortimer Drake, desaparecieron misteriosamente del archivo, así como el libro de cuentas de Puertollano. Nadie ajeno al edificio pudo entrar en él sin levantar recelos y hacerse con estos informes. Por eso, a raíz de lo sucedido y de lo relatado por mi colega, creí tener la certeza de que la corrupción también había anidado entre mis compañeros. Y ahora que le escucho, Alfred, doy por buenas las peores de mis sospechas — a estas alturas, el rostro de Sutherland es una mezcla de vergüenza y arrepentimiento —. Por ello, les escribí aquella nota de aviso. Hubiera preferido alertarles de viva voz, pero debía desplazarme a Dundee cuanto antes y sin alertar a nadie.

Meditabundo y sin moverse, el hombre sigue relatando lo acontecido.

— Cuando regresé a Aberdeen, hace unas horas, fui directo al hostal en el que se hospedan para asegurarme de que estaban a salvo. Al no encontrarles allí, alarmado, acudí a la comisaría con la intención de encontrar algo que me ayudara a dar con ustedes. Sin ánimo de confiar en la palabra de nadie, se me ocurrió revisar yo mismo los mensajes recibidos en centralita y, por fortuna, allí encontré la llamada de un tal capitán Amundsen sobre la recogida de dos náufragos en alta mar: una mujer y un hombre, de nombres Eleanor y Alfred. Al ver que el aviso era de hacía más de un par de horas y que en comisaría no había rastro ni de ustedes ni de los agentes que fueron a recogerles, decidí venir a Puertollano a echar un ojo. Cuando he encontrado aparcado en la puerta un coche de policía me he temido lo peor.

De repente, el rostro del inspector se contrae ligeramente, como si con ello pretendiera disipar las contrariedades vividas, y vuelve a ponerse a marcha con renovada determinación.

— Está claro que la policía de Aberdeen debe tomar cartas en el asunto. Y aunque siga sin ver de qué manera está relacionado todo esto con la desaparición del señor Drake, estoy seguro que si seguimos tirando del hilo encontraremos algo.

Tras dar unos pasos, Sutherland se vuelve y mira Alfred con expresión interrogativa.

— Y bien, ¿dónde está el resto? ¿Y sus amigas? Por dónde cree que se han llevado a la señora Harris.

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15/12/2020, 19:57
El Hierofante

Al unísono, la congregación responde al mensaje impío del que parece ser su líder con el mismo sonido gutural y, cuando el eco de las palabras todavía retumba en las paredes de roca, el grito de auxilio de Eleanor se une a la reverberación.

Gritar cuesta a la escritora un sonoro bofetón por parte del tipo que la ha arrastrado hasta allí, que, tras la agresión y con la evidente intención de someterla, la agarra de la nuca y la fuerza a bajar la cabeza hasta tocar el suelo. Esto hace que la imponente figura embozada dirija su rostro a lo acontecido y se aproxime a grandes pasos hacia el borde de la poza.

— ¡Basta, patán! ¡Ya lo dejé bien claro!

La voz atronadora del ser hace que el hombre titubeé, permitiendo que la escritora pueda volver a alzar el rostro. Desde esa distancia, ayudada por la luz proveniente de las velas cercanas, Eleanor es capaz de reconocer en el ajado y monstruoso rostro del líder el inconfundible reflejo mate del yeso, cosa que le hace pensar que la grotesca cara es tan sólo una máscara.

— ¿Y el resto? ¿Dónde están?

Notas de juego

Necesito que hagas una tirada de Idea con un malus de +30.

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16/12/2020, 08:33
Alfred Lean

Avanzaba tras el comisario sin articular palabra escuchando todo lo que había descubierto durante nuestro viajecito marítimo. Me sentí algo avergonzado ante la reprimenda que me dio, pero en realidad no habíamos seguido los consejos del comisario como él nos había pedido.

Lo que encontré curioso es que los majaderos que adoraban a aquella criatura marítima, escondieran sus actividades detrás de actos delictivos. Tampoco había quedado claro detrás de las palabras del comisario, para qué necesitaban financiación económica unos adoradores de criaturas extrañas. Si pretendían extender su culto por el mundo a base de pagar a la gente para que creyera en lo mismo que ellos, era una especie de religión sin mucho recorrido. En el momento que faltara el dinero, se extinguiría la fe. Tampoco quedaba claro el objetivo de tal culto. ¿Dominar el mundo?¿Llenarlo de criaturas horrendas? Y ellos, ¿Dominarían a esas criaturas? Todo era muy extraño.

Pero comisario. Sepa usted que la criatura a la que ellos adoran, existe realmente. Eleanor y yo la vimos en el mar cuando intentábamos llegar a la Fosa del Diablo. Creo que ellos lo llaman "Hierofante" o algo así. Es una criatura enorme con unos tentáculos largos. Creo que en la mesa del despacho de Rowlnad había una figurita de él.

Miraba hacia atrás mientras caminábamos para comprobar que nadie nos había descubierto y nos seguía.

No sé donde está Eleanor. Nos separaron después de interrogarnos. A mi pretendían matarme, así que no quiero imaginar lo que podrían hacerle a ella. La señorita Juliette y la señorita Catherine murieron en el mar. Cayeron de la barca y las perdimos entre las olas.

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18/12/2020, 19:53
Martin Sutherland

El comisario enmudece ante la noticia de la pérdida de las dos mujeres. No es hasta pasados unos segundos cuando el agente se atreve a volver a hablar.

— Siento mucho su pérdida, señor Lean. De verdad. Daremos con los culpables. Se lo puedo garantizar — el ceño de Sutherland queda fruncido y un atisbo de rabia contenida se puede leer en sus palabras — . Aunque no podamos confiar en el cuerpo de policía de Aberdeen, un grupo de agentes de Dundee está en camino y gracias a ellos podremos poner punto y final a las fechorías de esos indeseables.

El policía para en seco y se encara a Alfred. Con firmeza, coge de los hombros al crítico de arte y lo mira con determinación.

— Aunque lamentablemente, debido a las circunstancias, debo pedirle un favor. No sé cuándo llegarán los refuerzos y, por desgracia, el tiempo apremia. La vida de la señora Harris corre peligro y debemos hacer algo al respecto cuanto antes. Sé que usted es un civil y que no debería permitir bajo ningún concepto ponerle en peligro, pero — Sutherland traga nervioso ante lo difícil de la petición — me veo en la necesidad de pedirle que me ayude a rescatar a su amiga.

Sin aguardar la respuesta, el hombre reinicia el camino entre los altos estantes del almacén mientras, pensativo, se rasca la nuca.

— Por lo pronto, necesitamos saber a dónde se han llevado a Eleanor. ¿No vio por dónde se la llevaron?

Notas de juego

Necesito que hagas una tirada de Idea.

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18/12/2020, 22:05
Alfred Lean
- Tiradas (1)

Motivo: Idea

Tirada: 1d100

Dificultad: 65-

Resultado: 39 (Exito) [39]

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18/12/2020, 22:23
Narrador
- Tiradas (1)

Motivo: Tirada de Idea de Eleanor.

Tirada: 1d100

Dificultad: 80-

Resultado: 49(+30)=79 (Exito) [49]

Notas de juego

Como no has dicho nada, he hecho por ti la tirada de Idea.

La voz del orador te es familiar. Está claro que el sonido de esta retumba en el interior de la máscara y hace que sea antinaturalmente grave. Aun así, eres capaz de asegurar casi con total certeza de que Walter Howell, el simpático oficinista vecino de Edward Drake, es el que se esconde detrás de esa máscara.

A partir de ahora, para ti sigue la narración en Escena 11. En las Tripas. En breve te doy paso.

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22/12/2020, 21:08
Narrador

Alfred vuelve a negar saber por dónde aquel par de rufianes se llevaron a Eleanor, cuando de repente, debido a la poca iluminación, su codo topa con una de las cajas de madera que delimita el pasillo. El ruido ocasionado por la colisión del objeto contra el suelo no únicamente le cuesta una mirada de profunda reprobación por parte del inspector. Como un rayo, una experiencia vivida el día anterior en ese mismo lugar acude a su mente. Recuerda con desasosiego cuando él y Juliette huyeron del despacho de Rowland con el libro de cuentas de la empresa y el momento en que la francesa, presa de los nervios, cayó al suelo y, por fortuna, descubrió una trampilla oculta bajo una caja de madera.

Con ánimo de ofrecer todo el apoyo posible en la búsqueda de su compañera, Alfred relata el episodio vivido y, sin perder tiempo, ambos hombres se ponen a buscar la puerta oculta. Afortunadamente, gracias a las indicaciones del crítico de arte, no tardan en dar con la trampilla y, armándose de valor, descienden por la obertura.

Los dos descienden por unas escaleras carcomidas varios metros hasta alcanzar un suelo duro y de superficie no uniforme. Una vez allí, Sutherland vuelve a encender la linterna y la tenue luz descubre un angosto pasillo excavado en la roca. El ambiente es opresivo y una brisa húmeda y fría procedente del fondo agita levemente el pelo y la ropa de los presentes.

Con paso dubitativo, los rescatadores empiezan a recorrer la galería de roca que no tarda en convertirse en una tortuosa senda de piedra de la que emanan numerosas ramificaciones.

— Mi colega me habló de ese tal Hierofante al que usted se refiere. Es cierto que es el líder de la secta y en Dundee piensan que está aquí, en Aberdeen, pero debo decirle que sólo se trata de un pirado con aires de grandeza y mucha labia. Nada más — el inspector traga saliva nervioso —. O por lo menos eso espero.

La oscuridad es tan sofocante que parece absorber la luz de la pequeña linterna del agente.

— Por cierto, Alfred, ¿tiene algún arma? — dice Sutherland sin dejar de enfocar el camino de piedra —. Le hará falta.

Notas de juego

Necesito que hagas una tirada de Descubrir con un malus de +10, ya que la iluminación es bastante deficiente.

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22/12/2020, 22:05
Alfred Lean

Le muestro el arma que cogí del tipo que pretendía matarme.

Tengo esto que le cogí a uno de ellos. Creo que podré usarla.

Se la muestro para que me diga si está preparada para disparar.

Respecto a su colega, creo que no está tan loco como piensa. Nosotros vimos una criatura en ese barco que bien podría ser ese Hierofante o algo parecido. Una especie de pulpo gigante que atacó el barco y del que huimos.

Al ver el pasillo que había descubierto Juliette, mi mente se remontó a ese día y recordé a Archibald, el borracho que me rescató aquel día.

Tal vez esté por aquí.

- Tiradas (1)

Motivo: Descubrir

Tirada: 1d100

Dificultad: 60-

Resultado: 97(+10)=107 (Fracaso) [97]

Cargando editor
08/01/2021, 22:35
Narrador

Sutherland coge el arma y la inspecciona.

— No tiene el seguro puesto, así que vaya con cuidado. Pero... — el agente mira extrañado a Alfred — esta pistola es de la policía. ¿Cómo es que la tiene usted?

Justo en ese momento, un chillido procedente del interior de la caverna capta la atención de los dos hombres.

Notas de juego

Si quieres buscar el origen del grito, necesito que hagas una tirada de Orientarse con un bonus de -10, ya que sois dos en el intento.

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09/01/2021, 00:37
Alfred Lean

Aquel grito erizó el vello de mi nuca. Resonó en toda la caverna y fui incapaz de discernir su origen.

¿Ha escuchado eso, comisario? ¿Que.... que era ese grito?

Se me iluminó la cabeza.

¡¡Eleanor!!

- Tiradas (1)

Motivo: Orientarse

Tirada: 1d100

Dificultad: 10-

Resultado: 79(-10)=69 (Fracaso) [79]