Partida Rol por web

No podía seguir arrastrando al hombre, necesitaba... tuve que soltarlo.

- Yo... Alfred, lo siento, no creo que pueda seguir tirando de él, tenemos que hacer algo, o nos turnamos o lo abandonamos, pero yo... no tengo suficiente fuerza ahora mismo, necesito descansar y sé que ahora mismo eso no podemos permitírnoslo. 

Al oír aquel sonido temí por nuestras vidas, se acercaban...

- Vamos, sea lo que sea, hagámoslo rápido, ¿Eleanor tú podrías sustituirme un rato?

Sí, sí, claro.- Retrocedió los pasos que había dado para acercarse a Juliette, teniendo cuidado de tenderle el candelabro para ella ayudar a Alfred a cargar con el hombre herido.- Las paredes tienen muescas, es así como esa gente encontró el camino correcto.- Empezó a explicar, colocándose mejor para no cargar demasiado peso en su espalda.- Cuando lleguemos a un cruce toca la pared y búscalas.

El instante de descanso vino bien y, seguramente, los relevos en la carga del comisario, podrían jugar a nuestro favor. No sabía si Eleanor tendría más fuerza que Juliette, pero estaba más descansada que ella y podríamos arrastrar de nuevo a Sutherland con la esperanza de poder salir de allí de una pieza.

Con un esfuerzo, volví a cargarme al policía del hombro y esperé a que Eleanor tomara su sitio para volver a avanzar.

Vamos. Ya debemos estar cerca de la salida. - no sabía si sería cierto y tampoco sabía si ellas le creerían, pero las palabras de ánimo siempre hacían salir fuerzas de donde no quedaban.

Suspiré agradecida, menos mal, sino dudaba poder arrastrar aquel cuerpo hasta la salida.

- Gracias, os guiaré entonces, cuando te canses, Eleanor, no dudes en decírmelo y volveré a sustituirte, o Alfred, si ves que no puedes más, venga, ¡podemos escapar!

Cogí el candelabro y siguiendo las indicaciones de mi amiga, intenté guiarles tocando las muescas de las paredes.

Ante el abatimiento de la francesa, los investigadores optan por que Eleanor la releve para, junto a Alfred, seguir cargando con Sutherland, el cual, debido al continuo manoseo, no para de emitir lastimeros quejidos que resuenan en el vacío de la caverna.

Juliette retoma el candelabro y alumbra a su compañeros mientras estos vuelven a cargarse al inspector a los hombros. A sus espaldas, los espeluznantes sonidos que emite la bestia ictiforme que les persigue cada vez se perciben desde más cerca.

Lo siento, ya estamos cerca de la salida.- Recordando todas las veces que había tenido que cargar con cajas de libros de primeras ediciones, hizo acopio de todas sus fuerzas mientras se disculpaba con Sutherland, lamentando el continuo movimiento al tener que correr.

Alfred, sujeta bien las piernas.- Indicó a su compañero tras necesitar unos segundos para recolocarse mientras miraba hacia el pasillo que ya habían recorrido, no dejando de pensar en esos sonidos. No pienses, sólo corre. Negó con la cabeza antes de guardar aire, volviendo poco después a cargar con el malherido y siguiendo las indicaciones de Juliette.

Eleanor tomó el lugar de Juliette y sostuvo al comisario. Era evidente que la escritora era más fuerte que la cantante. El ritmo de camniar aumentó bastante y pudimos entre los dos con el peso del comisario.

La criatura que croaba nos perseguía, pero era incapaz de deducir a qué distancia estaba y no sabía cuanto quedaba para salir de allí. Los nervios empezaron a hacer mella en mí y emepcé a creer que no saldríamos bien parados.

Vamos. Todavía nos queda un trecho. Un último esfuerzo.

Durante unos breves instantes Catherine se mantiene tumbada en aquella postura sin intentar moverse y respirando con lentitud,tratando de asimilar lo sucedido y temiendo que en cualquier momento la bestia salte del agua y la engulle de nuevo.Cuando nada de eso sucede Cat trata de arrastrarse con los brazos para salir del agua y mirando alrededor para tratar de descubrir qué sucede,por qué ese ser la ha dejado allí 

Con aquellos sonidos amenazando nuestra huida, candelabro en mano, guiaba a mis compañeros. Sin tener que arrastrar el pesado cuerpo del comisario podía ir recuperando el aliento poco a poco, las esperanzas de salir de allí con vida aumentaban, cada vez quedaba menos, y quizás, sobreviviésemos...

- Vamos, sí, ¡podemos conseguirlo!

La frenética huida continua por los tortuosos pasillos rocosos de la caverna. Los investigadores dejan atrás la pequeña cárcel de barrotes oxidados donde, horas antes, habían estado presas Juliette y Catherine, y se adentran todavía más en el entramado de corredores, decididos a recobrar su libertad.

El relevo proporcionado por Eleanor revigoriza la marcha y posibilita que el grupo gane algo de terreno respecto a su hostigador, cuyo espeluznante cloqueo sigue escuchándose pocos metros tras sus espaldas. Por su parte, Juliette, que encabeza la carrera, procura alumbrar cada paso de sus compañeros para evitar que estos caigan en alguno de los múltiples socavones del suelo, cosa que supondría el trágico final de su desesperado intento por sobrevivir.

De repente, entre los croados de la bestia y el jadeo entrecortado de los investigadores, Juliette y Eleanor quedan sorprendidas tras percibir un nuevo sonido. Aunque son incapaces de descifrar su naturaleza, ambas mujeres pueden afirmar que a una distancia indeterminada, en dirección contraria a la cámara de los sectarios, alguien o algo al igual que ellos se desplaza por el interior de la cueva.

Con gran esfuerzo y dolor, Catherine se arrastra fuera del agua y, tras poner al límite sus exiguas energías, queda tendida exhausta sobre la fría arena de la gruta. Pasados unos minutos de jadeos incontrolados, la mujer recobra el aliento y mira a un lado y otro, pero no ve a nadie. La brisa, que se cuela entre las rendijas de un pequeño montículo de mohosas rocas, sigue rozando su cuerpo mojado y desnudo, cosa que, pese al helor que origina en su piel, la revitaliza.

De repente, amortiguado por las pesadas rocas que configuran la gruta, es capaz de distinguir, no muy lejos de donde se encuentra, el inconfundible rumor de las olas del mar.

¿Ahora estaban rodeados? Los sonidos que provenían de delante nuestro parecían como los que se oían a nuestras espaldas. Con el comisario encima, no podíamos perder el tiempo en averiguar lo que era. Espera. A lo mejor era alguien que venía a ayudarnos. Tal vez el comisario avisó de su destino antes de venir hacia aquí y es la policía que viene a salvarnos.

Un esfuerzo más. Creo que es por aquí. He visto unas marcas en la pared. Vamos. No debe quedar mucho

Mi esfuerzo era para insuflar algo de ánimos en mis compañeras y entre todos poder arrimar el hombro para salir de allí.

No sé si es cosa del eco, pero escucho algo delante.- Se apresuró a decir sin saber qué era, ¿ayuda? ¿más enemigos? Teniendo en cuenta que estaban entre unos sectarios con una invocación colosal o un extraño ruido, la dirección a tomar estaba clara.

Asintió a Alfred, quien había estado más avispado en buscar las señales mientras corría hacia allá, cargando con el cuidado que la velocidad y la situación le permitía y procurando no perder el ritmo.

No debe de quedar mucho, vamos…

- Por el amor de dios, que sea alguien que viene a ayudarnos, sino... - dejo de hablar, no quería tener más pensamientos negativos de los que ya había tenido, solo quería escapar, huir y olvidar todo aquello. 

- Un último esfuerzo, sigamos por aquí - añadí guiándoles con el candelabro por donde Alfred había señalado.

Los investigadores siguen avanzando  por los corredores en busca de la salida. Aunque los ruidos que perciben en la misma dirección de su huida cada vez sean más audibles, no alcanzan a determinar qué o quién los producen. La idea de que más sectarios desciendan a las profundidades por esa misma vía se les cruza por la cabeza, pero, pese a ello, deciden no abandonar el camino y seguir en busca de la superficie. Al fin y al cabo, teniendo en cuenta que la horrenda criatura que les persigue les pisa los talones, consideran que bien vale arriesgarse.

De repente, entre jadeos, un lastimero hilo de voz se cuela por los labios entreabiertos de Sutherland que, con gran esfuerzo, agita una de sus ensangrentadas manos.

— No... no puedo más. Por favor, dejadme aquí y salvaos vosotros.

Aguante, ya queda poco. No dejaremos a nadie en el camino.- Aunque le hubiera gustado darle palabras de aliento sobre una pronta recuperación, lo cierto es que el tiempo y sobre todo los sectarios corrían en su contra, teniendo que agarrar con fuerza a Sutherland para mantener el ritmo mientras seguía jadeando.

Puede que fuera esta concentración la que le hizo ver mejor los surcos, no esperando siquiera la resolución de Juliette para señalar con un golpe de cabeza a uno de los caminos.

Aquí, este es el correcto.- Giró el rostro unos segundos para mirar el camino ya atravesado aunque sin detener la marcha, preguntándose a cuánta distancia estarían de ellos.- Vamos, debemos estar cerca.

Volví a cargarme a Sutherland al hombro mientras seguíamos el camino que había encontrador Eleanor. No parecía que dejáramos atrás a la criatura que croaba pero estábamos c8ada vez más cerca de la entrada. Eso nos daba ánimos y fuerza para continuar adelante

Extenuada, dolorida,aterida de frío, confundida y por encima de todo aterrorizada Catherine camina lentamente apoyada en la pared siguiendo el rumor de las olas y el frescor de la brisa que entra en la cueva,atenta al mismo tiempo al agua que deja atrás y en cuyas profundidades mora aquel terrible ser

¿Por qué sigue viva?¿En qué momento se quedó sin ropa?Al tener ese pensamiento mira hacia abajo para valorar las heridas de su cuerpo ¿Acaso la han dejado allí para devorarla más tarde o para hacer un ritual más siniestro aún?Mordiendo el labio inferior hasta casi hacerlo sangrar la anticuario se sigue acercando paso a paso al ruido del mar

Miraba de vez en cuando hacia atrás para ver que Alfred y Eleanor se las apañaban con el comisario, por suerte nadie más quedaría atrás.

Al oír a Eleanor, toqué también las paredes y asentí, las muescas estaban donde ella decía, por ahí debíamos seguir.

- Vamos, podemos conseguirlo...

Poco a poco, Eleanor y Alfred empiezan a reconocer las galerías por las que se mueven, hasta que llega el momento en que no les es necesario buscar señales en las paredes para acertar con el camino correcto. Aun así, los fugitivos siguen mostrándose precavidos a cada paso que dan, conscientes de que cualquier error puede desencadenar un fatídico enfrentamiento con la criatura que les hostiga.

De repente, varios puntos de luz se vislumbran al final del último túnel por el que acaban de internarse. Estos parecen moverse a ritmo constante en dirección a donde se encuentran los investigadores. De hecho, el sonido de varios pasos sobre el pedregoso suelo de la cueva cada vez se hace más intenso a medida que las luces se aproximan.

Sorprendidos y sin saber bien qué hacer ante el encuentro, las dos mujeres y el hombre interrumpen su paso. Por lo visto, los dueños de aquellas luces parecen no haberse percatado todavía de la posición de los investigadores, aunque está claro que la presencia del candelabro que porta Juliette no tardará mucho en delatarla.

Mientras, a sus espaldas, todavía se escucha el croado de la bestia.