Partida Rol por web

Tenemos que salir cuanto antes, así que hago lo que puedo cargando con el cuerpo del comisario al lado de Alfred, mi fuerza no era demasiada, pero mi voluntad sí, así que haría lo que fuese necesario para sacarnos de allí, aunque solo fuese ayudar un poco a Alfred para que él cargase menos peso, lo haría.

- ¡Vamos, tenemos que salir de aquí! ¡Parece que van a atacarnos! - el miedo empieza a hacer mella en mí, no quería ser atrapada de nuevo...

Cargué con el comisario ayudado por Juliette y empezamos aarrastrarlo hacia el pasillo de salida. Antes de coger al comisario, le di la pistola a Eleanor.

Creo que aún quedan 2 disparos. Si lo que sea que salga de esa poza se acercara mucho, dispara. Supongo que así lo retendríamos un poco.

Afiancé bien a Sutherland sobre mi y animé a Julette.

Vamos Juliette. Somos capaces de hacerlo. Con todo lo que hemos superado esto no es nada para nosotros. Adelante.

Y empecé a caminar.

No sabía si sentir alivio o miedo tras comprobar que seguía con vida pero notaba que flotaba ¿acaso aquello era el lugar al que ibas cuando morías?¿Sería el Infierno?Ella había sido una buena cristiana y creía también haber sido una buena mujer ¿entonces?¿Acaso hizo algo terrible alguna vez y su cast6era aquello?

Catherine divaga mientras sentía su cuerpo flotar y su pulso latir débilmente cuando notó que algo tiraba nuevamente de ella hacia abajo internándola más aún en aquella profundidad sin luz,per6esta vez nada hizo por luchar,se sabía condenada y sólo deseaba que al menos su muerte sirviera para saciar la sed de sangre de aquellos locos y sus amigos hubieran podido escapar de algún modo pues ¿no eran disparos lo que oyó antes de hundirse?

Los investigadores se adentran en el corredor de roca y emprenden tan rápido como pueden el camino hacia la superficie. El quejido lastimero de Sutherland les acompaña a cada paso que dan y se mezcla con el jadeo de sus sacrificados porteadores. Ante ellos, Eleanor avanza tensa, pendiente de cada rincón, dispuesta a utilizar, ante la más mínima amenaza, el arma que Alfred le acaba de entregar.

Tras recorrer un buen puñado de metros por un pasillo recto, los investigadores acaban inmersos por completo en la oscuridad. Atrás queda la mortecina claridad emitida por el centenar de antorchas que alumbra la cámara ceremonial. Ahora, únicamente la titilante luz del candelabro les permite avanzar sin tropezar por el irregular suelo de la cueva.

De repente, la escritora detiene su paso. Ante los investigadores, el pasillo concluye en una ramificación de tres caminos. Alfred y Juliette se miran angustiados ante la disyuntiva. No obstante, la pareja es sorprendida por la determinación de Eleanor que, tras recapacitar brevemente, acerca la luz del candelabro a una de las paredes que marcan el cruce. Sin decir nada, se acuclilla ante ella y empieza a palpar la superficie rocosa, claramente en busca de algo.

Alfred y Juliette aprovechan la pausa para recobrar algo el aliento cuando, a sus espaldas, el eco de un desagradable croado les acelera todavía más el corazón.

El tirón únicamente arrastra el cuerpo inerte de Catherine durante un par de segundos. De pronto, un dolor indescriptible se apodera del torso de la mujer, cuyo cuerpo queda retenido por una extraña presión. La sustancia que la envuelve se arremolina alrededor de ella y se hace todavía más densa. Aunque la anticuaria sea incapaz de sentir sus extremidades, intuye que estas se agitan como las de un muñeco manteado de arriba a abajo, a merced de esas dos fuerzas que pugnan por su control.

El dolor semejante a continuas descargas eléctricas comienza a aturdir a Catherine cuando, al fin, la fuerza descendente consigue ganar la batalla y la mujer es liberada de la extraña sustancia. Una sensación de libertad la embarga mientras es transportada con rapidez por una oscuridad menos opresiva, pero igual de ciega que la dejada atrás. Nota como su cuerpo, mientras es desplazado, colisiona contra objetos duros y puntiagudos, que logran provocarle pequeñas heridas que, al acto, empiezan a escocerle.

De repente, el grado de presión que hasta el momento su cuerpo sentía disminuye. Los sonidos dejan de percibirse amortiguados y siente todavía más frío.

Miraba nervioso hacia atrás intentando decidir que camino tomar para salir de allí. Los ruidos a nuestras espaldas se intensificaban y empezaba a sudar y notar los brazos cansados del esfuerzo

¿Por donde , Eleanor? Creo que allí hay unas marcas. ¿Puede ser el camino correcto?

Eleanor seguía el único camino, corriendo mientras incitaba al resto a seguirlos con la esperanza de llegar a un final libre, lejos de monstruosidades, de pozas y del mar. Sin embargo, al llegar a una bifurcación, detuvo su paso para palpar las paredes, llegando a ella un recuerdo reciente cuando hacía el camino inverso.

Recuerdo ver algunas marcas. Esos hombres se orientaban así.- Se ayudó de la luz de la antorcha para buscarlo, señalando después una de las direcciones.- Es por aquí.- El croado hizo que su piel se erizara, incorporándose para caminar a más velocidad por el camino que había escogido.- Ellos tampoco sabían el camino, pero eso no significa que sean rápido. Tendremos que darnos prisa.- Avanzó un poco más por el único camino con tal de llegar a la próxima bifurcación para buscar la marca y ahorrar tiempo, esperándolos allí para iluminarlos.

Estaba cansada, apenas podía tirar de mi misma, mucho menos del comisario, pero sacaba fuerzas de donde no las tenía y avanzaba tenazmente.

Seguí sin decir nada las indicaciones de Eleanor, prefería guardarme la poca energía que aún tenía para seguir huyendo, tampoco es que tuviese nada que decir en aquel momento...

El dolor y los golpes a los que es sometido su cuerpo dejan atontada a Catherine que,incapaz de soportar aquello mucho más se deja zarandear sin hacer nada para evitarlo.La oscuri6ante ella es total por lo que da igual tener los ojos abiertos o cerrados y el silencio a su alrededor le hacen pensar que quizá realmente esté muerta y aquello sea el infierno pues ya nada percibe de sus amigos ni de sus captores

De repente la opresión y los golpes cesan y son sustituidos por un frío intenso que hacen temblar con violencia a la mujer

Ansiosa por alcanzar la superficie, Eleanor avanza un par de pasos por el corredor, cuando un agudo quejido a su espalda la hace detenerse. Tras ella, tendido en el suelo, yace Sutherland retorcido de dolor ante la mirada culpable de Juliette y Alfred que, agotados por la huida, no han podido retener por más tiempo el peso del hombre y lo han acabado dejando caer.

Mientras los investigadores, tan delicadamente como les es posible, retoman el cuerpo del agente, un nuevo croado vuelve a sonar en la oscuridad, en esta ocasión desde una distancia alarmantemente más corta.

Poco a poco, Catherine empieza a reconocer en su piel una leve brisa que hace que su vello se erice. Eso la hace intentar abrir los ojos, sin ser consciente de lograrlo inmediatamente, ya que una opresiva oscuridad la sigue rodeando. No es pasados unos segundos cuando cree haberse acostumbrado a la negrura que la envuelve y empieza a percibir detalles de su entorno. Rocas, agua, arena... Sigue en una gruta, pero de tamaño y forma diferente a la cámara ceremonial de los sectarios. Se encuentra en un lugar más estrecho y pequeño que, pese a ello, inspira en la anticuaria una peculiar sensación de resguardo.

La mujer se encuentra tendida sobre la roca con el cuerpo medio sumergido en el agua. Sigue sin notar las piernas, pero, tras reunir el suficiente esfuerzo, sí consigue sacar del entumecimiento sus dormidos brazos. La brisa sigue soplando desde un lugar indeterminado sobre su casi desnudo cuerpo.

El comisario pesaba cada vez más y nosotros estábamos más débiles. Lo que fuera que nos perseguía croaba detrás nuestro e iba ganando terreno. Se me pasó por la cabeza dejar al comisario allí y así poder salvarnos nosotros. Podíamos salvarnos tres personas o morir los cuatro. Era una difícil decisión.

Miré a Juliette para ver si ella también se planteaba algo así o no.

Vamos, ¡vamos! - Sabía que su "papel" en esta huída sólo era la de guía, uno insignificante al no tener que tener el peso de un herido sobre sus manos y la seguridad de, en el peor de los casos, tener la salida más cerca. Ni pienses en eso, por dios Eleanor.

Los sonidos de la fosa le provocaban escalofríos por su columna, pero también activaba sus piernas y cerebro para ir más rápido en su movimiento, queriendo alejarse más y más de aquella cosa y sus afamados adoradores. Por ello, después de asegurarse de que estaban con el camino correcto, intentó acercarse un poco a la pareja para intentar ayudar antes de llegar a una nueva bifurcación.