Partida Rol por web

Escuchando la recomendación de Arroka, y sabiendo que los guardias no se tomarían como casualidad que dos transeuntes diferentes pararan a preguntar tan seguido, Hawke se encongió de hombros renunciando a su idea y se dirigió al interior de la tasca.

La breve interrupción consiguió dividir al grupo recién formado. Los semielfos en una dirección, los otros en la otra. Quizá la curiosidad propia de su sangre mestiza les empujó a indagar un poco más en aquel asunto tangencial. Quizá la intuición de que los problemas, cerca de otros problemas, suelen ser primos hermanos. La aproximación de ambos, sin embargo, fue diametralmente opuesta. Sofía, evitando las fuentes de luz y amparándose en la bruma reinante, no tuvo dificultades para aproximarse a la escena. Por su parte, Corfias, haciendo gala de toda su excentricidad no hizo amago de ocultar su presencia. Más bien todo lo contrario. El pintor se hizo notar.

- ¿Quién anda ahí? ¡Alto! - advirtió el casaca gris alzando la mano y el farol para iluminar al recién llegado - Mantén las distancias. Esto es asunto de la guardia. Circula, semielfo, aquí no hay nada que ver…

Pero la intervención del artista no acaba aquí y pronto se ve rodeado de otros miembros de la guardia conforme procede con su pantomima. No es quizá la historia más verídica, pero cosas más inverosímiles habían surtido efecto alguna vez. Sin embargo, aquel no parecía ser su público.

- Mira mestizo - dijo el hombre cambiando su tono. El énfasis en la palabra dejó claro de qué pie cojeaba - Me da igual para quién trabajes o qué es lo que has venido a hacer a esta zona del puerto. Coge esas orejas puntiagudas y lárgate de aquí antes de que te engrillete como a estos cofrades. ¡Y ahora largo!

Varios de sus compañeros empuñaron entonces sus trabucos. Clara señal de que el semielfo no era bien recibido por muy buena excusa que tuviera para estar allí.

- Lo que me faltaba. ¿Puedes creerlo? - murmuró hacia uno de los suyos al tiempo que se alejaba de Corfias - Artistas ambulantes. Ni que no tuviera suficiente con esta estúpida guerra de bandas…

Desde un portal cercano, resguardada de las miradas inquisidoras que los casacas grises dirigían hacia su extrovertido compañero, Sofía pudo inspeccionar con calma la escena. Una suerte que Corfias estuviera allí, alejando la atención no deseada. No eran uno, sino cuatro cuerpos los que yacían en el empedrado, todos ellos con evidentes signos de haber sufrido una muerte violenta. Desde el fondo del callejón no era posible divisarlos, pues se encontraban en la salida de un callejón aledaño bajo la luz de una farola. Cinco casacas grises custodiaban en esos momentos a tres presuntos sospechosos, todos ellos engrilletados y con la ropa manchada de sangre. Pero hay un detalle que los ojos de la semielfa alcanzaron a captar brevemente antes de que uno de los guardias se cruzase en su campo de visión. Los sospechosos lucían tatuajes a juego. Jeroglíficos.

El saludo de Lorenzo y Arroka fue respondido con un escueto y unísono gruñido por parte de aquellos presentes en el Drunken Oarfish. Los dos hombres embozados, un parroquiano achispado y una tabernera con gesto suspicaz. Aquel local no parecía gozar de una gran popularidad y es que el interior de aquella tasca era casi tan malsano como su exterior. La barra no era sino un puñado de tablones sobre un par de toneles de altura dispar, los taburetes y sillas cada cual salido de un sitio distinto, las mesas estaban reparadas con restos de naufragios (o, al menos, eso parecía) por alguien poco dado a las labores manuales. El olor a licor barato y orín era del todo desagradable e invitaba a los recién llegados a volver por donde habían venido. 

- Bienvenidos al Drunken Oarfish - repitió la mujer que atendía la barra como si hubiera sido la enésima vez que lo decía en el último minuto - ¿Un vaso de vino aguado? ¿O venís a por la “mezcla de la casa”?

Por primera vez desde que llegaran la tabernera reparó en quienes habían entrado en su local. Su gesto cambió de pronto y se torció en un mohín. Sus manos rebuscan bajo la barra y es posible ver los trozos de una botella entre sus dedos. Los hombres buscan refugio en una mesa que se encuentra al fondo del local.

- ¿Os habéis perdido? Este no es sitio para pisaverdes como vosotros. Si no queréis problemas lo mejor será que deis media vuelta y os marchéis.

El borracho, que a todas luces es ajeno a la conversación, sonreía hacia los tres, invitándolos a unirse a él mientras da unas ligeras palmaditas en el taburete vacío que tenía a su lado.

Hawke miró sus ropas, como sorprendido por el insulto. Era cierto que, tras la última pelea se había comprado una nueva muda, pero tampoco era algo elegante, ropa sencilla y funcional para no andar desnudo por la calle.

Dio un paso entre sus compañeros y les hizo un gesto de que no hicieran mucho alboroto.

—¿Pisaverdes? Me hubieran avisado ¡Y yo durmiendo en Stern Ward!— dijo Hawke con una sonrisa entre galana y amistosa— Igual, si molestamos, no estaremos mucho, venía buscando un amigo que suele venir aquí—aclaró, echando una ostensible mirada a la clientela del lugar— pero parece que no está. Si puede ser, un vaso de vino, y de paso, ofrezco dos reales a quien sepa dónde puedo encontrar a Roger Avery.

Dos reales no eran algo que Hawke esperaba extrañar, pero en aquel lugar probablemente significaran alcohol para buena parte de la noche y Hawke esperaba que ese fuera incentivo suficiente para que, por lo menos no lo sacaran a patadas.

- No nos quedaremos mucho... Lo que tarden esos perracas grises de ahí fuera en volver a su perrera. - Lorenzo juzgo el apestoso local, con la mirada muerta en los ojos. Luego dirigió un gargajo hacia la escupidera -o cubo para las goteras- de una esquina, que se estrelló intencionadamente contra la desvencijada pared, que empezó a derrapar lentamente hacia abajo. - Y seguiremos nuestro camino... Buscando a ese amigo nuestro. - Pronunció la palabra amigo de manera extraña, revelando que quizá lo que les llevara a buscarlo no fuera con tan buenas intenciones. Con andar pausado, se acerco hasta la barra, apoyando la espalda contra esta. - Sí, será mejor para todos que no os impacientéis porque nos vayamos, y haced el favor de servir ese vino de la casa a mi amigo, y yo que tengo curiosidad por esa mezcla de la casa, mientras esperamos un poco a que pase el temporal. Entre amigos y licores, se pasa mejor el tiempo durante una tormenta ¿No creéis?... - Echó la capa hacia atrás, revelando al aire la empuñadura de su espada "Lobera". - A no ser que prefiráis que se desate aquí dentro...

Arroka giró un poco el pie levantando la suela de la bota y miró hacia abajo. Pues no he pisado nada verde, pensó. El gnomo pudo ver que el ambiente hacia los recién llegados tenía un matiz hostil, exceptuando un simpático señor que les ofrecía asiento junto a él.

Del primer asunto parecían encargarse Lorenzo y Hawke, así que Arroka se acercó a la mesa del señor ebrio. Como no quería desentonar demasiado (ajeno completamente a que un gnomo con mochilón, por sí solo, ya era cantoso) antes de sentarse se agachó un momento como si estuviera colocándose bien el calzado. Con un gesto rápido, sacó un pincel y dibujó una runa sobre su guante.

Cuando Arroka se subió de un saltito al taburete, un olor a alcohol malo (o grog bueno, según mire) le rodeaba como si llevara una semana subsistiendo a base de grog y pescado en vinagre, lo normal por esos lares. Tal vez desentonaba el olor con sus pintas, bueno, para Arroka no había fisuras en el plan.

 - Hey -repitió con tono tosco- qué hay -añadió sonriendo- ¿sueles venir mucho por aquí? yo es la prim... -se dio cuenta que empezaba a perder el papel- eemm, ggrr *cof cof* já! que me arrastre el mismo Cthulhu si este lugar no está hecho para mí! jojojo buen sitio, urgg? -terminó mirando fijamente al borracho, con un ojo semiabierto y la boca torcida.

- No señor… - Dio un par de pasos para atrás. - ¡Al arte no se le puede poner puertas! - Levantó la voz, dando otro par de pasos alejándose de los guardias. Giró sobre sus talones y se dirigió a la taberna con la cabeza bien alta, hizo caso omiso de los comentarios raciales.

Más tarde dibujaría esas caras, no quería olvidarlas.

Roger no esraba entre los finados ni los arrestados. Eso era lo que mas le interesaba. Las trifulcas entre los cofrades y mos cruces no eran asunto suyo. Ademas, Corfias recobro el sentido comun y se quito de en medio. Era un buen momento para una retirada y colarme tras el en la taberna, con un poco de suerte evitando atraer atencion sobre ella.

Minutos después de que sus compañeros hubieran entrado en la taberna, Corfias y Sofía se unieron a sus pesquisas tras haber resuelto meridianamente las suyas. Al entrar notaron algo. Y no era precisamente el hedor a vino añejo y licor de dudosa procedencia. La tensión se respiraba en el ambiente y las caras no eran amistosas. En aquella tasca de tres al cuarto, donde la única decoración era las marcas de salpicaduras en las paredes y los grabados a base de puñal en la superficie de la barra, aquellos recién llegados no parecían ser bien recibidos. Al menos hasta que los reales salieron a relucir. Un par de monedas en manos del púgil habían servido para atraer la atención de los parroquianos.

Aquellos granujas escondidos bajo sus sobretodos se aproximaron al grupo con los ojos clavados en la promesa y una sonrisa en los labios. No eran los únicos. La actitud de la tabernera cambió también súbitamente. Se agachó y extrajo, a saber de dónde, una botella cubierta de polvo y rellenó con ella un recipiente de metal abollado que bien podía ser un vaso. Vino, al parecer. Acto seguido retiró el vaso del cliente borracho que aún no había terminado su bebida y arrojó un par de trozos de algo que sólo podría definirse como un a-saber-qué. Vació entonces una petaca que escondía bajo la falda y tapó la abertura con la mano antes de agitar la mezcla infame.

- Un vaso de vino y una mezcla de la casa - dijo arrastrando los vasos hacia Hawke y Lorenzo - Esos dos reales cubrirán la cuenta. Ahora hablemos de negocios. ¿Quién es ese amigo vuestro? Veo pasar infinidad de rostros por aquí cada día, pero puede que si me lo describís sea capaz de hacer memoria.

El tipo sentado a la barra junto a Arroka rió con una risa ronca al tiempo que enseñaba su maltrecha dentadura (o lo que quedaba de ella). No sabemos qué le hacía tanta gracia, pero ciertamente no parecía hacerse cargo de la situación.

Wow. Había momentos en que lo más sensato era no decir esta boca es mía. Esta era una de esas, sin duda. Aprovechando cuando Corfias entró, Sofía se deslizó detrás de él aún con la capucha echada para desplazarse a la parte trasera del respetable y pasar lo más desapercibida posible. Veríamos si el ambiente se cortaría con el acero del viejo continente, con más oro del púgil o con la lengua de doble filo de Buendía.

Hawke dejó los dos reales sobre la tabla destartalada que hacía las veces de barra y dio un trago a su bebida, sin molestarse en intentar sentir el sabor, pues adivinaba que no sería muy bueno.

—Eh... Roger es alto, delgado, rubio de ojos claros, con barba corta que le cubre esta parte de la cara—empezó a describirlo, señalándose su propio rostro. Luego dio en la cuenta de que no sabía mucho más— juerguista y mujeriego...— más una suposición en base a lo que le había comentado el resto durante el paseo a pie— Eh... hmmm, pues eso.— Hawke no sabía que más decir, por lo que echó una mirada a Lorenzo, a ver si el sabía algo más.

Al atravesar la puerta Corfias dudó de si sería mejor recibido allí dentro o entre los casacas grises que le acababan de echar a golpe de racismo barato, así que en cuanto pudo se pegó a Hawke, que era el único que parecía ser siempre bienvenido en estos tugurios.

Levantó la mano con cierta cautela. - Otra... Otra de esas. -  Dijo señalando a la bebida de Buendía, la del Vanidoso tenía un aspecto menos identificable. Le dio un trago a la bebida cuando la recibió de la tabernera. - Ejm... - Se aclaró la garganta para llamar la atención. - Esto igual le ayuda a recordar. - Le costaba reprimir un punto de arrogancia cuando mostraba una creación y más si su utilidad había sido ocurrencia suya. Desenrolló el retrató en el aire, iba a hacerlo sobre la barra, pero el papel no sería capaz de soportar semejante roña sin estropearse.

- Verá está hecho a vuela pluma, así que puede que algún detalle no sea el adecuado, aunque como podrá ver la precisión del trazo es excelente para las condiciones en las que fue hecho, en fin, ya sabe, un artista lo es en cualquier circunstancia. - Dejó el retrato delante de las narices de la tabernera para que pudiese apreciarlo. - A decir verdad, señora, la iluminación no es la correcta. - Apuntaló asomando la cabeza por detrás de la obra.

El simpático pero ebrio señor empezó a reír, y Arroka evidentemente imitó a su interlocutor. Aun siendo una risa falsa, parecía muy natural. Tras unos segundos señaló al cuadro de Corfias que mostraba el retrato de Avery.

 - jajajaj ¿ha visto a ese tipo? jajaja -preguntó al borracho. El gnomo seguía riendo sin motivo, y sin hacer casi ruido, era una carcajada exhalada más que sonora.

Miró a sus compañeros interrogando a la tabernera y los clientes. Me ha tocado la parte interesante, este señor es más divertido -pensaba para sí. 

Lorenzo aprovechó la distracción del artista para tirar aquella mezcla especial que le habían servido a los pies de la barra, con cuidado de que el menjunje no le tocara la piel de las botas. - Efectivamente, ese es nuestro amigo. - Dijo relajándose un poco, y ajustándose el cinturón por encima de la cintura.- ¿Lo conocéis? Pudiera ser que se le hubiera relacionado con algún un asunto de faldas... Y pudiera ser que eso pueda haber ofendido a alguien... Como amigos, solo queremos hacerle llegar una advertencia...

Tras enseñar el retrato, los dos tipejos se aproximaron a Corfias. El primero de ellos cruzó uno de sus brazos por encima de los hombros del recién llegado mientras que el otro clavó su mirada en el papel. No supo si era aquella mezcla infecta que acababa de consumir o el aliento de aquel que se le había arrejuntado, pero las tripas del semielfo empezaron a retorcerse.

- Un dibujo muy bonito, si - dijo arrastrando las palabras y pasando sus dedos mugrientos por el retrato - Esa cara bonita me suena, ¿no es así, compañero?

El otro pillastre respondió afirmativamente con la cabeza mientras palmeaba enérgicamente la espalda de Corfias. Un hombre de pocas palabras.

- Un chico extraño, sí señor. Se plantó aquí al caer la tarde. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Jeje. Él y su compañero se sentaron en aquella mesa de allí…

Mientras recogía el donativo a la causa de manos de Hawke (pues los reales podían haber pagado fácilmente toda una noche de bebidas en aquel tugurio) la mujer pareció caer en la cuenta de quién hablaban los parroquianos.

- ¿Roger decís que se llamaba? - su gesto se torció en una mueca de resentimiento - No sé de qué pie cojea, pero el muy cretino me debe una ronda. Si le veis decidle que, o paga sus cuentas o la próxima vez que le vea le meteré un taburete por donde no brilla el sol.

El nuevo amigo de Arroka, en su habitual mutismo, pareció gozar de un momento de lucidez pues, tras mudar el gesto y adoptar un rostro consternado, advirtió con ahínco a la mujerona de que había algo que estaba pasando por alto. Se pasaba continuamente la mano por el dorso del antebrazo.

- ¡Oh, sí! Ahora que lo decís recuerdo que él y su amigo marcharon pronto, sí. Parecían tener cierta prisa. Y no fueron los únicos. Con ellos salieron un grupo numeroso de hombres tatuados. Desconozco quienes eran… pero no son habituales del Drunken Oarfish.