Partida Rol por web

SOMBRAS

Con el abrazo de la noche, ese tan familiar para ambos, el dúo emprendió el viaje hacia el lugar donde se suponía que estaba la granja. Sus pies volvieron a notar la infecta agua del pantano hasta los tobillos, aunque gracias algún invento o truco que daba la experiencia, no se filtraba por las botas. Había ramas, raices y los troncos caidos por doquier y no ponían fácil el avance. Otro hubiese dicho que salir al pantano de noche era un suicidio, porque no sólo habían bandidos ahí fuera, sino mutantes, que también acechaban en la oscuridad, esperando llenar el estómago con alguna pieza, o algo peor: alimentar a su prole con los cuerpos aún vivos de sus presas.

Pero ambos no eran normales. Tenían un propósito. Una misión.

Caminaron unos cuatro o cinco kilómetros en dirección noreste para rodear la base del enemigo. Ambos se detuvieron a una docena de metros, donde podían ver la granja: era una serie de dos o tres edificios pequeños, la estructura base era la de una ruina de hormigón que habían aprovechado para reconstruirla con chapa y madera, cual parche. Estaban bien situadas, porque formaban un semi cuadrado, que eso unido a estar rodeada por una improvisada empalizada, daban una visión de todo el perímetro a los centinelas. Colgada de un pequeño puente construido con lianas y algo de madera que comunicaba los edificios, habían alumbres hechos con algún tipo de aceite que iluminaba toda la granja levemente, dando poca sombra donde esconderse. Sin duda se trataba de un punto estratégico, por eso el interés de ambas facciones por tomarla.

Los guardias que defendían la instalación hacía parejas de dos y montaban guardia en la puerta principal y otro grupo en la parte de detrás, que caminaban de allá para acá sobre los puentes de liana. Los guardias llevaban machetes y ballestas en su mayoría, además de vestir piezas de cuero y alguna otra de bronce o hierro, hechas de forma casera.

A los dos sabotadores les llegaba un olor putrefacto, no al familiar pantano, sino a otra cosa. Poco tardó Albatro, con sus ojos acostumbrados a la oscuridad, en fijarse que habían cabezas atadas a la empalizada o colgadas de los árboles, muchos todavía llevaban la máscara de gas de los purificadores. Era un aviso. Una táctica intimidatoria.

Pasado unos minutos la puerta se abrió y salió otra patrulla, que hablaba alto y protestaban. Se pasaban una botella de alcohol de uno a otro como si fuese la única puta barata de un burdel.

Iban en dirección a vosotros, internándose en un pequeño campo de vegetación alta. Los perdieron de vista entonces. Todo volvió a quedar como antes.

Pongo una mano en mi boca señalando a mi compañera que guarde silencio pues la patrulla había desaparecido. Intento concentrarme, afinar el oído, pero no puedo oir nada. Eso es una mala señal.

Tomándola por la muñeca intento buscar una nueva posición porque si el grupo, que venía tan animado y ruidoso, se había callado de golpe, podía indicar que nos habían detectado.

-¿Cómo es posible?- me repetía -¿Serán magos acaso?-.
 

La noche lo envolvía todo, el chapoteo de nuestros pies en el agua sucia era el único sonido que se percibía, junto con la respiración de la pareja que era la avanzadilla. Zaphire se encontraba comoda, parecía disfrutar con la situación. Sus ágiles movimientos, sus formas de agazaparse y saltar los obtaculos, utilizaba las sombras en su benéfico pasando de una a otra. Su rostro no podía ser percibido en la oscuridad y mucho menos gracias a como se había maquillado y manchado de barro.
Albatro le hizo una señal y todo cambio, ya no estaban de "viaje" por el pantano sino que una patrulla se acercaba a la pareja. La joven mujer se agachó y se pasó la lengua por los labios -Ya casi me había olvidado de lo que se siente, como se aceleran mis pulsaciones, esto es vida-
Zaphire posó su mano en la empuñadura de su machete y lo aferro con fuerza, no lo saco de su funda para no hacer ningún ruido pero estaba lista.

Los campos que hay alrededor de la granja son espesos, llenos de vegetación salvaje, no era raro perderlos de vista, aunque no fueran realmente amos del sigilo, sobretodo de noche. Incluso para Albatro y sus refinados ojos.

Habíamos perdido a la patrulla mas nuestra posición parecía segura. La ciudad estaba al acecho y nuestro primer objetivo, cumplido, pues habíamos visto sus alrededores así como el camino para llegar hasta aquí.

El siguiente paso era, indudablemente, preparar algunas trampas pero con las patrullas tan cerca quizás sería mejor intentar infiltrarnos. Presté atención al puente de la ciudad, parecía un objetivo primario pues todos los tiradores del mismo podían ser incapacitados con un solo ataque afortunado.

Señalé a mi compañera, a mi y finalmente a aquel núcleo urbano para que entendiera mis intenciones.

Entre el cambio de guardia, los ruidos extraños en el pantano y demás distracciones, el dúo perdió de vista a la patrulla enemiga. No era difícil, no obstante, puesto que el pantano a los pies de la fortaleza era denso, lleno de vegetación, la peste, la oscuridad y los ruidos externos convertían, ahora mismo, a aquellos bandidos en fantasmas.

Con la amenaza constante de quedar atrapados entre dos flancos, emprendieron el viaje hasta la fortaleza.

Zaphire, con agilidad felina, bajó del árbol y avanzó al cobijo de las sombras hasta la primera empalizada.

Albatro bajó de nuevo, pero el albo no fue tan sigiloso, y cayó sobre un matorral de ramas y hojas del árbol que tenía sobre su cabeza, oyéndose estrepitosamente. No difería del ruido que haría un animal, pero aún así, la patrulla del puente se acercó al borde y miró en dirección a donde se encontraba el albo. El guardia de la puerta se detuvo y miró en dicha dirección también, quedándose inmovil, con el cigarro apoyado en el labio inferior. Levantó la ballesta y con la zurda el candil para iluminar su rango de visión.

Al llegar a la base de la empalizada, Zaphire observó como habían cuerpos colgados de los árboles cercanos y algunas cabezas, que aún conservaban la máscara de gas característica de los Purificadores, clavadas en lo alto de las picas. Como un aviso macabro de lo que esperaba a los enemigos. A la Azor no le dio reparo, siquiera asco, estaba acostumbrada a cosas peores, sin embargo, la mirada devuelta de aquellos cuerpos era cuanto menos inquietante, incluso para ella.

Como rata me escurrí entre los matorrales y mientras ellos miraban el bulto, quizás mi compañera también, deslicé mi cuerpo flotante en aquel agua asquerosa.

Pero por milagro no nos vieron.

Ahora quedabe decidir qué hacer en el pueblo ¿Qué parte del plan llevaríamos adelante?

Ahora sí, el pantano, el agua, la oscuridad moverse en silencio y acechar a sus victimas. Zaphire se encontraba mucho más cómoda que estando se charla y sonriendo tratando de mostrarse encantadora, quizás sumisa, pero se estaba comenzando a desatar su verdadero yo. La adrenalina comenzó a notarse, a recorrer su cuerpo. No le dejaría ver demasiado a Albatro o por lo menos no de momento. Su compañero parecía que se movía con soltura en la oscuridad ¿Estaria utilizando algún tipo de visor? Zaphire se recostó en la empalizada de cuclillas con los ojos bien abiertos al escuchar el ruido tras de sí. El blanquito la ha cagado- Sus pensamientos fueron rapidos, quería decirle lo que había visto, pero antes debían volver con vida y parece que el factor sorpresa se podía acabar en estos mismos momentos.
Quizas su torpeza nos resulte util, veremos sus armas y si son hábiles- La mujer de rasgas, escondida y segura de sí misma observaba. Al final no nos habíamos puesto de acuerdo en los planes a seguir, vamos a tener que improvisar

Aparecí junto a aquella mujer, parecía muy hábil pero ya ambos estábamos lejos del lugar de mi tropiezo. Con mi mano sobre la suya apunté dentro del pueblo, una costumbre de las profundidades. -Aquí las paredes no hacen eco- me dije y expliqué mi plan.

-Sabotear el agua con grasa. Inutilizar armas y equipo. Liberar prisioneros, armarlos. Causar incendio-.*

Asentí y señalé nuevamente aquel lugar con un movimiento del cuello.

La sorpresa de Zaphire fue aumentando, su primera reacción fue retirar su mano ante el contacto de la mano de Albatro, sus dedos rozaron la fina piel de la mujer. ¿Que estaba haciendo? No querrá...- Lentamente comprendió, era algo ingenioso, simple y a su vez efectivo.
Después de comprender lo que el albino trataba de comunicarle, Zaphire cerró el puño dejando extendidos dos dedos, separados, el índice y el anular. Con ellos se señaló primero a sus ojos y después indicó una dirección, los árboles. Quería que Albatro viese los cadaveres.
Comencemoa por el agua, que lleva tiempo- Retirando su mano del contacto del albino, Zaphire comenzó a moverse -Voy primera- Sin esperar una respuesta de Albatro. Para sabotear el agua necesitaba el aceite, debía encontrarlo primero y ella creía conocer el lugar donde poder obtenerlo. En todos los campamentos siempre existe un lugar apartado, un almacén y este lugar no sería diferente. Con zancadas corta y rapidas, la pelirroja de rastas recorrió el terreno después de traspasar la empalizada. Se resguardó tras un bidón oxidado y giró la cabeza para ver si Albatro le seguía.

Siguió a Zaphire de cerca pero, cuando estaba por llegar a su lado pateó algo por vigilar al guardia del puente. Un sonido fuerte pero agudo de madera contra piedra se escucho tres veces. A lo lejos vió el cuenco rodando.

Maldijo la superficie y todas esas cosas extrañas creadas para hacer ruidos molestos, no entendía como aquellos malditos cabezas quemadas habían logrado sobrevivir durante tantos años.
Se apretó contra la pared esperando que todo resultara bien, palpando la daga en su cintura y tensando sus músculos a la par que contenía la respiración.

Albatro y Zaphire comenzaron el asalto. Tardaron poco en encontrar una abertura entre las picas que formaban la empalizada. La chica peliroja entró primero y puesto que se había untado parte del cuerpo en barro, logró entrar por ese estrecho hueco sin que le supusiera ningún problema. Albatro era como un gato, de cuerpo ágil, casi aerodinámico, pero el hueco era estrecho. Demasiado. El albo se coló por la abertura y la fricción de la madera contra sus ropas le hicieron tardar un poco más. Sólo unos segundos.

Zaphire miró hacia arriba y escuchó crujir la madera bajo las pesadas botas del guardia. Instintivamente, se arrastró hacia un bidón oxidado y esperó pacientemente.

La mala suerte quiso que el viaje del guardia por el puente pillara a Albatro en mitad de la nada, entre la abertura por donde había entrado y la cobertura de Zaphire. Hizo un mal gesto y tropezó contra un maldito cubo viejo, que servía las veces de orinal para la guardia. El objeto cayó hacia el centro de la calle.

El vigía del puente se puso en guardia y apuntó con el frenesí de un cazador hasta arriba de estimulantes hacia el origen del ruido.

-¡Cojo! ¿Eres tu?

-¿Eh? Bill, creía que eras tú.

Resonó algo más allá.

El guardia cojo se acercó al puente, abandonando su puesto en la entrada y quedó paralizado. No esperaba encontrarse a nadie allí.  Menos a un individuo blanco como un cadaver de ojos de un color tan extraño que brillaban en la oscuridad (o eso le pareció a él) Observó de frente a Albatro. Se miraron unos segundos que parecían eternos, cual duelo de voluntades, hasta que el primero movió ficha:

-¡Alarma!

Aulló, mientras colocaba su improvisada lanza al frente. Estaba hecha a mano, no era muy grande, pero su punta estaba acabada en un puñal atado con cinta americana y un lazo de tela con un nudo marinero.

Un tercer guardia apareció, el compañero del cojo. Un muchacho de pelo rizado. Titubeó un segundo y desenvainó un machete, el cual cogió a dos manos, oyéndose un largo "shhiink" al desenfundarlo.

Zaphire observaba todo y maldijo. Ahora podía intentar salvar a su compañero y huir juntos o permanecer escondida y acabar la misión. Tal vez uno lo conseguiría.

-¿Dónde? ¿Dónde está el intruso?- respondí de inmediato, girando y fingiendo buscar a un enemigo oculto que claramente era yo -¡¿Dónde?!- volví a preguntar casi indignado.

Puse mis manos en jarra y luego extendí mi brazo hacia aquel que había dado la alarma -claro, claro Harvir contrata a un Albo y nos vamos a burlar de él ¿Verdad? Lo tratamos como a un enemigo- suspiré exasperado.

-Acabo de volver de investigar para el jefe, a los demás los mataron, Angus el Rata fue el último en caer como carne asada y me dijo... Me dijo que le dijera a ¿Rengo era? Me dijo que le dijera que lo sentía, por todo y que Rengo tenía razón- miré al suelo, mostrando conmoción -pero encontré el maldito campamento de esos fanáticos de mierda y descubrí sus planes de todas formas, un albo siempre cumple con sus negocios, especialmente para líderes de verdad-.

Hice una pausa mirando a los ojos al "lancero" frente a mí y expandí mis párpados con sorpresa -¡Cojo! ¡El nombre era Cojo, no Rengo!-.

Los guardias se quedaron paralizados, esperando un ataque, pero en cambio, el fulano empezó a hablar. Todos se acercaron como perros rabiosos. Rabiosos y confundidos, eso sí.

-¡Mátalo ya, joder!

Bramó el de arriba, con la ballesta levantada.

-Harvir no contrató a ningún lechoso.

Rugió el cojo, soltando saliva por la boca, cual blanca y burbujeante cascada, enseñando su dentadura, donde amarillo y negro eran los colores predominantes de sus piezas dentales.

-¿Angus el rata? ¿Rengo? ¿Quién coño es Rengo, cojo?

Preguntó el joven, mirando al veterano de la lanza.

-Eso, ¿quién coño es Rengo? ¡Está mintiendo, mátalo!

Insistió el de la ballesta, a lo que añadió un:

-Por mi madre que lo mato yo.

Volvió a decir, alzando la ballesta a la altura del ojo derecho, cerrando el izquierdo para asegurar el tiro.

-Que te estés quieto, joder.

Replicó el cojo, levantando la lanza. Se tomó unos segundos de introspección y luego miró al Albo de nuevo.

Otras dos patrullas llegaron en ese momento, uniéndose al corrillo, rodeando a Albatro. No había escapatoria posible.

-¿Alguien conoce a Rengo o al Rata?

Inquirió el cojo.

-Si, el rata, un cabrón cobarde de Forja.

Se oyó, de entre la multitud. Eso hizo que todos empezaran a tomar más en serio al Albo, aunque siempre con desconfianza. Cuando Albatro cambió la versión de Rengo. La atención del grupo se volvió hacia el cojo, que miró a todos como si fuera acusado de algo grave, a lo que añadió.

-No conozco a este tiomierda. Lo juro. Y no me acuerdo de ningun Rata. Mira, blanquito, te vamos a llevar con Harvir, y responderás ante él. Conoce a cada tío que recluta ehhh Además, si estás con los culoquemados esos y eres un espía, tu pellejo blanco decorará mi cuarto. Matar albos trae buena suerte ehhh.

La punta de la lanza en el cuello de Albatro era más con convincete, digno de un interlocutor de nivel.

-Seguro, seguro, despertemos al jefe, que se desvele. Total no va a ser mi culpa sino la de ustedes- me encogí de hombros -y como no me ha visto la cara nunca me hará tapete... Aunque... Todos ustedes habrán dejado sus guardias, habrán arruinado su ´descanso y perderán la información que tengo- miré al joven del machete -información importante-.

Suspiré profundamente.

-Supuse que la primera línea de tendría una preocupación mayor pero claramente son gente capaz, de no ser así no hubiesen superado mi pequeña prueba... Será una pena por las bajas-.

Algunos bandidos se tomaron en serio las recomendaciones de Albatro, pero para el trío principal, no fueron suficientes, en especial para el cojo.

-¡Que tires, coño! Menos cháchara.

El lancero apoyó el filo punzante de la lanza en el pecho del Albo.

Levanté mis manos lentamente y me dispuse a caminar a donde sea que me llevaran, no miré hacia donde yacía mi compañera pues ella aun tenía una misión... Y yo también.

-Donde usted ordene- respondí.