Partida Rol por web

Bertrand regresó junto a Santana y aquellas mujeres de las cuales sólo conocía a una de ellas, o al menos eso creía él. Necesitaba aquel respiro, pero ahora ya se había repuesto. Estaba bien, se sentía bien... ¡Mejor que bien! Estaban en una subasta y eso era siempre emocionante. Ayudar a Santana en sus asuntos era interesante, algo con lo que pasar el rato. Sólo esperaba que la joven de ojos verdes que le acababan de presentar, no le estuviera mintiendo y si decía  que no le conocía, fuera realmente verdad que no le recordaba.

- Buenas noches. - Saludó Betrand a las jovencitas. - No he podido evitar escuchar su apellido, Grimes. - Sonrió levemente. - Será interesante la puja. Eso creo, si... - Miró entonces a Loxley. - ¿Y usted? - Miró de arriba abajo a Nora. - ¿El vestido es prestado? - Le cambió el gesto por un momento. - Le queda divino, no es que diga que no hemm... - Bertrand se estaba liando. - Me refiero a... ¿Viene en calidad de carabina, consejera? - Gruñó. - No trates de arreglarlo... - Se dijo a si mismo.

Como bien había podido comprobar a lo largo de los años su abogado, a Mallory le daba absolutamente igual lo que los demás pudieran opinar de ella. Como es lógico esto no siempre había sido así... cuando era más joven había sentido la presión de agradar a sus padres, de conseguir alcanzar el grado de excelencia y refinamiento que se esperaba de una Grimes. Más importante aún, de la futura heredera de un Imperio. Con los años esa presión acabó convirtiéndose en frustración y finalmente en un placer malsano consistente en defraudar aquellas expectativas de manera deliberada. La muerte de sus padres y los rumores sobre su contribución a tan funesto desenlace que corrieron como la pólvora entre la flor y nata de la sociedad neoyorkina hicieron el resto.  

¡Pareces la hija de Amy Winehouse y Johnny Ramone! 

 - Eso explicaría lo de las drogas que llevo escondidas en el bolso... aunque estoy de acuerdo contigo, E.B., ese vestido le hace a Nora un culo de escándalo. - Por un instante, Mallory se bajó las gafas y observó a su abogado por encima con una mirada que no podía ocultar su diversión. Lo cierto es que la joven Grimes hacía años que no probaba las drogas, esa época había quedado definitivamente atrás, pero era tan tentador hacer rabiar a E.B que apenas se esforzaba en controlar el impulso. 

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Mallory sintió una curiosidad inmediata por aquellos ojos verdes que la observaban con la sagacidad propia de un felino. Aquella mujer parecía cualquier cosa menos corriente y eso para Mallory eso era algo extraordinario. - Sospecho que no sería la única ni probablemente la más idónea en esta subasta para romperlo, aunque tengo muchas ganas de descubrir qué maravillas nos ha preparado el profesor para esta velada.- Sin embargo, su conversación se vio interrumpida por un carraspeo de lo más oportuno a su espalda. La joven arqueó una ceja a su vez a su abogado y sonrió con cierta malicia - No se dejen engañar por su aspecto. En el fondo es un hombre de lo más formal. No por nada es el mejor abogado de la ciudad... - Mallory agarró el brazo de E.B. y le dio un leve apretón mientras lo atraía al círculo de conversación. 

No he podido evitar escuchar su apellido, Grimes. 

Mallory examinó con curiosidad al individuo que se había acercado al grupo. Desde luego tenía un aspecto peculiar y un comportamiento bastante excéntrico. - Buenas noches. Aunque parece que mi fama me precede, yo no tengo el placer de conocerle. ¿Quién es usted? ¿También ha venido a pujar en la subasta? - Mallory se quedó un tanto sorprendida ante las descorteses palabras que el desconocido había dirigido a Nora y esperó con una sonrisa enigmática la reacción de su amiga. Iba a ser una noche de lo más interesante... 

 - Eso explicaría lo de las drogas que llevo escondidas en el bolso...

El letrado palideció.

-¿¡QUÉ...!?-, dijo abriendo sus ojos de par en par, aún con un matiz de incredulidad en la voz.

(...) aunque estoy de acuerdo contigo, E.B., ese vestido le hace a Nora un culo de escándalo. 

Una fina gota de sudor se descolgó desde la sien de E.B., rumbo a la altura del pómulo. Alzó tímidamente un dedo.

-¿¡...QUÉ!?-, repitió profiriendo una exclamación desafinada. -Ahem... Señorita Loxley... Yo no quería insinuar... Es decir... Eh... Ohhh...-.

E.B. se pinzó el entrecejo mientras inspiraba profundamente. Aquella era una clásica Loose-Loose Situation a las que se veía empujado en un día cualquiera con Mallory Grimes. Se quedaba mal confirmando o negando. No había salida... It's a trap!

E.B. consideró que era mejor dejar el trasero de Nora fuera de la ecuación y evitar así caer en fuego cruzado. A Mallory podía vencerla en una guerra de desgaste, pero si se le unía su incombustible amiga con capacidad para arrasar el salón de convenciones y las bandejas de canapés, el abogado ya no las tenía todas consigo. Él estaba acostumbrado a luchar siguiendo unas reglas, un guion. Y esas dos eran especialistas en terrorismo juvenil...

El letrado optó por una estrategia algo más paternalista de la cuenta.

-Dime, por favor, que se trata de una broma de muy, y enfatizo, MUY mal gusto... Mallory, sabes que la Junta de Accionistas está esperando un desliz, un mínimo, apenas perceptible, desliz por tu parte para ponerte de patitas en la calle... Solo de imaginar todo lo que consiguió tu padre, en manos de esos desalmados, por Dios...-. El abogado comprobó entonces que su representada estaba mofándose de él. -¡No tiene gracia!-, estalló despeinándose el flequillo. -Oh, Dios... Sales de frutas. Tomaré sales de frutas al volver a mi apartamento. Necesito algo para el ardor de estómago que me produce tu representación... ¡Vas a causarme una úlcera, Mallory Grimes!-, dijo lamentándose mientras extraía un peine del interior de su chaqueta y reparaba los daños estéticos sufridos tras su disgusto.

Van Weyden sonreía como una gata viendo debatir a los ratones qué sacrificio ofrecer como tributo para garantizarse una clemencia que, como buena felina, sabía que nunca llegaría. Sus penetrantes ojos glaucos estudiaron al extraño Bertrand Dotter al regresar al grupo y la enigmática mujer, al parecer risueña y sin demasiados complejos, rio con ganas cuando aquel cuestionó si el vestido de la joven señorita Loxley era o no prestado.

-Cáustico sentido del humor el de su socio, profesor... Me gusta-, deslizó clavando su mirada en el imperturbable Santana para después posarla en Bertrand, como aguardando con visible interés la reacción de Nora.

-Respondiendo a tu pregunta...-, dijo en voz baja a Mallory al oído. -Mi presencia aquí en Nueva York es circunstancial. Soy marchante de arte. En consecuencia, voy de aquí para allá. Rara vez me detengo mucho tiempo en algún sitio, pero soy nativa de Ámsterdam. 

>> ¿Es la primera vez que asistes a uno de estos eventos? Si es así, te garantizo que repetirás... ¿Vienes simplemente a observar el devenir de los acontecimientos? ¿O por el contrario estás buscando algo en particular?-.

¿Tanteaba el terreno, o era mera curiosidad?

Sus ojos verdes eran muy difíciles de leer.

- Bertrand, Bertrand Dotter... - Se presentó. 

Igual debería haber mentido a cerca de su identidad en presencia de aquellos ojos verdes que evocaban épocas pasadas, pero no podía mentir en presencia de Santana. Él conocía su verdadera identidad. Quizás debiera haberle mentido también a él, pero sin duda ya era tarde. Fuera como fuera, Ojos Verdes no parecía peligrosa, no al menos en el sentido de peligro inminente que a uno se le lanza al cuello para rebanárselo y con eso Bertrand se conformaba por el momento. 

Lo que si se fijó fue en el culo de la carabina de la señorita Grimes. Era cierto que aquel vestido le hacía un buen culo. Cómo bien había dicho antes, aquel vestido parecía hecho para ella. Desde luego cuando había buena percha, era más fácil que a uno le encajara bien la ropa. Desde luego a él le quedaría bastante peor y lo sabía por experiencia. No sería la primera vez que se vestía de mujer. 

- No es que me quiera meter donde no me llaman, señor... - Se dirigió a E.B. - ...como sea. Pero relájese un poco. Estamos aquí para divertirnos. - Y aquello lo decía aquel extravagante hombrecillo que casi acababa de sufrir una embolia al creer reconocer a alguien en aquellos profundos ojos oceánicos. - ¿Un canapé? - Me ofreció a sus acompañantes una bandeja que acababa de sustraer de la mesa donde reposaba momentos atrás y que contenía algunos montaditos de salmón y caviar. 

La sonrisa de Mallory se apagó ante el recordatorio de E.B. de la Junta de accionistas. Sus abuelos habían montado aquella empresa de la nada y su padre la había llevado a un nuevo nivel. Mucha gente se había enriquecido a costa de la visión de futuro de su padre y, sin embargo, allí estaban, como tiburones a la espera de un rastro de sangre en el agua. La verdad es que, a pesar de que Mallory era un tanto excéntrica, su única adicción actual era el arte. Hablando de lo cual... 

En el mismo tono íntimo e informal en el que había hablado su interlocutora, la joven contestó: - Así que eres marchante de arte. Parece que tenemos algo en común además de nuestro exquisito gusto por la transgresión. Yo tengo una galería en Manhattan. Nada demasiado pretencioso, aunque desde luego interesante. Yo misma he pintado algunos de los cuadros de la exposición. - Mallory extrajo una tarjeta negra del bolso y se la ofreció a la mujer de ojos verdes. En letras blancas podía leerse "THE DARK" sobre el nombre "Grimes. Art as experience". Tras las letras a duras penas podía intuirse una sombra, algo oscuro que parecía reptar y enroscarse en el fondo de la tarjeta, cambiante al movimiento del papel ante los ojos. - Es la primera vez que asisto a un evento como este. Desde luego espero encontrar algo lo bastante interesante para que mi abogado se escandalice. Podríamos decir que me interesa todo lo que repta bajo la superficie, lo que se esconde a simple vista. ¿Acaso hay algo más interesante que aquello que nuestros ojos y nuestro espíritu a penas pueden intuir en la periferia de la existencia? - Sus ojos se ocultaban detrás de sus gafas oscuras, pero sonrió a la desconocida mientras con un gesto casual rozaba su mano. - ¿Qué es lo buscas tú esta noche, Emily? 

Loxley no conocía del todo al abogado de Mallory, pero no pudo evitar dedicarle una amplia sonrisa cuando alabó su atuendo, en realidad no había sido difícil combinar la prenda y presentarse de manera clásica al evento. Sin embargo, difería de E.B en que Grimes no hubiera estado acertada, ella era única, tenía un estilazo tan definido que no podía evitar atraer las miradas con aquel cabello tan rojo y los encajes que remarcaban su cuerpo. Desde el punto de vista de Nora, Mallory era terriblemente atractiva y a su lado ella misma podía ser calificada como vulgar, pero eso era lo que menos le importaba, lo mejor de su amistad era la fascinación que compartían y las interminables charlas al teléfono donde intercambiaban opiniones, siempre respecto al más allá y las sensaciones que les evocaban algunas historias u objetos.

- No le hagas caso, eres un bombón... - le dijo en un tono de voz tan bajo que le pasara desapercibido al letrado, continuando un poco el tono jocoso que tornaba la situación con respecto las drogas y el culo que le creaba el vestido -... Mallory cielo, si quieres luego puedes azotarme, ya sabes que me gusta mucho como lo haces, tendremos que usar el látigo en casa..., y si te aburres antes podemos ir al baño para.... - se rozó la nariz, un claro gesto que denotaba esnifar cocaína, E.B podía morir finalmente de úlcera esa misma noche.

Tener al profesor Santana delante era como sufrir un orgasmo intelectual. Allí estaba él, en persona y Grimes le conocía sobradamente. Poco le importó que la otra mujer presente la llamara groupie, en el fondo sabía que lo era y no había nada mejor que la aceptación para no disgustarse con tan poca cosa, mostrando la mejor de sus sonrisas, ampliándose ésta cuando el profesor Santana recordaba quien era.... ¡¡¡¡Le recordaba!!!!

- Oh... sí, yo soy la anticuaria... - repitió abriendo mucho los ojos cuando le comentó que aquella noche habían muchos objetos siniestros en la sala -... Vale, no tocar nada pictórico... - en realidad Nora disfrutaba mucho más con libros, relojes o joyas, pero si había algo excesivamente morboso quizás se le pudiera ir la mano y elevarse ésta para hacer la correspondiente puja, irónico que ella no tuviera demasiado dinero, ya levantaría la mano de Mallory llegado el caso...

Nora miró a Bertrand con naturalidad, sin ofenderse porque dijera algo obvio, su vestido era prestado y ella estaba allí casi de casualidad, comprendiendo que una de las mejores cosas de su vida había sido conocer a Mallory.

- Carabina... jamás me hubiera denominado así, pero me vale... - se encogió de hombros, tenía buen carácter, estiró la mano hacia Dotter a modo de saludo una vez se presentó, aunque con casi todo el interés depositado en su amiga pelirroja, daba lo mismo, Loxley no perdería la sonrisa, ni ante Van Weyden, una mujer que parecía no dar puntada sin hilo -... ¿Canapés?... Oh sí gracias.... - cogió uno, dos, tres de aquellas pequeñas maravillas culinarias, llevándolas a la boca y perdiendo en el proceso un tanto de glamour.

- Señor Dotter... ¿Quién es Tyris?... - preguntó bajando la voz y encendiendo el modo "on cotilla" -... Es que tengo muy buen oído, pensé por un momento que hablaba solo pero me da la sensación de que tiene un comunicador y alguien externo al evento que tiene interés en saber lo que aquí sucede... Cada uno lleva su carabina por lo visto... - tenía la sutileza de una explosión nuclear

Mallory por su parte parecía preguntar a Emily sobre lo que buscaba aquella noche en la exposición, por lo visto según Santana algo pictórico pero la fémina por sus palabras y gestos parecía que finalmente les sorprendería... Nora no tenía maldad pero estaba deseando joderle la puja, quizás porque no supiera tanto de arte como los presentes, pero eso sí, se dejaba llevar por su intuición natural, la que a veces surgía y le indicaba que un objeto tenía más magia dentro que los propios sueños que en ocasiones le despertaban de noche.

E.B. habría palidecido aún más, pero ya había alcanzado su cénit de lividez cutánea.

-Saaaaaanta María…-, musitó tratando de zafarse de las pesadillas que le acechaban incluso despierto y que incluían a furibundos accionistas amenazándole con llevar a la prensa las fotografías de aquellas dos en una sesión sadomasoquista. Aquello sería el fin del negocio familiar, sin ninguna duda.

O el principio de su úlcera, claro.

-¡Camarero!-, dijo alzando la mano y asaltando al primero que vio con una bandeja con copas de champán. –¡Aguarde!-, dijo tomando una copa cual ave rapaz.

-Se me descocan… ¡Se me descocan!-, se lamentaba E.B. mientras apuraba la copa de un trago, tratando de olvidar la preocupante imagen mental que se había instalado en su recta y tradicional imaginación.

-Yavhé, perdona mis pensamientos impuros… Aaaaah, tengo que investigar mejor las amistades de Mallory… ¡Esta Nora es de todo menos discreta!-, se dijo a sí mismo.

Necesitaba otra copa.

Van Weyden tomó la tarjeta que le extendía Mallory y la estudió con suma curiosidad.

-Vaya, vaya, vaya… Así tenemos aquí a toda una artista entre nosotros-, dijo con cierta satisfacción. –Recordaré visitar tu galería, Mallory Grimes. Parece bastante estimulante. Y yo me jacto de conocer a todos los artistas que merecen la pena aquí, en la capital del mundo. Consideraré que eres un agradable descubrimiento.

Guardó con gracilidad la tarjeta en un diminuto bolso Gucci que colgaba de su hombro derecho.

-Creo que nos atrae un tipo de arte parecido, aunque lo que busco esta noche es una experiencia concreta, muy difícil de describir-. No estaba del todo claro si era el exacto color verde claro de sus ojos o el conjunto que componían con la sombra de ojos que empleaba aquella atractiva mujer, pero su mirada tenía algo hipnótico.

-¿No te ha ocurrido alguna vez?-, inquirió de pronto. -¿Estar ante un cuadro en el que tienes el riesgo real de hundirte de la cabeza a los pies si lo observas el tiempo suficiente?

Ladeó su cabeza ligeramente, su larga melena lisa cayendo en cascada por su hombro desnudo.

-Mis fuentes me dicen…-. Miró a Santana de soslayo mientras una pícara sonrisa se dibujaba en su rostro pálido. -…que esta noche nos aguarda una sorpresa. Un cuadro de Alain d’Alembert, el pintor maldito. Su obra maestra, nada menos.

>> Profesor, ¿algo que decir ante esta acusación formal?

En ese momento, un hombrecillo trajeado se aproxima discretamente a Santana y le advierte de algo al oído.

-Disculpe, profesor… Esto, ahem… Es la hora-, alcanzáis a escuchar.

Santana ya parecía contar con esa posibilidad y se limita a asentir, siempre tan proclive a la economía gestual.

-Bien, si me disculpan, damas y caballeros, he de ejercer mi labor como… maestro de ceremonias. Estoy seguro de que dos jóvenes de su evidente inquietud intelectual encontrarán la velada de sumo interés. Por favor, acompañen a mi socio, el señor Dotter. Estoy seguro de que podrá conseguirles buenos asientos en las primeras filas.

>> Oh, y Emily… Estoy seguro de que la sorpresa merecerá la pena.

Santana depositó su mano en el hombro de Bertrand antes de abandonar al grupo, dispuesto a subirse al estrado y comenzar la función.

Como buen académico, el profesor Santana era muy consciente de que la juventud es la que está siempre llamada a sostener la antorcha que porta la llama de la curiosidad. Ese, entre otros motivos, había activado un prudente interés por las dos jóvenes amigas, sin duda alguna las más jóvenes del lugar.

-Hmmmm… Salvado por la campana-, siseó Van Weyden en un tono jocoso. Parecía disfrutar de la intriga.

-Bien, supongo que va siendo hora de tomar asiento, ¿no?-. Van Weyden pareció dispuesta a retirarse, si bien la última pregunta de Nora a Bertrand captó su atención y la hizo detenerse en el sitio.

En Capítulos anteriores...

@ Nora: - Señor Dotter... ¿Quién es Tyris?... - preguntó bajando la voz y encendiendo el modo "on cotilla" -... Es que tengo muy buen oído, pensé por un momento que hablaba solo pero me da la sensación de que tiene un comunicador y alguien externo al evento que tiene interés en saber lo que aquí sucede... Cada uno lleva su carabina por lo visto... - tenía la sutileza de una explosión nuclear

-Hay un inhibidor de señal aquí arriba, en alguna parte-, añadió al comentario de Nora sin perder su sonrisa. –Nadie puede saber lo que hacemos aquí dentro. No hay cámaras. No hay móviles. Lo que pasa en el Merryweather, se queda en el Merryweather…-.

En sus palabras había algo más que una broma.

Era una sutil advertencia.

-Dudo mucho que el señor Dotter tenga un comunicador, Nora… El profesor Santana tiene un incuestionable gusto eligiendo a sus socios. Y el señor Dotter quizás sea otras cosas, pero, definitivamente, no parece estúpido-, lanzó como salva final.

E.B., que ya estaba algo tenso por las declaraciones de su representada y su incombustible amiga, echó mano a su teléfono como acto reflejo al escuchar las palabras de Van Weyden.

-¡Oh, no! ¡Oh, noooo! ¡Es cierto!-, exclamó. -¡Es absurda y horroríficamente cierto! ¡No tengo señal! ¡Mierda!

Quítale a un abogado su móvil con su agenda de contactos en un mitin social y observa cómo se acerca inexorable la sombra de la apoplejía.

Sadomasoquismo y cocaína. Aquellas dos mujeres eran toda una caja de sorpresas. Aunque Bertrand sabía que no era más que una artimaña para tratar de poner de los nervios al chupatintas del abogado que les acompañaba como perro faldero, no pudo evitar pensar en aquellas dos bellezas realizando aquellos atroces actos y algo en su entrepierna empezó a palpitar con insistencia.

Trató de tranquilizarse. Tenía una pregunta que responder. Lo haría muy por encima. Sin mentir demasiado. Nadie podía conocerna Tyris en aquel lugar salvo la propia Tyris, por lo cual no tenía que esforzarse demasiado en su respuesta. 

- Tyris... - Repitió aquel nombre. - Tyris es una vieja amiga. La señorita Van Weyden tiene un parecido innegable con ella. Puede que me haya confundido. - Miró fijamente a aquella extraña mujer. No, no es había confundido. Aunque no lo recordara, ella era Tyris. Eso o podía ser que simplemente tratara de engañarles. - ¡Pero dejémonos de chifladuras de un viejo loco como yo! - Soltó una forzada risotada. - Acompáñenme. Tengo unos asientos muy buenos para todos nosotros. - Sonrió.

Mentiría si dijera que no le había importunado que aquella maldita zorra le hubiera escuchado hablar con Petaca de Licor de Cereza. Pensó en decirle la verdad, que Tyris era una mujer procedente de otra dimensión que se empeñaba en mi morir nunca definitivamente cuando él la mataba y que de tanto en cuanto aparecía de nuevo para tratar de matarle. De toda formas no le iba a creer... 

No obstante, si pretendía conservar alguna esleanzayde participar alguna vez en uno de aquellos juegos eróticos con látigo y cuero, no podía decir cosas tan extravagantes. Eso solo alejaba a las mujeres. Lo sabía por experiencia propia. 

Y luego estaba el asunto del anillo con ojo lagartiano.

Aquel anillo le había mirado. Era evidente que aquel anillo no pertenecía a aquella dimensión y si así era, la tecnología con la que estaba creada no era de ese mundo. No era la primera vez que se enfrentaba a objetos como aquel en ese mundo, por lo que no se inmutó demasiado. Lo único que venía a confirmar aquel anillo en aquel dedo, era que aquella mujer, fuera Tyris o no, escondía más de lo que presentaba a simple vista. 

Tenía que indagar más en aquel asunto. Debía conocer bien a Ojos Verdes. Sólo esperaba que no tratase de matarlo. Con suerte sería verdad que no recordaba su verdadera naturaleza.