Partida Rol por web

-¡Mío! ¡MÍO! ¡Debe ser míiiiiiioooooo! ¡No vais a ganar esta puja, pardillos! ¡La inspiración definitiva para mi magna opus zómbica está aquí! ¡JAJA! ¡TIEMBLA, MUNDO! ¡AQUÍ LLEGA EDWARD RIGGS!-, pensó el gordito reprimiendo un escalofrío de emoción.

-¡32.000 para el señor Riggs!-, señaló Santana rebuscando con la mirada un adversario digno que hiciera la puja por el ejemplar del Cultes un vibrante primer acto para la velada.

¿¡Sabe mi nombre!? ¿¡SABE MI NOMBRE!? Un momento, unmomentounmomento… Eso significa… ¡QUE EL PROFESOR SANTANA HA LEÍDO UNO DE MIS LIBROS! ¡JA! ¡JAJAJA! ¡MIRA MAMÁ! ¡SOY EL REY DEL MUNDOOOO!-, pensó muy emocionado el tipo, ahora en pie, mirando a su alrededor con nada disimulada satisfacción y guiñándole el ojo a la señorita a su derecha.

Fue entonces cuando reparó en que era toda una abuela y parecía convenientemente acompañada de un zagal proveniente del Pleistoceno.

Un ligero error de cálculo que no empañaría la victoria total de Edward Riggs.

El hombrecillo puso los brazos en jarras, aguardando a algún valiente que pujase contra él por el Cultes des Gules.

-¡Vamos! ¡VAMOS! ¡VENID A POR MÍ!-, pensó Edward mientras se mordía el labio inferior con creciente nerviosismo.

- Vaya, vaya, señor Dotter... ¡Es usted una caja de sorpresas! - contestó la joven pasando por alto deliberadamente la referencia a su lugar de residencia. Desde luego que aquel evento estaba plagado de gente de lo más interesante y algo le decía que los objetos de la subasta serían cuanto menos peculiares.

Mallory se maravilló de la capacidad de Santana para generar suspense entre los postores. Cuando el libro apareció en el escenario un escalofrío de excitación pareció recorrer las butacas del auditorio.  - ¡Increíble! ¡Absolutamente impresionante! ¡Loxy, es el Culto de los Gules! ¿Crees que deberíamos pujar por él? Reconozco que si el cuadro de d´Alembert forma parte de la subasta podría ser interesante, pero esto... ¡esto es una verdadera joya! - La joven observaba a su amiga sonriente cuando una voz se elevó entre el público. La primera puja de la noche. Mallory se incorporó un poco en el asiento disfrutando plenamente del espectáculo y examinó al individuo que había ofrecido 32.000 dólares por aquel libro. ¿Riggs? De qué me suena ese nombre... - 

- 34.000 - Dijo Bertrand mirando a aquel gordo gafotas con aires de superioridad.

Había leído algo de ese tipo. La Llave del Mal, se llamaba aquel desafortunado libro. Ciertamente, cuando se decidió a leer una de sus novelas esperaba otra cosa. Bueno, mentía, esperaba realmente lo que era, un truño. Y es que era difícil contentar a Bertrand en lo que se refería narrativa de terror. No pudo leer más que las primeras 120 páginas. Aquel tipo trataba de ahondar en el concepto del mal y del bien, pero para su gusto, no lo lograba. Él, que había conocido el mal en primera persona, sabía que las paparruchas de Riggs, nada tenían que ver con el concepto que él tenía acerca del mal.

Si, pujó por ese libro únicamente para fastidiar a aquel gordo y fracasado escritor. ¿Fracasado si tenía miles de seguidores y se había hecho rico con sus escritos? Completamente si, pues para Bertrand, un hombre exitoso no se medía por lo que podía facturar o por los muchos adeptos que podía conseguir. Para Bertrand la llave del éxito estaba en otro sitio, en ser fiel a uno mismo, dentro de lo quela caótica existencia de uno de le dejase, claro estaba. En eso y en alcanzar los objetivos vitales de uno que al principio parecían inalcanzables. ¡Si, eso era tener verdadero éxito! Nada que ver con escribir cuatro tonterías esotéricas y que le enamore a la mayor parte del estúpido rebaño que conformaba la mayor parte de la humanidad.

El profesor asintió ante la puja de Bertrand por el Cultes des Gules. Ya imaginaba que captaría el interés de su socio.

-34.000 dólares del señor Dotter. ¿Alguien da 36.000 dólares?-.

Riggs entornó los ojos, frunció los labios y resopló lentamente mientras se ajustaba sus gafas de pasta.

-Potterrrr...-, siseó mientras clavaba sus ojillos negros en su oponente.

La anciana situada a su lado le miró arqueando las cejas.

-Disculpe, joven... Ha dicho "Dotter"-, dijo señalándose el oído. -Señor "Dotter". ¿Se limpia usted el cerumen?

Por toda respuesta, Riggs le dedicó una mirada displicente y le enseñó los dientes.

-Ñññññññ... Mimimí, ha dicho Dotter, mimimí, lo dice mi Sonotone, mimimí, tengo suscripción Premium en GAES, mimimí...-, pensó el escritor mientras ponía los brazos en jarras.

-¡40.000!-, exclamó con pose desafiante mientras alzaba su rechoncha mano, para deleite del respetable, que ya olía la sangre en la puja.

¡Oh, Dios mío! ¡Madre mía! ¡MADRE MÍA! - E.B., ¡madre mía! ¿Sabes quién es ese? ¡Es Edward Riggs! ¡El autor de una de mis sagas literarias favoritas de TODOS LOS TIEMPOS! ¡Está aquí! - A Mallory le encantaban todos y cada uno de los libros del señor Riggs, aunque particularmente los ambientados en el siglo XIX. Ese hombre había dado un nuevo empuje a las novelas de zombis y había dejado en evidencia a George A. Romero. Por un instante, Mallory se quedó tan estupefacta que se quitó las gafas de sol para poder verle mejor. Era un hombre bajito, pero lleno de pasión. Mallory se volvió a colocar las gafas y se giró hacia su abogado. - ¡Ese hombre es un artista! ¡Un verdadero genio! - 

Por un instante, Mallory se había quedado tan absolutamente alucinada ante el descubrimiento de uno de sus ídolos literarios entre el público que hasta se había olvidado de la subasta. No obstante, allí estaba el señor Dotter para devolverla al mundo real. El hombre, con sus orejas de soplillo y sus cejas de Grinch, se puso en pie con una dignidad que rozaba en lo cómico y proclamó al mundo su oferta. Acababa de empezar un duelo... Un duelo a muerte...  

E.B. miró al tipo que parecía erigirse competidor directo del peculiar Bertrand Dotter en la puja por aquel vetusto tomo francés, comprobando que el tal escritor ídolo de Mallory encajaba perfectamente en aquel ambiente tan excéntrico.

-¡Cáspita!-. E.B., por lo general excelentemente hablado, era muy proclive a emplear interjecciones blancas, de todo punto inocuas, habida cuenta de que en su numerosa familia el creciente número de vástagos en edad de memorizar palabrotas había motivado a sus hermanos y hermanas, todos ya casados, a activar el filtro de control parental. E.B., en cambio, era el tío favorito de todos, aún soltero. Aún libre.

-Parece que va a sufrir un ictus de un momento a otro... ¿Te estás dando cuenta del absurdo? ¡Están pagando cuarenta de los grandes por un panfleto lleno de monsergas!-, musitó el abogado a su representada sin dar crédito.

E.B. estaba acostumbrado a la personalidad extravagante de las élites neoyorquinas, pero esto... ¡Esto era algo inaudito para él!

-¿Y qué dices que ha escrito ese individuo? Querida Mallory, debo confesarte que tus gustos literarios siempre me han parecido... cuestionables-.

Bertrand miró por encima del hombro a aquel tipejo gordo y sudoroso. Sin duda alguna, si uno lo empalaba y lo ponía gyro de asar kebab, tendría un sabor muy similar al de la carne original de kabab. 

Resopló mientras meneaba la cabeza. ¿Se pensaba ese tipo que iba a hacerle frente? Eso parecía. Lo que también parecía era un demente. Su actitud era la de un adicto ante una dosis de su mierda favorita. Si ya tenía claro que ese tipo y su literatura barata no le gustaban, ahora que le conocía, confirmaba que no era más que un payaso de esos que tienen exito entre adolescentes, escribiendo historietas sobre vampiros de purpurina.

- 45.000. - Dijo tras levantar la mano y casi sin inmutarse.

Estaba claro que Dotter y ella iban a llevarse bien, no solo porque le gustara lo morboso si no por el hecho de que Nora pensaba de que el tipo tenía algún ente rondándole si no algo mucho más extraño y quizás, hasta peligroso. No dijo mucho más, sonrió a su amiga Mallory, probablemente no dieran una con el secreto de Bertrand, pero era divertido pensar, imaginar, deducir,  inventar... ¿Dónde estaba el límite de la realidad y la ficción? Según Loxley la línea era tan tenue que quizás, ni existiera.

Hablar de Irwin siempre era interesante y más conocer a gente que no pusiera cara de haba cuando se hacía referencia a ese punto concreto de la historia neoyorkina, una que jamás saldría en los libros de textos aún formando parte de la realidad innata de la ciudad que habitaban.

El afroamericano se dirigió hacia Nora, a la cual solo le faltaba dar saltitos de emoción ante el devenir de la subasta -... Oh es un placer señor Kwane... Uys si no le gusta el arte, ¿por qué ha venido?... ¿Sabe usted que es una subasta un tanto cara?... No sé, yo no me gastaría mucho dinero en una tabla de windsurf si no me gustara ese deporte, aunque tuviera derroches de millones en el bolsillo... - dijo con lógica -... Lo emplearía en algo que me fascinase... ¿qué le fascina a usted?...

Santana se hizo el dueño y señor del estrado, presentando la primera pieza de valor, un libro prohibido que era casi exclusivo a nivel mundial, destacando por estar relacionado con magia negra.

- Quiero eso, lo quiero Mallory... - le pidió a su amiga casi como si fuera una niña pequeña, podría orinarse encima si no fuera por el propio estrés que sugería una subasta, subiendo la puja de 30.000 a 32.000 dólares.

Hostia, creo que tengo 250.000 pavos en el bolso... No más....

- Oh Mall... sí que es una joya, quiero ese libro satánico... toda su magia y su saber..., déjame, déjame que es mío... - dijo con clara emoción la anticuaria sin tener ni idea de si aquel volumen tendría buena salida en el mercado -... Pero..., si pillamos ese ejemplar quizás no nos llegue para lo que veníamos a buscar..., yo tengo 250.000 dólares para invertir, podríamos unir nuestras economías... ¿te parece bien?... ¿Pujamos? ¿Pasamos?.... - le preguntó pero no pudo evitar venirse arriba -... ¡¡¡¡50.000 dólares!!!!... - miró muy seria al gentío antes de añadir -...Por muchos saberes que ustedes tengan, el maligno me susurra cosas de noche, la magia que aparece en ese manuscrito es y siempre será invisible a vuestros ojos... Dejad de tirar dinero, es mío...

Parecía que el idiota de Riggs se había quedado petrificado con las últimas cantidades en la puja. Bert sonrió, pues realmente no tenía mucho interés en aquel grimorio antiguo. Si había pujado era únicamente para que ese escritor, bajo su punto de vista fracasado, no se llevara el premio. Si era Loxely, aquella diosa griega, la que se llevaba el gato al agua, ya le iba bien. Miró a Nora y le sonrió, para acto seguido alzarle las cejas dos veces seguida y acabar guiñándole un ojo. Estaba claro que Loxley y él se iban a llevar bien, aunque quizás, no todo lo bien que a Dotter le gustaría, eso sólo el tiempo lo diría.

Era difícil concebir un inicio más fulgurante para la subasta organizada por el profesor Santana. 

El Cultes des Gules había atraído el foco de atención con rapidez de algunos postores y el precio inicial casi se había duplicado en un breve pero intensísimo intercambio entre Edward Riggs, el célebre escritor, y el siempre sonriente Bertrand Dotter, al que, en realidad, el libro le daba bastante igual. 

¡Fue entonces cuando comenzó el vendaval, con Nora Loxley revelando una oferta de nada más y nada menos que 50.000 dólares!

En la sala aquella escandalosa oferta pareció sumir a más de uno en cierta turbación. Algunas damas sacaron los abanicos. Y eso que estaba entrado el otoño. De hecho, y paradójicamente, reveló a varios postores que aguardaban agazapados el resultado del intercambio entre Riggs y su competencia apostada en la primera fila. ¡El libro despertaba un interés considerable entre los asistentes!

Edward no se había sentado desde que comenzó la puja. Es más, martilleaba el suelo con su zapato con ahínco viendo que sus oponentes no solo no se echaban atrás, sino que no parecía que tuviesen intención alguna en ceder. Para colmo, tres indeseables ricos de Brooklyn se habían unido a la fiesta por el Cultes des Gules y habían disparado la cifra de la puja hasta los 80 mil.

La venerable Eleanor Riggs no estaría nada satisfecha con el dispendio, ¡PERO ERA UNO DE LOS DIECIÉIS EJEMPLARES CONOCIDOS QUE HABÍAN SOBREVIVIDO A LA CAZA DE LA IGLESIA CATÓLICA!

Ya discutiría el sartenazo al presupuesto anual con su madre más tarde.

Quizás el año que viene.

-¡Jijijijijiji! ¡Te están mojando la oreja, hijo! ¿Qué vas a hacer?-, inquirió la anciana metomentodo con ojos divertidos.

Edward se ajustó las gafas por decimonovena vez y se desabrochó las mangas de la camisa.

Ahora era personal.

-Tú y yo, Señor... Tú y yo-, musitó emulando a su héroe, el Reverendo Slocum. Cuando peor pintaba la situación, su intrépido sacerdote, protagonista de casi todas sus novelas de éxito, siempre repetía la misma frase.

Edward Riggs alzó la mano por tercera vez esa noche. No habría una cuarta. Ganar, o morir.

-¡¡¡100.000!!!-.

El salón vibró con la exclamación triunfal de Edward Riggs.

Santana se permitió una sonrisa algo más amplia de lo habitual.

Mallory miró con unos ojos como platos a su amiga Nora cuando la escuchó gritar aquella cifra con el convencimiento de una abuela cantando BINGO en plena racha de suerte. Aunque su sorpresa se podía percibir en su voz - ¡Madre mía, Loxy! Eres una chica muy mala... Si lo necesitas cuentas con mi respaldo, ¿verdad E.B.? ¿Qué clase de amiga sería si la dejara en la estacada? - sentenció la joven sonriente encogiéndose de hombros, mientras con cierto deleite observaba la retirada de Dotter y la reacción de su escritor favorito. En el fondo se sentía culpable por haberse ofrecido a arrebatar el manuscrito a Riggs, aunque no demasiado. Podría ser una manera de conocerle. Sus cejas se alzaron por encima de sus gafas oscuras cuando escuchó a Riggs gritar a pleno pulmón su última oferta. ¡100.000 dólares! - Maldito loco... - Mallory estaba francamente impresionada. Riggs estaba muy motivado por hacerse con el manuscrito, aunque algo en el brillo de los ojos de Nora le advirtió que no era el único. - A por él, pequeña... - susurró más para sí misma que para los demás mientras observaba a Nora moverse nerviosa en su asiento.