Partida Rol por web

Estos sucesos ocurrieron cuando dejaste tu puesto en el ejército y tras rellenar, y enviar, el documento para solicitar un puesto como integrante de la organización Spartan.

Te encontrabas en tu hogar cuando, de pronto, tu rutina diaria se vio alterada por el zumbido del interfono de tu puerta.

Naereva se encontraba sentada en el sofá del salón, viendo las noticias en la televisión a la par que sorbía distraídamente un vaso de whiskey a medias. El sonido del interfono la arrancó de su ensimismamiento. Tras hacer aterrizar el vaso sobre el reposabrazos del mueble, se alzó y caminó a la puerta.

Vestía solo con unos pantalones grises y cortos de deporte, así como con una camiseta de tirantes blanca. Llevaba el pelo suelto e iba descalza.

—¿Sí? —respondió al aparato.

Hola, buenos días. -dijo una voz, parcialmente joven, al otro lado del interfono.
¿La señorita Skylar? tengo una certificación a su nombre. -dijo.

—Sí, soy yo —respondió.

Acto seguido accionó el botón que abría la puerta.

El mensajero no tardó en subir las escaleras. Era un muchacho joven, de estatura por encima de la media y no más de 28 años, pelo corto y castaño, ojos almendrados y pardos y extremidades largas y finas.

Buenos días, ¿me permite? -preguntó mientras sacaba el aparato ocular, colocándolo a la altura de los ojos de la chica. El aparato, tras un breve periodo de tiempo, emitió un largo pitido de confirmación.

El mensajero asintió, pulsó algunas teclas del aparato y finalmente le entregó un sobre, color mostaza oscuro, cerrado y sellado.

Que pase una buena mañana. -afirmó despidiéndose de la chica.

Nae aguardó en el umbral interior de su puerta abierta a que el mensajero subiera, cruzada de brazos y seria. 

—Buenos días —le devolvió el saludo y aproximó el rostro para facilitarle el escaneo.

Acto seguido, la morena tomó el sobre y asintió al transportista. 

—Igualmente —afirmó con sequedad.

La fémina cerró la puerta y caminó de vuelta al sofá, para sentarse. Posó el sobre en su regazo y a la par que le echaba un vistazo al reverso, buscando algún signo del remitente, extendió el brazo para agarrar el vaso de whisky. Naereva dio un moderado sorbo y lo retornó a su lugar original. 

Procedió a abrir la misiva con los dedos, rompiendo el sobre sin miramientos, buscando lo que contenía.

En el interior del sobre, tras abrirlo, encuentras una carta y una tarjeta identificativa de reconocimiento ocular y dactilar.

La muchacha leyó los contenidos de la carta, sosteniéndola con una mano mientras que la restante hacía lo mismo con la tarjeta. Al acabar, Nae dejó la carta sobre el sofá, para entonces rematar el vaso de whisky de un último y copioso trago. Una pequeña sonrisa se marcó en sus labios, según la morena releía lo escrito en el papel. 

Se alzó y marchó hasta su habitación para vestirse, llevándose la tarjeta consigo. Allí se atavió y aseó, poniéndose un jersey blanco, unos pantalones ceñidos de color azul y unas botas militares negras. Remató su indumentaria con una gabardina marrón que le alcanzaba hasta los muslos. Así mismo se recogió el cabello en una coleta, como de costumbre.

Barajó el llevarse un arma, pero consideró que era mejor evitar la posibilidad de un desafortunado malentendido con la organización. 

Con la tarjeta en su bolsillo, además de otras pertenencias obvias —dinero, identificación, llaves, etcétera—, Nae se puso en marcha. Dejó el apartamento, cerró tras de sí y caminó hasta su motocicleta. 

Se montó, encendió el motor —que rugió como una bestia del averno— y aceleró rumbo a las oficinas Spartan.

Las oficinas de la organización Spartan se encontraban en el centro de la ciudad y, al igual que cualquier edificio de esta organización, contaba con un estricto, exhaustivo y elevado nivel de seguridad que incluía, entre otras cosas, vehículos militares pesados -tales como tanques o helicópteros- apostados en las entradas y salidas del edificio.
La entrada principal contaba con una ancha y enorme escalinata inmaculada de color blanco donde, en el extremo de cada escalón, se ubicaba un soldado -equipado con una armadura X35 de, al menos, 3ª generación- y armas automáticas de gran calibre.

En la puerta de acceso había colocado un control, formado por seis soldados y un escaner móvil de materia, donde comprobaban las credenciales de todo aquel que tuviese intención de acceder al edificio.

La ex-operativa aminoró según se aproximaba a las inmediaciones del edificio. Aprovechando que su vehículo se podía aparcar casi en cualquier sitio, lo dejó en una acera cercana.

A buen paso, observando todo el despliegue de la organización Spartan —que no era insignificante—, Naereva eliminó la distancia que la separaba con el control de la puerta de acceso. Insegura de lo que hacer, sacó la tarjeta que había acompañado a la carta y la presentó.

—Estoy aquí para una entrevista.

Los soldados, al acercarte, te examinan de arriba abajo. Uno de ellos se acerca hasta ti y coge la tarjeta identificativa que habías sacado. La observa, te observa, y finalmente la introduce en una especie de PDA.

La PDA, después de estar escasos segundos procesando, suelta un pitido corto acompañado de una permanente luz LED de color verde.

El soldado asiente y te señala un círculo en el suelo, ubicado justo entre las placas del escaner.

Póngase ahí, por favor. -dijo el soldado con una voz femenina salida de los altavoces de su blindaje. 

¿Quiere declarar algún tipo de arma, prótesis, enfermedad cardíaca o contagiosa, o busca y captura por parte de alguna institución legislativa? -pregunta otro soldado, esta vez con voz masculina, mientras se acerca al escaner y coloca su rifle automático apoyado en el hombro con el cañón hacia arriba.

Nae quedó a la espera de que aprobaran su entrada. Cuando le dieron el visto bueno a su tarjeta, le ordenaron colocarse sobre lo que debía de ser algún tipo de escáner. Sin motivo alguno para desobedecer, la morena se plantó donde debía, aguardando una vez más a que los procedimientos de seguridad siguieran su curso.

—No tengo nada que declarar —aseguró con la vista al frente.

Instantes después de colocarte en el círculo comienzas a escuchar un ruido mecánico. Acto seguido, del mismo círculo, hace aparición un pequeño aro metálico que va elevándose lentamente desde tus pies a la cabeza, analizándote con un continuo láser.
Una vez el análisis se ha completado, el aro vuelve a colocarse en el círculo.
El soldado con la PDA retira la tarjeta identificativa, se acerca a ti y te la extiende.

Limpia. Puede pasar. -menciona, mirándote y cabeceando hacia el interior del edificio.

Avisen a la Teniente Lars. Dossier cinco, seis, ocho, cero, uno; entrando a recinto. -dice mientras camina, volviendo a su posición.

Naereva quedó inmóvil, con la espalda recta y el rostro ligeramente alzado, ojos todavía al frente, apersonal. 

Al finalizar el escaneo, se le entregó de vuelta su tarjeta, que ella no dudó en tomar y guardarla en sus prendas. 

Sin añadir nada a la conversación, la fémina entró en el edificio.

El interior del edificio, que se presentaba gigantesco, se construyó hacia abajo y sin escatimar en gastos. La edificación, que estaba diseñada con formas suaves, redondeadas, inmaculadas y futuristas de un tono blancuzco, estaba fabricada con materiales de altísima calidad y dureza.
A ambos lados de la entrada, y tras otro control, bajaba una enorme escalinata que unía la planta baja con el resto de pisos.
La planta baja estaba a rebosar de personas. La mayoría de estas se encontraban dentro de su propio despacho, hecho con cristales de un grosor claramente superior al convencional.
Al frente, junto al control, podían verse los famosos e intimidantes "Bípedos".

La mujer se tomó unos instantes, según caminaba con lentitud, para apreciar bien el interior de aquella titánica estructura. Ya no albergaba duda alguna sobre el poderío de la organización, que parecía superar al del ejército. Si aquello era cierto, o una simple demostración de fuerza para hacer parecer a la fundación Spartan más capaz de lo que en realidad era, Nae ya lo comprobaría cuando pasara a formar parte de sus filas.

Si es que la admitían, por supuesto. Tampoco le iba a arrebatar el sueño. Sabía que en el peor de los casos podría reclamar de vuelta su puesto en operaciones especiales.

El caso era que nadie le había indicado a dónde debía dirigirse a continuación. Con semblante neutral, insegura sobre la direción a tomar, se aproximó al segundo control, ese acompañado por los robots bípedos. Naereva jamás había estado tan cerca de uno, y aunque no lo admitiría abiertamente, la presencia de aquellos behemots la incomodaba. ¿Y quién no se sentiría así? A no ser, claro está, que el sujeto tuviera extremadamente claro que el piloto del meca estaba de su parte.

Buscó a algún soldado de guardia a quien poder decirle:

—Estoy aquí para una entrevista, pero no sé a dónde se supone que tengo que ir.

El soldado, al acercarte a él, se gira mirándote.
No llega a responderte debido a que, antes de hacerlo, entra en escena una mujer pelirroja -de tamaño menudo y sujetando varias carpetas de color arena- que hace que el soldado se cuadre en el sitio.
La mujer, pese a no poseer una estatura mayor a los 165 cm, cuenta con un cuerpo -visiblemente curtido en un intenso y constante entrenamiento- de sinuosas curvas, llamativos atributos y voz dulce y suave.

Buenos días, señorita Skyler. Soy la teniente Lars. La estaba esperando. -mientras extiende su mano, ofreciéndotela, a modo de saludo.

Naereva le dedicó un vistazo apreciativo a la desconocida que recién entró en escena. Obviando su encanto natural, la ex-operativa del ejército era más que consciente de que la tal Lars no era una cualquiera, tanto por su condición física como por la deferencia que le mostraban los que debían de ser sus subordinados.

—Es un placer, teniente —afirmó al estrechar la mano ajena.

La tenienta Lars te devuelve el gesto, con firmeza y seguridad, dedicándote una suave y breve sonrisa.

Bien, si es tan amable. -dice mientras hace un ademán para que la sigas - Iremos a una sala de interrogatorio para tener la entrevista.

Pasáis el nuevo control sin ningún tipo de incidente y descendéis por la escalinata izquierda.
El piso inferior, pese a tener ese toque de muestra de poder, se muestra de una manera más militar e intimidante. Está compuesto por un enorme pasillo con puertas negras, con pomos circulares de color platado, a cada lado de este.

Finalmente, y tras un breve paseo, os detenéis en una de estas. A-35.

La teniente Lars la abre, acciona un interruptor -ocasionando que un par de potentes barras LED blancas se enciendan casi de inmediato-, y te invita a pasar primero.

Aunque las distintas connotaciones del término "sala de interrogatorios" no le agradaban, Nae se tragó su duda y siguió los pasos de la teniente. Descendieron sin obstáculo a las entrañas del edificio, un nuevo ambiente que a la francotiradora se le hacía más familiar. Atravesando el pasillo, que bien podía ser infinito, el fin de la caminata llegó de manera inesperada para Naereva, que no sabía a dónde se dirigían. 

Cuando se le invitó a entrar, la morena asintió, atravesando el umbral que llevaba a la instancia A-35.