Partida Rol por web

-Sí, vamos, antes de que se haga más tarde. Tal vez tengamos oportunidad de topárnoslo en el metro. Y si no lo consideras demasiada indiscreción, querida, siento curiosidad por saber en qué forma te dejó esa llave: ¿en un testamento acaso? ¿Qué relación teníais con vuestro abuelo? Podéis contarme durante el trayecto.

Elías procuraba que su tono fuese afable. Ya se dirigía hacia la salida, con la intención de poner rumbo hacia la boca de metro más próxima.

Salieron del bar mientras Elías charlaba. Agustín iba un poco separado del grupo, metido en sus propios pensamientos. Atocha no quedaba precisamente cerca. En coche, por supuesto, estarían en unos veinte minutos, pero andando sería más de una hora. Quedaba la opción del Metro, que con un par de trasbordos los dejaría allí en cosa de unos cuarenta y cinco minutos.

Macarena miró a los tres hombres una vez se encontraron en la calle.

-¿Y ahora estamos sin coche?- dijo, refiriéndose sobre todo a Elías, ya que suponía que los otros dos no disponían de vehículo- pues nos tocará ir en metro. Por lo menos abono si que tendréis ¿no?

-Lo siento, no tengo auto. El metro es un buen sistema y, ¿no tuvieron nunca la sensación de que es como desplazarse por las vísceras de la gran ciudad? - Elías trataba de relajar un poco el ambiente. - ¿No les gustan las historias? Cortázar, un compatriota mío, tenía buenos cuentos sobre trenes.

Quizá Javier tuviera razón y Domingo se estaba metiendo demasiado en el asunto pero, al fin y al cabo, era su amigo y no sería él si se quedara con los brazos cruzados.

Miró a su compañero de soslayo, se encogió de hombros y encendió la radio. Sonaba la COPE, como siempre y la tarde estaba siendo tranquila. No paraba de pensar en lo sucedido: el libro, Tolito, el viejo gallego, el hombre del traje gris. Seguro que había un nexo de unión entre todos estos cabos pero, ¿cuál?

Las horas pasaban y el silencio reinaba en el coche patrulla. De pronto Domingo rompió el silencio:
- Javier, tengo que pedirte un favor. Me gustaría que hablaras con los de homicidios. Quisiera saber como llevan ellos la investigación. Esta noche iré a ver a los chicos y no tendré tiempo de verlos, en caso de que estén, claro -, le dijo a su compañero.

Agustín miró de soslayo a Elías:

- Vaya poeta. Y como buen poeta sin un duro. Al metro entonces.

Sin más opciones el grupo se encaminó hacia el Metro. La comparación hecha por Elías con las visceras de una ciudad inmensa no estaba demsiado encaminada, después de todo. Al menos el olor era similar a aquellas horas. Un par de trasbordos y salían ya en Atocha.

La estación de tren a aquella hora estaba bastante concurrida. Los cercanías recogían a la gente que se dirigía a las distintas ciudades dormitorio. Gente impaciente por regresar a sus nichos en los que descansar unas horas antes de reentrar en esa máquina sin piedad que se llamaba ciudad. Cada mañana bostezas, amenazas el despertador y te levantas gruñendo cuando todavía sale el sol... Eso lo cantaba Sabina. Cierto. Rutina era lo que esperaba a todos aquellos cuerpos grises sin sueños.

A un lado del andén, algo apartados, se veía un grupo de indigentes. Era una curiosa comparsa formada por una chica muy joven con el pelo rapado y chupa de curo, un chaval algo mayor y de aspecto desaliñado, inidentificable con ninguna tribu urbana de lo hecho polvo que estaba su ropa y un viejo de boca desdentada y pelo canoso, con un atisbo de loco en el rostro. Elías los observó con curiosidad. Ninguno era Tolito, pero posiblemente lo conocieran. Después de todo el ser un paria es una forma de vida social.

- Claro, no hay problema. Aunque no sé si a mi me harán tanto caso como a ti.- Javier miraba por la ventanilla mientras Domingo conducía - Oye, que movida más rara la de ese Gallego ¿no? Nunca pensé que un tipo como él...

Se interrumpió al ver a dos chavales de unos veinte años, vestidos al estilo de los cantantes de hip-hop americanos, haciendo una pintada en un callejón:

- Coño. Para aquí que le vamos a dar un susto a esos gilipollas...

La Maca observó la estación, era de lo más heterogénea, chupas de cuero y cadenas se mezclaban con bolsas del corte inglés y trajes de ejecutivo. El olor del tabaco se mezclaba con el olor a humedad. Se adelantó y se acercó a los indigentes, colocándose junto a la chica.

-Buenas, ¿un cigarrito?- dijo ofreciendo su paquete a los tres indigentes- Estoy buscando al Tolito, ¿sabéis por donde anda?

Aunque la chica cogió el cigarro sin decir nada fue el viejo quien contestó a la Maca tras hacerse con un par de pitillos de la cajetilla.

- Buscas al Tolito guapa moza... ¿Eres su novia? Hehehehe... Vaya truhán que está hecho el maguito, que hasta tiene fans... hehehe...

Por un momento el anciano quedó callado mirando los pitillos, como si se hubiera olvidado de la pregunta. Luego encendió uno de ellos y sonriendo sin dientes volvió a hablar con su voz cascada:

- El maguito estará levantándose a estas horas para empezar a currar en los cercanías... Allá,- señala con la cabeza para una zona apartada donde algunos viejos vagones oxidados descansan de forma permanente en una vía muerta - en la pensión mismo se encuentra... heheheee...

-¿Su novia? Que más quisiera Tolito- dijo Macarena guiñándole un ojo.- Gracias majo, toma otro par para luego- dice dándole un par de cigarros más.

Después se aleja sonriente y vuelve hacia los chicos.

-Parece que el tal Tolito se dedica a hacer trucos de magia en los trenes para sacar algo de pasta. El viejo me ha dicho que suele dormir en esos trenes abandonados y que suele levantarse a estas horas. ¿Vamos a echar un vistazo? Pero entráis conmigo, yo ahí no me meto sola...

Elías asintió. Así que aquel mago enigmático estaba cerca... ¿Qué cartas se guardaría en la manga? Sintió el impulso de acercarse a los outsiders y sonsacarles para obtener un perfil previo de él, pero se reprimió después de echar un vistazo calculador a los dos jóvenes.

-Está bien. Veamos qué trucos domina...

La Maca encendió un cigarrillo y se dirigió junto con los tres hombres a los vagones. Buscó con la mirada un mago hippy... quizá debía haber preguntado sobre el aspecto de Tolito a los vagabundos o a Domingo, pero ahora era tarde, seguramente lo encontrarían sin mucha dificultad.

No, no hay nada especialidad en la expresión. Me refería a que buscaba entre ellos a Tolito (a Elías se lo han descrito, aunque no lo conoce personalmente) y ninguno encajaba. Pero nada más.

El vagón era un viejo vagón de carga. Una de las puertas correderas laterales yacía inerte a su lado, apoyada y cubierta a medias por malas hierbas. En el interior había un completo desorden: mantas viejas, latas vacías, papeles de periódico, una radio, una bicileta oxidada... Parecía una suerte de vertedero improvisado. En medio de aquel maremagnum de trastos había un hombre que jugaba con una baraja. Era un tipo fornido, algo bajo de edad indefinida y rostro desgastado por el tiempo en la calle. Barba encanecida, ojos brillantes de emoción e inteligencia y gesto de cierto hastío por la vida en general. Ni siquiera levantó la vista del solitario que parecía estar haciendo cuando el grupo alcanzó su improvisado hogar.

- ¿Eres Tolito?- preguntó torpemente Ricardo mientras miraba a los demás buscando alguna ayuda sobre como llevar la conversación.

- Soy yo, - dijo el indigente sin levantar la vista de su juego - ¿Habéis venido aquí a que os lea el futuro en las cartas? No tenéis pinta ni de polis ni de periodistas.

Su voz era grave, seria. Si se cerraban los ojos uno podría pensar que era la voz de un locutor de radio. Desde luego de ninguna forma correspondía con su aspecto.

Ricardo miro a la Maca como si no estuviera muy seguro de que hacer, así que la Maca dio una calada larga a su cigarrillo, lo cogió con la mano y después de expulsar el humo dijo.

-Mira, se está haciendo tarde y se me va a acabar el tabaco, así que mejor vamos al grano. Tu conocías al Gallego ¿no?- la Maca es directa, pero tampoco quiere parecer hostil, a ver si el tío ese la va a rajar o algo...

El tipo sigue sin levantar la vista de los naipes:

- Sí, lo conocía... Pobre Gallego... ¿Sois familiares?

Su voz, sin embargo, no refleja pena ni curiosidad. Más bien parece que está en su mundo, casi ignorándoos.